Capitulo 07

3825 Words
Gracias a Dios la señora comprendió la situación, incluso se disculpó por el mal momento que les hizo pasar la inmobiliaria. Acordaron, bueno, Ian acordó que iría cada principio de mes a entregarle el dinero del alquiler, el cual se mantendría, eso fue una buena noticia para ambos. Luego de una corta charla, donde la señora los puso al tanto del desafortunado accidente que tuvo su hijo, los tres se marcharon. Dejaron a Mei en su casa y luego continuaron hacia la suya en absoluto silencio. El cual se prolongó una vez dentro. —¿Fuiste al supermercado?—el asombro en la voz de Ian la ofendió. —Sí, tenía intenciones de cocinar, compré unos libros esta tarde y... —¿Compraste libros? ¡Oh! Esto ya era insultante. Pupi clavo sus ojos turquesas en los grises ojos de Ian. —No soy una analfabeta. Hay cosas que debo aprender y estoy en eso. —Estoy seguro que fue idea de Mei. Estaba por responder de forma sarcástica, cuando se dio cuenta que usó el apodo de Mercedes. —¿Te gusta Mei?— ¡Oh! Soltó la pregunta sin preámbulos. Se cubrió la boca, sorprendida de si misma. Ian comenzó a reírse. ¡Wow! Era la primera vez que lo veía reír. Su aura cambiaba por completo, hasta parecía amable. Y tenía una sonrisa hermosa. Si hubiese sonreído desde el primer día en el colegio, estaba segura que a las chicas no les hubiese importado que sea becado. Mei le había robado una sonrisa. —No me gusta tu amiga. Reconozco que me sorprendió que resulte ser realmente inteligente, pero no es mi tipo. ¿No era su tipo? —Mei es el tipo de todos. Es hermosa e inteligente. Responsable e híper madura.—otra idea apareció en su cabeza— ¿Sos gay? —No soy gay. —Está bien que lo seas... —No lo soy. Pupi lo miró pensativa y no del todo convencida. —Iba a cocinar, pero ya van a ser más de las 21:30, y debo ducharme también. —Lo dijo más para si misma, al corroborar la hora. —Podemos pedir una pizza. —sugirió Ian. El rostro de Pupi se encendió. —¡Amo la pizza! ¿Podrías hacer el pedido mientras me ducho? —Sí. Esto era nuevo. Había aceptado un pedido de ella. Lo había aceptado sin poner excusas o hacer comentarios hirientes. Más raro aún, él había propuesto la idea, para ambos. Era la primera vez que la incluía. —Gracias. Quiero una para mí, que sea mitad napolitana y mitad fugazzeta. —¿Una sola para vos? No creo que sea bueno desperdiciar comida... —No desperdiciaría nunca una pizza. Yo quiero eso. Te dejo sobre la mesa de té la plata. Me voy a duchar. —No puedo creer que te hayas comido una pizza vos sola. —Mi mamá dice "Come ahora todo lo que puedas, cuando seas grande ya tendrás tiempo de limitar los alimentos." —¿Cómo es que no sos obesa siguiendo semejante consejo? Pupi se encogió de hombros. —Buena genética, supongo. —Sobre lo que dijiste antes... —pareció nervioso de lo que iba a decir — perdón por prejuzgar. —Perdón aceptado. —Pupi le sonrió de forma honesta, había conseguido unas disculpas del señor frozzen, lo tomaría como una pequeña victoria.—. Mei guardará el secreto, se puede confiar en ella. —Sí, fue una sorpresa. Pensé que Mei era una tonta egocéntrica y resultó ser muy inteligente. —Oh, sí, es muy inteligente. —tiraría fichas hacia su amiga, si no era gay, tal vez terminaban enamorados. —Y vos, pensé que eras el tipo de Barbie sin cerebro y resultaste ser... una ingenua nena inmadura. Pupi se quedó petrificada observando a Ian. —¿Nena inmadura? ¿Ingenua? — Ian la observó sin culpa, es más, asintió. Pupi cerró los ojos unos segundos antes de volver a abrirlos—. Puede ser que tengas razón, pero... —Puede ser no, tengo razón y no es un insulto teniendo en cuenta que pensé que eras una bruja arpía. Pupi revoleo los ojos. —Mei. Ella es sarcástica, y como me mantengo al margen, dan por hecho que soy igual. Otro tanto por Camila, ella si es arpía, a veces. —¿A veces? Bastante seguido duro a yo. Ian estaba en la vereda opuesta a la de Camila, probablemente nunca había conocido la faceta amable de su amiga, y probablemente no tendría con que defender la actitud de Camila. Decidió no ahondar en ese terreno. —Si le preguntas a todos, ninguno me vio hacer nada, todos escucharon, o fulana le dijo.— Ian lo pensó unos segundos, y luego asintió—. Y vos, ¿Por qué tan antisocial? —Porque es un secreto a voces como tratan a los becados, de esta forma logré llegar a quinto año, ¿Por qué cambiar? Por primera vez estaban teniendo una verdadera charla. Pupi lo observó. Cuando se relajaba, y se olvidaba de su personaje hostil era realmente agradable. —Tiene sentido. Pero debió sentirse realmente solitario el colegio estos cinco años. —No voy al colegio a hacer amistades, voy a estudiar. —Te ofrecería mi amistad dentro del colegio, pero no la vas a querer. ¿Dejaste el equipo por el trabajo? Se apuró a hacer la pregunta antes que su suerte se termine. —Sí. Y ya sé que pregunta se viene, no dije nada porque cuanto menos sepan de mí, menos armas tienen para atacarme. Sonaba lógico, bastante lógico. —¿Por qué vivís solo? —Ya es tarde y mañana debemos madrugar. —miró hacia el reloj que había colgado en la cocina. Iban a ser las doce de la noche—. Nunca te agradecí por los desayunos que me dejaste preparados. Gracias a eso logré llegar a tiempo. Se sorprendió por la repentina ola de agradecimientos, pero le sonrió con honestidad. Tal vez, ahora que comenzaban a conocerse las cosas irían un poco mejor. —De nada. No insistió sobre el motivo por el cual había decidido vivir solo. Había conseguido bastante información personal. No era malo. Era la máscara que usaba para no ser herido, y podía respetar eso. Sabía que tan hirientes podían ser sus compañeros, y como él dijo, hasta ahora le había servido. El llegar a quinto año siendo becado lo transformaba en una leyenda dentro del colegio. —Podemos limpiar esto mañana, ya es tarde. Que descanses. —Le dijo antes de encerrarse en su habitación. —Igualmente. —le respondió a la puerta cerrada. No le hizo caso, limpió todo lo que habían utilizado para comer. Habían logrado conversar, sin gruñir. Observó hacia la puerta de Ian. Tal vez las cosas, realmente, comenzarían a cambiar a partir de hoy. Pero pecó de ingenua. Una simple charla no alteró su comportamiento. Ian seguía siendo el mismo idiota de siempre. Se encontraba sentada en el patio con Mei. Había pedido una hora de la tarde para reunir al comité de Eventos para organizar todo para la kermese que se llevaría a cabo a mitad de año, antes de las vacaciones de invierno, y como el día estaba hermoso, decidió hacerla en el patio, en lugarde ocupar el salón de arte. El resto de las chicas ya se habían retirado y solo quedaban ellas dos. Estaba terminando de anotar todo lo conversado en el cuaderno que debía presentar en dirección. —¿Cómo va la convivencia? —preguntó Mei. —Horrible. —respondió sin quitar los ojos del cuaderno. —Pensé que cambiaría su actitud pero sigue siendo frio e hiriente. —Hablando de Roma. Elevó los ojos y lo vio ingresando al colegio. —¿Recién llega? —Eso parece. Raro. Mei la observó buscando una respuesta. —No habla conmigo, no tengo idea que hace fuera del colegio. Sé que trabaja pero no tengo idea donde y de qué. Ian las vio pero las ignoró por completo. Esta mañana había salido antes que ella, ¿cómo es que recién ingresaba al colegio? —Se supone que sos la persona que me debería pasar información. —No sé de dónde sacaste esa loca idea. No habla conmigo. Vivimos en el mismo lugar pero no vivimos juntos. Tenemos la misma comunicación que acabas de ver. —Capaz le gustas. —Pupi comenzó a reír. —No te rías, el hombre se vuelve idiota cuando está en presencia de la chica que le gusta, empieza a actuar como tonto. —Ian me detesta. No hay forma que se sienta atraído por mí. Vamos, tengo que llevar esto a dirección. Se pusieron de pie. —¿Y vos? ¿Te sentís atraída por él? —¿Te volviste loca? El tipo es un asco. Nunca pensé que sería capaz de odiar a alguien hasta que lo conocí. Me quejaba que Joaquín me trataba como una nena de tres años, él me trata como si no tuviese la capacidad de razonar. —Bueno, era una simple pregunta. —Voy a tener que presentar esto en dirección pero hay cosas que debo arreglar. ¿Crees que me dejen llevarlo a casa? Cambio el tema rápidamente. —Supongo que sí. Sandy se lo llevaba, creo. Tal vez si intentas seducirlo, él cambie la actitud, digo, si se siente atraído por vos. —No voy a hacer eso. No me interesa que se sienta atraído por mí, si ese es el camino para que deje de molestarme, prefiero que siga con su actitud de mierda que jugar con él. Tomaron el pasillo que los llevaría hacia la dirección y se toparon con Ian. ¿Había escuchado? La observó unos segundos, muy detenidamente, y ella se aferró al cuaderno, la mirada de Ian la puso nerviosa, la hizo sentir insegura. Rompió el contacto visual y siguió camiando. El plan era actuar como si no se conocieran, ¿No? —¿Escuchó? —preguntó Mei. —No lo sé. Miró hacia atrás pero Ian ya no estaba. —Toda esa actitud de chico malo, ¿de verdad no te resulta sexy? Porque yo lo encuentro condenadamente sexy. —No, no la encuentro sexy. Tal vez porque soy la víctima, y vos sos una espectadora. —Buen punto. Dejaron todo en dirección y se fueron a clase. Las tardes se habían transformado en su momento favorito del día. Ian no estaba y tenía el departamento para ella sola. Pero hoy no lo había podido disfrutar, había estado ocupada con el presupuesto de la kermese que no se dio cuenta del horario hasta que Ian ingresó. —Hola. —saludó. ¿La había saludado? Lo observó sorprendida, esto era nuevo. —Hola. ¿Cómo estuvo el trabajo? La miró con una extraña expresión en el rostro. —Bien, supongo. Normal. —Me alegro. —y volvió a concentrarse en el cuaderno. —¿Tu...? Emm... —balbuceó antes de meterse en el baño. Miro en dirección a la puerta cerrada. Eso fue raro. Se encogió de hombros y siguió sumando y restando. Odiaba hacer esto y si se desconcentraba debería volver a empezar. ¿Cómo es que había quedado a cargo de algo así con las notas que tenía en matemática? Nadie en su sano juicio la pondría a cargo de un presupuesto. —Eso no se resta. Deberías sumarlo. Se sobresaltó al escuchar la voz de Ian tan cerca. Lo tenía prácticamente apoyado en su hombro. Movió la silla para aumentar la distancia entre ambos. —¿Qué? —Eso, de ahí. —señaló hacia la hoja. —Se suma al presupuesto de gastos, no se resta. Te está generando gastos, por eso se suma. Volvió a mirar la hoja. Tenía razón, ya estaba mareada. Lo restaba de la plata disponible, por eso debía sumarlo a gastos, no restarlo. Corrigió y los números finalmente le cerraron. Lo miró con una enorme sonrisa. —Gracias. Finalmente se dio cuenta que solo llevaba una toalla a la cintura. Y el pelo mojado caía despeinado. Un extraño calor le invadió el cuerpo. —De nada. Así que estás a cargo del comité de eventos. —Sí, organizamos una kermese para mitad de año. Generalmente era mi mamá la que hacía estas cosas, ella encontraba divertido todo esto. Extrañaba a su mamá. Ella habría sacado el presupuesto de forma inmediata y en treinta minutos habría tenido el evento organizado de punta a punta. —¿Vos no? —le dio la espalda y fue hasta la heladera y tomo una botella de agua. Volvió a mirarla. —¿Queres? Esto era raro. Muy, muy, muy raro. ¿Era una trampa? —Puedo servirme sola. —se puso de pie. —Te estoy ofreciendo. ¿Queres o no? —asintió. — Entonces, ¿no disfrutas de eso? Lo miró confundida. ¿Por qué el repentino cambio de actitud? —¿Paso algo? —¿Qué queres decir? —Le alcanzó un vaso con agua. —Gracias. Este cambio de actitud. No estas gruñendo o insultándome. Se encogió de hombros. —¿Preferís que te insulte? No quería admitirlo, pero sabía reaccionar ante el insulto, a un Ian amable y conversador, no tenía idea cómo comportarse. "Normal." La voz de Mei sonó en su cabeza. "Si el chico se comporta como una persona normal, responde de forma normal." —En realidad no me gusta estar en el comité de Eventos, Sandy me propuso cuando se tuvo que ir del colegio, y todas estuvieron de acuerdo y no tuve el corazón para negarme. —miró el cuaderno sobre la mesa. —Me cuesta decir que no, a veces. Por eso, era mi mamá quien se encargaba, ella lo disfruta mucho. —Los extrañas. —no fue una pregunta. —Sí, los extraño. Aunque me llaman cada día, extraño no tenerlos acá. Era la primera vez que admitía, desde que todo esto empezó, que extrañaba a sus padres. Había guardado esa angustia para sí misma, no quería preocuparlos a ellos, porque se volverían en el primer vuelo, y tampoco quería ser una carga para Mei, que estaba con todo el tema de su madre. —Un año pasa rápido. Buena suerte con el evento. Enjuagó el vaso que había utilizado y se metió en su habitación. —Gracias. —susurró a nadie. ¿Qué era esa extraña sensación en su pecho? *** Administrar su propio dinero había resultado sencillo las primeras dos semanas. Pero llegando a fin de mes se dio cuenta que lo había hecho mal. El dinero que le enviaba su papá estaría disponible mañana, pero hoy no tenía ni diez centavos para comer. Seguía haciendo cuentas para descubrir en que se le había ido el dinero. —Buenos días. —la saludó Ian cuando salió del baño. Levantó la mano, pero siguió concentrada en el papel. Sintió algo mojado en su mejilla, y levantó la vista para encontrarse a Ian sobre su cabeza, con el pelo mojado mirando el papel. —¡No mires!—Cubrió el papel con sus brazos. —¿Mala administración? —Ahí tenes tu café. No molestes. Ian sacudió la cabeza y más gotas cayeron sobre ella. Lo empujó. En algún momento de la semana pasada la relación entre ambos se había vuelto un poco más cercana. Aún se ignoraban en el colegio, pero en el departamento mantenían un trato cordial. Casi amigable. —Gracias. Vivir solo no es tan fácil después de todo, ¿No? —Gaste mucha plata en los almuerzos del colegio, y... —Saliste a merendar con tus amigas tres de los cinco días de la semana pasada, creo haber visto bolsas de compras en la basura también. No quería admitirlo pero tenía razón. —Pensé que papá me había dado suficiente plata como para... —Mantener tu estilo de vida. Hay cosas que vas a tener que cambiar, o conseguir un trabajo. Ian se metió en su habitación y salió a los cinco minutos con el uniforme del colegio. —¿Te vas a quedar haciendo cuentas o vas a ir al colegio? Ian tomó un pan tostado con mermelada de durazno y queso crema que había preparado para ella y se fue. —Ese pan era mío. — gritó mientras corría a su habitación, tomó la mochila y salió rumbo al colegio. Para la hora del almuerzo se dio cuenta que no tenía plata. Y se moría de hambre. Se sentó en una de las mesas del comedor. Podía pedirle a Mei, o decirle a la chica que le pagaba mañana. Pero cualquiera de las dos opciones significaba admitir que había fracasado en la administración del dinero. —¿Qué haces acá? —Mei se le unió a la mesa. —Te estamos esperando en el patio. —Decido que comer. —mintió. Mei la miró con sospecha. —El menú dos tiene pizza. Maldito menú dos. Ya sabía que tenía pizza. De todos los días, justo hoy habían elegido pizza para el menú. Tenía la billetera en cero. Iba a tener que recurrir a su amiga. Respiró hondo... Y una bandeja con una pizza individual sabor napolitana y una porción de fugazetta se deslizó sobre la mesa. Sorprendida miró hacia los costados buscando al dueño de semejante acto de bondad y lo vio. Ian saliendo del comedor con un pebete en la mano. —¿Te acaba de comprar el almuerzo? Con una sonrisa mordió una porción. —Eso parece. —¿Pasó algo entre ustedes que yo no sepa? —No, es solo que... —Ok, debía admitirlo de todas formas. Bajó la cabeza.— Administre mal la plata. No tengo un solo peso hasta mañana y él lo sabe. Mei le golpeó la nuca. —¿Y no pensabas decirme? Se supone que soy tu mejor amiga. —Eso dolió. —Era la idea. La próxima vez, más vale que me digas o no te hablo más. Confías más en él ahora que en mí. Wow no pensó que se enojaría tanto. —Ok. Perdón. No quería admitirlo. Él lo sabe porque me vio haciendo cuentas esta mañana. —Tonta. Si las cosas no resultan cómo crees, está bien que recurras a mí. Tus papás no están pero no estás sola. —Lo sé. Perdón y gracias. Ian le había comprado el almuerzo con una porción extra de pizza. A pesar que él seguía comiendo un sándwich de jamón y queso. Le devolvería la plata en cuanto le depositaran su mensualidad. Al día siguiente, pasó por el cajero automático antes de irse a casa, aprovechó para retirar el dinero del alquiler, y le debía dinero a Mei del almuerzo de hoy. Pagó la tarjeta de crédito desde el cajero y su celular. Observó el monto disponible. Esa cantidad debía durarle todo el mes. Lo haría mejor está vez, se prometió. Cuando ingresó al departamento se llevó un susto de muerte al ver a Ian recostado en el sillón. No estaba acostumbrada a verlo durante la tarde. —¿Qué haces acá? —¿Siempre tardas tanto en caminar desde el colegio? Salimos a la misma hora y llegue hace 10 minutos. —Me gusta pasear, me desvíe unas cuadras. ¿Qué haces acá? ¿No trabajas? Dejo caer la mochila y se tiró en el sillón individual. —Me pedí el día, tenemos que ir a pagar el alquiler. —¿Tenemos? —Sí, tenemos. Si algún día no puedo ir, es necesario que sepas el camino. Y como comprobaste, no podes darte el lujo de gastar en un taxi, vas a tener que aprender a viajar en colectivo. Vamos. Se puso de pie y se le quedó mirando. Pupi también lo observó detenidamente. —Gracias por el almuerzo, — Buscó la billetera y le extendió el dinero. Ian lo tomó sin decir nada. Luego buscó el dinero del alquiler y también se lo extendió. —Vas a venir conmigo. —Sí, pero me da miedo ir con tanta plata encima. Por eso mi papá me hizo una tarjeta de débito. Ian suspiró y revoleó los ojos. —Vamos a ir juntos, si te roban a vos me roban a mí. —Bueno, no hay problema que lo lleves vos, entonces. Es lo mismo. —dejó el dinero en la mesita. — Dame cinco minutos que me saco el uniforme. En tiempo récord se colocó un jean, una remera, una campera GAP, y las zapatillas de lona. En 10 minutos estaban esperando el colectivo. —¿Tú Sube? —preguntó Ian cuando el colectivo apareció a lo lejos. —¿Qué? ¿Qué Sube? ¿Qué? La miró como si fuese un extraterrestre. Incluso se sintió sucia. —La tarjeta para pagar el boleto del colectivo. —¡Ah! No tengo. ¡Mierda! No tengo. ¿Qué hacemos? —Yo te pago, pero me debes un boleto. Dos, porque voy a tener que pagar el de vuelta también. Asintió. Y le dio las gracias. El viaje en colectivo no resultó tan malo. Lo tomaban en la esquina del departamento y los dejaba a dos cuadras de la casa de Lidia. Mientras viajaban Ian le explicó detalladamente que ramal y donde debían bajarse, incluso le dio puntos de referencia para que no se pierda. Descubrió que le gustaba este Ian poco hostil. Era fácil hablar con él cuando no estaba a la defensiva, y se tomaba el tiempo de explicarle las cosas en lugar de tratarla como idiota. Lidia los esperaba. Al parecer Ian la había llamado para avisarle, y los convido con torta fritas recién hechas y mate. Les preguntó cómo iba el colegio y la convivencia. Era muy tranquila y amena, y se notaba que se sentía sola. Ian se deshizo de todo su manto idiota y fue realmente dulce con la señora. Se quedaron charlando cerca de una hora hasta que ella los echó diciendo que estaba atardeciendo. —Me cae bien Lidia. —Dijo Pupi ya en el colectivo de vuelta. —Sí, es una buena señora. Ian se masajeaba la sien. Lo había visto hacer eso varias veces hoy, incluso en el colegio. —¿Te duele la cabeza? —Sí, un poco. Es cansancio. Se me va a pasar cuando logre dormir. —Ok. No le hablo más, quería dejarlo descansar. Lo próximo que supo fue que alguien la sacudía. Cuando abrió los ojos se dio cuenta que se había quedado dormida sobre el hombro de Ian. —Ya bajamos. Vamos. —Perdón, me quedé dormida. —Creo que me babeaste el hombro. —Bromeo cuando ya caminaban hacia el edificio. —Eso es mentira. —Ingresaron al hall —No podes hacer esa broma es de mal... Ian se había detenido y se sujetaba la cabeza con ambas manos. Intentó decir algo, pero sólo fueron balbuceos sin sentido. Y cayó al suelo totalmente inconciente.
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