EL ENOJO DE TODA UNA NACIÓN

1293 Words
Úrsula deja de moverse. Cuando Leonardo le dice a su padre: —   Por fin la muerte de mi madre fue vengada. —   Si hijo, teníamos la asesina entre nosotros. Y solo Janet la descubrir… ahora me siento mal por lo que le hice a Gabriel. —   Padre, Úrsula te engaño e hizo encerrar a ese hombre a la mazmorra… —   Si, pero de todos modos me siento mal. En ese momento, el rey mira a Janet, y la ve que esta distante, y le dice: —   ¿Te sientes mal por lo que acaba de pasar? Janet mira al rey, y le expresa: —   Estaba pensando lejos. El rey coge la mano izquierda de Janet, diciéndole: —   ¿En qué pensabas? —   En Pedraza, viví muchas cosas en ese pueblo. Leonardo mira a Janet, y piensa:    “No puedo evitar verla, es una mujer muy bonita” Ragel le dice al rey: —   Señor, me dispongo a bajar el cuerpo y a mandarlo a enterrar. El rey mira el rostro de Úrsula, y le dice a Ragel: —   Has lo que quiera con ella. El día siguiente, el tesorero del rey llega al palacio. Cuando dos militares le cierran el paso, diciéndole: —   Espere aquí. Agustín se ofende, y les dice: —   ¿No saben quién soy?... yo soy el tesorero del rey. Uno de los guardias le contesta: —   Ya sabemos quién es usted, debe de esperar para ingresar al palacio. Agustín mira para todos lados, y luego dice: —   Está bien, voy a esperar. En ese momento, el rey todavía duerme. Y en sus sueños esta junto a Janet apunto de besarla. Pero esta se desvanece como un humo entre sus manos. En ese instante, Alfredo llega a la habitación del rey, y le dice: —   ¡Su alteza! ¡Su alteza!, ¿ya está despierto?... lo necesita su tesorero… ¡su alteza!, ¿me escucha? El rey se levanta muy desconcertado, y dice: —   ¿Quién osa en despertarme bruscamente? —   Señor, es su tesorero… ¿qué le digo? —   Pues que espere. —   Si señor. En ese momento en pueblo de Aranjuez, el general Miguel Barbosa y más de novecientos hombres a su disposición, llegan a ese pueblo. Y después de haber utilizado el correo para alertar a todos los generales del país, se baja de su caballo, y les dice a todos los militares: —   Detengan a todo aquel que se llame Joaquín. En ese instante, ciento de militares entran a las casas con mucha fuerza. Y cada hombre que ven, le preguntan su nombre. El ejército de ese pueblo también se une a ellos tras saber que es una orden del rey. Pueblo de Cuenca, el general Adolfo vital, une fuerzas con el general Gustavo Pérez Saldarriaga. Juntos conforman un número de hombres de más de cuatro mil trecientos veinticinco, y se ponen a la tarea de buscar a Joaquín, mientras los demás generales del país se vayan reuniendo. En Madrid, el rey antes de atender a su tesorero, va hacia la habitación de Janet. Y entra fácilmente. Y ve dormir a Janet por dos minutos. Cuando Janet siente que alguien está parado cerca de ella. Y se despierta, y dice: —   Ah, ¡eres tú!... se me olvido poner tranca a la puerta. —   Para que, ya no hay peligro en el palacio. —   No se confié alteza. —   Es la primera vez que me dices así, llámame por mi nombre. —   Está bien… Anastasio, ¿qué haces aquí tan temprano? —   Tuve un sueño, en el cual tu estabas en él. —   ¿Y qué hacía yo en tu sueño? —   Estaba a punto de besarte. Cuando tú te espumaste en mis manos… ¿qué quiere decir eso? ¿Piensas en irte cuando te consiga a ese tal Joaquín? Janet se sienta en la cama, y le contesta: —   ¿Pero que imaginación tienes Anastasio? Yo soy una mujer de palabra, y esto ya te lo había dicho antes. Y si yo te dije que me casaría contigo cuando me consiguieras a Joaquín, es porque lo hare… no entiendo tu desconfianza. —   Perdóname Janet, la sola idea de perderte me hace pensar y decir cosas. —   Yo no he sido tuya, así que no puedes hablar de que me vas a perder ni nada por el estilo… Anastasio, quisiera estar sola. —   Está bien, te espero más tarde en la sala. —   Bueno. Minutos más tarde, el rey se da un baño de agua tibia y luego se cambia, mientras Agustín camina de un lado para el otro. Esperando durante más de una hora. Agustín mira a los guardias que lo ven de reojo, y sigue caminando de un lado para el otro, y dice: —   ¿Dónde está el rey? Esto es muy importante… En seguida, el rey sale de sus aposentos, y le dice a Agustín, quien todavía no ve al rey: —   ¿Qué ocurre? —   Tenemos problemas señor. —   Y contigo cuando no hay problemas Agustín, estoy pensando seriamente en remplazarte. —   No piense eso señor, yo le he sido fiel durante todos estos años. —   ¿Cuál es el problema? —   Todo el país se está quejando por los impuestos, dicen que está muy alto. Y que no van a pagar a partir de mañana. —   ¿Todo el país está en eso? —   Pues, si… me ha llegado quejas por todos lados, parece que la gente se ha puesto de acuerdo para no pagar… ¿qué haces señor? —   Pues diles a todos que el que no pague, será metido a la cárcel. —   Señor, ellos saben de eso, la gente está dispuesta a todo. El rey se levanta de la silla, y le dice a Agustín: —   Así, entonces voy a tener una gran colección de ahorcados, porque eso pasara para el que no pague. Janet escucha al rey, y le dice: —   Baja un poco los impuestos, porque no podrás matar a toda la gente. Agustín le dice a Janet: —   Buenas señora. Anastasio le dice a Janet: —   Si vas acompáñame Janet, no te involucres en cosas que no sabes. Janet separa al frente del rey, y le expresa: —   Déjate aconsejar Anastasio, esto te lo digo para que la gente se calme… tienes que tener una imagen de rey bondadoso y caritativo. Y salirte de esa imagen que te tiene la gente. —   ¿Y cuál es esa imagen que tiene la gente de mi? Agustín le da miedo al ver que el rey arruga sus cejas. Cuando Janet le responde: —   Tienes una imagen de tirano, de loco y de avaro. Estupefacto, Agustín le dice a Janet: —   ¡Señora!, usted como le dice esas cosas al rey. Anastasio mira fijamente a Janet, y le dice: —   ¡¿Eso piensas de mí?! —   No, yo no pienso eso, eso es lo que he escuchado antes de la gente… las personas no te quieren porque ellos están viendo eso… tienes que convencerlos de lo contrario. —   Janet, ¿estas segura que tu no piensas así de mí? —   Claro que no. Leonardo entra a la sala, y saluda a todos. Cuando Anastasio se siente muy bajo de ánimo, y le dice a Janet: —   Entonces… que piensas que debo hacer. Leonardo le dice a su padre: —   ¿Qué para aquí? Anastasio le responde a su hijo: —   Supuestamente, todo el país se queja por los impuestos, “dicen que esta alto”. Leonardo también le dice a su padre: —   Baja un poco los impuestos. De inmediato, Agustín le dice al rey: —   Ve señor, todos tienen razón. El rey se enfurece con Agustín, y le grita: —   ¡TU TE CALLAS!...  
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