Olivia Grey.
—¡Olivia Aliya Grey! Levanta tu maldito culo ahora mismo —gemí mientras mi mejor amiga abría de golpe la puerta de mi habitación.
—Mi Mi. Vete —murmuré, enterrando mi cabeza en las almohadas.
—¡Mierda, no! No pude verte después de que Bubba te dejara ayer, ¡y quiero todos los detalles ahora!
Saltó a la cama junto a mí, y suspiré, sabiendo que no tenía intenciones de irse hasta que se lo dijera.
Comprobé la hora en mi teléfono y gemí con fuerza.
Eran las ocho de la mañana.
—Joder, Mi Mi. Sabes que anoche trabajé. ¿No podrías haberme dado dos horas más? —me quejé.
—No. Estarás bien. Esta noche no trabajas. Así que los datos. Los quiero, ahora —exigió, y yo puse los ojos en blanco.
Me senté con un bostezo, y procedí a contarle sobre nuestra cita, dejando de lado las partes traviesas, por supuesto.
—Guau. No sabía que mi hermano pudiera ser tan romántico. Parece que se lo han pasado muy bien —sonrió y yo asentí.
—Sí, es increíble —murmuré, con una pequeña sonrisa adornando mis labios.
Le echaba de menos. Normalmente está aquí, pero me dijo que tenía que ocuparse de unos asuntos, así que no vendrá durante la próxima semana.
—Estás pensando en él, ¿verdad? —sonrió con complicidad y me sonrojé.
—No —me burlé, haciéndola reír.
—Sí, claro. No me engañas, Livy. Ahora ve a ducharte, tú y yo saldremos a desayunar esta mañana —dijo, poniéndose de pie.
Gemí con fuerza, echando la cabeza hacia atrás contra las almohadas.
—¿No puedo volver a dormir? —me quejé, haciendo que ella pusiera los ojos en blanco.
—No. Ahora ve a ducharte y reúnete conmigo abajo en treinta minutos —salió de la habitación y yo resoplé, levantándome y estirándome.
Hice la cama, antes de ir al baño y cepillarme los dientes. Me di una ducha rápida, secándome la piel, y entré en el armario adjunto a la habitación, poniéndome unos pantalones cortos de encaje y el sujetador a juego.
Me puse el desodorante y la loción, antes de ponerme unos jeans azul claro y una camisa de seda azul marino abotonada que metí dentro de los jeans. Me puse un par de tacones abiertos antes de volver al baño para arreglarme el pelo. Me recogí el pelo en una coleta baja y me maquillé ligeramente con brillo de labios y máscara de pestañas.
Cogí mi pequeño bolso n***o para el día a día y metí en él el teléfono y la cartera. Mientras avanzaba por el pasillo, me topé con Christian, que estaba mirando su teléfono.
—¡Oh! Lo siento —dije tímidamente, y él se rió.
—No pasa nada. ¿A dónde ibas con tanta prisa? —preguntó con curiosidad.
—Amelia y yo vamos a desayunar —dije.
—Oh. ¿Te importa si me uno a vosotros? —me dedicó una sonrisa deslumbrante.
—Sí, claro. Estoy seguro de que a Amelia no le importará —respondí.
—Bueno, después de usted, milady —hizo una exagerada reverencia, haciéndome reír.
Caminamos uno al lado del otro, charlando en nuestro camino hacia Amelia.
—Así que… tú y Xavier —dijo, frenando hasta detenerse antes de que llegáramos a las escaleras.
—Sí. Ahora estamos juntos". Dije, y él tarareó.
—Me sorprende. Mi hermano suele ser de los que se las follan y las dejan, y normalmente es con puta —dijo pensativo, y yo me puse rígida a su lado.
Sí, soy consciente del pasado de Xavier, no se ha callado nada, pero ese pequeño comentario seguía tocando la fibra sensible.
—Lo que tenemos es más que eso, y dudo mucho que estés intentando insinuar que soy una puta —mi voz tenía ahora un toque de mordacidad.
Christian levantó las manos en señal de rendición y me dedicó una sonrisa que no le llegó a los ojos.
—No pretendía ofenderte, cariño. Sólo estoy diciendo los hechos. —Murmuró.
No respondí, sólo bajé las escaleras donde Amelia estaba esperando.
—¿Estás lista? —la sonrisa en su cara se apagó lentamente al ver la expresión en la mía, y luego vio a su hermano caminando detrás de mí.
—Chrissy. ¿Qué le has dicho? —preguntó Amelia, con el cuerpo rígido y los brazos cruzados sobre el pecho.
Mierda. Cuando mi mejor amiga se ponía así, era difícil calmarla y las cosas podían ponerse feas rápidamente.
—Está bien, Mi Mi. Vamos a por algo de comida. Me muero de hambre —dije, abriendo sus brazos cruzados y agarrando uno de ellos.
—¿Todavía estoy invitado a acompañarte? —preguntó Christian con indiferencia.
Amelia me miró incrédula, antes de clavar los ojos en su hermano.
—No, no lo estás. ¿Heriste los sentimientos de mi mejor amiga y esperas que te inviten? Sé que no eres tan jodidamente sensato —escupe Amelia, y Christian pone los ojos en blanco.
—No es mi culpa que ella sea demasiado sensible para manejar la verdad.
Pude sentir cómo me hervía la sangre en las venas y me ardía la palma de la mano con la picazón de darle una bofetada en la cara.
Dios, una apariencia tan buena desperdiciada en una jodida herramienta.
—Vete a la mierda, Christian. Deja de estar amargado porque Xavier consiguió la chica que querías... ¿Crees que no me di cuenta de cómo la mirabas ese día? Lo vi, todo el mundo lo hizo. Pero me habría condenado si hubiera dejado que mi mejor amiga se juntara con alguien como tú. Te quiero Christian, eres mi hermano, pero la forma en que tratas a las mujeres es deplorable, y nunca sometería a mi mejor amiga a eso. Al menos con Bubba, puedo confiar en que hará lo correcto, y no jugará con el corazón de mi mejor amiga por diversión. Y créeme que le diré a Xavier que estás acosando a su chica y ambos sabemos que no le hará gracia. Ahora déjanos solos —Amelia me apartó, salió por la puerta y se dirigió a Brent, su chófer.
—Buenos días señorita Amelia, señorita Olivia —abrió la puerta de un todoterreno de lujo, y yo subí primero, murmurando unos buenos días en voz baja.
Amelia subió detrás de mí, murmurando algo que hizo que Brent sacudiera la cabeza y se riera.
—Vamos a por algo de comida. Me muero de hambre —dijo, frotándose la barriga y haciéndome reír.
Como dije, mi mejor amiga está loca.
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El coche se detuvo frente a un club de campo, y le lancé una mirada afilada a Amelia que sonrió tímidamente.
—Mi Mi....
—Lo sé, lo sé, ¡pero tienen el mejor buffet de desayuno de la historia! Sus panecillos de desayuno y sus huevos están para morirse. Por no hablar de que sirven sangrías y mimosas —hizo un mohín, mirándome con ojos de cachorro y yo suspiré.
—Bien. Pero me lo debes —murmuré, haciéndola chillar.
Brent nos abrió la puerta y nos dirigimos al comedor del club de campo.
Mientras esperábamos a que nos sentaran, eché un rápido vistazo al comedor y sentí que mi respiración se detenía por completo durante un jodido momento.
El corazón se me apretó en el pecho y me clavé las uñas en la palma de la mano para no perder la calma.
Xavier estaba aquí. Tenía una sonrisa en su rostro, con la mano de una chica apoyada en la suya.
—Livy, ¿qué pasa? ¿Por qué estás...? Oh, joder, no —mis ojos se dirigieron a Amelia, pero ella ya estaba a mitad de camino en el comedor, haciendo una línea recta hacia su hermano.
Joder.
Corrí tras ella.
—¡Amelia! —grité, tratando de alcanzarla, pero maldita sea, la perra se mueve rápido.
Xavier levantó la vista, y sus ojos se abrieron de par en par cuando vio a su hermana dirigirse hacia él, y a mí, cerca de ella.
Antes de que pudiera detenerla, ella estaba en la mesa, y cogió la jarra de sangría que estaba sobre la mesa y la vació sobre la cabeza de su hermano.
—¡Maldito bastardo! —Gritó.
La chica jadeó en estado de shock, saltando y tratando de defender a Xavier, sólo para recibir una bofetada de perra en la cara por mi mejor amiga.
—¡Amelia! —se volvió hacia mí, respirando con dificultad, con los ojos fríos.
—Para —murmuré, acercándola a mí y alejándola de ellos.
Vi a Xavier por encima de su hombro, pero estaba inexpresivo, por supuesto.
—Te quiero, Mi Mi, pero realmente no deberías haber hecho eso —dije en voz baja, dejando que me atrajera en un abrazo.
—Que se joda, Livy. Debería haber sabido que no debía dejar que te acercaras a él. Todos los hombres de mi familia parecen ser unos malditos bastardos que no saben cómo tratar a una mujer —gritó, haciendo que algunos de los clientes jadearan.
Éramos todo un espectáculo.
—Amelia, Olivia. Vengan conmigo —dijo Xavier con calma.
Había intentado secar la bebida derramada con su chaqueta, pero no sirvió de mucho.
—¡No vamos a ir a ninguna parte contigo, maldito pajero! Dios, me da mucha vergüenza llamarte hermano ahora mismo —Amelia estaba furiosa, y era difícil calmarla cuando se ponía así.
Pero maldita sea, ¡me estaba gritando al oído!
Se negaba a soltarme, en cambio mantenía un brazo alrededor de mí, como si fuera a desaparecer en el aire.
—Amelia. Cálmate. Estás haciendo una escena. —Murmuré.
—¡Bueno, me importa una mierda! ¡Los malditos entrometidos pueden mirar todo lo que quieran!
Que el Señor tenga piedad.
—Amelia. Es suficiente. Vamos, ahora —Xavier gruñó por lo bajo, con sus ojos azules helados severos, mirando con advertencia.
—Vamos, Mi Mi. Vámonos —murmuré en voz baja, sin molestarme en dedicar una mirada a Xavier.
Mi corazón se sentía como si hubiera sido jodidamente cortado y expuesto, y no sé por qué.
Amelia se negó a ceder, e intenté tirar de ella, pero no se movió, manteniendo los ojos fijos en su hermano.
—Aléjate de mi mejor amiga. No te la mereces, joder —dijo en voz baja.
—No me digas lo que tengo que hacer, Amelia, especialmente cuando se trata de ella —le espetó él.
Ambos comenzaron a discutir de un lado a otro, atrayendo aún más la atención hacia nosotros. Suspiré, teniendo suficiente con ambos hermanos por hoy. Separé los dedos de Amelia de mi cintura y me alejé.
Saqué mi teléfono y llamé a un Uber. Cuando llegó, me subí sin mirar atrás y me dirigí a Londres.
Al diablo con esta mierda.