Capítulo 2

1586 Words
Brooke Pov: Es impensable…Como la vida… —Mi señora…Aquí está el café que me ha pedido— me sobresalto levemente al notar la presencia de Gérard que es como una sombra, mientras deja la taza encima de la mesa—Cuidado al beberlo, pues está muy caliente. Me giro hacia él con una sonrisa adornando mi rostro, pero mi mente sigue dispersa en miles de pensamientos. Cambia de maneras radicales. —Gracias, Gérard— expreso mi gratitud y tomo la taza entre mis manos y, efectivamente, está muy caliente— ¿Elliot…? Es decir ¿Mi esposo no te ha dicho cuando vendrá? Yo, Brooke Jones… Ahora soy una Lefebvre. Y no saben cuan difícil es para mí aceptar semejante verdad. El hombre de medio avanzada edad niega con la cabeza y yo suspiro. Elliot ha estado muy ocupado últimamente y yo sigo sin poder hacer nada. Me apena mucho y me hace sentir muy inútil porque quisiera ser mucho más para él que…Una simple mentira. —¿Desea algo más, señora?—me pregunta y yo solo miro por la ventana como el día parece hermoso afuera, pero yo siento un torbellino de emociones dentro de mí—Puede merendar afuera, la tarde está hermosa. Sin duda así es, pero… Hago una pequeña mueca al sentir un sentimiento desagradable en mi pecho, pero intento disimularlo lo mejor posible. —No, está bien. Muchas gracias Gérard—le sonrió con gratitud al hombre que me ha ayudado a sentirme como en casa este último mes que he vivido aquí. —Esta bien, mi señora— habla en voz ronca y pesada por la edad y con un notorio acento en su torpe inglés— Llámeme si necesita algo más. —Esta bien, Gérard, muchas gracias. El hombre asiente y hace una leve reverencia antes de girarse sobre sus talones e irse a pasos pausados y elegantes. Gérard en su juventud debió ser muy guapo, ahora luce cansado y golpeado por los años, pero aún conserva cierto toque de su atractivo, aunque a veces parece sufrir en silencio algún malestar ¿Estará enfermo? Sí es así debería decirlo, pero él no parece hablar mucho con nadie más que con Elliot. A él parece dificultársele comunicarse en este idioma, puedo notarlo por su manera lenta y torpe de hablar, aunque debo decir que ha mejorado bastante. Tomo un sorbo del café que me han traído hace poco y gimo inmediatamente al sentir el sabor fuerte y dulzón de éste acariciar mi paladar, sin duda alguna la señora Emma hace un café extraordinario. Es como si aliviase un poco mis crecientes penas. Ya ha pasado un mes ¿Eh? Un mes desde que vivo aquí, un mes desde que me convertí en “la señora Lefebvre” y un mes desde que mi vida cambió por completo. Siento que este mes ha pasado como un suspiro, como si hubiese pasado todo mi tiempo en automático, solo existiendo. “Seré tu esposa hasta que el contrato termine…” El retumbar de esas palabras todavía resuena en mí y hace que mi corazón se altere a más no poder. En ese momento no sabía que esas palabras iban a pesar tanto sobre mis hombros y todavía no he enfrentado todo lo que debo enfrentar. Todo el mundo me trata como la legítima señora Lefebvre, me respetan y me sirven, pero lo que no saben es que solo soy una mentira, una esposa ilegítima que estará cumpliendo un papel hasta que toda esta mentira llegue a su fin. Recuerdo como si hubiese sido ayer el día en que firmé ese contrato y esa acta matrimonial. ¿Qué me pasaba por la cabeza en ese entonces? No lo recuerdo, solo sé que Elliot (mi esposo) necesitaba una esposa y yo necesitaba protección, una ayuda para levantarme del lodo en el que me habían lanzado. Cuando Elliot me propuso matrimonio pensé que se estaba burlando de mí, pero se veía tan serio que después no pude pensar que se trataba de una broma, fue una completa locura y la mayor locura es que yo lo acepté y firmé ese contrato como si hubiese firmado mi propio destino. Es decir ¿Quién le pide a una completa desconocida que se case con él? Elliot y yo no estamos enamorados y solo nos une el matrimonio por medio de un contrato. El necesitaba una esposa y yo necesitaba protección, así que decidimos utilizarnos cómo herramientas para este gran enredo de mentiras. Para el mundo yo soy su esposa, pero él y yo sabemos que soy solo una mentira. Luego de 2 años, según estipula el contrato, debemos separarnos y yo tendré que irme lejos de él, renunciando a toda la vida que armé en esos últimos dos años con él. Me casé sin amor con un hombre que, a la vista de todos, es frío, serio, insensible e inhumano, a todos les da miedo porque nunca sonríe, ni siquiera yo lo he visto sonreír y piensan que es muy cruel, pero todo el mundo parece ignorar todo aquello que él oculta dentro de sí. Para el mundo es un hombre aterrador, pero para mí él es el hombre que me salvó y me ha ayudado desde que nos conocimos. También, en ese tiempo de casados, el contrato dictamina que está completamente prohibido enamorarse el uno del otro, pero… Debemos tener un hijo. Suspiro con cansancio, pues todos estos pensamientos me enredan por completo, es decir ¿¡Cómo vamos a tener un hijo!? No, no necesito saber cómo, pues sé muy bien de dónde vienen los bebés y como hacerlos, pero aquí el máximo problema es que…¡Él no me ve como mujer! Hago una pequeña mueca y dejo el café de nuevo en la mesita y me recuesto del sofá en el que estoy sentada. Es cierto, Elliot me evita y ni siquiera dormimos en la misma habitación. Él prometió darme mi espacio y lo está cumpliendo, pero, desde esa noche en el jardín, no he olvidado el sabor de sus labios que han sido un tipo de condena para mí. Si en ese momento todo hubiese seguido yo... Me habría entregado a él. Aprieto con fuerza mis labios y un leve rubor adorna mis mejillas al pensar en eso, pero es una verdad innegable y, todo el tiempo que he estado aquí encerrada, he pensado mucho en eso y he llegado a la conclusión de que yo lo anhelo, pero sería un problema el anhelar algo que no puedo tener. Yo lo veo como un hombre y quiero que me toque, pero él a mí no me ve atractiva o deseable, si él me llegase a proponer mezclar su cuerpo y el mío ¿Me negaría? No lo sé, quisiera decir que tendré la fuerza para rechazarlo, pero lo dudo. Este último mes todo entre nosotros ha sido normal, nada nuevo, él no ha intentado nada fuera de lo común, ni siquiera nos hemos besado otra vez y solo hablamos cuando él tiene tiempo. Mis días consisten en hacer siempre lo mismo, me la paso mis días leyendo o viendo películas, ni siquiera me dejan lavar el plato donde como y, cuando quiero hacer algo, llega Gérard a decirme que no puedo hacer eso porque soy la señora de la casa. Esta casa…Ni siquiera es mía. Me mudé aquí hace un mes dejando mi pequeño departamento en el cual vivía muy cómoda. Este lugar es hermoso y enorme, pero a la vez muy frío, todo aquí es de color blanco o de diferentes tonalidades de gris y ya, aunque es muy sofisticado se siente muy mal estar aquí. Los primeros días me la pasé recorriendo el lugar, tiene un jardín hermoso y gigantesco tanto en la parte delantera como en la parte trasera, tiene un garaje donde vi que hay diferentes tipos de autos, todos de alta gamma y hay tantas maravillas que no paro de contar. Esta mansión es solo un pequeño reflejo de toda la riqueza y poder que tiene mi marido. Ha sido todo muy agobiante la verdad y me he sentido atrapada. Es como estar en una jaula de oro rodeada por una enredadera de hermosas rosas espinosas. Elliot se la pasa poco en casa y yo ni siquiera he podido ir a trabajar. Cuando le digo algo al respecto él solo me dice que aún hay mucho ruido afuera y que solo quiere que yo esté tranquila, pero esta tranquilidad trae aburrimiento a mi vida. Mi vida nunca fue entretenida, pero ahora está más aburrida de lo normal y eso me hace sentir inútil. Aquí hay muchas personas, pero nadie habla conmigo por ser “la señora Lefebvre” y eso me tiene mal. Pensé que mi vida de casada sería más entretenida. Bufo de aburrimiento y empiezo a sentir mis párpados pesados y me acomodo mejor en este cómodo sofá, olvidándome por completo de todo, menos de los constantes pensamientos que saturan mi mente ¿Qué debería hacer? Quisiera que mi relación con Elliot fuese mejor y no tan distante, pero ¿Cómo puedo exigirle más que esto? No somos amantes, no nos relacionamos, ni siquiera nos conocemos mucho, pero aún así… Soy su esposa. Mis ojos empiezan a cerrarse poco a poco y sin darme cuenta empiezo a ser arrastrada por el cansancio hacia los brazos de Morfeo, pero antes de caer en la inconsciencia total me pregunto: ¿A dónde me llevará esta nueva aventura?
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