Capítulo 21

2594 Words
El golpe no había tenido ningún efecto en Lucas, pero ella tenía un espantoso dolor en toda la mano, y una marca colorada en la muñeca, donde la había sujetado. Ian llevaba varios minutos dentro de la oficina de la directora con Lucas, mientras que Guadalupe y Hernán esperaban a varios metros, sobre el pasillo donde se encontraban las aulas. —Siempre complico todo. —susurró mientras se frotaba los nudillos. —No te tendrías que haber metido. Ninguno de los dos. —¿No se supone que el dolorido debe ser el otro? —Pegaste mal, por eso duele. Nunca había golpeado a alguien, pero la ira que le recorrió el cuerpo al ver como Ian era golpeado no la había sentido nunca y reaccionó sin pensar. —Lo van a expulsar. Me dijo que no me meta. —Tengo que admitir que tu novia golpee a un chico, para defenderte, es jodidamente sexy. Empujó a su amigo, y provocó un espantoso dolor que se extendió por todo su brazo. —Golpeó al hijo de una de las familias más importantes del colegio. —Ian no es tonto. Conocía los riesgos y para ser honesto, yo hubiese hecho lo mismo por mi novia. Ese era el punto. Lo había obligado a tomar ese papel. La farsa se le había ido de las manos e iba a terminar con la expulsión de Ian. —Lo forcé a todo esto. —confesó en un susurro. Hernán la observó detenidamente unos segundos y luego comenzó a reír a carcajadas. —Sí, me imagino que debe estar sumergido en una gran tortura. Créeme cuando te digo que, este pibe está tocando el cielo con las manos. Observó el pasillo, estaban completamente solos. No le seguiría mintiendo a su mejor amigo. Se le acercó lo suficiente para susurrar: —Todo es una farsa. Iba a comenzar a reír nuevamente, pero vio la verdad en sus ojos y la sonrisa desapareció. —¿Por Joaco? Puede ser insoportable, pero... —Joaco no tiene nada que ver. Es mucho más complicado que eso, el tema es que lo forcé a esto y ahora lo pueden expulsar. —¿Qué puede ser tan complicado como para qué inventes esto? No sos así, Pupi. Hablaba en un susurro, porque no dejaban de estar en mitad del pasillo. —Mis papás se fueron a México por un año, me alquilaron un departamento en Buenos Aires, pero la inmobiliaria me estafó, y terminé viviendo con Ian. Hernán abrió los ojos bien grandes. —¿Estás viviendo…? ¿Te estafaron? —Baja la voz. Nos alquilaron el mismo departamento. Es hasta que alguno de los dos logre ahorrar para otra mudanza. —Hernán la observaba con atención, pero lo notaba confundido. —Todo iba bien hasta que los libros se mezclaron. Mei creyó que decir que éramos novios mantendría lo otro en secreto, pero Ian no me soporta, ni un poquito. Se mantuvieron en silencio mientras él procesaba toda la información. La preocupación en los ojos de su amigo la llenó de culpa. Le había mentido, y, aun así, él se preocupaba por ella. De repente pareció recordar algo. —Compartieron habitación en San Martín de los Andes. —No pasó nada. —se apresuró a decir. —Se las deje pensando que era una especie de luna de miel. ¡Podría haberla usado con Mei! Abrió la boca para repetir que no había sucedido nada, pero la última oración la descolocó por completo. —Mei no hubiese compartido habitación con vos. —¡Auch! —le dirigió una severa mirada. —Me debes una gran historia. ¡Vamos! Se puso de pie, la sujetó de la mano herida y la obligó a ponerse de pie. —¿Adónde? —A salvar el culo de Ian. Iba a reaccionar, pero lo vi venir y pensé que serían unos puntos a su favor si quedaba como el héroe. —simuló darle golpecitos en la cabeza. —Si lo hubiese sabido... —Perdón, pero podés ser algo bocón, a veces. —Debería ofenderme, pero es cierto. Bueno, —se pararon frente a la puerta de la oficina. —Vos te vas a fumar a mi papá. —Yo hablo con él. Lo prometo. Hernán respiró hondo antes de abrir la puerta, y lo imitó. Ingresaron a la oficina, pero estaba vacía. —¿Dónde están? Los vi entrar. —Yo también. —coincidió. —Señorita Carrizo. Señor Baleman. Ambos voltearon de golpe ante la voz de la directora. —¿Dónde está Ian? —Preguntó Guadalupe. — Señorita Carrizo, me gustaría que me cuente cómo es que terminó golpeando a un alumno. No deja de sorprenderme este año. —Hubo un mal entendido. Ian y Pupi no tienen nada que ver. —Rompió la nariz del señor Ocampo. Guadalupe se cubrió la boca ante el horror, y miró a Hernán que sonreía. —¿Le rompió la nariz? —Preguntó riendo. —No veo lo gracioso señor Baleman. —Lucas se lo merecía. Lastimó a Pupi, es la novia, y solo intentó protegerla. —Hernán le sujetó la mano donde tenía la marca del agarre de Lucas en su muñeca, ya se podían distinguir por lo menos tres enormes dedos. Y no pudo evitar hacer una mueca de dolor. —Mire cómo le dejó la muñeca a Pupi, ¿puede culpar a Ian? Si usted se encontrara en una situación parecida, supongo que su esposo habría reaccionado de la misma forma. ¿Esposo? Todo el colegio sabía que se había divorciado el año pasado. Pero no lo corrigió, supuso que lo hizo para tirar un golpe bajo, pero la directora no mostró indicios de haberlo recibido. —¿Y usted por qué le pegó al señor Ocampo? —miró a Guadalupe. —Porque golpeó a Ian cuando solo intentaba parar la pelea. —La pelea inicial era conmigo, pero no esperábamos que se ponga violento con Pupi, de otra forma solo hubiese sido una pelea más entre chicos. —¿Y usted por qué se estaba peleando? —Porque le llegó mal un chisme. No somos personas violentas, Ian tiene mucho en riesgo, no habría reaccionado de no ser necesario. Y si no era Ian, yo le hubiese roto la nariz por la forma en que lastimó a Guadalupe. —No lo expulsen, por favor. —suplicó ella. —En el equipo le hicimos mil cosas por las que debería haber reaccionado, pero no lo hizo. No es violento, hubo una razón para su reacción. —Si lo van a expulsar, entonces también deben expulsarme a mí. Yo también golpee a Lucas. —Y a mí. Yo inicie todo. —El señor Ocampo se encuentra en la clínica, y acusó únicamente al señor Santos, pero ante sus confesiones, —le extendió un papel a cada uno—, quedan suspendidos también. —leyó el papel. Estaba suspendida por dos días. —Su padre ya fue informado, señor Baleman, dijo que puede retirarse de la institución por sus propios medios. —Que gran padre. —susurró Hernán. —Y... ¿los míos? —preguntó con temor. —No nos hemos podido comunicar con ellos. ¿Siguen en México? Eso la tranquilizó un poco, pero eventualmente se enterarían, y debía dar una explicación que no genere que sus padres regresen de México de forma inmediata, y para eso debía adelantarse a la directora. —Van y vienen, pero sí, ahora están en México. —Hablaremos con ellos en el transcurso del día. Su padre, señorita, también firmó una autorización que le permite retirarse. Los quiero fuera de la institución ya mismo. Caminaban por el pasillo rumbo a las aulas, a buscar sus mochilas. —¿Mei? —preguntó Hernán. —Es raro que no se metiera. ¿Y Joaco? —Lo vi en el tumulto de gente, supongo que, al ver a Ian decidió no meterse. —¿Nos vemos afuera? —le preguntó antes de ingresar a su aula. —Sí, hay una historia por contar. Nos encontramos en la puerta. Ingresó al aula y todos sus compañeros la observaron. —Estoy suspendida, vine a buscar mis cosas. —le informó a la docente de Química. —Ya estoy notificada, adelante. Mercedes la abordó en cuanto se acercó a su asiento. —¿Qué paso? —¿Dónde estabas? —le preguntó a su amiga. Señaló a Camila con la cabeza. —Ocupándome de quien empezó todo. Cuando salga voy para tu casa. —Susurró. —Ok, Hernán también está suspendido, seguramente vaya para allá con él. —Lo bueno de ser amigas hace tanto tiempo es que no necesitaban hacerse las preguntas en voz alta, con una simple mirada era suficiente, y sus ojos preguntaron "¿Lo sabe?" —Sí. Te esperamos. Mercedes la abrazó. —Te quiero. —Yo también. Salió del colegio y se encontró con Hernán, como habían acordado, y la llenó de preguntas de inmediato. —Me gustaría poder salir del perímetro del colegio antes de empezar a contestar todas las preguntas. Caminaron dos cuadras en silencio. —¿Ya puedo preguntar? —Suspiró antes de asentir. —¿Mei sabe? Espera, fue una pregunta estúpida, ella ayudó con el cruce de libros. ¿Ella sola sabe? —Ahora vos también. Celebró con la mano en un puño. —Vuelvo a ser VIP. Viven juntos, pero no son pareja, ¿cierto? —Cierto. —Se ven como pareja, bueno no importa. ¿Cómo se porta? Está viviendo con Pupi Carrizo, ¿Te acosa? —Creo que eso solo lo harías vos, si vivieras con Mei. —dijo entre risas. —Exacto, por eso pregunto. —Honestamente no tenemos mucha relación, llega tarde de trabajar, cena y se va a dormir, y los fines de semanas estudia, o desaparece sin decir nada. —Entonces se porta bien. Pupi, —dejó de caminar y la sujetó de los hombros con demasiada firmeza. —Si se pasa de la raya, tenes que decírmelo. Sin tus papás cerca, como tu mejor amigo, es mi responsabilidad. —Estoy bien. —lo tranquilizó. — Además es demasiado introvertido, apenas le saco monosílabos cuando intento conversar. —Bueno, pero por las dudas, ahora que lo sé, necesito que cuentes conmigo. Lo abrazó. —Cuento con vos siempre, me ayudaste mucho, incluso sin saberlo. —Quiero ver dónde están viviendo, pero no voy a entrar. No creo que Ian quiera verme con todo este lío, pero por las dudas, tengo que saber dónde queda. Por eso no quisiste que te pase a buscar el fin de semana, y llegaste en taxi a la cena del partido. Los túperes, la comida. Estaba atando cabos sueltos de apoco. —Capaz ya se fue a trabajar. Esta lo menos posible en el departamento, ya te dije que no soy su persona favorita. Y con todo esto, ya me debe odiar. —¿Pensas que se puede poner violento? —¿Qué? ¡No! Simplemente me va a ignorar, como siempre y hacerme responsable de su expulsión el resto de su vida. —Voy a intentar evitar eso. Ambos están metidos en este lío por mi culpa. Si hubiese sido inteligente, habría neutralizado a Lucas desde el principio, pero lo llevé al límite. Me pareció divertido en ese momento. —Si pasara de nuevo, volvería a reaccionar de la misma forma. —Lo sé, y gracias, pero eso no quita el hecho de que me tengo que hacer responsable del lío que armé. Mañana voy a hablar con Ian, pero no fue tu culpa, él reaccionó sabiendo las consecuencias. Siguieron caminando mientras Hernán hacia todas las preguntas que creía necesarias. Y como prometió, no subió, pero anotó la dirección en su celular. Ahora tenía que enfrentar a Ian, sola. Respiró hondo antes de ingresar al departamento. Ian estaba recostado sobre el sillón y le dedicó una mirada de sorpresa cuando la vio entrar. —Me suspendieron, también. —¿Qué dijiste? —Le pegue a Lucas, por eso me suspendieron. Se sentó a su lado en el sillón. —Gracias. —dijeron los dos al mismo tiempo. Sus miradas se encontraron. — Claramente, mi golpe no fue tan efectivo como el tuyo. Le rompiste la nariz. —Lo sé. —Supongo que el colegio descubrió que puedes defenderte. Ian suspiró y se dejó caer sobre el respaldo del sillón nuevamente. —Supongo. Tu golpe fue espantoso. ¿Te duele? —Un poco, pero voy a sobrevivir. Le sujetó la mano y la inspeccionó como si fuese un doctor. Acarició la zona donde estaba la marca que le hizo Lucas, un instante antes de volver a sus dedos. —La próxima, tenes que cerrar el puño con más fuerza. Primero estos cuatro, —se los cerró con cuidado, — y luego el pulgar envuelve al resto. Y golpeas con el índice y el mayor. Te llevas el puño hasta la cintura y haces como un tirabuzón cuando ésta por golpear. —le sonrió de tal forma que la dejó sin aliento. — De esa forma, el otro termina con la nariz rota. —Lo voy a tener presente, para la próxima vez. Gracias. —No son manos para golpear. —susurró —. Espero que no haya próxima vez. Extendió la mano con la intención de alejarla, pero Ian comenzó a jugar con sus dedos, era como una danza silenciosa. Lo observó, tenía la mirada perdida en sus manos unidas. La tocaba con tal delicadeza que no le causaba dolor. Quería acariciarlo, derribar por completo el muro entre ambos. Pero no lo hizo. De golpe lo recordó. —Tengo que llamar a mis papás. Se puso de pie de un salto y se encerró en su habitación. No le gustaba mentir, mucho menos a sus padres, pero necesitaba mantenerlos alejados de Buenos Aires hasta que resolviera todo. Y como no era propio de ella mentir, no hubo sospecha de su madre, cuando le dijo que era un problema sin sentido del cual el colegio había hecho un asunto inmenso. Algún día les pediría disculpas por todas las mentiras de estos meses. Esa misma tarde, la llamó la directora para avisarle que mañana debía presentarse en el colegio para tener una nueva reunión. Mercedes la visitó después del colegio, como había prometido. Camila había armado el teléfono descompuesto de forma intencional con el objetivo de provocar la ira de Lucas. Estaba segura de que Guadalupe reaccionaría al ver que Hernán era agredido, y atrás de ella Ian. Todo el colegio sabía que Lucas tenía problemas para controlar la ira, y al parecer, la harpía sabía que Jenny era un punto débil en su carácter. Toda la escena en la capilla había sido inventada, con el fin de hacerla reaccionar. Tendría que empezar a estar más atenta. Al día siguiente, se presentaron los cuatro en la oficina de la directora, por suerte, Jenny estaba presente en la reunión y pudo contar su versión de los hechos, y se disculpó en nombre de su hermano. Como resultado final, todos tenían que cumplir los dos días de suspensión, pero nadie fue expulsado. Era un alivio para Guadalupe, pero ahora tenía el problema de Camila armando planes de mierda para complicar las cosas, esta vez no le había funcionado por completo, pero corría el riesgo de que en algún momento las cosas le salgan bien. Ian había reaccionado para protegerla, y ella debía hacer lo mismo por él. Y la única forma que tenia de protegerlo era terminando la relación.

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