Capitulo 20

2550 Words
Guadalupe se unió a la mesa del desayuno en absoluto silencio. “Sos linda cuando te pones colorada” Cada vez que pensaba en lo que le había dicho se le aceleraba el pulso. Ya tenía su café con dos tostadas listas como el día anterior. —Gracias. Levantó la mirada y se encontró con la de Ian. —De nada. No había nada raro o diferente en él, era la mirada de siempre. ¿Ella estaba haciendo de esto algo raro? —¿Tienen planes para hoy? —Preguntó Hernán, pero nadie respondió. —Ustedes, tortolos, tienen planes. Guadalupe miró a su amigo. —No tenemos planes, creo que no. —contestó rápido, y se tropezó con sus propias palabras. —¿Por qué? Hernán dibujó su sonrisa más hermosa. —Vamos a hacer culipatin. Le sonrió con felicidad. Era su actividad favorita en la nieve. — ¿Adónde? —En Arrollo Partido. Hacemos culipatin, almorzamos, y nos subimos al avión. —Demasiado ordenado para ser idea de Hernán. —Bromeó Mercedes. —Yo me bajo. —Dijo Joaquín. —Tengo que estar con mi papá en cuarenta minutos. —Una mierda, amigo. —No pasa nada, a mí no me molesta. Por lo menos pude quedarme en el mismo hotel que ustedes. El año electoral es así, ya lo sabes. —Si. —Hernán palmeo el hombro de Joaquín, como si sintiera pena por él. Pero a Joaquín le gustaba, no hacía esto por obligación. —¿Por eso no vino con nosotros? —Preguntó Guadalupe después que Joaquín se despidió de todos para terminar de armar el bolso en su habitación. —Sí. Se siente bien no tener que estar obligado a participar de esto. —Lo sé. Estoy orgullosa de vos. Hernán le sonrió. —Gracias, amiga. En cuanto termine el colegio, me libero por completo. —Hernán miró a cada uno. —Dejar a Camila fue el primer paso. — Era la primera vez que hablaba de Camila desde que se habían separado. Siempre le había restado importancia a la ruptura. —A ella le gusta todo eso: las cenas, las fiestas, los apellidos. Todo lo que yo no quiero y si quiero salir por completo, tenía que dejar a Camila. —les sonrió. —Mucho timeing el de ustedes para empezar a salir, ella me terminó dejando. La tuve muy fácil. —Porque ahora viene lo difícil. —susurró Mercedes. —Sí, ya lo sé. Mi viejo creé que es una etapa. Me dio como vacaciones, pero se terminó para mí. —Vas a poder. —animó a su amigo con convicción. —Ya hiciste un montón, aunque no parezca. Y no estás solo. —Lo sé, gracias. Bueno, basta. — en un segundo volvió a ser el chico despreocupado de siempre. — Armen los bolsos, así vamos directo al aeropuerto desde Arrollo Partido. El avión sale a las ocho de la noche. A las once estamos todos en casa, como corresponde, porque mañana tenemos colegio. Los tres suspiraron pesadamente y miraron a Ian, el cual no se quejó de tener que regresar al colegio. —Te gusta ir al colegio, ¿No? —Preguntó Hernán. —Quejarse no sirve de nada, es una responsabilidad. —Terminó eligiendo al nerd. —Susurró Hernán — Pero faltan dos semanas para las vacaciones de invierno. —volvió a su sonrisa divertida. — Nos en treinta minutos, con los bolsos. *** Al regresar a Buenos Aires, Guadalupe pensó que haría la relación con Ian un poco más fluida, después de todo, habían logrado compartir un poco más. Pero después de una semana del retorno a la rutina, Guadalupe lo observaba sentada desde la mesa mientras terminaba el desayuno, Ian le daba la espalda, mientras leía un libro de clase y comía una banana. Había intentado sacar varios temas de conversación, pero sólo consiguió respuestas monótonas. Seguían en el mismo punto, y era frustrante. —¿Estás lista? En cinco minutos me voy. —Dijo sin mirarla. Se puso de pie y bebió el café con leche que le quedaba de un sólo sorbo y corrió a buscar la mochila a su habitación. —Lista. —Le dijo a la nada, Ian ya no estaba. Lo alcanzó en el ascensor, y notó que con el pie mantenía la puerta abierta, esperándola. Dejo la mochila en el piso, y le pasó la bufanda a Ian para que se la sostenga, mientras se colocaba el abrigo de paño n***o. Buscó los guantes en el bolsillo del abrigo y se los colocó. —No hace tanto frío. —No miré la temperatura, pero prefiero tener calor que sentir frío. Ian le sonrió antes de colocarle la bufanda de la forma en que ella solía hacerlo, fue un gesto simple, sin embargo, le provocó una sensación de calidez y cercanía. Al ingresar al colegio Mercedes y Hernán los esperaban en el patio, se unieron en mitad de una discusión, y como de costumbre, no entendió el motivo. Cuando Mercedes y Hernán discutían la decisión más sabia era no meterse. —¿Hernán? Todos miraron en dirección a la tierna voz que había llamado a su amigo, era una chica de primer año, pelirroja, y una ingenua mirada color avellana, la había visto varias veces, no sabía el nombre, pero era de primer año. Se la notaba nerviosa, pero decidida. —¿Sí? —Emm, quería saber si... —miró hacia atrás, Guadalupe siguió la mirada, un grupo de cuatro chicas la observaban expectante y le daban ánimos silenciosos. —Si no vas a volver con Camila, podríamos salir a tomar algo... algún día. Observó a su amigo que parecía desconcertado. Desde que terminó la relación con Camila había recibido varias a lo largo de las semanas, no comprendió porque ésta lo había sorprendido más de la cuenta. Se recompuso rápidamente y le regaló una sonrisa encantadora. Mientras Joaquín irradiaba perfección con su aspecto físico, Hernán conseguía el mismo impacto con su personalidad despreocupada y la mirada amable, la sonrisa era un agradable complemento. —Jenny, tu hermano va a matarme, y sinceramente, no es muy tentador tener que enfrentarme a Lucas. Volvió a mirar a la chica. ¿Era la hermana del gigante del equipo? Donde Lucas era enorme y tosco, Jenny era dulce y diminuta. —A mi hermano no le importa lo que haga. —dijo con voz decidida. Guadalupe admiró la valentía de la pequeña. Todos miraron a Hernán expectantes a la respuesta. —Gracias, Jenny. —respondió él, mientras le tocaba la base de la cabeza con ternura. —Pero voy a tener que rechazar la tentadora oferta. —Jenny colocó la mirada en el suelo, avergonzada. —No sientas vergüenza. —se apresuró a decir Hernán. —Fuiste muy valiente y aprecio mucho que me tengas en cuenta, pero todavía no estoy listo para empezar de nuevo. Jenny lo miró con la esperanza restaurada en los ojos. —Puedo esperar. —Gracias, lo voy a tener en cuenta. Jenny salió corriendo con una enorme sonrisa, sus amigas la rodearon de inmediato. Miró a su amigo, que chequeaba el teléfono celular de forma despreocupada. —Eso fue dulce. —dijo Guadalupe. —¿Quién soy yo para ir rompiendo corazones por ahí? Su amigo tenía un gran corazón, si Camila hubiese sido un poco más inteligente, lo habría valorado por quién es y no por el padre que tiene. —Es hermosa. —Agregó Mercedes. —Hay códigos entre los chicos. No salís con la hermana de un amigo, barra, compañero de equipo. —Si no te interesa se lo tendrías que haber dejado claro. Ian se ganó la atención de todos con ese comentario. Mei comenzó a reír. —No todos tienen un corazón frío. —Soy sincero. —La sinceridad sin empatía es solo crueldad. En seis meses no me vuelve a ver. Hoy me dijo lo que sentía, y no sufrió en el camino. Todos felices. Hernán tenía una fuerte empatía por las otras personas. El timbre que señalaba el inicio de formación sonó. Apenas tuvieron tiempo de dejar las mochilas en el salón antes de la misa semanal en la capilla del colegio. Como era habitual, estaban sentados por año, Mercedes se sentó a su izquierda, y Camila ocupó el lugar a la derecha. —¿Qué hizo Hernán? —preguntó en un susurro casi al final de la misa. La miraron. —Nada. —respondió Guadalupe. —A ustedes no les debo nada, pero... —Puedo disentir en eso. —se apresuró a agregar Mercedes. —Pero a Hernán... —la ignoró— No sé qué pasó, pero, Lucas está muy enojado, díganle que tenga cuidado. Buscó el celular en el bolsillo del bléiser, pero lo había dejado en la mochila. —Mándale un mensaje, no traje el celular. —Le susurró a Mercedes en cuanto el cura marcó el final de la misa. Los alumnos comenzaron a dejar el lugar, se puso de pie buscando a Hernán, pero con su metro sesenta era muy difícil, hasta que notó a Ian a la distancia. Gracias a Dios era altísimo. —No le llegan los mensajes, no tengo señal acá dentro. —Ya lo vi a Ian. Caminó lo más rápido que pudo, lo último que necesitaba era a una profesora dándole un sermón. Se hizo paso entre la gente hasta que logró alcanzar el brazo de Ian y se aferró. Pareció sorprendido, pero no la alejó, por lo contrario, se colocó de tal manera que no se notaba que lo estaba sujetando del brazo. —¿Hernán? Entornó los ojos con sospecha ante su pregunta. —Un poco más adelante. ¿Qué pasa? Lo sujetó de la mano. —Acompañame. Hernán no necesitaba al padre metido en el colegio y luego reprochando aquello que había tenido que dejar de lado, en mitad de la campaña, para hacer frente a los problemas de su hijo. La masa de personas empezó a disminuir, pero no alcanzaba a ver a Hernán. Ian seguía aferrado a su mano unos pasos más atrás. De un tirón la obligó a detenerse y del impulso se volteó y quedó muy cerca de su pecho. —¿Qué está pasando? Estaban demasiado cerca uno del otro, el aroma de Ian le invadió el organismo. Le llevó unos segundos discernir que le había preguntado. —Lucas se enteró, quiero avisarle a Hernán. Ian puso los ojos en blanco. —No seas exagerada, Pupi. Son compañeros, tal vez necesiten un cruce de palabras, que Hernán le explique qué pasó. Tenía un buen punto, bastante coherente. —Lucas va a estar muy enojado. —Probablemente, sin embargo, pueden hablar como dos personas civilizadas. —Puede ser. ¿Había estado tan preocupada por el problema que Hernán podía tener con el padre que había exagerado? Pero Ian no tenía idea de lo problemático que podía ser eso para Hernán. Ian le apoyó la mano sobre la cabeza y flexionó las piernas hasta que sus rostros quedaron a la misma altura, estaban tan cerca que sus narices casi se tocaban. Tragó audiblemente, e intento alejarse, tanta cercanía la puso nerviosa, pero Ian se lo impidió con la mano que permanecía sobre su cabeza. —No podés ocuparte de todos. Esto lo tiene que resolver Hernán a su manera. Asintió, porque era lo único capaz de hacer debido a la proximidad de sus rostros. —Chicos, por favor, distancia. —Interrumpió una preceptora. Ian fue el primero en romper el contacto visual y tomar distancia. —Sólo estamos hablando. —volvió a mirarla. — Tiene que resolverlo él. Asintió, y continuaron caminando en silencio, uno al lado del otro. Al ingresar al sector de aulas notaron un tumulto de personas. Lucas y Hernán estaban conversando, aunque Lucas parecía demasiado enojado. Quiso salir corriendo, pero Ian se lo imposibilitó interponiendo su brazo. —No te metas, Pupi. No es tu problema. —El problema es el papá de Hernán. Retiró el brazo. —Hace lo que quieras, pero estás sola. No voy a meterme. Caminó en dirección al tumulto, y a pesar de sus palabras, Ian iba unos pasos detrás de ella. Lucas sujetó a Hernán del cuello del bléiser y lo lanzó contra la pared, lo retuvo ahí con todo el peso de su cuerpo. Debió doler mucho, pero Hernán no manifestó nada, observaba a Lucas con tranquilidad. —Te conozco, Hernán. ¡Mi hermanita no! —gritó. —No sé qué mierda de chisme te pasaron, pero no hice nada. Soltame. Lucas lo separó unos centímetros y volvió a golpear la espalda de Hernán contra la pared. Ahora sí hizo una mueca de dolor antes de alzar los ojos cargados de enojo. —Se me está agotando la paciencia, Lucas. Soltame. —gruñó. —No pasó nada. —soltó ella antes de siquiera pensar. Eso logró captar la atención de ambos. —No te metas, Pupi. Lo ignoró. —Hernán fue muy dulce con ella, pero le dijo que no. —Es cierto. —se sumó Ian. Lucas soltó a Hernán, pero ahora enfrentó a Ian que no se acobardó ante el imponente físico. — Tu hermana... —Ni se te ocurra hablar de mi hermana, becado. En un movimiento sorpresivo, Lucas empujó a Ian, que se vio obligado a retroceder varios pasos. Un sentimiento de ira la invadió por completo, y sin pensarlo golpeo el brazo de Lucas con el puño. El inmenso Lucas la miró sorprendido y luego observó el lugar donde lo había golpeado, obviamente no le había dolido, pero sirvió para que saque su atención de Ian. La sujetó de la muñeca. —¿Me golpeaste? —S...sí, y te voy a golpear otra vez si no escuchas lo que estamos intentando decirte. —el agarre se hizo más pronunciado. —Me estás lastimando. —Me golpeaste... —No quise golpearte, perdón, pero, escucha lo que estamos diciendo. Me estas lastimando. —¡No la toques! Un puño impactó en el rostro del enorme chico que retrocedió cubriendo su cara. Ian se colocó frente a ella. —Estas muerto, becado. Hernán apareció, y se colocó al lado de Ian. Ambos la miraron. —Aléjate. —ordenaron al mismo tiempo. —¿Qué está pasando? —la directora apareció entre los alumnos. —El becado me pegó. —dijo sujetándose la nariz que sangraba. —Fue en defensa propia. —se apresuró a agregar Hernán. —Los dos a mi oficina. ¡YA! —Yo también golpeé a Lucas. —se apresuró a decir y se ganó una mirada asesina de ambos. —En el brazo, con mi puño. Estaban locos si creían que los iba a dejar solos en esto, Lucas acababa de acusar a Ian delante de todo el colegio. Hernán suspiró resignado. —Todo es mi culpa. Ian y Pupi solo me defendieron. La directora le dedicó una breve mirada a cada uno, estaba intentando descifrar si mentía y le sostuvo la mirada para reforzar sus palabras. —Los cuatro a mi oficina. Ya. Si Lucas llevaba todo hasta las últimas consecuencias, siendo una de las familias más importantes del colegio, Ian tenía muchas posibilidades de ser expulsado, y si eso es lo que debía evitar, sin importar el costo.
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