Janet se alegra con lo dicho por Helio y espera lo que va a decir el capitán. Cuando Pablo le dice:
— Espero que seas un buen médico, porque si resulta que no lo eres, en pleno altamar te lanzo a los tiburones.
Janet le dice a Pablo:
— No tendrá queja de mí.
— Eso espero.
Janet le da la mano a Pablo, diciéndole:
— ¿Cuándo empiezo?
— Pues ven mañana, ya que estamos esperando órdenes para volver a navegar.
— Ah, entiendo.
— ¿Qué pasa?, ¿no tienes a donde llegar muchacho?
— No, pero yo vere como me las arreglo para venir mañana.
Helio le dice a Pablo:
— Déjalo que comience desde hoy.
De inmediato, Pablo le dice a Janet:
— Bueno, puedes unirte a nosotros desde hoy.
— Gracias, no se defraudará de mí.
Pablo lleva a Janet hasta el barco. Y cuando están cerca, le expresa:
— Comienza a subir la rampa con cuidado, y la cuestión de dinero…
Janet se detiene, y le dice a Pablo:
— No se preocupe por dinero, mi pasión es navegar y curar a la gente.
Pablo mira a Helio, y le dice:
— Este muchacho me está empezando a caer muy bien, aprende Helio, todo no es dinero.
Pablo pone su mano derecha en el hombro de Janet. Haciéndola poner incomoda, y dice:
— Voy a presentarte a los demás, para que comiences a familiarizarte con todos.
— Bueno.
En ese momento, Pablo, Helio y Janet, suben al barco. Cuando el capitán les dice a todos:
— ¡Vengan todos acá!
En ese instante, todos los marineros se paran al frente de Pablo, el cual les dice:
— Les presento al nuevo compañero, él va hacer nuestro medico durante los viajes, su nombre Adal Fischer.
Todos los marineros quedan viendo a Janet un poco extraño. Cuando Pablo le dice a Janet:
— Te los presentaré: Él es Roco, Arnol, Jeremías, Eusebio, él es Bilardo, Fontanor, Javier, Enzo… el de la barba extra grande es Bruno, el de allá es Nicolas, este otro es Álvaro, y el ultimo es Adrián… por favor muchachos, traten bien al nuevo.
Roco le dice a Pablo:
— Pierda cuidado capitán, nosotros sabemos recibir muy bien a los nuevos.
Todos se ríen. Cuando Arnol le dice a Roco:
— No me pareció gracioso ese comentario.
Roco se sigue riendo, y le responde a Arnol:
— No seas rencoroso muchacho.
En seguida, Pablo le dice a Janet:
— Bueno, busca tu lugar en el barco, espero órdenes para el viaje de estos días.
— Está bien.
Janet comienza a pasear por el barco. Cuando Arnol se le acerca, y le dice:
— Vas a tener que estar precavido con estos sujetos.
— ¿Por qué?
— A las personas que entran al barco por primera vez, le hacen una iniciación. Y los tiran al mar cuando están dormidos.
Janet queda viendo a los otros marinos, y le dice:
— ¿Cuál es tu nombre?
— Arnol, me recuerdas el tuyo.
— Adal.
— Bueno Adal, ya estas advertido, esta noche no puedes dormir porque de seguro te despertaras allá abajo.
— Gracias por esa información.
En la popa del barco, Helio le dice a Pablo:
— Capitán, usted que conoce al rey lo suficiente, porque no le envía una carta diciéndole sobre el posible aumento de nuestras ganancias, ya que el prácticamente se lleva todo y nosotros somos los que pasamos peligros trayendo el oro del nuevo mundo.
Pablo se sonríe al escuchar eso. Y le responde a Helio:
— Al rey no se le imponen las reglas, él las pone y nosotros la cumplimos, así que yo no puedo hacer nada.
— Entonces viviremos eternamente haciendo más rico al rey.
— Helio, no podemos hacer nada, tenemos que trabajar para el rey.
— Y si nos robamos todo el oro que traigamos del nuevo mundo.
— Helio, ya veo que quieres morir muy pronto.
— Pablo, esa es una buena idea, nosotros nos robamos todo el oro y nos vamos a disfrutar de eso fuera del alcance del rey.
Pablo se da vuelta en dirección de Janet, y le dice a Helio:
— Sigue soñando con ser rico, ahora déjame apreciar como Adal se desenvuelve con los demás marineros.
En ese instante, Janet se hace a un lado del barco, y piensa:
— “Bueno, ya estoy aquí, ahora tengo que esperar a que esto se mueva. Para ir a buscar a Joaquín al nuevo mundo”
Bilardo le dice a Janet:
— Hasta que te saliste con la tuya. Y te subiste al barco… ¿por qué no hablas?... voy a estar vigilándote hombrecito.
Janet acomoda su espada que tiene por dentro. Y no le hace caso a Bilardo.
En la noche, Janet demora en cerrar sus ojos pensando en lo que le dijo Arnol, y tiene lista su espada. Cuando Helio se sienta al lado, y le expresa:
— Oye Adal.
— Dígame.
— Estas consiente de que vas a entregar todos tus esfuerzos, todos tus sueños, tu tiempo… y todo eso solo para enriquecer al rey.
— Si, ¿el rey domina todo, que pasa con eso?
— Solo pensaba algo como… ¿qué pasaría?...
Janet queda mirando a Helio. Y al verlo que se demora en hablar, le dice:
— ¿Qué vas a decir?
Helio se acuerda de lo que le dijo Pablo sobre el rey, y le expresa a Janet:
— Nada Adal, no me hagas caso.
En ese instante, Helio se levanta y se va a dormir como todos los demás, menos Janet.
Roco, Enzo, Fontanor y Bruno, van a donde esta Janet y cuando están a punto de cargarla y tirarla al agua, esta se levanta rápidamente. Y saca su espada que tenía escondida dentro de la ropa. Y se la pone en el cuello de Roco, diciendo:
— Si se quieren morir ya, intenten mover un poco más.
Petrificado, Roco le dice a Janet:
— ¡Espera!, ¡espera! Nosotros te íbamos a dar la bienvenida al barco.
Bruno también le dice a Janet:
— Si lo que dice Roco es así, nosotros siempre hacemos eso.
Enfadada, Janet se olvida de entonar la voz de hombre, y les dice a todos:
— Pues a mí no me gusta eso, así que se van todos o el capitán va a tener que buscar sus cuerpos en el mar.
Todos se quedan viendo las caras. Cuando Fontanor dice:
— Se escucho como la voz de una mujer.
Janet piensa:
“Tonta”
De inmediato, Janet vuelve a entonar su voz como lo estaba haciendo anteriormente, y les dice:
— ¿Qué esperan para irse?
En ese momento, todos se van acostar, pero con muchas dudas sobre el médico.
Janet se vuelve asentar, y dice en voz baja:
— Ese error podría arruinar mis planes…