Capitulo 03

3142 Words
Llevaban cerca de una hora tiradas en la cama sin decir ni una sola palabra. Mei había ofrecido su casa, sabía que lo haría, pero tuvo que rechazar su oferta. No quería irse a México, pero entendía que la mamá de Mei no estaba en condiciones de cuidar de ella. —Podrías escapar. —Susurró. Se incorporó en la cama y la miró. —Sé que es una idea infantil y tonta, pero es lo único que se me ocurre. Rió por lo bajo. —No es tonta, pensé en eso también. —Es tonta porque si te escapas perderías todo por lo que estas pidiendo quedarte. —asintió. Había llegado a la misma conclusión. —¿Adónde voy a ir de todas formas? —¿Cuándo dijeron tus papás que lo resolverían? —No me dieron un tiempo, pero ya pasaron tres días y... él viaja dentro de una semana y media. —Si lo pensas detenidamente, la mayoría de nosotros vivimos prácticamente solos. Joaco y Hernán no ven a sus padres por semanas cuando están en campaña. Mi papá ni siquiera se preocupa por mi vida, y mi mamá está en su constante estado de no entender que pasa a su alrededor. Pero tus papás son más presentes. Pensé que era algo bueno, pero ahora no tanto. —Eso mismo le plantee a mi mamá en el desayuno de ayer, ustedes prácticamente viven solos todo el año. Volvieron a quedar en silencio. Las dos habían tenido las mismas ideas. —Bueno, volvamos a la rutina de mis visitas a tu casa. Podrían ser de las últimas. Se puso de pie y se dirigió hacia el vestidor. Habían tomado la costumbre de probarse la ropa de la otra, porque siempre era bueno saber que tenían como opción en el vestidor de la otra en caso de necesitarlo en una emergencia. —Si me voy a México tampoco voy a estar para que me saques la ropa. Mei sólo asomó el dedo del medio desde el vestidor. Iba a extrañar a su mejor amiga. Se habían sentado una al lado de la otra desde primer año. En el primer cruce de miradas había pasado algo extraño, sintió que la conocía de toda la vida, a pesar de que era la primera vez que se veían. Quería mucho a Camila, pero con Mei era una conexión diferente, como si hubiesen sido hermanas en otra vida, o algo así. Porque no había nada que explique la fuerte conexión, eran completamente opuestas. Donde Mei era seria, distante e irónica, Pupi era todo lo contrario. Muchos de los rumores abaurdos en torno a ellas se debía, principalmente, a la ironía con la que Mei trataba a todos, pero era, precisamente, por eso que la quería tanto. Se complementaban increíblemente bien. Eran como el Ying y el Yang. Y no porque una fuese rubia y la otra morocha, Pupi necesitaba de Mei para bajar a tierra y Mei necesitaba de Pupi para volar un rato. Salió del vestidor con el jean n***o que le había comprado su mamá la semana pasada. —Es increíble. —se observó en el espejo de cuerpo entero. —¿Viste cómo me marca el culo? ¿Habrá en otros colores? —Podemos ir a ver mañana. —Hecho. Hay algo que tengo que contarte. —Se puso nerviosa de golpe, eso era raro en ella. Así que se sentó en la cama para prestarle más atención.— El lunes me... Le dije a un chico que me gusta. —Pupi abrió bien grande los ojos—. Y me rechazó. Esto era algo absolutamente nuevo. —¿Era muy mayor? ¿Era casado? Mei río. Sus gustos por los chicos eran algo peculiares. No encontraba atractivos a los chicos de secundaria. Hasta ahora, todos con los que había salido eran mayores de 18 años. También era la razón por la que había rechazado a todos los chicos del colegio. —¡No! Me gustan maduros pero no exagero. Es un año más grande. Le dije a Ian si... —¡Stop! ¿Ian? ¿Ian... antisocial Ian? Le asintió con seguridad. —El otro día, que discutió con Joaco, fue tan sexy. Tan adulto. Así que empecé a fijarme en él. No es feo. Estoy segura que si no fuese tan antisocial sería bastante popular entre las chicas. Y si no fuese becado. Había hecho la misma apreciación. No era un chico feo, pero... era raro. Pero había otro tema que le había hecho más ruido. —¿Te rechazó? ¿Por qué? —Porque no le intereso. En realidad, fue bastante directo en eso. No le interesa salir con nadie. Pupi se quedó pensando unos segundos. —¿Será gay? Su amiga lo consideró un instante. —Puede ser... Un golpe en la puerta las interrumpió, Pupi fue a abrir. Era su mamá con una bandeja de frutas. —Wow, Mei ese jean te queda increíble. — exclamó mientras apoyaba la bandeja en la mesa de té de su habitación. —Gracias Martina. —¿Te quedas a cenar con nosotras? —¿Papá no llega hoy tampoco? —Eso ya se estaba volviendo una rutina. —No, cielo. —Puedo quedarme. Si se van a ir quiero disfrutar de ustedes el tiempo que pueda. —Sobre eso... —Ustedes son mi familia. Me duele mucho que tengan que irse y ofrecería mi casa, pero sé que no se puede convivir con el actual estado de locura de mi mamá, y no se irían tranquilos, y no obligaría nunca a Pupi tener que convivir con eso. Pero conozco a Pupi y no es una chica que haga locuras. Tiene 16 años y todavía es virgen. —¡Mercedes! —gritó Pupi. —¡Sos virgen! Y pongo las manos en el fuego por ella. Sé que, si la dejan acá, cuando vuelvan seguirá tan virgen como ahora. Además, no va a estar sola, voy a estar con ella. Pupi estaba tan avergonzada. No tenía valor para mirar a su madre, aunque ella se reía. —Aprecio tu sinceridad, Mei. Iba a hablar de esto durante la cena. Papá quería hablarlo pero no va a llegar, así que me toca hacerlo por los dos...—esto captó la atención de ambas. Su madre se sentó en la cama y le sujetó la mano. — No es fácil, hemos discutido mucho con tu papá estos días, y él sigue insistiendo que no es justo que cambies todo por él, así que... —tomó una bocanada de aire — decidimos darte la confianza para que vivas sola este año. Miró a Mei, y luego a su madre. ¿Acababa de escuchar bien? —¡OMG! ¡Gracias! —Abrazó a su madre —. ¡Gracias! —Pero hay un tema, nosotros viajamos el viernes de la semana que viene, debemos encontrarte un departamento antes de eso, queremos dejarte instalada. Porque la empresa hará unas modificaciones a la propiedad mientras no estamos y comienzan a trabajar el sábado. —Ya nos ponemos a buscar. —Mei corrió hacia la computadora que estaba sobre el escritorio. —Gracias Ma. —Habrá reglas que tendrás que cumplir para que aceptemos que vivas sola. —Lo que sea. Realmente aceptaría lo que fuese. —El departamento debe estar cerca del colegio. No quiero que estés sola en la calle de noche. Como esta experiencia se trata de madurar, se te dará una mensualidad y de ese dinero tendrás que pagar el alquiler, la comida, la tarjeta de crédito. —Como un sueldo. Su madre asintió. —Pediré al colegio que me envíen por email tus notas cada principio de mes, en cuanto detectemos una baja en tu rendimiento esta aventura se termina. Tu trabajo es ser estudiante, y esa debe ser tu principal prioridad. Asintió a su madre. —Martina — Mei captó la atención de las dos—. Recomendaría que no digan en el colegio que va a vivir sola. Los profesores son los más chusmas, la noticia va a empezar a circular y con eso los rumores. No digo que mientan, solo digan una verdad parcial, como que sólo Daniel viaja, y por eso quiere las notas en el email. —Pero... —Los chismes siempre llegan de boca de los docentes, ellos son más chismosos que nosotros. —Eso es cierto, ma. Su madre las miró confundidas. Odiaba mentir. —Espero que no nos estemos equivocando con esto. —Te prometo que no te vas a arrepentir. —Tu papá insiste que va a ser una gran experiencia, pero yo no estoy del todo convencida. No va a ser fácil, cielo. —Quiero vivir esta experiencia, no me importa si es difícil. Mei se aferró en un fuerte abrazo con Martina. —Gracias por mostrarme el verdadero amor de familia. Los voy a extrañar mucho y gracias por dejar a mi hermana del alma conmigo. Se estaban llevando a una de las partes más hermosas de mi vida. Pupi se unió al abrazo. —Gracias por confiar en mi. Martina se alejó secándose las lágrimas. —¡Tenemos que encontrar un departamento! —Mei la arrastró hacia la computadora y comenzó a escribir. Llevaban una hora buscando, pero los precios por la zona eran muy excesivos para el presupuesto que le habían dado sus padres. Y los que tenían un precio razonable no aparentaban estar en buen estado. —No le voy a decir a nadie. Vas a ser la única que lo sepa. —Me parece lo mejor. Mira éste. —Mei señaló la pantalla y Pupi se sentó más cerca para mirar—. A quince cuadras del colegio. Dos habitaciones. Una para mi. —Bromeó — Y es muy barato y en las fotos luce bastante bien. —¿Dice amueblado? Ambas se miraron. —Algo debe tener. Hay un celular. Llamá. *** ¿En que estaba pensando cuando pactó una visita al departamento un sábado a las 8AM? Por lo menos sus padres estaban con ella. No creía estar en condiciones de relacionarse con nadie, su cerebro aún estaba dormido. La señora de la inmobiliaria apareció quince minutos tarde y eso puso de mal humor a su papá, que era fanático de la puntualidad. Maldijo a la señora, no quería que nada saliera mal, o que hiciera que sus padres cambiaran de opinión, sobre todo si ella había hecho el gran esfuerzo de madrugar un sábado para no estropear el humor de su padre. El departamento era hermoso. Un living comedor muy amplio, separado por un desayunador estaba la cocina. Un cuarto de baño con bañadera, y dos habitaciones. Desde el comedor se accedía a un pequeño balcón y las dos habitaciones eran idénticas y las únicas vacías. El resto estaba todo amueblado. No —¿Por qué el precio es tan bajo? —pregunto su padre. Ella también desconfiaba de eso. —La dueña quiere alquilarlo con urgencia. Pertenecía a su hijo que falleció hace tres meses en un accidente y no puede hacerse cargo de los gastos. Por esa razón también deja los muebles. —Pobre mujer —Susurró su madre— debe estar destrozada. —Sí, por eso la urgencia por alquilarlo. —¿Cómo es el barrio? —Su padre aún desconfiaba, su feroz mirada estaba incomodando a la señora y a Pupi. —El barrio es muy tranquilo. La inmobiliaria está a dos cuadras, puedo confirmar eso. Está cerca de las avenidas y calles comerciales así que no tendrán que alejarse mucho para comprar comestibles. —¿El contrato debe hacerse por dos años? ¿Si queremos rescindir el contrato que sucede? —Sí, en caso de querer finalizarlo antes, deberán pagar una suma de dinero, así lo indica. Su padre paseó por el departamento una vez más. Lo veía en sus ojos almendras, estaba en un gran conflicto interno. El departamento era perfecto, pero si decía que sí, sería un hecho que viviría sola. Le sonrió para hacerle saber que quería esto. —Tengo varias personas interesadas. El bajo costo llamó mucho la atención. —precionó la señora. —Bien. Me gusta. —Finalmente sentenció su padre. — Lo alquilamos. Pupi quería saltar y gritar de alegría, pero no sería una actitud muy madura así que se limitó a sonreír como una tonta. Su madre, que la conocía muy bien, le acarició la espalda para hacerle saber que la entendía. Ya en el ascensor la señora dijo: —Ah, las mudanzas se realizan únicamente sábados y domingos para no complicar el uso del ascensor durante los horarios laborales de los vecinos. —Voy a estar ocupado este fin de semana, ¿Podemos traer pequeñas cosas durante la semana para que mi hija se ocupe de lo menos posible el fin de semana? —Mientras lo hagan en horarios que no moleste a los vecinos y sean cosas pequeñas supongo que no habrá problema. Su padre la miró —Mei puede ayudarte el sábado. Asintió. Mei tenía turno con la psiquiatra de la madre, pero no le diría eso. De todas formas, siguió hablando con la señora sobre dinero. —Puedo viajar el lunes —Le susurró su mamá. Las puertas del ascensor se abrieron y la señora y su padre salieron primero. —No, ma. Voy a estar bien. —Me cuesta creer que te dejemos sola por tanto tiempo. Tu papá realmente me sorprendió al tomar esta decisión. —Voy a estar bien, lo prometo. Gracias por confiar en mí. —Espero no estar cometiendo un error. Su madre la abrazó antes de bajar del ascensor. *** Finalmente, lo único que habían llevado en la semana fue el lavarropas ya que el que estaba en el departamento era algo viejo. Hoy llevaría la cama y el escritorio, y el juego de sillones blancos de su habitación, dado que el lugar estaba amueblado no hubo necesidad de llevar más nada. En lugar de hacer la mudanza al departamento durante la semana, llevaron las cosas con sus padres a un depósito, para evitar que se echen a perder con las remodelaciones, en caso de necesitar algo, sólo debía buscarlo ahí. —¿Algo más? —Preguntó Mei. Ayer se había quedado a dormir para ayudarla con el resto. —No. El camión de mudanza debe estar por llegar. —Los había citado para las 9am, faltaban 10 minutos. —Bien. No puedo quedarme mucho, a las doce tengo turno con el psiquiatra de mamá, y si yo no voy ella no va. —Lo sé, gracias por ayudarme. —Quiero verte lavar la ropa. —Bromeó. —Algo que tendré que aprender. —Suspiró pesadamente. —Y cocinar, y limpiar. Creo que vas a extrañar más a Sandra que a tus papás. Ambas comenzaron a reír. No quería admitirlo, pero ahora que era un hecho que viviría sola, comenzaba a temer por todas aquellas cosas que no sabía o conocía. Era una nueva experiencia y empezaba a ser aterradora. ¿Lograría hacerlo? ¿Cuánto tiempo le llevaría llamar llorando a sus padres para que la lleven a México? —Vas a estar bien. —La abrazó Mei, adivinando la dirección de sus pensamientos. — Cuando la cosa se ponga aterradora estoy a una llamada de distancia. Se aferró a su amiga. Había permanecido tranquila delante de su mamá, no quería demostrar lo asustada que estaba, era un alivio poder relajarse un poco y tener a su mejor amiga sosteniéndola. Haría esto, no importa lo aterrador que se viera. El camión de mudanza llegó, y entre todos lograron subir y bajar las cajas realmente rápido. Para las once de la mañana ya tenía todo en el departamento. —Pensé que tu papá te había instalado el lavarropas. Se encontraba en mitad del comedor. —No, lo trajimos el jueves a última hora con mamá, él estaba en el trabajo. Son las once, anda antes que se te haga tarde. —Pregunta al encargado si el señor puede ayudarte con eso. Su mamá le había dicho lo mismo. Le sonrió a su amiga. —No te preocupes. Anda con tu mamá. —No quiero hacerlo, pero bueno... te llamo a la noche. La acompañó hasta la calle y cuando regresó se quedó mirando su nuevo hogar. Realmente estaba pasando. Vivía sola. El chico que vivía acá no había puesto mucho esmero en decorar. Todas las paredes eran blancas, el sillón de dos cuerpos n***o, y la mesa de té del mismo color. Había una mesa para cuatro personas, pero sólo dos sillas. Le daría algo de color con los adornos en el transcurso de la semana. Ahora se ocuparía de su habitación. Su madre le dijo que la otra habitación podría destinarse para invitados o un escritorio. Todavía no había decidido eso. Observando la cantidad de cajas que decían "Ropa", probablemente terminaría siendo un vestidor. Comenzó a acomodar las cosas lentamente. Buscando el lugar perfecto para cada objeto. Para las tres de la tarde ya tenía su habitación parcialmente ordenada, aunque tenía mucha ropa aún desparramada y otro tanto en cajas. Se dejó caer en el sillón. —Tengo hambre y sueño. Sabía que la heladera estaba vacía, tendría que bajar a comprar algo. Se lavó las manos y la cara en el baño, buscó la billetera y el celular en su habitación. Tomó las llaves sobre la mesa de té. Cuando iba a abrir la puerta escuchó como alguien colocaba las llaves en la cerradura desde afuera. Dio un paso hacia atrás. ¿Alguien sabía que estaba viviendo sola? ¿La señora de la inmobiliaria le habría dicho a alguien? Tranquila. Podría ser la dueña del departamento. Pero la señora sabía que el departamento estaba alquilado, lo lógico sería que toque timbre, ¿no? Una vuelta. ¡Hay por Dios! Tomó el celular del bolsillo trasero de su pantalón. Alguien estaba intentando entrar al departamento. Sus padres eran los únicos con una copia de la llave y ya estaban en un vuelo a México. Dos vueltas. Marcó 911. Las manos le temblaban, miró hacia la pantalla y vio 912. ¡MIERDA! Intentó borrar, pero la puerta se abrió. Gritó. Comenzó a correr hacia su habitación mientras intentaba marcar de nuevo. No vio la caja en el camino, tropezó y cayó al suelo. El celular salió volando y fue directo bajo el sillón. Buscó algo que le sirva de arma. —Qué... ¿Estás bien? —dijo una voz masculina. No respondió. Tomo una de las figuras de acción de un anime y se lo lanzó a su invasor que maldijo en voz alta. Buscó un nuevo proyectil y se preparó para lanzarlo. —¿Guadalupe? —Preguntó la voz. Y entonces lo miró. —¿Ian? Esto no podía estar pasando, soltó el proyectil.
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