El niño no sabía de donde venía aquel desconcertante ruido, parecía como si muchas voces le murmuraran al oído desesperadamente palabras incomprensibles. Jorge intentó encender de nuevo la linterna pero fue en vano su esfuerzo, buscó en sus bolsillos un encendedor, sin embargo, en el momento que la llama encendió un viento muy frio la apagó. Jorge en medio del desespero guarda de nuevo la bolsa de tela negra en el baúl, solo en ese instante la linterna se vuelve a encender. A causa de los nervios, decide regresar a la parte superior de la casa para volver a revisar las fotos cuando tuviera suficiente valentía para hacerlo. Ana regresa muy ansiosa por saber qué había descubierto su hermanito menor, aunque lo único que encuentra es un niño pálido y atemorizado que no quiere salir de su habitación. Ella intenta fallidamente animarlo a seguir buscando respuesta a los extraños sucesos recientes, pero Jorge, sin más ganas de seguir, decide dejarlo para el día siguiente. Esa noche transcurre con poca calma, hace mucho frío y los cristales de las ventanas de la casa suenan fuerte y desesperante. Este escenario no es el propicio para que Jorge piense, el ruido de afuera le asusta, por suerte el frio hace que pueda permanecer bajo sus cobijas. Al otro día se levanta un poco más tranquilo y decidido a continuar con su ardua tarea. Desayuna un poco afanado y no se baña, pues tiene miedo de cerrar los ojos bajo el agua de la ducha. Luego del almuerzo, Jorge espera impaciente el momento en que su madre se dirige a guardar las cosas de aseo, puesto que su plan era espiarla y ver qué pasa nuevamente con las fotografías.
De esa manera inició su persecución, observaba cada movimiento con total sigilo cual gato n***o en la oscuridad. Pudo ver que su madre al regresar al sótano acomodó todos sus implementos y de nuevo se sentó junto a la caja con los recuerdos. Sin embargo, Jorge cometió un pequeño error, dejó la linterna tirada en el sótano a causa del miedo y el afán con el que salió de aquel lugar. La madre inmediatamente logra percatarse de la presencia de un objeto que, está segura, no había dejado allí. Revisa sus alrededores e incluso con la misma linterna empieza a alumbrar el lugar para verificar si hay alguien más con ella en el lugar. Jorge se esconde inmediatamente y guarda un silencio sepulcral, debido a este acontecimiento, la madre guarda de nuevo la caja y decide regresar a la parte superior de la casa a buscar a Jorge. Desgraciadamente para Jorge, la madre al salir pone un candado en la puerta del sótano, Jorge se queda encerrado y en silencio, pensando qué hacer para salir sin que su madre se diera cuenta que la estaba espiando.
Al regresar arriba, la madre empieza a buscar a Jorge, al no encontrarlo se preocupa un poco y decide salir al campo a continuar su búsqueda. Pero se distrae con un mensajero que llega a su casa, tiene una carta que entregar a la señora Ruth Prieto de Serrano. La madre le confirma al cartero que se trata de ella y firma el recibido, regresa a la sala para leer la carta. El mensaje viene directamente de la fiscalía del pueblo, por medio de la presente, un detective le comunica que desafortunadamente no han conseguido capturar al presunto homicida de su hermano Juan Enrique Prieto. De este hombre solo encontraron algunas partes de su cuerpo enterradas en el bosque, y por ser un pueblo tan pequeño, este suceso fue un escándalo muy grande, razón por la que los policías empezaron a investigar sin encontrar una luz sobre dicho asunto. La noticia, aunque desafortunada, no sorprende a Ruth quien alega, para que los que están en la casa escuchen, que la justicia no sirve para nada, que el dinero invertido en funcionarios públicos es una pérdida de recursos y que deberían contratar mejores agentes. Ana hace caso omiso al escuchar los alegatos de su madre, pues es pan de cada año que los investigadores no puedan encontrar al culpable. En vez de prestar atención a casos innecesarios se pregunta dónde estará su hermano, ya ha pasado mucho tiempo y no lo ve en la casa.
Mientras tanto, Jorge se encuentra asustado aún encerrado en el sótano, sin una candela para encender la vela negra que su madre guardaba allí y sin la linterna, la cual Ruth se ha llevado. Por medio del tacto de las superficies intenta buscar una salida, pero no tiene éxito, la única opción es la puerta principal. Cae la noche y el miedo aumenta, los extraños sonidos se intensifican y el frio se hace latente en su piel erizada. Toda la familia está preocupada, el padre y el mayordomo salen a buscar entre árboles arbustos y ríos. La madre pide al cielo que su hijo aparezca y Ana empieza a buscarlo por toda la casa. Al llegar a la puerta del sótano se percata de que tiene un candado, sospecha que Jorge podría estar ahí encerrado. Toca la puerta muy suavemente al tiempo que menciona su nombre en voz baja. Jorge se levanta inmediatamente del piso y le responde que se encuentra encerrado y que requiere que lo saque pronto de ese oscuro lugar. Ana se encuentra en una encrucijada, ya que no puede decirle a su madre que Jorge la estaba espiando, por tal motivo, decide buscar las llaves del candado para sacarlo de allí sin que alguien se entere. Para su infortunio, las llaves se encuentran en el bolsillo del vestido de Ruth, Jorge tendrá que esperar a que todos estén dormidos para poder salir de allí. El padre y el mayordomo regresan a casa muy desconsolados, no saben dónde podrá estar el niño y qué tipo de peligros o necesidades podría estar pasando.
Con la noche llega también la lluvia que se ha hecho habitual por esos días, mientras la madre desconsolada prepara un café caliente para la beber antes de dormir, piensa en su hijo, quien ama las bebidas calientes en la noche, especialmente por el frío. Ana menciona que es importante descansar poder continuar al otro día con la búsqueda, trata de convencerlos para que se acuesten temprano y tengan posteriormente muchas energías para encontrar a Jorge. Con un poco de resistencia hacen caso los familiares, el mayordomo se va a dormir pero deja la puerta abierta para poder ver y escuchar de mejor manera si algo pasa. Los padres acogen la misma idea, y así, todos se van a descansar. Ana espera dos horas para asegurarse de que todos estén dormidos, son casi la una de la mañana y todos roncan al ritmo de la lluvia. Ana entra al cuarto de sus padres, coge el vestido de su madre y se lo lleva para afuera, esculca cada uno de los bolsillos y encuentra la llave del candado. En ese momento recuerda que el mayordomo está muy al pendiente de todo lo que pueda suceder afuera, decide pasar agachada por el lado de su habitación para que no pueda verla mientras camina por ahí. Llega al sótano y abre el candado, llama muy sigilosamente a Jorge, quien no responde. Ana muy preocupada decide, a pesar de la oscuridad, bajar por él. Por medio del tacto logra encontrar un cuerpo frío que yace dormido sobre las viejas tablas de madera, con suaves movimientos lo despierta. Jorge muy asustado la abraza y le menciona que recuerda haber visto mientras estaba en el suelo esperando su liberación, una silueta de color blanco que se le acercó, pero a partir de ese momento perdió la conciencia y no pudo recordar nada. Solo recordaba el frío de su presencia y lo pura que parecía verse tan aparición.
Jorge subió a su habitación, no sin antes agradecerle a su hermana por haberlo ayudado. En el silencio de la noche trataba de recordar qué pasó cuando aquella figura se le acercó ¿Por qué no podía recordar nada? ¿De quién se trataba específicamente? ¿Podría ser un alma en pena? Estas preguntas rondaban la cabeza de Jorge, quien se encontraba cada vez más confundido y con pánico de regresar al sótano. Fue una noche incierta, todos dormían menos Jorge, asunto que se notaba cada vez más en su pálido y ojeroso rostro. Al otro día toda la familia se levantó muy temprano para buscar a Jorge, al notar que estaba en su habitación fueron muchas las preguntas que le hicieron. Sin embargo, el niño no quería hablar, su mente estaba totalmente afectada y daba vueltas en el círculo vicioso en el que se convierte tratar de comprender lo inexplicable. A causa de esta situación su familia estaba se encontraba muy molesta por no recibir ningún tipo de información sobre su desaparición. Todos esos minutos de angustia quedaron reducidos al silencio que carcomía el alma de Jorge. Solo su hermana podía entender la situación, sintiendo constantemente lástima y pena por no poder ayudar a su hermanito menor.
Así transcurrieron varios días, en los que todos podían notar un cambio muy brusco y negativo en Jorge, todo el día se la pasaba pensando y recorriendo cada rincón de la casa en busca de respuestas. Sus intereses habían cambiado, ese niño preocupado por estudiar, leer y aprender había desaparecido, para dejar en su lugar un pensativo ermitaño, pues Jorge se alejó de la compañía humana. Solo entablaba conversaciones consigo mismo, y en ocasiones, con las aves que en su ventana se postraban en busca de algo de maíz. Su padre culpaba a la Ruth por haberlo alejado de la escuela, tal vez esa era la razón de su extraño comportamiento, pensaba que tenerlo alejado de todos los niños de su edad pudo haberle ocasionado un trauma. Al notar sus actitudes diarias, en las que se le podía ver hablando solo constantemente, le diagnosticaban, sin ser psicólogos, algunos trastornos. Incluso, en algún momento el mayordomo lo trató de sociópata. Pero todas estas opiniones no le importaban a Jorge, para quien la perturbación era mayor, ante los comentarios vagos de su familia, estaba la realidad actual que le permeaba cada parte de su ser y se adueñaba de cada uno de sus pensamientos.
Luego, una calurosa mañana cambió la actitud de Jorge al recibir una inesperada visita. Se trataba de un psicólogo que su hermana había contratado, como eran de tan escasos recursos, Ana se comprometió a enseñarle matemáticas a su pequeña hija con la condición de que ayudara a Jorge. El psicólogo, llamado Elkin, además de ser muy inteligente, también tenía una fuerte sensibilidad para los asuntos paranormales, por eso, era indiciado para tratar el problema de Jorge y al tiempo ayudare a descubrir cuál era el inconveniente que había con la casa. Al llegar donde Jorge, Elkin se paralizó, toda la familia se percató de la extraña actitud. Al preguntarle el motivo de su parálisis lo único que el psicólogo mencionó fue la inevitable conexión de Jorge con la muerte. En sus ojos veía oscuridad, y no precisamente porque el niño fuera malo, sino porque su energía irradiaba un frio sepulcral. Jorge en cambio se sintió muy feliz, tenía la sensación de que Elkin iba a entenderlo. La conexión entre ambos fue inmediata, pues Elkin pudo percatarse al instante de que en la casa había algo extraño y tenía la intensión de descubrirlo. Sabía que en Jorge no iba a encontrar un niño con problemas mentales, sino más bien un incomprendido de la sociedad en el núcleo de una familia religiosa y conservadora que no está dispuesta a aceptar otros puntos de vista. De hecho, cuando se dieron cuenta de la decisión de Ana de solicitar un psicólogo se escandalizaron, pues eso confirmaría la teoría del mayordomo cuando se refirió a Jorge como un sociópata. A pesar de la inconformidad familiar, Jorge y el psicólogo deciden tener una charla de manera privada para poder investigar qué sucede con el niño. La familia muy disgustada acepta y se alejan.