Sorprendidos, Batista y Manuel quedan mirando a Margot, pero se quedan callados. Cuando Esteban les dice a sus hermanos:
— Retirémonos por el momento.
Alonso se enoja con Esteban y se acerca a él, y le expresa al oído:
— ¿Qué te pasa hermano? ¿Te vas a dejar quitar ese esclavo en tu propia cara?, así como así.
Benítez también le dice a Esteban:
— Los Vargas no somos de esos que huyen cuando se les presentan problemas, no podemos irnos así como así… ¡responde Esteban!... ¡eres un cobarde!
De inmediato, Esteban se enfada y ante la mirada de todo el mundo, le pega una bofetada a Benítez. Y saca a sus dos hermanos a patadas del Arca.
Estando fuera de las tierras de Janet, Esteban les dice a sus dos hermanos:
— Acaso no vieron que estábamos en desventaja numérica. Tranquilamente, si ellos fueran querido, nos hubieran matado allá, además, no quiero problemas con los militares.
Alonso le dice a Esteban:
— Eso es mentira de esa señora, ningún militar va ir para allá, hemos sido engañados.
Benítez se queda callado. Cuando Esteban les dice:
— Engaño o no, yo no me voy arriesgar por un esclavo, yo voy a venderlo.
En el Arca, Manuel le dice a Margot:
— Eso que te inventaste fue muy efectivo.
— Si, pero… de todas formas, quedamos comprometidos con los Vargas.
Batista se da vuelta, y le dice al esclavo:
— ¿Así que te quieres quedar aquí?
— Si señor.
Batista lo queda mirando y luego le dice:
— ¿Y qué sabes hacer?
— De todo un poco señor, solo deme la oportunidad y yo cumplo con todo lo que usted diga.
— ¿Cómo te llamas?
— Señor, mi nombre es Killand.
— Bueno Killad, dale las gracias a Manuel, porque si fuera sido por mí, ya te hubieras ido con los Vargas.
De inmediato, Killand le dice a Manuel:
— Gracias señor, nadie me había defendido de esa manera.
Manuel toca el hombro derecho de Killand, y le expresa:
— Me conmoviste, por eso te ayude, ahora ve y hazte amigo de los demás.
En seguida, Killand corre hacia donde están los demás esclavos y se presenta ante todos, y es bien recibido por los demás esclavos con excepción de Abu, quien lo mira diferente.
Batista se acerca a Manuel, y luego le dice:
— Sabes que los Vargas no se van a quedar quietos con esto que paso.
— Si, yo se eso.
— ¿Y qué piensas?
— Voy a seguir con la idea de comprarlo.
Batista ve al esclavo haciéndose amigo con los demás, y le dice a Manuel:
— ¿Qué le viste a ese esclavo, para que te decidas a Comprarlo y a meterte en problemas?
— Tuve compasión de él, ahora volvamos a nuestras labores, después veo como arreglo con los Vargas.
En ese momento, Ashanti se enamora a primera vista de Killand, y se acerca a Naina, y le dice:
— El nuevo es mucho más guapo que Yaro y que Saud.
— Si, tienes razón, pero no es mi tipo de hombre.
— Mejor que no sea tu tipo, porque ese hombre va hacer mío.
En la noche, Killand y Jasir hacen la fogata. Cuando Yaro les dice:
— ¿Qué te sucedió con esas personas que querían llevarte?
Killand mira el fuego y luego echa un pedazo de madera a la llama, y le responde a Yaro:
— Ellos mataron a golpes a mi mejor amigo e intentaron hacer eso conmigo, pero yo me escape de sus garras… el temor de los Vargas, es que yo hable todo lo que yo sé de sus masacres y torturas a los esclavos.
En ese instante, Ashanti se sienta cerca de Killand, y ante la mirada sonriente de Yaro y de Jasir, le dice a Killand:
— Hola, soy Ashanti.
Killand la mira, y le responde dándole la mano:
— Yo soy Killand.
Yaro se levanta al igual que, y los dejan solos. Cuando Ashanti le expresa a Killand:
— Me gusto como te plantaste ante esos sujetos, y no diste tu brazo a torcer.
— No podía rendirme, los Vargas querían matarme, para que no le hable a nadie de todas las maldades que les han hecho a nuestros hermanos… la crueldad de los Vargas es indescriptible.
— Me lo imagino.
En la casa, Batista recibe la visita de una amiga, la cual apenas ve, la entra a su habitación y le hace el amor salvajemente.
Afuera de la casa, Ashanti le pregunta a Killand:
— ¿Y tu esposa?
— No tengo esposa.
Alika observa que su hija está muy cerca del nuevo. Y busca a su esposo, quien está hablando con Saud, y le dice:
— Ven, tengo que decirte algo.
Alika aleja a su esposo de Saud, y le dice:
— Has algo para alejar a Ashanti del nuevo.
— ¿Pasa algo con Killand?
— Morati, ese muchacho no me cae bien, es solo intuición femenina.
— Yo veo a ese muchacho normal, hasta me cae bien.
Alika se impacienta, y le expresa a Morati:
— Yo presiento que ese tal Killand va hacer sufrir a Ashanti, ve y tráela.
— Deja esa muchacha en paz.
De inmediato, Morati se va a reunirse con sus amigos, y deja a su esposa parada.
Ashanti le dice a Killand:
— ¿Cómo un hombre como tu esta sin esposa?
Killand se sonríe, y mira a Ashanti y vuelve a sonreír mirando el fuego.
El día siguiente, Manuel llega a la casa de los Vargas, y rodeado por Benítez y Alonso, le tira una bolsa de reales en las manos de Esteban, y le expresa:
— Ahora Killand es mío.
Esteban abre la bolsa. Y luego de ver el dinero, le expresa a Manuel:
— Esto no es nada, ese n***o vale mucho más de lo que piensas… además, yo he pensado bien las cosas y no lo quiero vender.
Esteban le tira a Manuel el dinero a una mesa. Cuando Manuel le dice:
— Esperaba eso.
De inmediato, Manuel saca dos bolsas más de su bolsillo izquierdo y derecho, y le dice a Esteban:
— Esta es mi última oferta, mira que es mucho dinero.
Alonso le dice a Manuel:
— ¿Por qué estas pagando tanto por ese esclavo que no sirve para nada?
Manuel mira a Alonso, y le responde:
— Eso a ti no te importa.
Alonso se enoja con Manuel, y le dice:
— Ten cuidado, ahora estas en mi casa y puedo hacer contigo lo que me plazca.
Esteban le dice a Manuel:
— Mi respuesta sigue siendo no, puedes traerme todas las riquezas ávidas y por haber, y yo diré que no.
Manuel pierde la paciencia con Esteban. Y lo amenaza mirándolo fijamente a la cara:
— Entonces, ¿quieres una guerra?
Esteban serie, y le contesta a Manuel:
— ¿Serias capaz de involucrar a el Arca en una guerra por un miserable esclavo?
Manuel se acerca a Esteban, y le responde:
— Claro que sí, yo estoy dispuesto a ir a la guerra por él, porque estoy defendiendo a alguien inocente de ratas como ustedes.
De inmediato, tanto como Benítez y Alonso, sacan sus espadas y se la ponen en el cuello de Manuel. Cuando Esteban le dice:
— Parece Manuel, que no le temes a la muerte.
— La muerte para mi es un descanso… ahora tienes dos opciones, o me matas aquí mismo y formas una terrible guerra, o recibes el dinero que esta hay en la mesa. Y ganas mucho más de lo que vale ese esclavo, escoge…
Esteban queda viendo el dinero, y luego de pensarlo tanto. Coge las tres bolsas, y le dice a Manuel:
— ¿Te vas a responsabilizar de que ese esclavo que no habrá la boca? No quiero que ande contando cosas por ahí, las cuales no le convienen.
— Acepto, yo me responsabilizo del esclavo.
En ese momento, Manuel sale bien librado de la casa de los Vargas, y compra a Killand…