EL GRAN ENGAÑO

1321 Words
En la mañana siguiente, Enzo se acerca a Janet y la despierta, diciéndole: — Levántate, Eh… Janet se despierta. Cuando Enzo le da un pescado crudo, y le dice: — ¡Come! — Eso esta crudo. — ¿Y?... En ese instante, Jeremías tiene muchas dudas con el médico, y le dice al capitán: — Señor, algunos compañeros me han informado una gran inquietud con el médico. — ¿Qué sucede? — Bilardo dice que el medico es una mujer. — ¿Qué? En ese instante, otro mensajero del rey llega a la playa en un carruaje real. Pablo queda aturdido con lo que le dijo Jeremías. Y al ver al mensajero del rey, dice: — Este no es un buen momento. De inmediato, Pablo baja del barco. Cuando Sebastián se baja del carruaje con una carta en mano. Sebastián mira detenidamente a Pablo, y le expresa: — Muy buenas capitán. — Buenas. — Le traigo noticias del rey. — Pensé que se iba a demorar un poco más. — No, como vera, el rey está muy complacido con usted por todo el oro que le ha traído del nuevo mundo, y quiere muchísimo más oro… esta tan contento con usted que sería capaz de mandarlo a llamar… tome, este mensaje es para usted. Janet y los demás, ven desde el barco todo lo que está pasando. Cuando Pablo coge la carta y se queda leyéndola, y luego dice: — Parece que fueras leído la carta. — ¿Por qué lo dice? — Casi todo lo que dice en ella, me lo acabas de decir. — Eso sería una falta muy grande para con el rey, el cual me podría costar la vida, es mejor que vaya a trabajar y no siga perdiendo el tiempo diciendo tonterías. Y vaya nuevamente al nuevo mundo y traiga más oro… o quiere que le diga al rey que usted se rehusó a una orden suya. Pablo se enoja muchísimo con el mensajero, y dice: — Hay una gran diferencia entre Euclides y tú. — ¿Cuál es su respuesta Capitán? — Di le al rey que saldré dentro de dos días, menos de eso no puedo. — Perfecto, su recompensa se le dará como siempre cuando haya llegado a estas tierras. En ese momento, Sebastián se monta en el carruaje y se va de ese lugar. Cuando Pablo dice en voz baja: — Ya es hora de trabajar para mí. Pablo espera a que se aleje el carruaje del mensajero. Y sube al barco, y les dice a todos: — Prepárense, porque dentro de dos días zarpamos otra vez al nuevo mundo. En seguida, todos se ponen contentos. Cuando Pablo le dice a Helio: — ¡Ven acá! Helio nota el enojo del capitán, y le dice: — ¿Paso algo con el mensajero? — Paso que tenías razón… — ¿Razón en qué? — Vamos atraer la riqueza del nuevo mundo para nosotros. — ¿Y el rey? — El rey ya tiene suficiente, es hora que nosotros surjamos y dependamos de nosotros mismos. — Capitán, esa es la mejor decisión que usted ha tomado. Pablo mira a Janet, y le dice: — ¡Oye Adal!, ven y acompáñanos. De inmediato, Helio le dice a Pablo: — ¿A dónde vamos? — En el camino lo sabrás. Janet separa al frente de Pablo y Helio, y les dice: — ¿Me necesitan? Pablo coge el hombro derecho de Janet, y le expresa: — Vamos a salir al pueblo y necesito que tú nos acompañes, ¿tienes alguna objeción Adal? — No, usted es el que manda. De inmediato, Pablo le dice a Jeremías: — Te quedas otra vez al cuidado de todo. En ese instante, Pablo, Helio y Janet, se van al pueblo. Cuando Bilardo se le acerca a Jeremías, y le dice: — El capitán va para el pueblo una y otra vez, ¿qué será que tiene allá? Jeremías ve a Bilardo, y le contesta: — Ve alistando todo para el viaje. Y no le estes viendo la vida al capitán. — Yo solo decía… además, ¿por qué se llevó al médico? Si todo el mundo está sospechando que puede ser una mujer. Minutos más tarde en el pueblo, Janet va detrás de Helio y Pablo, y piensa: — “Algo está pasando… tengo que estar atenta para cualquier cosa” En ese instante, llegan al establecimiento de Celestina. Cuando Pablo le dice a Janet: — Antes de irnos de Cádiz, vamos a divertirnos con varias mujeres. Janet queda estupefacta. Cuando Helio le dice a Pablo: — Qué bueno que pensaste en venir otra vez, eres el mejor capitán y amigo que he tenido. Pablo mira a Janet, y le dice: — Adal, veo que no has dicho nada sobre esto, ¿te gusta la idea? Janet comienza a sudar un poco, y luego con una voz firme, le responde: — Me parece bien, tengo tiempo que no estoy con una mujer. Helio y Pablo se ríen un poco y entran al establecimiento. Janet se queda parada en la puerta. Cuando Pablo sale y le dice: — ¿Qué pasa?, ¿vas a entrar o no? — Si, solo estaba viendo en la calle a alguien que me parecía conocido. Pablo coge la mano derecha de Janet y la entra al burdel. En ese momento, Janet ve a siete mujeres merodeando por el lugar. Y sentándose en las piernas de los hombres, y piensa: “¿Qué voy hacer?... estos sujetos deben de estar sospechando de mi” Helio le dice a Janet y a Pablo: — Siéntense. Pablo se sonríe y con una mirada llama a Celestina a donde están. En ese instante, Celestina le dice a Pablo y a Helio: — Muy buenas muchachos, veo que han traído un nuevo cliente. Pablo le dice a Celestina: — Él se llama Adal. Celestina le da la mano a Janet, y le expresa: — Se ve que eres un hombre muy delicado. Janet controla sus nervios, y le responde a Celestina: — Pues eso no me dicen las demás mujeres que han estado conmigo. Pablo y Helio se sonríen. Cuando Elza se le sienta en las piernas de Pablo y Feina en las de Helio. En seguida, Helio le expresa a Celestina: — ¿Todavía no ha regresado Nieve? Celestina no le quita la mirada de encima a Janet, y le responde a Helio: — Creo que estará aquí unos días. Pablo le dice a Celestina: — Le falta una mujer a Adal. Janet se incomoda aún más. Cuando Celestina dice: — Ya la consigo. De inmediato, Celestina se va a una habitación y se trae a Azucena. Y se la presenta a Janet, quien para demostrar que es hombre, les dice a todos: — Yo no voy a perder tiempo hablando y me voy a encerrar con esta mujer ahora. Todos se sorprenden. Cuando Pablo le expresa a Janet: — ¿No quieres esperar un poco? Janet los mira a todos, y luego dice: — No, tengo mucho tiempo que no estoy con una mujer y las ganas me pueden. De inmediato, Janet coge la mano derecha de Azucena, y le dice a Celestina: — ¿Dónde quedan las habitaciones? Un poco sorprendida, Celestina le dice: — Quedan allá. Con mucho afán, Janet se va con Azucena para una habitación. Cuando Pablo se levanta y le dice a Helio: — Vamos a escuchar. Celestina les dice a los dos: — ¿Qué está pasando aquí? Pablo le responde: — Nada Celestina, solo quiero saber que tan hombre es Adal. En la habitación, Janet cierra la puerta de la habitación. Y saca su espada rápidamente y se la pone en el cuello a Azucena, diciéndole: — Me vas ayudar a engañar a todos los que están afuera. — ¿Qué tengo que hace? — Solo tienes que gritar de placer…
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