Capítulo 7

2508 Words
Xavier King   Cuando llegué al puerto, ella tenía muchas preguntas, ninguna de las cuales respondí.   Me deslicé fuera del auto, agarrando su bolso antes de ir a abrirle la puerta.   La ayudé a salir del coche, cerrándolo y bloqueándolo, antes de llevarla por el muelle, hacia mi yate.   Su boca se abrió y me miró con los ojos muy abiertos.   —¡¿Vamos en un yate?! —preguntó emocionada, con ojos brillantes.   —Sí, muñeca. Vamos a pasar la noche en el yate —ella chilló de emoción, y si no hubiera estado sosteniendo su mano, podría haber corrido hacia la gran embarcación.   —¡Nunca antes había estado en uno!   —Te traeré cuando quieras —dije, ayudándola a subir al bote. Una vez que estuvo a bordo de manera segura, subí, saludando al capitán brevemente, antes de llevarla a través de la cubierta hacia la sala de estar.   Le había dado al resto del personal la noche libre, ya que no había necesidad de que estuvieran cerca.   La besé en la frente y la senté en uno de los sofás.   —Quédate aquí. Voy a ir a hablar con el capitán. No nos alejaremos demasiado ya que volveremos a la mansión mañana. Pero la próxima vez que tengamos tiempo, te llevaré, ¿de acuerdo, cariño? —cuando ella asintió, me fui, volví a la cubierta y subí las escaleras hasta la cabaña.   Después de que terminé de hablar con el capitán, me dirigí hacia donde mi bebé estaba sentada en el sofá. Se había quitado el abrigo de seda y los tacones y estaba sentada con el teléfono en la mano.   Ella miró hacia arriba, dándome una sonrisa cuando me acerqué a ella, y tomé su mano, tirándola hacia arriba.   —¿Todo bien? —preguntó.   —Sí.   La llevé a la cocina para que se sentara, mientras yo sacaba las fresas y la crema batida del frigorífico.   Lavé la fruta, secándola con palmaditas, antes de mojarla en crema batida y acercándola a sus labios.   Sus ojos sostuvieron los míos mientras mordía lentamente la fresa, sus ojos se cerraron cuando un gemido se le escapó.   —¿Está buena, niña? —pregunté, tomando un bocado de la fruta yo mismo.   —Mhmm. Es realmente buena. Jugosa, tal como me gusta —sacó otra baya del cuenco, mojándola en la crema, antes de acercarla a mis labios, pero antes de que pudiera morderla, movió la baya, haciendo que la crema batida me manchara la cara.   Ella se rió y yo la miré con los ojos entrecerrados.   —Oh, ¿crees que esto es gracioso? —hundí mis dedos en la crema batida y ella chilló, levantándose de su asiento y escabulléndose.   Me acerqué a ella, ya que no podía correr precisamente rápido con tacones, y la agarré con mi mano limpia, antes de aplicarle la crema en la cara, haciéndola chillar y reír.   —Ahora estamos a mano —me reí.   El brillo en sus ojos me dijo que estaba tramando algo, y traté de dar un paso atrás, pero ella se movió rápido, agarró mi mano que todavía tenía un poco de crema residual y se chupó cada dedo en la boca, asegurándose de sacar hasta el último pedacito de la crema batida.   Tragué con fuerza cuando mi erección regresó en venganza, y me tomó todo lo que tenía para no empujarla de rodillas y hacer que me la chupara.   Maldita sea. Ella me ha convertido en una especie de maldito animal.   —Estás jugando con fuego, pequeña —le advertí con voz ronca, oyéndola gemir entre los dos dedos que tenía en la boca.   Cerré los ojos, respiré hondo e invoqué la fuerza de todos mis malditos ancestros para no hacer lo que realmente quería hacer.   —Abre —le dije.   Ella no escuchó, en cambio sus ojos brillaron con picardía, mientras chupaba mis dedos con más fuerza.   Agarré su mandíbula con mi mano libre, mirándola con severidad.   —Abierto —ella soltó mis dedos, sus ojos brillaban con lujuria.   Joder. Tenía que dejar de mirarme así, antes de que hiciera algo para lo que no estaba preparada.   Limpié nuestras caras con una toalla de papel húmeda.   —Ven, vamos a sentarnos afuera —le dije, agarrando las fresas y la crema.   Me senté en uno de los sillones de la terraza, inclinándome hacia atrás, antes de tirar de ella para que se sentara entre mis piernas.   —¿Podemos tomar otra copa de champán? —ella se volvió y me hizo un puchero.   —No, muñeca. Has bebido bastante esta noche. Puedes tomar agua.   —Pero solo tomé tres vasos —protestó y yo arqueé una ceja.   —Y dije que era suficiente. Sin discutir —dije y ella puso los ojos en blanco.   Golpeé el interior de su muslo que estaba expuesto por su vestido subido.   —Compórtate —le advertí en voz baja, escuchándola gemir.   Mi mano se movió hacia arriba lentamente, y sus piernas se cerraron con fuerza alrededor de mi mano cuando me acerqué a su tanga.   —Ábrete para mí, dulce niña —murmuré en su oído.   Sus piernas tensas se relajaron lentamente y separó los muslos para mí. Rodeé ligeramente la piel sensible de la parte interna de sus muslos, sintiéndola temblar en mis brazos.   —¿Frío, bebé? —pregunté, mordiendo su lóbulo de la oreja.   —N-no —ella gimió, sus piernas se abrieron más.   Froté su suave piel, evitando a propósito donde ella quería que más la tocara. Cuando se puso un poco peleona, pellizqué su muslo interno, haciéndola suspirar y calmarse.   La levanté un poco para poder subir su vestido más allá de sus caderas, y coloqué su espalda entre mis piernas, mi pesada erección presionando contra su espalda.   Su cabeza se reclinó contra mí y yo me incliné, presionando mis labios contra los de ella. Sus dientes mordieron mi labio inferior mientras mis dedos se posaban sobre sus bragas.   Joder, se empapó por completo de esa maldita cosa.   Gemí en su boca, hundiendo mi lengua entre sus labios, mientras frotaba su v****a a través de sus bragas.   Sus caderas se movieron con mi mano, buscando fricción, pero seguí provocándola, sintiendo que se mojaba más bajo mis dedos.   Hizo un pequeño sonido de frustración en el fondo de su garganta que me tragué.   Sus jugos ahora estaban goteando por sus muslos, y ella gimió, alejándose.   —Por favor —suplicó, agarrando mi pierna en su mano.   —¿Por favor qué, muñeca? ¿Qué quieres? —pregunté, provocando su clítoris a través del encaje empapado.   —Tócame por favor, no más bromas —ella gimió, fundiéndose conmigo.   Agarré la tanga en mi mano, la arranqué y la escuché chillar mientras la picaba un poco.   —Xavier —su voz se atascó en su garganta cuando separé los labios de su v****a, recorriendo desde su pequeño agujero apretado hasta su clítoris.   Joder. Estaba tan caliente y mojada. Froté su clítoris en pequeños círculos apretados, escuchándola jadear mientras movía mis dedos a través de su humedad.   Sus muslos temblaron y trató de cerrarlos, pero moví mi mano que descansaba contra su estómago y los obligué a permanecer abiertos.   Ella gimió, haciendo que mi coño palpitara más fuerte contra su espalda.   Metí un dedo en ella y gritó, sus caderas se movieron hacia arriba.   —Más, por favor —suplicó, sus ojos cerrados con fuerza.   Me concentré en su pequeña protuberancia sensible, disfrutando la forma en que sus caderas se levantaban mientras lo hacía.   Luego, sin previo aviso, hundí dos dedos en su apretado y húmedo coño, y ella gritó en voz alta, sus manos se estiraron para agarrar la parte posterior de mi cuello con fuerza.   Murmuró incoherentemente, mientras yo metía mis dedos dentro y fuera de ella, usando mi pulgar para frotar su clítoris.   Se movió al compás de mis dedos, un flujo constante de gemidos saliendo de su boca.   —¿Te gusta eso, bebé? —le gruñí al oído y ella gimió, un chorro de sus jugos fluyó hacia mi mano.   —¡Por favor, no pares! —gritó.   Besé la parte superior de su cabeza mientras enganchaba mis dedos, rozando el áspero pedazo de carne dentro de ella que casi la hizo lanzarse de la maldita silla.   Gritó tan fuerte, que casi tuve miedo de que despertara al personal que estaba a bordo.   —Shhhh, muñeca —la tranquilicé, pero nunca dejé de asaltar sus puntos G y su clítoris.   —Voy a correrme. Voy a correrme, joder —gritó ella.   —Llega, bebé. córrete para mí —se puso rígida en mis brazos y, en el último minuto, puse mi mano sobre su boca para ahogar sus gritos mientras se corría.   Su v****a se apretó en mis dedos, casi jodidamente estrangulándolos, antes de que un torrente de sus jugos brotara en la palma de mi mano.   Joder, quería sentir eso en mi polla.   Gemí en voz baja, continuando moviendo mis dedos dentro y fuera de ella y frotando su clítoris.   Su cuerpo se aflojó por completo en mis brazos, mientras trataba de recuperar el aliento.   Lentamente moví mis dedos dentro y fuera de ella, sintiendo sus paredes revolotear alrededor, antes de sacarlos de ella, llevándolos a sus labios.   —Pruébate a ti misma —ella gimió, mientras tomaba mis dedos en su boca, lamiéndolos hasta dejarlos limpios.   —¿Te gusta eso? —sonreí mientras ella gemía de nuevo, antes de sacar mis dedos de su boca.   —Vamos a limpiarte, amor —dije, golpeando su muslo para levantarme.   —¿Qué hay de ti? —murmuró, volviéndose para mirarme por debajo de sus pestañas.   Mi corazón se calentó ante su preocupación, pero negué con la cabeza hacia ella gentilmente.   —Esto fue por tu placer cariño. Darte placer es un placer para mí —murmuré, pasando mi pulgar por su mejilla.   Un adorable rubor se extendió por sus mejillas, pero sus ojos me dijeron que pensaba de manera diferente. Antes de que pudiera detenerla, se había vuelto hacia mí y su mano estaba en el palo de acero de entre mis pantalones.   Una mirada de asombro y un poco de miedo atravesó su rostro, cuando comenzó a acariciar mi polla a través de mis pantalones.   —Muñeca, detente —gemí en voz baja, mientras ella jugueteaba con la cabeza de mi coño.   Sacudió la cabeza obstinadamente, intentando desabrocharme los pantalones, pero agarré sus manos rápidamente.   —Tienes que parar, cariño. No quiero que te sientas obligada a devolver el favor —dije en voz baja, pero por la terquedad de su rostro, sabía que no iba a dejar pasar esto y solo podía resistirme hasta cierto punto.   Ella ya me tiene envuelto alrededor de su dedo meñique.   Ella cambió de táctica, mirándome con sus grandes ojos verdes y haciendo pucheros con gracia.   —¿Por favor, papi? Déjame tocarte —murmuró.   Jesús, maldita sea.   Toda la sangre se precipitó de mi cabeza a mi polla, haciéndome sentir un poco mareado.   Mis ojos se cerraron con fuerza y respiré profundamente unas cuantas veces.   Ella no me dejó la decisión a mí, y si soy honesto, después de eso, la dejaría hacer lo que quisiera hacerme.   Solté su muñeca y me desabrochó los pantalones, bajando la cremallera. Su mano se hundió en mis bóxers, y agarró mi m*****o con fuerza, haciéndome ver estrellas detrás de mis putos párpados, cuando el líquido preseminal comenzó a bombear fuera de la cabeza.   Lo sacó de mis bóxers y me obligué a abrir los ojos para mirarla. Se veía aturdida y un poco aterrorizada mientras miraba mi polla.   —Es tan jodidamente... grande —su mano comenzó a moverse lentamente sobre mi eje, rozando su pulgar contra la punta húmeda con cada movimiento hacia arriba.   —Joder, Olivia —se concentró en la cabeza, haciéndome apretar los dientes.   Miré su pequeña mano envuelta alrededor de mi eje, y casi me corro sobre los dos.   —Más rápido, bebé —gruñí.   Ella obedeció, moviendo su mano más rápido.   —Agarra más fuerte —gemí, echando mi cabeza hacia atrás contra la silla.   De repente, ella se arrodilló entre mis piernas, su mano mantiene el ritmo constante que tenía, y sus labios se encuentran con los míos en un beso caliente.   Agarré su cabeza en mi mano, manteniendo sus labios pegados a los míos, mientras sentía que mis bolas se apretaban.   Joder, iba a correrme pronto.   —Muñeca. Suéltalo —gruñí contra sus labios, pero siendo la mocosa obstinada que es, aceleró el movimiento de su mano, su otra mano ahuecó mis bolas y me hizo maldecir.   —Mierda, Olivia. Suéltame. Voy a correrme —gruñí, alejando mi cabeza de ella.   —No. Quiero verte llegar —murmuró.   —Joder —no pude contenerme más cuando mis caderas empujaron hacia arriba para encontrar su puño y lo descargué.   Gemí en voz baja cuando el primer disparo salió de mí, aterrizando en su vestido. Se subió más el vestido y el siguiente chorro de semen aterrizó en su estómago.   Chorros tras chorros de semen aterrizaron sobre ella mientras yo tenía el orgasmo más intenso que he tenido. Cuando terminé, su estómago, su v****a y sus muslos estaban pintados con rayas de semilla blanca.   Ella ordeñó mi polla, haciéndome sisear, antes de apartar su mano, dándome una linda sonrisa.   Metió su dedo en el líquido, antes de llevarlo a sus labios, lamiendo.   —Mmm, delicioso —me dio una sonrisa sensual que hizo que mi coño se contrajera, y gruñí, agarrándola por el cabello y acercándola.   La besé con urgencia, deslizando mi lengua por sus labios y haciéndola gemir.   Cuando me aparté, acaricié su mejilla, antes de tocar su muslo.   —Vamos a limpiarnos bebé —ella se puso de pie, y yo también me levanté, tomándola en mis brazos.   Ella chilló, haciéndome sonreír mientras caminaba hacia la sala de estar, bajaba el tramo de escaleras y llegaba al dormitorio principal.   Entré al baño, colocándola sobre la encimera para poder iniciar la ducha.   Luego, le quité el vestido, usándolo para limpiar el resto del semen de su cuerpo, antes de quitarme mi propia ropa.   Entró en la ducha de vapor y yo me puse detrás de ella, tomándome mi tiempo para lavar y explorar su cuerpo, mientras ella me hacía lo mismo.   Cuando terminamos de ducharnos, envolví una toalla alrededor de ella y otra alrededor de mi cintura, antes de entrar al armario.   Me puse un par de bóxers, agarrando una camisa para que se la pusiera, antes de salir al dormitorio.   Me acerqué a ella, desenvolví la toalla que la rodeaba y le deslicé la camisa por la cabeza, dejándola pasar las manos.   Volví a llevar la toalla al baño, antes de acostarme en la cama junto a ella, donde ya estaba medio dormida.   La atraje a mis brazos y ella me pasó una pierna por encima, hundiéndose más en mi pecho.   —Buenas noches, muñeca —murmuré, besando la parte superior de su cabeza.   —Buenas noches.
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