Aléjate, que el juego del deseo esta que arde,
Y si te acercas ya no podría dejarte.
Aléjate, me acaba la intención de ser cobarde,
Aléjate, que ciertas ataduras prohiben nuestro encuentro.
(Peligro) Yuridia.
—Esto no va a seguir pasando Ada— le dijo Ramses acercándose al espejo de la habitación como si buscara recomponerse.— no vas a ser salvada por la campana siempre. —Se acercó a ella pero no la tocó solo tomó la caja de pastillas.— si te encargas de tener un varón que pueda restregarle en la cara a tu senil padre pronto, dejaré pasar esto— señalo agitando las pastillas frente a ella.
Él miró en dirección a su cuello antes de decir.
—Será mejor que cubras eso.
Finalmente él dejó la habitación y Ada pudo respirar sola por un momento. Al acercare al espejo pudo ver su cuello y las marcas de dedos que Ramses dejó en su cuello.
Abrió el cajón del tocador y sacó el maquillaje de alta cobertura que había comprado al tercer día de vivir con su esposo. Las manos le temblaron mientras sostenía el envase de vidrio en sus manos. La necesidad de cubrir los moretones otra vez la estaba consumiendo, no le importaban las heridas físicas, eran la herida a su ego y su calidad humana lo que mas le dolía.
Lanzó la maquillaje contra el suelo que rebotó sin que el vidrió se rompiera. Respiró hondo obligándose a recobrar la compostura y se obligó a recoger el maquillaje.
Y la presencia de Azael en su casa solo la hacía sentir peor, su hermano de alguna forma siempre era capaz de mirar la verdad a travez de sus ojos. Desde que su madre había muerto se había vuelto demasiado protector con ella, pero aún así fue incapaz de ver lo que su padre hacía a sus espaldas.
Pero si Azael se llegaba a enterar de lo que Ramses hacía, él…
Simplemente lo arruinaría todo.
Abrió el maquillaje y comenzó a cubrir la piel de su cuello.
Entró a la sala y por algún motivo la conversación de los hombres se detuvo con su llegada. Azael se levantó de golpe al verla y caminó con pasos largos hasta ella.
Le tomó los brazos y la escaneó completa.
—¿Cómo estas?— preguntó. Ada pudo sentir la atención de Ramses sobre ella.
Ada se obligó a formar una cortes sonrisa y miró a su hermano a los ojos al decir.
—Cansada, Azael. Honestamente tu visita es un poco inoportuna.— habló con voz calmada y distante.
Azael se tensó al escucharla.
—No te he visto desde tu boda.— dijo él poniendo sobre su rostro esa mascara de frialdad que Ada conocía bien.
—Lo se, pero una llamada habría bastado— dijo ella soltándose sutilmente y yendo a sentarse junto a su esposo pero al otro lado del sillón dejando tanto espacio entre ellos que una persona cabría entre ellos sin problema. Azael se quedó en el mismo lugar un momento antes de caminar tras ella y sentarse en el sillón frente a ellos.
Ramses se deslizó en el sillón y puso una mano sobre la pierna de Ada antes de decir:
—Siento que he acaparado a Ada solo para mi, es por eso que no ha podido llamarte, me disculpo— dijo Ramses sonriendo y acariciando su rodilla mientras hacía la perfecta actuación de un esposo enamorado.
Ada tuvo que contener la acides en su garganta.
—En realidad me gustaría estar a solas con mi hermana, si no te importa.
Ada sintió como Ramses apretaba la mano en su rodilla al escucharlo.
—Pero somos familia ahora, sería bueno pasar tiempo los tre…
—Solo vine a ver a Ada, Ramses.— le cortó con la frialdad y poca cortesía que caracterizaba a Azael al expresarse.
La mirada gris de Azael se encontró con la de Ada esperando una respuesta de ella.
—Esta bien, llamaron para hablar del estado de tu auto, tal vez deberías revisarlo.— le dijo ella a su esposo.
Ada pudo ver la molestia en Ramses pero él recuperó la sonrisa y extendió una mano a Azael para despedirse, Azael correspondió con cansancio y lo soltó rápidamente.
Ambos se quedaron en silencio hasta que Ramses dejó la sala.
Azael habló en el momento que la puerta se cerró.
—¿Qué haces aquí realmente, Azael?
La perfecta mascara de frialdad en su hermano flaqueó un momento dejando ver un rastro de molestia.
—Así que ya puedes hablar por ti misma— dijo cruzando los brazos sobre el pecho de su costoso traje gris.
—¿De qué hablas?— preguntó ella pero Ada sabía perfectamente a que se refería.
Azael se apoyó en el respaldo del sillón al decir:
—No eres la clase de mujer que deja que un hombre hable por ella.
—¿Se supone que ahora me conoces?— preguntó ella imitando su gesto al dejarse caer en el sillón.
—Eres mi hermana.
—En nuestra familia eso no hace ninguna diferencia a ser extraños. La sangre no significa nada.
Ada se levantó para irse pero Azael se apresuró y la detuvo por el brazo.
Requirió un gran esfuerzo para ella contener una expresión de dolor cuando él la sostuvo en el mismo lugar donde Ramses la había lastimado el día anterior.
—¿Qué pasa?— preguntó él tensando la mandíbula al ver su expresión.
—Te dije que me incomodaba tu presencia aquí, Azael. Soy una recién casada, estas siendo imprudente conmigo y con mi esposo. Solo vete.
Se soltó y salió dejándolo ahí.
Una de las mujeres del servicio se acercó a ella al verla.
—Guía a nuestro invitado a la salida— le dijo al pasar a su lado y siguió derecho hasta su habitación.
Cerró la puerta tras de si y puso el seguro. Había cambiado la chapa de la puerta para que solo ella pudiera entrar, era un chapa idéntica así que Ramses tardaría en darse cuenta.
En cuanto se supo sola no pudo contenerse, el llanto de desesperación la arrastró, se deslizó por la puerta hasta el suelo.
—Azael lo siento, pero lo que voy a hacer va a arrástrate a ti también, es mejor que me odies desde ahora.
Sabía el dolor que le causaba a Azael, pero sería mas su dolor cuando descubriera todo, si tan solo la odiara o la ignorara como el resto de sus hermanos sería mas fácil, pero no, el idiota insistía en cuidarla como una hija, Ada sabía que él veía en ella a su madre, a Diana, después de todo era casi idéntica físicamente a excepción del color de los ojos que los había heredado Azael, Ada por otro lado era la viva imagen de su madre, pero había heredado la calculadora mirada de su padre.
Ada había conocido a su madre algunos años mas que Azael, sin embargo parecía que el golpe había herido mucho mas a Azael que a ella.
Pero lo que no sabía Azael es que ella no era su madre, su madre: Diana, fue una mujer noble y tierna, persona que la conocía persona que la amaba. No. Ada no era en absoluto como ella, Ada era vengativa, altamente rencorosa, y astuta como un zorro, la gasolina que la movía cada día era el deseo profundo de ver algún día a las personas que odiaba arrastrarse ante ella.
Pero para lograrlo debía ser paciente.
Escuchó un quedo toquido en la puerta tras ella, se levantó rápidamente y se limpió las lagrimas.
No estaba lista para enfrentar a Ramses pero si no abría sabía que sería peor.
Quitó el seguro y la puerta se abrió antes de que ella pudiera hacerlo por si misma.
—Estabas llorando— dijo el imponente hombre frente a ella.
Ada dió un paso atrás al ver a Mason.
—Son alergias— dijo limpiándose las lagrimas secas rápidamente.
La poderosa mirada de él viajó de sus ojos a sus barbilla y se detuvo en su cuello. Sus ojos se oscurecieron.
Ada no necesitaba mirarse en un espejo para darse cuenta que las lagrimas habían limpiado parte del maquillaje.
Se llevó una mano al cuello para cubrir lo moretones.
—Mason…— empezó ella pero él se dió media vuelta y sus pasos resonaron mientras se alejaba por el pasillo. Ada le tomó dos segundos reaccionar antes de correr tras él.
No, no, no.
Lo iba a arruinar todo.
Lo alcanzó a un paso de que saliera del pasillo a la sala principal. Se puso frente a él para evitar que pasara pero con el impulso casi cayó sobre ella.
—¿Qué vas a hacer?
Mason la miró en silenció un momento antes de responder.
—Lo sabes.
Ada extendió los brazos cuando intentó rodearla.
—Mason, por favor no lo hagas, aún no.
—¿Esperas que solo me quede quieto a ver como te lastima?
Él intentó pasar de nuevo, ella pudo escuchar que alguien se acercaba así que Ada lo empujó con toda la fuerza de su cuerpo contra la pared ocultándolos en la sombra.
Era Ramses.
Ada estaba segura de que Mason se había dejado empujar de otro modo no habría podido moverlo un centímetro.
—Mason por favor… por favor…
Ada se apretó a él esperando no ser vista. Si Ramses decidía ir a su habitación seria el fin.
Podía sentir el deseo de lucha en Mason con solo apretarse contra su pecho.
—Por favor— suplicó de nuevo.
Se sobresaltó al sentir una mano contra su espalda, esa mano bajó unos centímetros a su espalda baja y entonces tiró de ella.
Ada tardó un segundo en darse cuenta que Mason la estaba abrazando.
No pudo contenerse y se relajó en sus brazos. Él olía a algo picante y embriagador que la hizo querer apretar la nariz contra su camisa.
Dios.
Tenía que controlarse.
Sintió como él apretó su otra mano contra su cabello haciendo que se recostara contra su pecho.
—Mason suéltame— le suplicó pero en lugar de alejarse hizo un puño con su camisa como si él fuese a irse en cualquier momento.
—Me hierve la sangre de saber que él te toca cada noche, cada moretón nuevo en tu cuerpo es una bala mas con la que quiero atravesarle el corazón.— Ada sintió que el apretaba la mano en su cabello haciendo un puño con su pelo. Él la alejó para mirarla a los ojos.
Entonces la besó.
—Mason no…— intentó alejarse pero él volvió a capturar sus labios. En un movimiento rápido la giró y Ada sintió como Mason la apoyó contra la pared sin dejar de besarla en ningún momento. Él era altamente demandante, las manos de él viajaron a su cintura y tiraron de ella pegándola a su cuerpo.
Pudo escuchar a lo lejos la voz de Ramses hablando al teléfono cerca.
Entonces él se calló y hubo un silencio extraño. Después escuchó una voz que le heló la sangre.
—¿Ada?— dijo Ramses.