Ramses podía comprarse diez autos mas si quería, el problema no era ese, era que habían tomado algo que él consideraba suyo y era mas la ofensa a su orgullo que la perdida en si. Y fue por eso que no descansó ni volvió a la casa hasta la mañana siguiente buscando al culpable como si fuese algo un criminal de Estado, incluso se había atrevido a usar recursos de su padre por un auto que podría estrellar diez veces y aún así no perdería ni una gota de su fortuna.
Cuando finalmente lo encontraron envió a mas de cinco hombres a buscar al culpable de haber destruido su preciada posesión lo que le dió a Ada algunas horas de paz.
—Estoy dispuesta a pagar generosamente por sus servicios— dijo cuando la persona al otro lado del teléfono pareció listo para colgarle.
Ada había tratado de mantener la compostura durante la llamada pero era difícil disimular que estaba desesperada.
—Tendrá que ser mas especifica que eso— dijo la persona al otro lado.
—Medio millón de dólares para empezar, obtendrá el otro medio millón si tiene éxito.
La persona en la llamada bufó como si fuese una ofensa de mal gusto.
—Muestre el millón de dólares en efectivo y tal vez pueda reconsiderarlo.— dicho eso le colgó antes de que Ada pudiera decir algo más.
—¿Con quién hablabas que parecías tan devastada?
Ada dejó caer el teléfono apretándolo contra su costado ante la presencia de su esposo.
—Caín me estaba informado de la situación de The Moon.— dijo ella rápidamente levantándose del sillón de la sala de estar para ir a su habitación, al pasar junto a Ramses este la detuvo por el brazo evitando que se fuera.
—¿Ese estúpido club que insististe en darle a tu hermano? Lo entregaste como si temieras que fuera a arrebatártelo, Ada, como si fuese un muerto de hambre que le interesa pelear por un basurero como ese.— dijo y la mano en el brazo de Ada se apretó con mas fuerza.
—Ese basurero era de mi madre— dijo ella encarándolo. La rabia brilló en sus ojos azules.
—Pero ella esta muerta, y ese basurero debería estarlo también, de todas formas no te dejaré hacerte cargo, eres mi esposa, tu único trabajo es ese, SER MI ESPOSA.
Ada tiró del brazo que la sostenía pero él no la soltó.
—Ese basurero cuesta mas que cualquiera de tus miserables empresas.— respondió ella negándose a retroceder.
Ada sabía que no era muy inteligente hacerlo enojar pero él parecía saber que botones tocar para destruir su paciencia.
Ramses finalmente la soltó pero tomó su muñeca antes de que tuviera tiempo de reaccionar y la levantó poniendo frente a sus ojos el celular.
—Tendrás que ganarte el derecho de tenerlo— dijo y con la otra mano se lo arrebató.
Ada quizo recuperarlo pero él apretó el agarre en su muñeca impidiéndoselo.
Finalmente la soltó y salió de la sala dejándola sola.
Solo hasta que estuvo segura de que Ramses no podía verla se dejó caer al suelo cuando sus piernas no pudieron sostenerla mucho mas.
Tenía que resistir, solo un poco más.
—Pasa— le dijo al hombre que tocó su puerta.
—Si, señora.— dijo con la cabeza gacha.
—Le dirás a Ramses que me sentí indispuesta y dormí todo el día, ¿entendido?.
—Si señora— respondió rápidamente.
—Dile a Mason que prepare el auto.
—Si, señora— repitió como un robot miserable, el miedo y el terror era claros en su postura y en su voz.
—Y una cosa mas— dijo cuando el sirviente estaba por salir. Ada se levantó y caminó hacia él lentamente. El hombre menudo temblaba cada vez mas.— si Ramses llega a enterarse en donde estuve o que siquiera deje la casa… morirás y no de forma instantánea.— Ella se inclinó hacía el como si fuese un niño y añadió— ¿has entendido?
—Si, señora— dijo rápidamente y salió de la habitación tan pronto como pudo como si solo deseara poner tanta distancia como pudiera entre él y Ada.
Mason ya la esperaba apoyado en al auto cuando ella salió con traje sastre azul marino y unos finos tacones color piel. Ada se obligó a mantenerse en una pieza con la frente en alto pese a lo destrozada que se sentía por dentro.
Lamentablemente para ella Mason no pareció tragarse el teatro por que se aproximó hacía ella con un gesto de preocupación al verla.
—Necesito tu teléfono— le dijo ella antes de que Mason pudiera decir algo.
—¿Qué ocurrió con el suyo?
—Ramses lo tomó— dijo ella negándose a mirarlo a los ojos al decirlo. Se sentía patética y no había nada que pudiera hacer al respecto.
—Te lo quitó— corrigió él como si la diferencia en las palabras fuera significativa.
—Necesito hacer una llamada— insistió ella extendiendo la mano hacía él exigiendo el teléfono.
Mason la miró en silencio un momento antes de llevar una mano a su cinturón y extraer el aparato poniéndolo en su mano, pero antes de que ella pudiera retirarse él le tomó la muñeca y ella no pudo controlar su gesto de dolor.
Él le bajó la manga del sacó revelando una muñeca roja y marcada.
—¿Sólo lo tomó?
Ada le arrebató el brazo regresando la manga a su lugar.
—Vamos, tenemos poco tiempo— dijo adelantándose al auto y luchando por ignorar la penetrante y furiosa mirada de Mason en su espalda.
El edificio lucía tan lamentable que Ada dudo en darse media vuelta e irse. Mason se bajo tras ella dos minutos después de ver el lugar.
Jamas lo admitiría en voz alta pero la presencia de Mason la tranquilizó lo suficiente para seguir adelante.
No había nadie custodiando al entrada pero se sintió observada todo el camino mientras entraba a la puerta sin cerrojo y entraba. El primero piso estaba vacío y realmente sucio, con bolsas de sementó y tierra tiradas aquí y allá parecía un lugar a medio construir y tal cual las instrucciones que le dieron en el centro había una escalera de cemento que no parecía segura pero que ella debía subir.
—Iré primero— le dijo Mason pero ella lo detuvo.
—No, vamos— respondió tomando la iniciativa.
Llegaron al segundo piso, al final había una sola puerta con un letrero de “libre” al que ella se aproximó.
Cuando dudo en entrar una voz femenina gritó en el fondo.
—Entra o vete, no tengo todo el día.
Ada empujo la puerta y se encontró con el interior de una pequeña oficina oscura y desgastada.
Una chica un par de años mas joven que ella con un cabello rojo sangre que claramente era tinte se encontraba recargada en un intento de silla presidencial que parecía caerse a pedazos.
—¿Realmente eres esa detective?
La mujer lucía desgarbada y relajada para el tipo de trabajo que representaba y el prestigio que tenía.
¿Por esa mujer la habían humillado por teléfono?
—¿Tienes el dinero?— dijo bajando los pies de la mesa y extendiendo la mano hacía Ada.
Ada sacó el sobre de el interior de su saco y se aproximo para entregárselo pero antes de que pudiera dar un paso Mason le quitó el sobre y se lo entregó el mismo.
—Quédese a distancia, esta armada— dijo cortante impidiendo que Ada diera otro paso en la dirección de la mujer.
—No se de que te asustas grandote, tu también estas armado, ¿o me equivoco?— respondió la mujer mirando hacía el cinturón de Mason donde ella podía distinguir el arma incluso si no estaba a la vista.
Mason hizo un gesto que pareció casi un gruñido pero no respondió nada mas.
—¿Harás el trabajo, o no?— preguntó Ada cansada de el juego de palabras. La mujer pelirroja abrió el sobre con inmensa calma y contó el dinero antes de finalmente responder— lo haré. Pero deberas entregar el otro medio millón tal y como prometiste.
—Si tienes éxito te pagaré el doble de eso.
La mujer sonrió ampliamente ante sus palabras.
—Lo tendré.
Mason le abrió la puerta pero no la cerró ni se alejó cuando él el subió.
—¿Por qué contratas una detective?— preguntó sosteniendo la puerta para evitar que Ada la cerrara.
Ella ya esperaba esa pregunta.
—Tengo asuntos pendientes.— dijo simplemente tirando de la manija de la puerta pero Mason la siguió sosteniendo evitando que lo evadiera.
—¿Asuntos como cuales?— preguntó inclinándose hacía ella. Inconscientemente Ada se arrastró en el asiento hacía atrás tratando de poner distancia entre ellos. La presencia de él realmente invadía el espacio a su alrededor y no era solo por su apariencia. Había un magnetismo de poder tal en todo lo que hacía que incluso su respiración lucía poderosa.
Ada se dió una patada interna al darse cuenta del camino que tomó su mente.
—Asuntos que no voy a hablar contigo, parece que estas de mi lado, Mason, pero la vida me enseñó a no confiar en nadie, y no confío en ti.
Mason sonrió de medió lado ante sus palabras. Fue extraño verlo sonreír, era como ver sonreír a una pantera, lucía antinatural.
—Lo entiendo— dijo y la dejó cerrar la puerta para caminar a al puerta del conductor y entrar al auto también.— así que solo me queda suponer que tiene que ver con tu hijo.