Capitulo 08

2770 Words
—Tuvo un desmayo por agotamiento. Además, tiene deshidratación y anemia. —Le informó la enfermera. Pupi observó a Ian, que aún dormía—. Vamos a tener que hablar con sus padres. —No conozco a sus padres.—no conocía nada de Ian. —¿Sos la novia? —¡No! No. —No podía decir que vivían juntos, ¿O sí?— Soy compañera del colegio, estaba conmigo cuando se desmayó. — Optó por no decirlo. —Bien, vamos a esperar que el suero se termine, y se puede ir a casa. —Gracias. —Es necesario que empiece a alimentarse mejor. —Se lo diré, gracias. La enfermera los observó unos segundos más y se retiró de la habitación. Pupi ocupó la silla al lado de la cama y lo observó dormir. Se estaba alimentando mal. No almorzaba bien en el colegio, y muy pocas veces lo había visto cenar. Cuando llegaba del trabajo, generalmente, se iba a dormir directamente. Se había pegado un susto de muerte, pensó que había tenido un ACV, recordaba la clase de primeros auxilios, donde habían remarcado que las personas que sufrían un ACV podían perder el habla durante un episodio. No eran amigos ni familia, pero vivían juntos, era necesario que se cuiden entre ellos durante el tiempo que durara todo esto. —¿Qué pasó? —preguntó Ian con la voz rasposa. —¿Dónde...? —comenzó a toser. —¡Gracias a Dios! —se puso de pie. —Te desmayaste, estamos en el hospital. —sirvió agua en un vaso y se lo alcanzó. —Gracias. —Dijo después de beber. —Estás deshidratado, y con anemia por alimentarte mal. A partir de mañana... —Fue sólo un desmayo. Es tarde y no deberías... —Nada de fue sólo un desmayo, dijeron que una vez que despertaras te darían el alta, espera que voy a buscar al doctor. Salió de la habitación prácticamente corriendo para no darle tiempo de rebatir nada. El doctor apareció inmediatamente y volvió a revisarlo. Indicó que le dieran el alta cuando termine el suero y volvió a repetirle que se alimente bien. Ian no hizo ningún comentario, sólo se limitó a escuchar las indicaciones del médico y asentía de vez en cuando. Si él no hacía nada, ella lo haría. Encontraría el modo. —Dije que no te podías dar el lujo de un taxi. La retó por quinta vez ya ingresando al edificio. —Te desmayaste de cansancio, no me iba a arriesgar a que te desmayes de nuevo sólo por no gastar en un taxi. A partir de mañana vas a empezar a comer mejor, por lo menos en el almuerzo. —No me puedo dar el lujo de gastar todos los días en el menú del comedor. Sabía eso, y le generaba un sentimiento de enojo e impotencia inmenso. Era ilógico que el colegio tenga precios tan altos en algo tan básico como la comida. Eran chicos en crecimiento y la buena alimentación era necesaria. ¿No estaba incluido eso en la beca? Pero para ayudarlo él se tenía que dejar ayudar, y era demasiado terco. —Sé que no queres ser mi amigo, ni que nos vean juntos en el colegio, pero a partir de mañana... —No necesito nada. Puedo cuidarme solo. —No veo que estés haciendo un buen trabajo. —No necesito tu ayuda. Fue tan determinante que dejó a Pupi sin palabras. No se podía ayudar a alguien que no quería ser ayudado. Se sintió una idiota al pensar que la relación entre ellos había mejorado un poco. Y éste rechazó tan directo, cuando ella sólo trataba de ayudar, le dolió. Ian se encerró en su habitación sin decir una sola palabra. Ni gracias. Y lo mismo sucedió los días que siguieron. Era igual que los primeros días de convivencia. Ian volvió a colocar una pared entre ellos, pero esta vez esa pared le dolía y no entendía por qué. Tal vez porque la cercanía había logrado que la convivencia no sea tan difícil. —¿No tenes hambre? —Le preguntó Camila. Llevaba 15 minutos mirando su bandeja de comida. ¿Qué comió Ian? ¿Sólo un sándwich? —¿No creen que el precio del menú es un poco alto? Su bandeja tenía una hamburguesa, ensalada de lechuga y tomate, y un alfajor como postre. —Creo que está bien.— dijo Joaquín. Él había pedido el otro menú, que contenía una porción de pastas y el mismo alfajor. —A mí me resulta un poco caro. —Podemos ir a tu pizzería favorita cuando no te guste el menú. —sugirió Joaco. No era a lo que se refería. Pero no intentó discutir al respecto. Sería inútil. Mei la observaba con curiosidad. —Me voy al aula. Tomó la bandeja que apenas había tocado para dejarla en el comedor de camino. —Pupi. —la llamó Hernán. Se volteó para enfrentarlo. —Si no vas a comer eso... —le extendió la bandeja. —Ok, era una prueba. En tu vida serías capaz de ceder una bandeja con hamburguesa. ¿Qué está pasando? —No tengo hambre. ¿La queres? Hernán la miro directamente a los ojos. Se mantuvieron así cerca de un minuto. Sabía que estaba intentando adivinar, pero nunca se imaginaria por donde iba el asunto. O eso esperaba. —No. No la quiero. —dijo finalmente. —Hoy entrenamos, no puedo. No lo dijo en vos alta, pero lo vio en sus ojos castaños, estaba preocupado por ella, pero no era ella por quien debía preocuparse. Obviamente, Hernán nunca se preocuparía por Ian. Lo odiaba. Como Ian la odiaba a ella. Comenzó a caminar hacia el comedor nuevamente para dejar la bandeja con la comida. —¿Qué pasó? —Mei se le unió. Observó hacia los costados buscando algún oído chusma. Después de cerciorarse de que era seguro hablar dijo: —Se desmayó, me asusté mucho. Come un sándwich de mierda cada mediodía, y después se va a trabajar, porque no puede darse el lujo de comprar el menú del día. Y quiero ayudar y no sé cómo. Él tampoco me deja. —¿Te gusta? —No, me preocupa. Una cosa nada tiene que ver con la otra. Entraron al comedor y ambas dejaron la bandeja en el sector correspondiente. —Mira Pupi. —Mei le señaló con el mentón hacia una pareja que estaba comiendo en una mesa. —Son de primero, podes sugerirle que se prepare su propia comida. La mayoría de los becados hacen eso. Él no tenía tiempo de hacer eso. Llegaba tarde y cansado, podría hacerlo si tuviese la tarde libre... Miró a Mei. —Necesito que me acompañes a un lugar cuando salgamos. Tenía una idea, y lo iba a obligar a aceptarla. —Dale. A la salida del colegio se fue con Mei a recorrer la Avenida Cabildo. Compró varios tápers, y los ingredientes para cocinar esa noche. Mei elevó las bolsas con los alimentos. —O sea, déjame ver si entendí bien el plan, como él no tiene tiempo de cocinar, ¿vas a hacerlo vos? ¿Estás segura que no te gusta? —Lo haría por vos también, y no me gustas de un modo romántico. —Pero soy tu amiga. Él no es tu amigo, y te quejas que te trata mal, o sea que tampoco se lo merece. Tenía razón, pero vivían juntos, y no podía ignorar el hecho. Tal vez Ian podía ignorarla, pero ella no tenía el corazón para mirar desde la distancia sin hacer nada. Y había conocido un pequeño atisbo del Ian amable, y era más fácil convivir con él, que con el señor frozen. —Voy a intentarlo, tal vez no lo acepte. Y no es sólo por él, yo también necesito ahorrar. —Yo creo que te gusta. —A vos te gusta, no soy esa clase de amiga. Y necesito ahorrar para terminar con esto. Ingresaron al hall del edificio. —No es mío. Y tampoco voy tan en serio, sólo hirió mi ego. —No hago esto porque me guste. Lo estoy ayudando como haría cualquier persona con un buen corazón. Ingresaron al ascensor. —Evidentemente no tengo buen corazón. Definitivamente no haría algo así por alguien que me trata mal. Pero él no era así siempre, ya lo había descubierto. —Por eso somos el Ying y el Yang. Obviamente vos sos la parte oscura y mala. —Soy la morocha, es el papel que me toca, rubia. —Pero te amo así. —Lo sé. Mei la ayudó a acomodar las cosas que había comprado y se fue a su casa. Haría algo sencillo. Milanesa con puré. Pero sería más alimento que ese sándwich de porquería. Y no se sentía segura de poder hacer algo más elaborado, ya eso le parecía bastante complicado. Iba a improvisar junto a los libros de cocina para principiante que había comprado. Y en el camino tendría que derribar esa nueva pared que había elevado entre los dos. Si había caído una vez, podría caer una segunda vez. Ian llegó pasadas las nueve de la noche. Llevaba puesto un jean claro, y un buzo azul marino de algodón, nunca lo había visto regresar con el uniforme del colegio. Mantenía una rutina casi exacta en su vida, y le había dado la posibilidad de usar eso a su favor, había podido prepararse mentalmente para enfrentar al señor Frozen. Sólo esperaba que su idea funcionara. —Ian. —Lo llamó desde la mesa antes que se encierre en su habitación. Ian la miró y luego la mesa. —¿Qué es esto? Había dos platos servidos. —La cena. —dijo de forma despreocupada. —Ya comí en el trabajo. No... —Mentira. Si cenaras en el trabajo no te habrías desmayado. Por favor. Festejó por dentro, ya que, el diálogo fue tal cual lo había imaginado en su cabeza. —No necesito... —Sí, ya sé, te podés cuidar solo. Ya dijiste eso, muchas veces. Ian volvió a mirar la mesa. —Eso debe estar frío ya. Se mantuvo calma, a pesar de que ese cometario le tocó varios hilos sensibles. Había cocinado para que él coma, pero elegía mantener la distancia mediante la ofensa, si caía en su juego perdía, el objetivo era que coma, no discutir con él. —Lo serví hace dos minutos, si seguís perdiendo el tiempo se va a enfriar. Pupi cortó un trozo de milanesa y se lo llevó a la boca, ignorándolo. Dándole tiempo para que lo decida. Y necesitaba comprobar el sabor. Se sentía más nerviosa por lo que había cocinado que por la respuesta de Ian, en algún punto, ya se había acostumbrado al poco tacto de él, pero la cocina era un terreno totalmente desconocido y ya tenía antecedentes espantosos. Se relajó cuando comprobó que había hecho un buen trabajo y más aún cuando Ian ocupó la otra silla. —Gracias. ¡Había ganado! —De nada. Lo notó dudoso con el primer bocado, pero el segundo fue con más confianza. —Está rico. —Gracias. —se sorprendió ante el inesperado halago. —Fue más sencillo de lo que pensé. Me gustó. —admitió. —Y no prendiste fuego la cocina, eso es bueno. Le regaló una falsa sonrisa, ¿nunca olvidaría eso? —¿Cómo estuvo el trabajo? —Fue lo primero que se le ocurrió preguntar para seguir la conversación. —Bien, normal. No sacaba la mirada del plato, y eso generaba una sensación de distancia. —¿Dónde trabajas? Esa pregunta le había perforado el cerebro desde el día uno, necesitaba una respuesta. Pareció algo dudoso de responder. No confiaba en ella como para brindar información, se dio cuenta, todavía creía que ella usaría eso en su contra. —En un negocio de informática. Debía sentirse sorprendida, pero no fue así, lo había visto leer revistas sobre el tema. —¿Te gusta? Sólo se limitó a asentir, y eso no le dio pie a preguntar más nada. Ian terminó de comer en silencio, y se encargó de lavar los platos, ese había sido un buen gesto, y se encerró en su habitación. No había podido decirle del táper, tendría que encontrar la forma de hacerlo mañana. La mañana siguiente, se levantó más temprano de lo usual, debía darle el almuerzo sin que lo rechace. Ian se despertó cerca de las siete de la mañana, no le dirigió la palabra, y ella observaba todos sus movimientos desde la mesa, buscando el momento adecuado. Eligio hacerlo casual, sin darle mucha identidad, comenzó a preparar las cosas del colegio para salir, y camino con su mochila hasta la heladera, sacó su táper y lo guardó y miró el de Ian. —Preparé un táper para el almuerzo.—dijo desde la heladera, extendiendo sobre el desayunador el que había preparado para él. Ian levantó la vista del libro escolar que estaba leyendo y miró el recipiente. —Pero... —Para los dos,—se apresuró a agregar, — no puedo gastar en el menú, si preparo el mío puedo preparar el tuyo. No lo hago por vos, lo hago por mí. Pudo ver la contradicción en sus ojos, pero finalmente asintió. ¡Sí! Había ganado está batalla. Pero no daría muestras de ello. Era orgulloso, no iba a permitir que ella lo cuidara sólo porque se había desmayado, siempre y cuando lo haga ver como algo que hizo para ella, él lo aceptaría. Estaba dispuesta a jugar ese juego. Había estado tan centrada en que Ian aceptara comer que se había olvidado por completo de sus amigos. Joaquín y Camila la observaban esperando una explicación. Llevar comida era de «becados», pero decidió ignorarlos y comenzó a comer en silencio. —¿Ahora sos becada y no me entere? —preguntó Hernán cuando se unió a la ronda, con su bandeja. —Esta rara últimamente. —comentó Joaquín. —Sí. —estuvo de acuerdo Camila. —¿Por qué el táper? —¿Qué es eso? —Preguntó Mei. —¿Milanesa? Déjame probar. —Le quitó el táper y corto un trozo para ella. —Está muy buena. Ahora, esta comida —observó su bandeja. —No se ve tan buena como hace un minuto atrás. —Yo también quiero probar. —Le pasó un trozo a Hernán. Quien saboreo la comida como si fuese el jurado de un concurso de cocina. Hizo lo mismo con el puré. —¿Lo hiciste vos? —asintió. —Absolutamente increíble. ¿Desde cuándo cocinas? —Es que...—mierda no había pensado en una coartada para sus amigos.—Es más sano. —¿Desde cuándo Pupi se preocupa por la comida? —Cuestiono Joaquín. —Es raro traer eso —Camila señaló el táper. — al colegio, solo los becados lo hacen. Si nos empezamos a comportar como becados entonces que les queda a ellos. —No seas arrogante. —La cortó Mei. —¿Camila no siendo arrogante? —Hernán lanzó una carcajada y recibió una mirada fea de su novia. —No me mires así. Sos arrogante. Creo que la idea de Pupi es buena, y no es de pobres comer sano, es más, los pobres no pueden comer sano. —Y lo dice el hijo de un político. —se burló Mei. —Por eso, porque mi papá es político sé que es imposible. Hablando de mi papá, va a venir a la kermese. Ya está en campaña. —Revoleó los ojos y siguió comiendo. —Así que seguramente también van a venir los medios. —dijo con la boca llena. —Gracias por sacarme presión, Hernán. —Cuando quieras. —y le guiñó un ojo. Con el pasar de los días ya no llamó tanto la atención que llevara su propia comida, una que otra persona pasaba observando hacia la mesa, pero nadie diría nada frente a su grupo. La única que se seguía sintiendo incómoda era Camila, pero no le importaba. E Ian estaba comiendo, el plan funcionaba de maravilla y estaba orgullosa de eso. En el proceso había aprendido nuevos platos, y descubrió que disfrutaba de cocinar. Y el compartir la cena cada noche había afianzado, un poco, la relación entre ambos, creía que se encontraban ya en el mismo punto antes del desmayo. Había logrado entablar alguna que otra conversación, sin embargo, había en ciertos temas que seguía manteniendo la distancia cuando ella preguntaba, pero estaba conforme con el avance que había conseguido.
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