Antes de que se diera cuenta su enamoramiento de una noche se convirtió en obsesión. La seguía a todos lados, la esperaba cuando salía de la escuela y manejaba tras ella hasta que entraba a su casa. Cada vez que recordaba la sensación de su pequeño cuerpo sosteniéndose del suyo solo quería correr hacía ella y llevarla lejos del mundo… pero muy cerca de él.
Ada. Su nombre era una droga que lo estaba enloqueciendo. Esperaba que su obsesión se fuera con el tiempo. Se obligó a dejar de seguirla y a dejar de pensarla. Era una mujer por completo fuera de su alcance y jamas sería suya.
El problema es que el alejamiento solo hizo que su obsesión empeorara.
Siguió trabajando para Anton y la familia Walk pero afortunadamente no se encontró ni se volvió a cruzar con Ada nunca más.
Pasó un año exactamente cuando todo se fue a la mierda.
—¡Vamos amigo! ¡Hazlo por mi! Solo quiero tener una escapada, mi familia me vuelve loco.
—No soy tu maldito chofer Anton.— le dijo a su amigo mientras este extendía una cerveza hacía Mason que la aceptó con un gesto brusco— ¿quieres que haga de tu chofer pero me das de beber?
—Es un soborno— dijo su amigo.
Pese a que los años había pasado igual para los dos su apariencia era muy distinta, hacía poco ambos era dos jóvenes flacuchos, lo único que los diferenciaba era que Mason siempre había tenido una piel canela mientras Anton era tan blanco como todos los chicos flacuchos y débiles de clase alta con los que se codeaba.
Ahora la diferencia era mucho mayor por qué Mason había crecido no solo en altura si no también en musculatura, a partir de que la familia Walk lo había contratado de forma permanente se había sometido a entrenamientos dolorosos y rudos que lo capacitaron incluso para matar a una persona limpiamente si hacía falta con tal de proteger los traseros de los niños ricos incapaces de cuidarse a si mismos.
Su amigo de toda la vida era un gran ejemplo de eso.
—¿Y bien, me llevaras?
—¿Y qué se supone que yo haga mientras coges con tu novia? ¿Esperar afuera?— se quejó terminándose la cerveza.
Anton se encogió de hombros.
—No estas esperando que te invite a unírtenos ¿verdad? A ella no le van eso de los tríos.
Mason bufó con fastidio.
—Me largó— dijo haciendo un gesto de irse pero Anton lo alcanzó en la puerta.
—Te pagaré— le prometió.
La expresión de Mason cambió.
—No pudo creer que esté haciendo esto.— se dijo a si mismo mientras buscaba donde estacionarse después de manejar tres horas para dejar a Anton en su casa de verano donde se encontraría con su novia.
Finalmente su paciencia murió. Estaba por volverse a la casa y dejar que Anton regresara por sus propios medios cuando la vió.
Un BMV n***o se cruzó con su camioneta, la visión de blanco ahora era un ángel n***o, parecía que claramente quería pasar desapercibida. Cuando vió el lugar hacía donde ella se dirigía simplemente lo perdió.
Dió un giró en u hasta quedar frente al carro que iba en dirección contraría. El otro auto se tuvo que frenar bruscamente para evitar estamparse.
Mason de bajó del auto y corrió en dirección a la casa de verano.
Mason le lanzó una cubeta de agua fría y el hombre atado comenzó a toser desesperado mientras recuperaba la conciencia.
El hombre atado pareció desconcertado. Miró a su alrededor. Era una especie de estacionamiento abandonado. Su atención finalmente se detuvo en el hombre fuerte frente a él.
—¡Qué demonios, Mason!— gritó agitándose contra las ataduras de la silla metálica en la que estaba atado.— ¡Suéltame maldición!
—Lo haré si te regresas a tu país y dejas a Ada en paz.
—¡No puedes evitar que la vea, Mason!
—Obsérvame— lo amenazó.
—Ella es mía.
El hombre perdió el aliento cuando un golpe lo tiró junto con la silla al suelo.
—Cállate o te arrancaré la lengua.
Mason se acercó y lo levantó por las solapas de la camisa enderezando bruscamente la silla para tenerlo en la posición inicial.
—Vine aquí por ella y no me iré sin ella. ¡Voy a protegerla!
Otro golpe lo envió directo al suelo. Esta vez la sangre bajó por su cien por su labio.
—Perdiste ese derecho cuando la abandonaste a su suerte. Huiste como un cobarde el día que mas te necesitó. Ahora es mi trabajo protegerla. Si quiere hacer algo por Ada solo lárgate. Lárgate donde no pueda encontrarte Anton o te mataré.
Anton se rió con la sangre manchando sus costosos dientes blancos.
—Siempre la quisiste ¿no es así? Siempre codiciaste a mi mujer.
Anton perdió el aliento cuando Mason se acercó y le dió una patada en el estomago.
—¡No es tu mujer! Lo habría sido si hubiese tenido los huevos de casarte con ella, pero corriste en la dirección contraria a la menor provocación… ella esta casada ahora, Anton.
Pese al dolor Anton abrió los ojos y prestó atención a Mason ante sus palabras.
—¿Casada?
—Esta casada con una basura aún mas grande que tú. Un hombre que la golpea todos los días ¡y al que esta atada por el error que cometiste!.
Mason se sorprendió al darse cuenta que los ojos de Anton se llenaban de lagrimas de pronto. No sabía si era debido a los golpes a la información que le había soltado pero de pronto toda su determinación se había ido.
Su voz sonó rota cuando habló.
—Si dices que la proteges… ¿por qué permites que ese hombre la dañe?
—No permitiré que la dañe, pero no puedo deshacerme de él por completo.
Anton rió desde el suelo.
—¿Y el cobarde soy yo?
—No es cobardía. He querido matarlo muchas veces pero Ada tiene un plan, es muy reservada y se niega a contármelo, pero ella tiene un plan y respeto eso. Después de todo el dolor que le hemos provocado lo menos que puedo ser es un arma para ella. Seré y haré lo que ella me pida.
Anton pareció sorprendido ante sus palabras.
—¿Por qué?— preguntó tomando a Mason desprevenido.— ¿por qué te importa tanto?
No paso desapercibido para Mason el tono cínico con que Anton hizo la pregunta. Claro que los dos sabían la respuesta.
—Te deje tener a Ada en el pasado por que demostraste preocuparte por ella. Eras mi mejor amigo y la mujer que amaba. Podía ser miserable si ustedes eran felices… pero la descuidaste. Casi la destruiste. Jamás te lo perdonaré… ahora ella es mía.
Mason le dió la espalda al decir esas palabras. Escuchó a Anton luchando por soltarse tras él.
—Muérete de hambre, de sed o de frío, realmente no me importa mientras te mantengas alejado.
—¡Mason, no me dejes aquí, maldición! ¡Hijo de puta!— le gritó pero Mason ni siquiera se giró.
Cerró la pesada puerta de metal tras él antes de hablar.
—Ada es mía, si alguien intenta quitármela o volver a dañarla… me suplicará la muerte.
Nadie más que él mismo lo escuchó pero era un promesa que se hizo a si mismo.
Había vivido pasivamente demasiado tiempo.
Esta vez rodarían cabezas y sabía perfectamente por quien empezar.
—¿Es aquí?
—Lamentablemente si.— respondió la detective con pena.
El orfanato al que habían ido era… lamentable. Era un lugar que estaba callándose a pedazos. El moho y la lluvia penetrando las paredes era doloroso de ver.
Pero lo mas doloroso era comprender que había cientos de niños viviendo ahí aún.
Que su propio hijo había tenido que vivir ahí.
Ada apretó la sombrilla con fuerza para no perder el control. Sintió un toque en su codo cuando la detective tiró de ella para darle el valor de caminar.
—Entiendo que es duro pero cuando entres serás mas duro y necesito que te mantengas en una pieza Ada. ¿Crees poder lograrlo?
Ada asintió.
—Claro que si.— dijo tomando la iniciativa y dejando a la detective atrás que reaccionó dos segundo tarde antes de ir tras ella.
No pudo evitar reír ante el espíritu de lucha de esa mujer.
Tal como Jessica lo había dicho el interior del orfanato era aún más deprimente que el exterior. La humedad se filtraba destruyendo los pocos muebles decentes que había. Los pasillos y el patio de juegos estaba descuidado, los columpios arrancados y los pocos juegos aún de pie estaban en tan mal estado que subir a ella sería un acto suicida.
Y el frío.
El frío era lo más terrible. Hacía tanto frío que la detective tuvo que abrazarse a si misma para no morir congelada.
Ada por otro lado apenas y se inmutó. Su elegante vestido n***o en A con un traje sastre gris a juego no parecían ser suficiente abrigo pero a ella no pareció importarle.
Estaba por subir las escaleras a las oficinas cuando un pequeño cuerpo se estampo en el vientre de Ada.
Un niño con el rostro sucio como si hubiese estado jugando en el suelo miró a Ada desde abajo. Otros niños llegaron tras él como si lo hubiesen estado persiguiendo pero se detuvieron al ver a Ada y a Jessica.
El pequeño niño miró a Ada con unos azules ojos curiosos.
Ada extendió una mano al rostro del niño y con la manga de su costoso traje limpió las mejillas del infante.
Este se quejó como si le doliera y se dió cuenta que estaba herido. La elegante mujer rubia miró a los niños que perseguían al pequeño de ojos azules.
—¿Ustedes le hicieron esto?— señaló el lugar donde su rostro había sido herido.
Los niños en respuesta se hacharon a correr en diferentes direcciones pero lejos de Ada que lucía aterradora en ese momento.
El niño frente a Ada también pareció asustado y Ada pareció darse cuenta por lo que se arrodilló frente a él quedando a su altura. Tampoco le importó la forma en que su falda se mojó con el suelo húmedo y mohoso.
—¿Esta bien?— le preguntó con una voz tan dulce que Jessica que observó todo el intercambio a la distancia sintió una dolorosa opresión en el pecho.
El pequeño se limitó a asentir con la cabeza.
—¿Cómo te llamas?— preguntó de nuevo.
El pequeño abrió la boca como si quisiera hablar pero solo salieron sonidos inentendibles como balbuceos.
—Es sordo— dijo un hombre llegando junto a ellas.— solo puede leer los labios pero no puede hablar.
—¿No sabe lenguaje de señas?— preguntó Jessica tras Ada.
—No hay quien le enseñe— respondió el hombre encogiéndose de hombros.
Ada mantuvo la atención en el pequeño frente a ella. Ada tomó su mano y sacó una pluma fuente de su bolso, entonces escribió algo en su palma, sopló en esta para que la tinta se secara y le cerró la manita.
—Si esos niños te molestan de nuevo— dijo gesticulando mucho cada palabra— búscame y diles que se la verán conmigo.
El niño pareció entenderle por que sus ojos se iluminaron y formo lo que pareció casi una sonrisa en ese rostro triste. Cerró su puño con fuerza como si se aferrara a algo valioso y luego salió corriendo dejando a Ada atrás.
—Vamos a su oficina a hablar— le dijo Ada al hombre.
—Es en el segundo piso— dijo haciendo un gesto de caballerosidad tosca para que ella pasaran primero.
Ada caminó en la dirección que señaló sin darle una segundo mirada, su frente en alto mostró el despreció que sentía por él.
—¿Que le dió?— preguntó el hombre a Jessica cuando Ada estaba algunos pasos lejos.
Jessica se encogió de hombros de la misma manera que él había hecho antes de dejarlo atrás.
La oficina del hombre parecía ser el único lugar decente en el orfanato. Incluso había una gran televisión en la pared y aire acondicionado funcionando.
—Siéntese por favor— dijo el hombre tomando el lugar tras el escritorio y señalando los sillones limpios frente a este.
Ada miró los sillones con desprecio sin moverse.
—No le quitaré mucho tiempo.— Ada se acercó y dejó una fotografía en la mesa del hombre.— ¿este hombre le dejó un niño aquí alguna vez?
El hombre miró la fotografía en silencio. Tanto Ada como Jessica notaron el cambio en su expresión.
—Podemos ver en su rostro que lo conoce, no intente negarlo.
El hombre tragó saliva de forma incomoda.
—Si, dejó un niño recién nacido hace mucho tiempo.
—¿Donde esta ese niño ahora?— reclamó Ada dando un paso hacía el hombre, este mantuvo su mirada fija en la fotografía.
—Por favor váyanse.— dijo de pronto guardándose la foto y poniéndose de pie.— váyanse o llamaré a seguridad.
Jessica miró a Ada y está pudo notar su dolor y su desesperación. El hombre casi gritó cuando un remolino derribó las cosas sobre su escritorio pero la voz se le ahogó cuando un arma apunto su frente.
—Va a decirnos quien adoptó a ese niño y va a decírnoslo ahora.— amenazó Jessica.
Ada observó sorprendida el ataque de rabia de Jessica. Esta solía parecer una mujer pacifica, bromista y solo amante del dinero que le pagan por su trabajo. En ese momento sosteniendo esa arma lucía fría y astuta.
El hombre tembló viendo el arma fría presionando su frente.
—Hable o no solo dispararé si no que me encargaré que las autoridades se enteren de las condiciones en las que tiene este lugar y sus niños. Salubridad lo encarcelará en un instante.
El hombre se mantuvo en silencio. Entonces Jessica le quitó el seguro al arma.
—¡Detente!… lo diré.
El hombre miró de reojo a Ada antes de hablar.
—Fue…— tomó aire como si supiera que al decir esas palabras estaría firmando su sentencia de muerte— fue Diana Walk.