Olivia Gray:
Las últimas tres semanas han sido... interesantes. Xavier y yo nos hemos estado conociendo mejor cuando los dos no estábamos trabajando, y esta noche me iba a llevar a nuestra primera cita. Estaba emocionada y nerviosa al mismo tiempo. Quiero decir, no todos los días me persigue un hombre como Xavier.
Él es un enigma para mí, mientras que yo soy un libro abierto para él.
Como me iba a llevar a una cita esta noche, y me había programado para trabajar, tuve que pedir algunos favores y no fue jodidamente fácil. Ahora estoy atascada trabajando en un turno doble el próximo viernes, así que realmente espero que esta fecha valga la pena.
En mi último día libre, que fue domingo, Amelia y yo fuimos de compras, lo que hizo que mi billetera sufriera un pequeño golpe.
Oh, bien. Tendré que recuperarlo con horas extra. No tiene sentido llorar por eso.
Me acababa de dar una ducha fría porque aunque el día había comenzado, hacía un poco de calor. Me puse un par de pantalones cortos que llegaban hasta la mitad del muslo con un body sin mangas blanco, antes de meter los pies en un par de sandalias. Me até el pelo en un nudo en la parte superior de la cabeza y bajé a desayunar.
Casi me detuve sorprendido cuando vi a Xavier sentado a la mesa con sus hermanos, bebiendo su café.
Hmm. Por lo general, ya se ha ido.
Se ha estado quedando aquí durante las últimas dos semanas, lo que sorprendió a su familia, porque por lo que deduje, rara vez pasa la noche.
—Buenos días —dije, sonriendo alegremente.
—Buenos días, querida —Camilla me sonrió cálidamente y me incliné para darle un beso en la mejilla.
Me moví para sentarme a su lado, pero Xavier se aclaró la garganta, mirándome expectante y puse los ojos en blanco.
Caminé hacia él y me incliné para darle un beso en su mejilla sin afeitar también, su cabeza giró en el último minuto para que nuestros labios se encontraran.
Me aparté y me dio una sonrisa descarada.
—Buenos días, bebé.
—Sí, sí —gruñí, sintiéndome un poco avergonzada por besarlo frente a su familia.
Sí, fue un pequeño beso, pero aún así.
Realmente no estoy acostumbrada a todo el asunto del DAP (Demostración de afecto en público), y es que quiero decir, su abuela está sentada frente a él.
Me senté a su lado y miré alrededor de la mesa.
Solo Camilla, Kaiden, Jaden, Luke y Xavier estaban sentados allí.
—¿Dónde están todos los demás? —pregunté con curiosidad.
—Bueno, Katrina se fue al club de campo. Alistair, mi viejo y loco esposo se fue a cazar con mi igualmente loco hijo, Stephen. Christian ya se fue al trabajo y bueno, mi nieta perezosa, tu mejor amiga, lo más probable es que todavía esté durmiendo en la cama —dijo Camilla, haciéndome reír.
Xavier agarró mi plato y lo llenó con tostadas con mantequilla, huevos, tocino, salchichas, frijoles horneados y tomates y champiñones salteados. Lo colocó frente a mí y yo arqueé una ceja.
—Soy perfectamente capaz de tomar mi propio desayuno, ¿sabes? —lo miré.
—Lo sé, pero quería hacerlo. Así que solo come.
Puse los ojos en blanco y comí mi desayuno. No pasó mucho tiempo para que la conversación comenzara a fluir libremente alrededor de la mesa, y todos nos reímos cuando Amelia entró a trompicones en el comedor en pijama, con los ojos nublados.
—Buenos días, sol —bromeé.
—Vete a la mierda —murmuró, yendo a sentarse junto a su abuela.
—Abuelita. ¿Me puedes servir una taza de café? —hizo un puchero, con los ojos medio cerrados.
—Tus manos no están rotas, niña —respondió Camilla.
—¡Abuelita! —gimió ella, haciéndonos reír.
Camilla agarró su taza y vertió el café en la taza, mezclando un poco de azúcar y crema, antes de colocarla frente a Amelia.
—Bebe, amor —dijo, antes de volver a su taza de té.
Amelia sonrió agradecida y bebió de un trago el café, comenzando lentamente a animarse.
Terminamos de desayunar y Xavier se puso de pie, se puso la chaqueta y se despidió de su abuela y hermanos.
Luego, me levantó de mi asiento, arrastrándome fuera del comedor y al vestíbulo. Me empujó contra la pared, reclamando mis labios. Empujó su lengua contra mis labios, exigiendo acceso, lo cual negué, hasta que agarró mi trasero con sus manos y apretó.
Gemí en su boca y aprovechó la oportunidad para deslizar su lengua en la mía, ambos luchando por dominar el beso, lo cual él ganó.
Me aparté primero, jadeando.
—Prepárate para las siete. Prepara una bolsa de viaje. No volveremos esta noche. Te veré más tarde —ni siquiera me dio la oportunidad de responder, solo me dio otro beso desvergonzado, un golpe en el trasero y salió por la puerta.
Me quedé allí por un momento, mi mente todavía estaba dando vueltas.
Espera...
¿Qué carajos quiere decir con que no volveremos aquí esta noche? ¿A dónde diablos vamos?
Saqué mi teléfono que había metido en mi bolsillo, escribiéndole un furioso mensaje de texto.
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Olivia: ¿Qué mierda quieres decir con que no volveremos aquí esta noche?
Xavier: ¿No te he hablado ya de esa boca? No me hagas volver allí solo para follarte el culo.
Olivia: Deja de decirme qué hacer y explícame por qué no volveremos aquí esta noche.
Xavier: Te gusta cuando te digo lo que tienes que hacer, muñequita. Pero no te voy a decir adónde vamos. Vas a tener que esperar y ver.
Olivia: Uf. ¡Eres tan jodidamente exasperante!
Xavier: Esos son dos strikes bebé. Uno más y estás fuera.
Olivia: No vas a hacer una mierda, perra. Ve a trabajar.
Xavier: Y ese fue el strike #3. Vuelvo a casa ahora mismo. Será mejor que estés en tu habitación boca abajo en la cama.
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Mierda.
Un chillido salió de mi boca y corrí escaleras arriba.
—¡Mi Mi! ¡Mi Mi! ¡Escóndeme! —grité, corriendo por el pasillo hacia la habitación de Amelia.
—¿Qué? ¡¿Qué está pasando?! —ella se sentó, presa del pánico.
—Estoy en problemas. ¡Tienes que esconderme de Xavier! —dije, y ella se calmó.
—Oh. ¿Qué hiciste? —preguntó, luciendo un poco menos preocupada y más divertida.
—Bueno … —froté la parte de atrás de mi cuello, un rubor se extendió por mis mejillas.
Ella suspiró profundamente.
—Dijiste alguna mierda imprudente, ¿no? —me miró con complicidad y mis mejillas se ruborizaron aún más.
Mi mejor amiga me conocía demasiado bien.
—Te dije que tu boca te causaría problemas algún día, Livy.
—Menos charla, más esconder —dije, haciéndola reír.
Oí que se abría la puerta principal de la planta baja y entré en pánico, escondiéndome debajo de la cama de Amelia.
—No le digas que estoy aquí. —Siseé.
Me acosté boca abajo, metida en el rincón más alejado debajo de la cama de Amelia.
Diez minutos después, escuché que su puerta se abría de golpe.
—¡Jesús, Bubba! ¿Tenías que abrir la puerta así? —exclamó Amelia.
—¿Dónde está ella, Meely Bug? —preguntó Xavier con calma.
Demasiado calmado.
¡Mierda, mi culo estaba en riesgo!
—Ella no está aquí. No sé a dónde fue —mintió Amelia y me encogí.
—Amelia. Uno, eres una mentirosa terrible. Dos, sabes que es mejor no mentirme. Ahora, ¿dónde diablos está Olivia? —gruñó, sonando aún más irritado.
—Te lo dije ... no lo sé, Bubba —dijo Amelia nerviosamente.
—Te di la oportunidad de decirme la verdad, Amelia, pero aun así mentiste. Tú y yo tendremos una charla más tarde. Olivia. Saca tu trasero de debajo de la cama —ladró Xavier.
Mierda. ¿Cómo diablos lo sabía?
Seguí sin moverme, posiblemente no estaba seguro de si él realmente sabía que yo estaba ahí abajo o si estaba fanfarroneando.
Pero luego, me arrastró por el pie desde debajo de la cama, pateé y grité.
—¡Xavier! ¡Déjame ir! —no perdió el tiempo en arrojarme sobre su hombro, dándome una dura palmada en el trasero.
—Un consejo, si estás tratando de esconderte debajo de la cama, muñequita. No dejes tu pie donde la luz pueda delatarte —dijo secamente.
Ah, joder.
Salió de la habitación de Amelia, conmigo agitándome sobre su hombro. Pasó por delante de mi habitación y se detuvo cuando llegó al final del pasillo.
Luego, abrió la puerta, la cerró de una patada y la cerró con llave.
Me dejó caer sobre la cama e inmediatamente traté de levantarme, alejarme de él, pero me agarró por el tobillo, obligándome a recostarme mientras me ponía de espaldas hacia él.
Ese brillo en sus ojos me dijo que estaba en un montón de jodidos problemas.
Oh oh...
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Me senté en el baño, tratando de aliviar el dolor de mis nalgas.
Nota para mí misma: nunca más maldecir delante de él ni volver a llamarlo perra.
Jesucristo, hizo estragos en mi trasero. Apenas podía sentarme.
Había usado su mano y su cinturón. Cuando terminó, mi trasero estaba en llamas.
Pero luego me calmó, frotando un ungüento en mi carne magullada, antes de besarme la coronilla, limpiar las lágrimas de mi rostro y abrazarme hasta que me quedé dormida.
Cuando me desperté, se había ido, pero me dejó una linda nota que decía que tenía una reunión a la que no podía perderse y para asegurarse de que yo estuviera lista 7.
Amelia irrumpió en su habitación unos minutos después, sacándome de la cama y metiéndome en el baño para empezar a prepararme.
Llamó a la puerta por quinta vez desde que estaba aquí y puse los ojos en blanco.
—¡Ya voy mujer! ¡Calma tus tetas! —le grité.
—Date prisa, Livy. ¡No tenemos tanto tiempo! ¡Y Xavier es un fanático del tiempo!
Puse los ojos en blanco, murmurando entre dientes, antes de levantarme y salir de la bañera.
Vacié el agua de la bañera y me di una ducha rápida antes de salir.
Me sequé rápidamente, poniéndome una tanga de encaje n***o y el sostén sin tirantes a juego, antes de ponerme mi loción y desodorante.
Volví a envolver mi toalla, metiendo el extremo en mi sostén para que aguantara. Salí del baño con las manos en las caderas.
—Está bien, estoy aquí, señorita impaciente —Amelia puso los ojos en blanco y me señaló para que me sentara en la silla frente a ella.
Me senté frente a ella, metiendo las piernas debajo de mí. Hice una mueca cuando ella comenzó a cepillarme el pelo, gimiendo de dolor.
—¡Mi Mi, eso duele!
—Cállate. La belleza es dolor. Si quieres lucir bien para tu cita, tienes que aceptarlo —dijo ella severamente.
Gemí, pero cedí, sentándome en silencio.
Le tomó una hora alisar mis rebeldes rizos, e hizo una raya lateral, deslizándola hacia atrás y dejándola suelta.
Después, ella insistió en maquillarme y la dejé ser. Cuando terminó con mi maquillaje, me levanté, recogí mi vestido de la cama, desenvolví mi toalla y me la puse. Una vez que estuvo puesto, me puse los tacones, antes de mirarme en el espejo.
La mujer que me miraba en el espejo se veía completamente diferente a mi estilo relajado y habitual de todos los días, e incluso a mi estilo de trabajo un poco nervioso.
Me veía bien.
Mi cabello se alisó a la perfección, cayendo por mi espalda. Mi maquillaje estaba impecable, mis ojos estaban hechos con una sombra dorada reluciente que complementaba mis ojos verdes asombrosamente. Mis labios estaban pintados de un color rojo intenso, que sorprendentemente no se veía tan mal, ya que definitivamente no era mi color favorito.
El vestido que me llegaba hasta la rodilla era de tirantes blanco atado al cuello, que se pegaba a mis curvas como una segunda piel, resaltando mi vientre plano y mi cintura diminuta.
Mis piernas parecían de una milla de largo con los tacones abiertos de puntas afiladas que tenía, y escuché a Amelia chillar detrás de mí.
—¡Te ves jodidamente increíble! ¡Xavier se desmayará cuando te vea! —me sonrojé y le di una sonrisa.
—Gracias por ayudarme a estar lista, Mi Mi —ella hizo un gesto a continuación para darse la vuelta y yo que pudiera deslizar mis brazos en el largo abrigo de seda que sostenía.
Puse mi teléfono, billetera y un chicle en mi bolso, antes de verificar la hora en el reloj que me había puesto.
6:50 p.m.
—¿Vienes conmigo? —le pregunté a Amelia y ella asintió, agarrando la bolsa de viaje que empaqué.
Caminamos por el pasillo y bajamos las escaleras.
—Quiero todos los detalles cuando regresen mañana. Solo omitan las partes repugnantes. No necesito saber qué hace Bubba en su tiempo libre —ella se estremeció, haciéndome reír.
—Está bien, Mi Mi. Te veré mañana —le di un abrazo y le quité la bolsa, antes de caminar hacia Xavier, que estaba de espaldas a mí, ladrándole a quienquiera que estuviera al otro lado del teléfono.
Sentí pena por esa persona.
En el poco tiempo que conozco a Xavier, sé que tiene bastante temperamento.
Le di unos golpecitos en el hombro y me miró, dándome una vuelta.
—Tengo que irme, pero será mejor que ese informe esté en mi escritorio mañana por la mañana, o estás jodidamente despedido —colgó el teléfono y se lo metió en el bolsillo antes de volverse hacia mí.
—Te ves hermosa, muñequita —murmuró, tomando mi mano y colocando un suave beso en ella.
Luego, me atrajo hacia él, sus labios tomando los míos en un beso apasionado.
Su mano se deslizó hasta mi trasero, apretándome, haciéndome gemir en su boca.
Se apartó primero, haciéndome gemir suavemente, y se rió entre dientes.
—Vámonos, antes de que olvide la fecha por completo y te lleve de vuelta a las escaleras —gruñó.
Saqué mi teléfono y miré a la cámara para asegurarme que mi lápiz labial no estuviera manchado.
Una vez que estuve bien, revisé su rostro, limpiando la pequeña mancha de lápiz labial que se pegó a sus labios.
—Ahora estamos listos.
Cogió la bolsa que había tirado al suelo cuando me agarró y me llevó por la puerta.
Esta vez, sin embargo, en lugar de su Range Rover, había un Aston Martin n***o.
Abrió la puerta para mí, ayudándome a entrar. Me abrochó el cinturón, antes de dirigirse al lado del conductor.
Tiró mi bolso en el asiento trasero, antes de deslizarse a mi lado.
Arrancó el coche y el motor cobró vida con un rugido. Agarró mi mano entre las suyas y la colocó en su regazo.
Y luego, nos fuimos.