Olivia Gray.
Tardamos 30 minutos en llegar al restaurante y yo salté del coche al mismo tiempo que Amelia. Enganchó su mano en la mía y prácticamente me arrastró por delante de su familia.
—Livy. ¿Qué está pasando contigo y Xavier? —susurró, mientras nos acercábamos a la puerta del restaurante.
—No lo sé, Mi Mi. No me ha dicho una palabra desde que nos conocimos —le respondí en un susurro, todavía confundida completamente.
—No suele actuar así … —murmuró pensativa.
—¡Oh Dios mío! —chilló de repente, haciéndome saltar un pie en el aire.
—¡Mis tímpanos, Mi Mi! —me quejé, pero ella me ignoró.
—¡Definitivamente le gustas! —ella susurró-gritó en mi oído y yo arqueé una ceja.
—Mi Mi, ¿de qué estás hablando? —murmuré en respuesta, mientras ella abría la puerta.
—Nunca lo había visto reaccionar de esta manera antes, Livy. No con ninguna otra mujer. Parecía que iba a matar a Christian. ¡Sin mencionar el hecho de que parece que no puede mantener sus malditos ojos lejos de ti! —dijo en mi oído, mientras los demás entraban detrás de nosotros.
—¿De qué están hablando, chicas? —preguntó su mamá con curiosidad.
—Cosas de chicas —respondió Amelia rápidamente, mientras yo me sonrojaba.
Su madre nos miró a las dos y negó con su cabeza, con una risita.
—Estás hablando de tu hermano, ¿no? —se acercó más y Amelia asintió con entusiasmo.
—¡Sí! ¡Le estoy diciendo que realmente le gusta y ella no me cree! —exclamó Amelia.
—¿Cómo puedes saber eso basada en una reacción, Mi Mi? —puse los ojos en blanco.
—Creo que Amelia puede tener razón en esto, Olivia. Nunca antes había visto a Xavier reaccionar con tanta fuerza ante una mujer, o lo había visto mirar a su hermano como si quisiera matarlo, nunca —dijo, y mi cara literalmente se convirtió en un maldito tomate.
Oh, Dios.
—¿Cuánto quieres apostar a que te hará sentar entre él y yo? —sonrió Amelia y puse los ojos en blanco.
—Sigo pensando que ustedes dos están equivocadas. —Murmuré.
—Ya verás —murmuró Amelia en respuesta, antes de que nos llevaran a nuestra mesa.
Amelia se sentó al final, haciéndome mirarla. Me senté al lado de ella, y tan pronto como lo hice, la silla a mi lado fue retirada y Xavier se sentó a mi lado.
Joder.
Miré a Amelia y pude ver la sonrisa de suficiencia en su rostro, haciéndome pellizcar su muslo debajo de la mesa.
—¡Auuuuch! —gimió ella, haciéndome poner los ojos en blanco.
—Borra esa mirada de suficiencia de tu cara. —Murmuré.
Podía sentir a Xavier mirándome, y eso hizo que mis mejillas se calentaran.
—Me estás mirando —le murmuré, abriendo mi menú.
—Lo siento, muñequita. Eres tan hermosa —murmuró él en respuesta.
Lo miré a través de mis pestañas y me dio una sonrisa.
Joder, su sonrisa me provocó cosas peligrosas. Hizo que mi sangre se calentara y el líquido se acumulara en mis regiones inferiores.
Un camarero vino y tomó nuestros pedidos, y cuando el camarero pasó demasiado tiempo mirándome fijamente, Xavier lo miró bruscamente, aterrorizando al pobre hombre y haciendo que la familia lo mirara como si hubiera perdido la cabeza.
El camarero se escabulló y, poco a poco, la conversación a nuestro alrededor comenzó de nuevo. Todo el mundo hablaba menos Xavier y yo, y podía sentir su mirada aburrida en mi cara.
—Háblame de ti, Olivia —dijo, tomando un sorbo de su vino blanco.
Dirigí mi atención a él.
—¿Qué quieres saber? —le pregunté.
—Tu nombre completo sería un gran comienzo —me dio una sonrisa devastadora, que no hizo nada para salvar mis bragas.
—Olivia Gray. Tengo 22 años. Voy a la escuela con tu hermana, estoy solo un año por encima de ella. Mi especialidad es Finanzas. Me encanta la comida, nadar, leer, ver películas y dormir. Mi color favorito es el verde y no puedo contener mi maldita lengua para nada. Creo que eso debería cubrir todo lo que quieras saber —dije sin rodeos.
Si estaba sorprendido, no lo demostró, y escuché a Amelia reír a mi lado.
Mi mejor amiga era una perra entrometida, pero yo la amaba de todos modos.
—Esas no son todas mis preguntas, muñequita. Pero gracias por esos útiles fragmentos de información. Lo que realmente quiero saber es si eres soltera —dijo en voz baja, mirándome con esos hermosos orbes.
—Lo soy. ¿Por qué? —pregunté estúpidamente.
Se inclinó hasta que su rostro estuvo cerca de mi cuello, haciéndome temblar, cuando rozó sus labios suavemente contra mi piel.
—Porque planeo tenerte, por eso. Vas a ser mía y solo mía. Solo quería asegurarme de no tener que deshacerme de ninguna competencia —susurró en mi oído, antes de retirarse.
Mierda. Es intenso.
No fueron solo sus palabras las que me afectaron. Era toda su aura. Se notaba que era un macho Alfa puro. Llamaba la atención de todos y se comportaba de una manera segura que le sentaba bien. El poder simplemente irradiaba de él y me hizo sentir como si quisiera arrodillarme a sus pies y complacerlo.
De nuevo, ¿qué carajos?
¿Quién diablos es este tipo y qué me está haciendo?
Me quedé un poco inquieta después de eso, pero seguí adelante, entablando una conversación con Kaiden y Jaden.
De hecho, eran muy divertidos juntos, y me veía pasando el rato con ellos. Fueron realmente geniales.
Llegó la comida y se me hizo la boca agua cuando pusieron el plato frente a mí. Había pedido el lomo con patatas asadas, judías verdes y champiñones.
Aunque estaba hambrienta y quería inhalar mi comida, me contuve y comí lo más elegantemente posible.
No puedo pasar vergüenza delante de ellos.
Después de que todos terminaron de cenar, que probablemente fue lo mejor que había comido en mi vida, comimos postre. Comí una tarta de queso con chocolate y fresa y, sinceramente, no me arrepiento.
A la mitad de terminar mi rebanada de tarta de queso, escuché a una mujer llamar a Xavier y mis oídos se animaron.
—¡Xavier! —Dios, ¿podría ser más ruidosa?
Levantó la cabeza y, aunque no podía ver sus ojos, su cuerpo se tensó cuando la mujer se acercó.
Todos en la mesa se habían quedado en silencio, mirando entre Xavier y la chica.
Ella era alta, alrededor de 5'10 o 5'11, y tenía un cuerpo tipo supermodelo. Su cabello teñido de rojo rebotaba en rizos alrededor de sus hombros, mientras se agachaba para envolver sus brazos alrededor de él, aplastando sus tetas falsas en su pecho.
Dios, podía oler ese repugnantemente dulce perfume que tenía desde aquí, y estaba haciendo que mi estómago se revolviera.
Por alguna razón, pude sentir un pozo de celos formarse en mi estómago, pero traté de ignorarlo. Amelia tomó mi mano, apretándola con fuerza, lo que me hizo mirarla.
Ella me dio una sonrisa tranquilizadora, antes de volver su mirada hacia la mujer, que ahora estaba tratando de subirse a su regazo.
En. Frente. De. Su. Familia.
Y eso Damas y Caballeros, es lo que llaman desesperación y falta de respeto por uno mismo.
Me tomó todo lo que tenía para aguantarme de no agarrar a la perra del pelo y arrastrarla, y no sé por qué.
—Verónica ... ¿Por qué estás aquí? —Xavier finalmente se puso de pie, mientras la chica insistía en intentar trepar sobre él.
Vi su sonrisa morir un poco y sentí un poco de satisfacción.
—E-es Vanessa —tartamudeó, su rostro ardía de vergüenza cuando se dio cuenta de que ni siquiera podía recordarla.
Y aunque eso me complació por una razón en la que no quería pensar, también me molestó un poco.
¿Así serán las cosas si le doy una oportunidad?
¿Me va a follar y luego me va a tirar, como si no fuera más que basura al costado de la carretera?
Fruncí el ceño ante mis pensamientos, apuñalé mi pastel de queso un poco más fuerte de lo necesario y me lo metí en la boca.
Me desconecté del resto de su conversación, concentrándome en terminar mi postre y posiblemente salir de aquí.
Puede que me cueste un brazo y una pierna, pero tal vez pueda conseguir un Uber.
Mis pensamientos fueron interrumpidos, ya que todos se levantaron de sus asientos para irse.
Mierda, estaba tan perdida en mis pensamientos, que ni siquiera me había dado cuenta de que la chica se había ido y Xavier había pagado la comida.
Amelia envolvió su brazo en el mío y me llevó lejos de su familia.
—¿Estás bien? Parecías distraída antes —dijo ella, luciendo preocupada.
—Sí, estoy bien ... en realidad estaba pensando en irm...
—No vas a ninguna parte —escuché su voz detrás de mí y puse los ojos en blanco.
La audacia de este hombre.
¿No acababa de tener a una perra tratando de subir a su regazo? ¿Por qué diablos me estaba molestando todavía?
Odio el hueco de los celos que se metió en mi estómago cuando pensé en ello.
Mierda, esto no estaba bien. Solo conocía al hombre hace unas pocas horas.
—Como estaba diciendo, Amelia. Estoy pensando en tomar un Uber de regreso al… ¡Oye! ¿Qué carajos? ¡Bájame! —mis puños golpearon la espalda de Xavier, mientras me arrojaba sobre su hombro y caminaba hacia su auto.
—Meely Bug. Vete a casa con Jaden y Kaiden. Necesito hablar con tu amiga —dijo por encima del hombro.
—¡Mi Mi, ayúdame! —grité, mientras él me llevaba de regreso a su auto.
—¡Estarás bien! —me gritó de vuelta y pude escuchar la presunción en su voz.
Maldita traidora.
Me retorcí en sus brazos, tratando en vano de liberarme de sus brazos, pero no fue posible.
Solté un suspiro y me tumbé sin fuerzas sobre su hombro. Ya no tiene sentido luchar a lo bruto.
Abrió la puerta del pasajero y me colocó en el asiento, atándome y dándome una mirada de advertencia que pudo o no haberme hecho arruinar mis bragas.
—Tú y yo vamos a sentarnos y tener una conversación seria, y voy a dejarte todo a ti. Te vas a sentar ahí y escucharme, o Dios me ayude, chuparé tu puto culo hasta que esté n***o y azul. No pongas a prueba mi paciencia, amor. No tengo mucha —me miró a los ojos, para hacerme saber que hablaba en serio y asentí con la cabeza lentamente.
—Bien. Ahora vámonos —cerró la puerta y entró por el lado del conductor.
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Xavier King:
Sí. Es oficial.
He perdido la maldita cabeza.
Apenas conozco a la chica desde hace tres horas, pero aquí estoy, arrastrándola a algún lugar para hablar en privado, donde mi entrometida familia no estaría tratando de espiarnos o escucharnos hablar.
Sé que está tan confundida como yo. No sé qué diablos me pasó entre esta tarde y la noche.
Ella sacó a relucir este lado primario en mí que nunca pensé que tuviera. Mi instinto me dijo que la tomara, que la poseyera hasta que fuera mía.
Y ella va a ser mía.
Pobre chica. Ni siquiera sabe la mitad de las cosas que tengo reservadas para ella.
La observé y la vi mirando por la ventana, viendo pasar los árboles.
Me detuve en un camino de tierra y vi su cuerpo tenso, cuando se volvió hacia mí con los ojos muy abiertos mientras estacionaba.
—No te voy a matar —pude ver hacia dónde iba su línea de pensamientos e inmediatamente la aparté.
—Eso no es exactamente reconfortante, cuando me tienes en medio de la jodida nada —espetó de vuelta, mirándome.
Mi mandíbula se apretó y la inmovilicé con una mirada, que la hizo retroceder contra la puerta.
—En primer lugar, mira cómo me hablas. No tolero la falta de respeto de nadie. En segundo lugar, no más maldiciones o te pongo de rodillas. Una dama no maldice como un marinero —me desabroché el cinturón de seguridad y me volví hacia ella.
Puso los ojos en blanco, poniendo a prueba la última pizca de paciencia que tenía.
—No vas a hacer una puta mierda.
Oh, no lo haré, ¿eh?
Empujé mi asiento hacia atrás, antes de agarrarla.
No es el escenario más espacioso, pero tendrá que bastar.
Le levanté el vestido, mientras peleaba conmigo.
—¡Oye! ¡¿Qué estás haciendo ?! Esto es...
La hice recostar sobre mi regazo, su cuerpo cubrió la consola en el medio, con las rodillas clavándose en el asiento.
Miré sus nalgas desnudas por un minuto, conteniendo un gemido.
Tan delicioso y regordete. Podría mirarlo todo el día.
Luego, bajé mi mano hasta su trasero, escuchándola gritar.
—¡Esto está tan mal! ¿Qué diablos? —mi mano cayó sobre su trasero con más fuerza esta vez.
—¿Podrías detenerte ...? —le di otro golpe, su carne comenzaba a ponerse de un rubor rosado.
—Hijo de put… —otro golpe.
—¡Ay! —ella gritó fuerte, tratando de zafarse, pero fracasó.
—Si continúas maldiciendo, obtendrás más. ¿Vas a continuar? —pregunté con calma, incluso mientras mi m*****o palpitaba contra su estómago.
—Joder ¡Ah, mierda! —gritó cuando le di dos golpes más duros, asegurándome de golpear las partes tiernas de su trasero.
—¡Está bien, está bien! No voy a maldecir más. ¡Solo detente! —gimió ella.
Sonreí de satisfacción.
Froté su ardiente carne para aliviar el escozor y escuché un pequeño gemido escapar de ella.
Mmm. Ella está disfrutando esto.
YEs bueno saberlo.
Le bajé el vestido antes de permitirle que se moviera de mi regazo.
Ella es una cosita luchadora. Pude ver el fuego ardiendo en sus ojos verde esmeralda, y parecía que quería castrarme.
Mi polla no debería palpitar así, especialmente por una mujer que parecía estar lista para cortármela.
Pero hey, ¿cuándo esta mierda ha sido normal cuando se trata de ella?
—Algo sobre ti me vuelve jodidamente loco —murmuré, mirándola.
—Yo diría que estás casi loco. ¿Qué hombre en su sano juicio secuestra a una mujer y la trae en medio de la mald… de la nada? —se corrigió a sí misma en el último minuto, haciéndome sonreír.
Bien, está aprendiendo.
Ignoré su burla, tomándome un momento para ordenar mis pensamientos.
—Eres diferente, Olivia. Me fascinas. Nunca antes había reaccionado de esta manera con una mujer, y he estado con varias como para saberlo —ella se enfureció ante la mención de otras mujeres, y oculté mi pequeña sonrisa.
Parece que el gatito ya es tan posesivo conmigo como yo con ella.
—Si tienes tantas mujeres, ¿por qué me molestas? —espetó, cruzando los brazos debajo de los senos, inconscientemente empujándolos hacia arriba.
—Te dije por qué. Eres diferente y me fascina. Tengo una intensa necesidad de protegerte y hacerte mía. Nunca antes me había sentido así —dije honestamente.
Su rostro se suavizó y me miró con escepticismo y vulnerabilidad.
—¿Cómo sé si lo que dices es verdad? —preguntó ella suavemente.
—No tengo ninguna razón para mentirte, muñequita.
—Está bien, pero ¿cómo sé que no te cansarás de mí y me echarás a un lado como esa mujer esta noche? —dijo ella.
—Sé que no lo haré. Eres la única que ha podido mantener mi atención sin siquiera decir una palabra. Dame la oportunidad de demostrarte que esto valdría la pena, muñequita. ¿Por favor? —tomé su mano en la mía, frotando mi pulgar sobre su suave piel.
Se quedó callada un rato, contemplando su respuesta.
—Está bien. Te daré una oportunidad. Pero te lo haré saber a partir de ahora. No comparto. Así que si tienes algo con cualquier otra mujer, debes terminarlo —dijo con seriedad, y reprimí una sonrisa.
—Considéralo hecho. Lo mismo va para ti, cariño. Si veo a algún hombre a tu alrededor coqueteando contigo, te daré un azote en el culo.
—Me parece justo —se encogió de hombros.
—Bien. Ahora cuéntame más sobre ti.