EL REGRESO DE LOS GENERALES

1341 Words
Agustín tiembla de miedo. Cuando Janet le expresa al rey: —   Calma, ten calma… esto tiene solución. El rey camina hacia Agustín. Y pone sus manos atrás, y dice: —   Justo ahora que he perdido el Clavel. Se viene a rebelar toda la gente. Janet le dice al rey: —   ¿Fue por eso que subió el impuesto? —   No. Agustín le dice al rey: —   ¿Al fin piensa bajar un poco los impuestos? —   Lo pensaré, mañana te daré la respuesta. Agustín queda un poco preocupado con la mirada engañosa del rey e intenta irse, y se devuelve. Cuando el rey le dice: —   No quiero que molestes más, ve y avísale a la gente que voy a pensar en esa propuesta de bajar esos impuestos. —   Como usted ordene alteza. Agustín se retira. Cuando el rey alcanza a ver a Leonardo que está mirando a Janet, Y le dice: —   Estoy aburrido de estar lidiando cosas por aquí y cosas por allá, necesitare tomarme un buen descanso. Janet le dice al rey: —   Es norma, eres la cabeza de todo un país, eres el rey de todos… tienes muchas responsabilidades. Leonardo también le dice a su padre: —   No te olvides que también tienes responsabilidades con el nuevo mundo. El rey vuelve a mirar a su hijo observando a Janet, y le dice: —   ¡Oye Leonardo! —   ¿Si padre? —   Necesito hablar a solas contigo. De inmediato, Janet les dice a los dos: —   Ah, yo voy a caminar un poco por el sendero de flores, hablen con confianza. En seguida, Janet se va a dar un paseo. Cuando el rey se pone agresivo nuevamente, y le dice a su hijo: —   ¿Qué es lo que te pasa con Janet? —   A mí no me pasa nada. —   No te hagas el tonto conmigo muchacho, de hace rato te estoy viendo con una pendejada, ¿acaso estas enamorado de ella? —   Como se te ocurre papá, yo no la he estado mirando a ella. —   Porque te recuerdo que eres un hombre casado, y con dos hijos. —   Si. —   Últimamente estas dejando a Mara sola y abandonada. Y no quisiera pensar que es por Janet. —   Ya te dije que no estoy enamorado de Janet. El rey se relaja un poco, y le sigue diciendo a su hijo: —   Como bien sabes, yo me casaré con Janet a penas le encuentre a ese hombre que ella tanto busca, así que vete preparando. Para que la veas como tu nueva madre. —   ¿Qué?... a Janet yo no la voy a ver como mi madre, Mérida es única. —   Entonces, ¿cómo la quieres ver? —   Deja tus celos padre, esa mujer es para ti… yo quiero a Mara y no voy a dañar mi familia por una aparecida. En ese instante, Janet se sienta por un sendero lleno de flores. Y se acuerda cuando sacaba trigo de sus tierras junto a sus dos padres, y dice en voz baja: —   Ya falta poco padres… yo vengaré sus trágicas muertes. En el pueblo de Cuenca, los generales Adolfo y Gustavo, dominan todo el pueblo. Y capturan solo a siete personas con el nombre de Joaquín. En ese instante, Gustavo se acerca con su caballo a Adolfo, y le expresa: —   ¿El rey no les dio una característica especifica de ese Joaquín que buscamos? —   No, solo nos dijo que le lleváramos a todos los Joaquines del País. —   Pues aquí solo encontramos siete… esto va hacer un trabajo extremadamente difícil. —   Tranquilo, Miguel ya envió carta a todos los generales de todo el territorio, así que cuando lleguemos a las demás ciudades, ellos ya estarán enterados de todo. En ese momento, un militar captura a un hombre que se esconde de ellos en otra casa diferente a la de él. El militar lo coge de la ropa. Cuando este se arrodilla, diciéndole: —   ¡Yo no he hecho nada!, ¡yo no he hecho nada! El militar saca su espada, y le dice: —   ¿Cómo te llamas? —   ¡Carlos!... yo me llamo Carlos. El militar lo queda observando, mientras varias personas ven eso. Cuando le dice: —   ¿Sera que me estás diciendo la verdad? —   Si señor, yo me llamo Carlos Ávila. El militar le pregunta a la dueña de la casa donde el hombre estaba escondido: —   Señora, ¿dígame si este hombre se llama como él está diciendo?, recuerde que no debe al rey, podría ganarse la pena de muerte. La señora mira al hombre, quien hace caras para que no diga su nombre, pero ella le dice al militar: —   Este hombre se llama Joaquín. De inmediato, el militar le pega una tremenda guantada al hombre, diciéndole: —   ¿Estas jugando conmigo? El hombre se pone a llorar. Y se arrastra por el piso diciendo al militar: —   ¿Para qué me quiere el rey?, yo no he hecho nada. —   Pues eso no lo sé, ahora quedas detenido hasta nueva orden. De inmediato, el militar arrastra al hombre, hasta donde están situados el general Adolfo y Gustavo, y les dice: —   Aquí encontré a otro Joaquín. El hombre les dice a los dos generales: —   No pensé que llamarse Joaquín sea un delito en este país. Gustavo le responde: —   Tranquilízate, si tú no eres el hombre que busca el rey, volverás a tu vida cotidiana. De inmediato, Adolfo le dice al militar: —   Llévenlo junto a los otros siete. —   Si señor. En el espacio, el rey termina echando a su hijo por culpa de sus celos enfermizos, y manda a llamar a Janet con Euclides. En ese instante, Janet colecciona varias flores en su mano. Cuando Euclides llega a donde esta, y le dice: —   El rey te anda buscando. Janet se da vuelta, y le contesta: —   ¿El príncipe ya se fue del palacio? —   Si señora, le recomiendo que vaya a calmar al rey esta energúmeno. —   Ahora voy. En ese instante en el palacio, el comandante se presenta ante el rey, el cual le dice: —   Alteza, vengo a decirle que el cuerpo de Úrsula ya está enterrado. —   Muy bien Ragel, estas haciendo las cosas bien. —   Apropósito de mis labores señor… —   Dime. —   No es que me esté quejando, pero… no debería buscar a un verdugo profesional para que haga ese tipo de trabajo, lo mío otra cosa diferente a eso. —   Yo confió en ti Ragel. Y no te quejes porque yo te recompensaré muy bien. —   Si, pero me siento incomodo con eso… si gusta señor, yo puedo conseguirle a un verdugo de mi plena confianza. Para que trabaje especialmente para usted. —   Lo voy a pensar, ahora retírate que estoy esperando a Janet. —   Como usted ordene. —   Ah, y dile a Sebastián que prepare viaje a Cádiz. —   Bueno. Janet se cruza con Ragel, el cual la mira de reojo. Cuando esta le dice al rey: —   ¿Me has mandado a llamar? —   Si, vamos al comedor, te tengo una sorpresa. Janet se sorprende, y le expresa al rey: —   Pensé que estabas muy enojado. —   No, ¿quién te dijo eso? —   Euclides. —   Cualquier día le cortaré la lengua a Euclides por agrandar las cosas… vamos al comedor. —   Está bien. En ese momento, entre Celac, Matiz y Mina, arreglan al comedor de una bonita. Llenándolo de frutas y de flores. Janet queda maravillada con tantos arreglos frutales, y le dice al rey: —   ¿Estamos celebrando algo? —   Tu llegada a mi vida, quiero que desde ya empecemos a celebrar nuestro matrimonio. —   Espera Anastasio, todavía no me has traído a Joaquín. Para que estes en estas. —   El rey se sonríe, y le dice a Janet: —   Yo estoy completamente seguro que nos casaremos… Siete meses después, los generales Miguel Barboza y Adolfo Vital, llegan a la presencia del rey. Haciendo todos los guardias un camino hacia el rey…    
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