Capitulo 06

2711 Words
Llevaban dos semana y media conviviendo con Ian, solía llegar pasada las nueve de la noche todos los días. Comenzó a tener un nuevo respeto por él. Hacía un gran esfuerzo para tener una buena educación, mantener las notas y vivir solo. Ella por otro lado, vivía de sus padres, casi no se preocupaba por las notas del colegio, estudiaba sólo lo necesario para aprobar, y muchas veces ni eso. Y después del colegio tenía la tarde libre para pasear con sus amigas o descansar. Pero su responsabilidad y madurez no lo libraba de su carácter de porquería. El chico la miraba y gruñía. Desde que todo esto comenzó, nunca lo había visto sonreír. ¿Cómo se vería sonriendo? Intentó imaginar una enorme sonrisa en ese rostro frío. No pudo. Tal vez no tenía la capacidad para sonreír. Esa mañana se había quedado dormido de nuevo, y mientras se duchaba le preparó el desayuno. No recibió ni un gracias y mucho menos un buenos días. La próxima vez lo dejaría llegar tarde. Ya no se preocuparía por él. Si era tan maduro y responsable comenzaría a despertarse más temprano. Si no era capaz de dar las gracias, no conseguiría nada más de ella. Idiota. Idiota. Idiota. —¡Ey! Tierra llamando a Guadalupe. Joaquín atrajo su atención. —Perdón, estaba pensando en algo. —¿Qué pasa? —Nada. —Estaba conviviendo con un idiota. Eso pasaba, pero no podía canalizar la furia y frustración con sus amigos. —Como decía. —Joaquín continúo hablando cuando entendió que no recibiría más información de ella. —Me cae mal. Abandonó el equipo y trató mal a Pupi la otra vez. Ah, estaban hablando de Ian, de nuevo. Al parecer era la nueva obsesión de Joaquín. Cuanto más alejado lo quería, parecía que la vida más se lo presentaba. Hasta hace una semana nunca se había mencionado el nombre de Ian en su grupo, ahora era el tema de conversación favorito de todos. Joaquín lo quería fuera del colegio, Mei lo quería en su cama, Hernán siempre parecía estar en su propio mundo y Camila odiaba a todo becado. —Es un idiota. —sentenció finalmente y recibió la mirada sorprendida de sus amigos. No era propio de ella hablar mal de otras personas. —Pero está en quinto año, me parece absurdo cuando se va a fin de año. —Pupi tiene razón. No sé porque ella lo defiende, pero déjenlo en paz. Lo necesito acá. —agregó Mei. Joaquín las miró sorprendido. —¿Por qué las dos lo defienden? ¿Qué está pasando? —Buscó una respuesta en Camila, que negó con la cabeza. —¿Por qué vos lo necesitas? —Porque me rechazó hace unas semanas y nadie me rechaza. Todos la miraron sorprendidos menos Pupi que, obviamente, ya sabía. —¿Te rechazó? ¿Es joda? —Hernán casi gritó. Mei negó con la cabeza. —¿Por qué alguien en su sano juicio te rechazaría? ¿Por qué lo buscaste? Observó a Hernán. Alto, unos pocos centímetros más bajo que Joaquín. Castaño claro, ojos almendrados, rodeados de una espesa cantidad de pestañas. Se unió al grupo por ser el mejor amigo de Joaquín, ellos se conocían de toda la vida, ya que sus familias eran amigas. Pero rápidamente se había transformado en su mejor amigo también. A diferencia de todos los demás chicos, Hernán siempre la había cuidado como un hermano mayor. Sospechaba que el foco de interés de Hernán era Mei, a pesar de que llevaba siendo el novio de Camila hace un año. —El chico no es estúpido. Obvio que la rechazó.— Todos miraron a Joaquín que parecía tener la respuesta. — Sabe que no está a la altura de Mei, no tiene sentido que acepte algo de parte de ella. Mei comenzó a reírse. —No es eso... —Estás equivocado —La cortó Pupi—, él hace un gran esfuerzo por venir a este colegio, creo que la rechazó porque no tiene tiempo para una relación, trabaja y estudia... Y se dio cuenta que metió la pata. —¿Cómo sabes eso? —Mei la miró sorprendida. —Eh... eso escuché. O algo así... no sé... Hernán la observó unos segundos, le sonrió y luego desvió la mirada hacia Mei. —Sí, trabaja y estudia. Estuve haciendo investigación para ver si había algo que pudiese usar. Una de las chicas de quinto, Sabrina, me dijo que creen que ya no vive con su familia, y su preceptora me contó que se emancipó de su papá, y que la mamá falleció cuando tenía 10 años. —¿Emancipar? ¿Qué es eso? —preguntó Camila. —Se divorció del padre. Para la ley es mayor de edad, depende de sí mismo. Esa era información que no sabía. Dependía de sí mismo. Por eso vivía sólo. ¿Qué había pasado para que decida eso? Su mamá había fallecido, ¿y su papá? —Mei le tiene ganas por alguna extraña razón, y vos Pupi, ¿Por qué lo defendes? —Quiso saber Joaquín— ¿También te gusta? —¡No! —justamente todo lo contrario, pero se escuchó bastante alterada, tomó aire. —No. Creo que hace un gran esfuerzo para venir a este colegio y mantener las notas, no veo sentido hacerle perder tiempo con cosas infantiles, es un idiota, es cierto, pero ya termina. —Sos adorable. —Joaquín le apretó la mejilla. Se alejó con un movimiento brusco. Eso era exactamente por lo que Joaquín no terminaba de gustarle. La trataba en ocasiones como a una niña pequeña. Como si lo que dijese fuese tonto. Ya tenía a su insultador personal esperándola en casa, no necesitaba a alguien más tratándola de tonta. —No me trates así. No soy tonta. Joaquín pareció sorprendido. —Nunca dije... —Hay cosas que tengo que aprender, ya lo sé, pero eso no me convierte en una tonta... —se dio cuenta que estaba elevando la voz y que lo que estaba diciendo no iba dirigido a su amigo. Era para Ian. —Perdón. Me voy al aula. Tomó su bandeja y se fue. El trato que estaba recibiendo de Ian la estaba alterando. Le había gritado a uno de sus amigos. Tendría que empezar a separar el asunto o se delataría delante de todos. A los segundos Mei apareció a su lado. —¿Puedo ir a tu casa hoy? La miró. Ian no llegaba hasta pasada las nueve de la noche. Para esa hora Mei ya no estaría. Siempre y cuando la mantuviese alejada de la habitación de Ian no había problema. Y necesitaba una tarde con su mejor amiga. —Dale. Quiero comprar unos libros de cocina antes, ¿Me acompañas? —¿Libros de cocina? Eso es nuevo. —Me estoy alimentando a comida chatarra, necesito aprender a cocinar algo. Y no quemar el departamento en el intento. Había pensado en la posibilidad de comprar esos libros toda la semana, Mei podría ayudar. —Es una cita. Le asintió. Mei encontraba divertido el verla en una librería. Se burló de ella varias veces. Últimamente, al parecer, era el chiste fácil de todos. La diferencia es que Mei se divertía con ella, no de ella. Era un plan diferente a lo normal y se encontró disfrutando del día. Chequearon un gran número de libros, volvieron loco al chico que las atendió, pero en su afán de querer conseguir el celular de Meí, permaneció con ellas. Para las cinco de la tarde habían elegido tres libros con recetas sencillas, y estaban de camino al supermercado. Para las siete de la tarde ya estaban en el departamento. Preparó un té para Mei y mate para ella. —Me gusta como estas decorando el lugar. No había hecho mucho por miedo a incomodar a Ian, a pesar de su mala actitud. Se preguntó si era justo, dado que no recibía el mismo trato. —Gracias. Y gracias por acompañarme. Se dejó caer en el sillón, a lado de Mei. Estaba muy cansada. —La pase bien, fue un día diferente. —Yo también. —concordó con su amiga. Cebó un mate, lo tomó. Y se quedó paralizada cuando Ian salió de su habitación llevando sólo un pantalón pijama a cuadros color rojo, y todo despeinado como si hubiese estado durmiendo. Ian se frenó de golpe cuando notó a Mei y luego clavó esos fríos ojos grises en ella. ¡Mierda! ¿Qué hacía acá? —¿Ian? —preguntó con asombró Mei. Él no la miró, estaba muy ocupado asesinando a Pupi con la mirada, que estaba petrificada. —Dije nada de amigas — rugió. Y Pupi se achicó en el sillón. —Pen... pensé que estabas en el trabajo. —No es excusa. — gritó. —Nadie se puede enterar. —Es mi mejor amiga. —Tus amigos me quieren fuera del colegio y les acabas de dar la excusa perfecta. ¿Las acababa de llamar chusmas? Eso la enojó en muchos niveles. Se puso de pie y le miró con toda la irritación que sentía. Podía ser un idiota con ella, pero no le iba a permitir que lo sea con Mei. —Ella no es así. Deja de prejuzgar a la gente. No la conoces. —se acercó y le golpeó el pecho con el dedo índice. Ian parecía desconcertado por la reacción de Pupi —Te crees mejor que los demás y me llamas egocéntrica, que no veo más allá de mi propia nariz, y el que no ve más allá sos vos. Todo el tiempo victimizandote. Yo trabajo, no me mantienen. Todos me odian. —intentó imitar el tono de Ian. —Sos un idiota, por eso la gente te odia. Pupi se dio cuenta que estaba gritando. Tomó aire para tranquilizarse. Ian permaneció en silencio observandola detenidamente, estaba claro que no esperaba ese tipo de reacción. Dio dos pasos hacia atrás y dio media vuelta en dirección a su habitación. —La quiero fuera, ¡ya! —gritó antes de encerrarse con un portazo. —No se va a ningún lado. Es mi departamento también — le gritó a la puerta. — ¡Idiota! —Supongo que hay una explicación coherente para esto, ¿no? Miró a su amiga que seguía sentada en el sillón tomando su té. Así era Mei, las cosas que a muchos alteraría, en ella no tenían ningún efecto. Por eso era buena en las crisis. —La hay. Dame un minuto. —caminó hasta la puerta de Ian y la golpeó con fuerza — ¡Vas a salir de ahí y le vas a pedir disculpas a Mei! —No las necesito. —Miró a su amiga de forma significativa — O sí. — cambió de opinión rápidamente. —¿Escuchaste? Cuando termines de lamerte las heridas, vas a salir de ahí y le vas a pedir disculpas por prejuzgarla. —Creo que me interesa más el por qué está en esa habitación que sus disculpas. Pupi suspiró y fue hasta el sillón. Le contó todo a su amiga. Se sentía tan bien poder compartirlo con alguien. Mei la escuchó en absoluto silencio. Cuando terminó de contar todo, Ian salió de su habitación rumbo al cuarto de baño. —¡Ey! Señor antisocial. —lo llamó Mei antes de que entrara. Ian se frenó y la miró. —No necesito tus disculpas, pero tengo una pregunta, para ambos. —miró a Pupi y volvió sus ojos a Ian. — Estoy de acuerdo que nuestro colegio fanático religioso no va a saber diferenciar que se vieron forzados a esto. Y a diferencia de la creencia popular —Pupi notó el sarcasmo en esa última parte — no soy una chismosa. El secreto está a salvo conmigo, no por vos, obviamente. No voy a perder a mi hermana por una estafa. Pero se están olvidando de algo. Ian alzó una ceja como si eso fuese imposible. —¿De qué? —La inmobiliaria cometió fraude, hizo los contratos gemelos y se esfumó, pero era quien cobraría el alquiler cada principio de mes. Sin inmobiliaria... —¿Quién nos va a cobrar el alquiler? —Pupi se dio cuenta que no había pensado en eso, y por la expresión de Ian, él tampoco. Se acercó y ocupó el sillón individual. —Exacto, el dueño del departamento en algún momento se va a enterar, y ¿qué van a hacer ustedes? Mejor dicho, ¿qué vas a hacer vos? Porque Pupi no se va a quedar en la calle, me tiene a mí, pero, ¿vos? —el conflicto en esos ojos grises era palpable. — ¡Aja! Después de todo no es tan malo ser socialmente activa, ¿he? Mei sonrió victoriosa, le había dado de su propia medicina. Pupi podría disfrutar si no estuviese tan preocupada con todo este nuevo conflicto. —No había pensado en eso. —Admitió Pupi. —No tenes que pasar por todo esto. Mi casa es tu casa. Amaba a su amiga. —Lo sé, y gracias. Pero no creo que sea lo mejor mudarme a tu casa, tu mamá... —Vos sos mi familia también. —Gracias. Pero, si se puede resolver esto, prefiero quedarme acá, y ahorrar para un nuevo departamento. La idea de Mei era tentadora, teniendo en cuenta la constante hostilidad de Ian. Pero la mamá de Mei necesitaba tranquilidad, y no tenía idea como su llegada podría afectarla y no era capaz de generar un problema así a su amiga. —Bueno, —Mei se vio decepcionada. —lo primero es buscar al dueño. Que se entere por ustedes, así pueden explicarle todo. En el contrato deben estar los datos. Ian se levantó y fue a su habitación. —Sin remera esta diez veces mejor — le susurró Mei. — Querías guardar todo eso para vos sola, egoísta. Pupi golpeó el brazo de su amiga. —No lo veo de esa forma. Conviví diez minutos con él y se vuelve insoportable. Ian apareció con su copia del contrato. —Pupi, tu compu. Pupi salió corriendo hacia su habitación. —Perdón por lo que dije. —lo escuchó decir a Ian. Era la primera vez que lo escuchaba disculparse por su actitud y Mei le respondió algo que no llegó a escuchar. Tal vez... Volvió al living con la computadora. —¿El contrato de Pupi es igual? —preguntó mientras lo miraba. —Sí. —respondieron juntos. Cuando terminó de leer comenzó a tipear en la computadora. Observó cómo Ian miraba a Mei, y supo de forma inmediata que su opinión en relación a ella había cambiado. Por otro lado, ella seguía siendo la nena mimada y tonta con la que convivía, y se sintió decepcionada por eso. —¿Cómo es que sabes todo esto? —preguntó Ian. —Leo. —respondió tranquilamente sin sacar los ojos de la pantalla. —Bueno, la señora vive en Martinez, tengo su teléfono. —ambos la miraron sorprendidos —. Internet, ya no existe tal cosa como información privada. —Yo la llamo. —Pupi tomó su celular pero Mei se lo quitó. —Te conozco. Tu honestidad s*****a te va a hacer vomitar toda la historia por teléfono. Necesitan ir personalmente. Pupi no sabía si sentirse insultada o elogiada. Mei pactó una visita a la casa de la señora en 30 minutos . —¿Cómo vamos a llegar desde Belgrano a Martínez en 30 minutos? —quiso saber Ian. —En taxi—. Mei lo miró de arriba abajo—. ¿Vas a ir así? A mí no me molesta, pero dudo que des una buena impresión. —Un taxi nos va a salir una fortuna. —Tranquilo, ahora vas a ver el lado positivo de andar con las no becadas. —Le guiñó un ojo—. Cambiate. Y reza que la dueña entienda la situación, porque de otra forma vas a terminar viviendo en la calle. Ian le dedicó una mirada que no llegó a comprender. ¿Miedo? El señor frozen tenía miedo y no podía disfrutarlo, porque si él tenía miedo, ella debería estar igual de preocupada.
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