—Van a despedirte… en el mejor de los casos.
—Lo se.— respondió Mason mientras soltaba sus agarres.— ¿sabes lo que tienes que hacer?
—Fingirme muerta va mas allá de mis capacidades.
Jessica soltó aire cuando Mason tiró del seguro de la cadena con mas fuerza de la necesaria haciéndole daño.
—Bien, bien lo intentaré.
Tenía que ser esa noche o ninguna otra.
—Ada me dijo que esto reducirá tu pulso y tus signos vitales unas horas, lo suficiente para fingirte muerta, si esto sale mal…
—Moriré de verdad.— completó ella como si fuera muy divertido.
—Nadie tiene permitido entrar a verte sin mi permiso.— dijo él mientras inyectaba el medicamento en su brazo— esta es la única oportunidad que tenemos.
Jessica cerró los ojos ante el pinchazo.
Odiaba las agujas.
—¿Viviré muerta para el mundo a partir de ahora?
—Por un tiempo, la única manera de librarte de los Walk es fingirte muerta o morir de verdad.
Jessica levantó la cabeza con expresión sospechosa ante las palabras de Mason.
—¿Por qué tus palabras suenan como si hubieses hecho esto antes en algún momento?
Mason se quedó en silenció ante sus pregunta pero Jessica pudo ver sus pensamientos trabajando como si recordara.
—Espero que cuando despiertes estemos lejos de aquí.
Jessica fue sintiendo el cuerpo pesado poco a poco hasta que la imagen de Mason frente a ella se fue borroneando en el espacio.
Mason llamó a Ada saliendo de la habitación donde tenían recluida a Jessica.
La llamada sonó un par de veces y luego fue enviada a buzón. Mason no creía mucho en presentimientos ni en nada de esas cosas pero no pudo evitar llenarse de una profunda preocupación cuando llamó a Ada por segunda vez y ella no contesto el teléfono de nuevo.
Finalmente después de un tercer intento y a un segundo de que Mason perdiera el control escuchó la suave voz de Ada al otro lado de la linea.
El alivio lo cubrió de inmediato.
—Ada, yo…
Pero Mason fue interrumpido por unas palabras que lo congelaron por completo.
—Mason… creo que maté a alguien.
Ada perdió el aliento ante las palabras de Anton.
Comenzó a negar con la cabeza involuntariamente. Simplemente no era posible.
Se negaba a creerlo.
—Mientes— respondió.
Anton mostró tal dolor en su rostro y tal devastación que por un momento Ada creyó que hablaba en serio.
Pero es que era imposible.
Simplemente imposible.
—Ojalá mintiera. Ojalá fuese un error pero después de enterarme me hice la prueba en dos hospitales diferentes mas y el resultado fue exactamente el mismo.
Los ojos de Anton lloraban sangre cuando dijo.
—El hijo que tuviste no es mío. Yo no fui el culpable de todo lo que te ha ocurrido.
Ada dió un paso atrás sin poder creerlo. Se tocó con el escritorio tras ella y fue lo único que evito que colapsara en el suelo.
—Pero estoy dispuesto a olvidarlo, estoy dispuesto a volver contigo Ada… por que te amo.
Ada sintió nauseas.
—Solo quiero pedirte una cosa.— dijo él de nuevo sin ser consciente de la palidez en el rostro de Ada. Anton se acercó a ella y puso una mano en su rostro frío y confundido.— olvida a ese niño que tanto buscas, déjalo ir, te lo suplico.
Entonces toda la rabia y el miedo en Ada se apagó.
¿Qué era lo que él había dicho?
¿Qué era lo que él se había atrevido a decir?
Ada vió rojo en ese momento.
—¿Entonces es eso?— dijo ella y la burla y la incredulidad se juntaron en su voz.— ¿era eso desde el principio?
Ada rió sin humor y había lagrimas atoradas en esa risa.
—Así que eres parte de eso ¿no es así?. Es por eso que Ramses te buscó.
De pronto el toque suave de Anton en el rostro de Ada se volvió duro ante sus palabras.
—Eres terca realmente ¿no es así?
Ada intentó empujarlo pero él no se alejó.
—Sabía que había algo extrañamente conveniente con tu regreso. ¿Qué es? ¿Qué es lo que le asusta tanto a mi padre que descubra de mi hijo? ¿Qué lo aterra tanto que te hizo fingir ser estéril?
Anton tragó saliva pero su agarre no se aflojó.
—Eso no fue una mentira, Ada—dijo con convicción— nada de lo que te he dicho fue mentira. Y realmente deberías escucharme cuando te digo que el dejar ir a ese niño será la mejor decisión de tu vida. Te liberaras de la correa que tu padre ató a tu cuello.
—Mi hijo no es una correa— respondió ella y su voz se oscureció al mismo tiempo arrancó la mano de Anton de su rostro.
—Estarías mejor si él estuviera muerto.
Ada realmente no supo como ocurrió lo siguiente a esas palabras. Cuando se dió cuenta ya tenía enterrado el abrecartas en el cuello de Anton.
Este abrió los ojos con sorpresa y entonces empezó a hacer sonidos de ahogamiento.Ada soltó el abre cartas dejándolo en el cuello de Anton. Este dió un paso atrás con temor antes de caer de rodillas.
La sangre caía como cascada por su cuello.
Ada vió con horror lo que había hecho.
Anton se llevó una mano al cuello como si quisiera sacar el abrecartas pero sus fuerzas eran pocas. Sus ojos rojos miraron a Ada con dolor y luego con amor.
Ada no supo si era su imaginación pero le pareció ver una sonrisa en el rostro de él antes de que su cuerpo finalmente se venciera al frente. Durante todo el tiempo Ada no pudo moverse ni hacer nada ademas de mirar.
Entonces Mason llamó, ella no escuchó el teléfono al principio hasta que finamente lo escuchó.
—Mason… creo que maté a alguien.
—¿Qué?
—No he revisado su pulso pero… lo apuñalé en la garganta.
—¿A quién?
—A Anton.
El silencio se hizo del otro lado de la llamada antes de que Mason volviera a hablar.
—No lo toques Ada, no dejes ninguna evidencia de que estuviste ahí. Llegaré en quince minutos. Límpiate, lávate la manos y cámbiate de ropa.
—Mason…—dijo Ada su nombre con miedo.
Mason suspiró al otro lado de la llamada antes de responder.
—Esta bien Ada, estoy contigo. Lo resolveremos.