Esteban les dice a sus dos hermanos:
— Esto me huele mal, si nos culpan de algo, vamos a echarle el agua sucia a batista… Benítez, ve y trae a Batista.
En ese instante, el general, Janet y compañía, separan al frente de los hermanos Vargas. Cuando el general le dice a Esteban:
— Se preguntarán por qué estamos aquí con todos estos militares. Y con esta hermosa dama, ¿no se imaginan a que vinimos?
Batista y los Vargas se ponen nerviosos. Cuando Esteban le responde al general:
— No sé de qué habla.
De inmediato, Janet le dice a Esteban:
— Ya no mientas más… ya sabemos todo de parte de Isidro, quien nos contó, eres un infeliz.
Esteban queda viendo a Isidro, piensa:
“Desgraciado, pero esto te va a costar muy caro”
En ese instante, la esposa de Esteban llega en un carruaje, y al ver tanto militar por todos lados, le grita a su esposo:
— ¡Esteban! ¿Qué está pasando?
Esteban la ignora, y le dice al general:
— Yo no sé de qué se me está acusando, pero quiero que todos ustedes se vayan de mis tierras.
Melissa abraza a Esteban, y le dice:
— ¿Qué hace toda esta gente aquí?
— Eso mismo les estoy preguntando amor.
El general le dice a Isidro:
— Dime, ¿dónde enterraron la carga de Janet?
Isidro le señala con su mano derecha el lugar donde los hermanos Vargas ocultaron su robo. Cuando Alonso le dice a Isidro:
— Como te atreves a culparnos de robo a nosotros. Nosotros te hemos quitado el hambre, y así nos pagas.
Indignado, Isidro les muestra todas las heridas que tiene durante muchos años trabajando con ello, y les dice:
— Esto es lo que me he ganado con ustedes, ya es hora de que paguen por todo lo que ha hecho.
El general no pierde tiempo y manda a desenterrar la carga a cuatro militares.
Mientras los militares buscan la carga en el punto que señalo Isidro, Benítez trae a Batista.
En ese instante, Janet se sorprende al igual que Manuel y Killand, al ver a Batista trabajar para los Vargas.
Janet le dice a Batista:
— No pensé que ibas a caer tan bajo y prestarte para hacer el mal.
Con mucha pena, Batista se queda callado. Cuando Melissa le dice a Janet:
— Te crees mucho, porque tienes más dinero que nosotros… eso no te va a durar para siempre.
Killand le dice a Melissa:
— Cállese señora, y mida sus palabras cuando se refiera a la señorita Janet.
Esteban pierde la compostura de un momento a otro, y le grita a Killand:
— ¡ESCLAVO INFELIZ!, NO LE HABLES ASI A MI ESPOSA.
Esteban intenta golpear a Killand, pero un sin número de militares lo capturan y lo someten a él y a sus dos hermanos.
Melissa se asusta, y les dice a los militares:
— ¡Suéltenlos! No les hagan daño.
En ese instante, los militares que estaban cavando en el punto que mostro Isidro, encuentran toda la carga, y le dicen al general:
— ¡La encontramos!
De inmediato, el general le dice a Esteban y a sus hermanos:
— Todos quedan detenidos, este hallazgo también comprueba que lo dicho por Isidro en el caso de las serpientes; es verdad, ahora pagaran también por la muerte de una persona.
Esteban se desespera demasiado, y le dice al general:
— Eso fue Batista, el planeo todo.
Totalmente enfurecido, Batista intenta golpear a Esteban, pero es detenido por dos militares, los cuales los suben junto a Alonso y Benítez, a un carruaje militar.
Melissa no quiere soltar a su esposo, pero los militares se lo arrebatan. Y lo suben a la fuerza a un carruaje.
Totalmente ofendida, Melissa le dice a Janet:
— Ya estas contenta.
Janet no le hace caso y se va de ese lugar junto a Killand y Manuel.
Contento por atrapar a los verdaderos culpables, el general manda a sacar todo el cargamento de Janet. Dejando a los cuatro militares, y se va en los carruajes militares.
En el Arca, Facundo llora a su amigo incondicional. Cuando Morati se acerca a la caja, y le dice a Facundo:
— Los culpables de esto serán detenidos y castigados severamente, no dudes de eso.
Janet llega al Arca, y al bajarse de su carruaje, le dice a Killand y a Manuel:
— Hay que hacer los preparativos para enterrar a Emilio… Ah, y hay que buscar a su familia.
Veinte minutos después, Esteban, Benítez, Alonso y Batista, son metidos a la cárcel, y en otra celda meten a Isidro, el cual le dice al capitán:
— A mí no me pueden encerrar, yo ayude atrapar a estos criminales, yo soy una víctima de los Vargas.
Alonso le grita:
— Cállate infeliz, agradece que nos encerraron en celdas separadas, porque si no te acabaría.
El capitán le dice a Isidro:
— Ya tendrá tiempo para hablar. Y aclarar su situación.
Batista encuella a Esteban, y le dice:
— ¿Pensaban encochinarme a mí solo?
Benítez y Alonso cogen por la espalda a Batista y lo tiran al suelo. Cuando Esteban le dice a Batista:
— De que vale ser quién eres, si posiblemente nos van a condenar o quien sabe a ejecutar, ya que este general le gusta resolver todo así.
Horas después, Emilio es enterrado, y el cargamento que se encontraba en tierras de los Vargas. Fue entregado a su dueña.
En la casa, Manuel se acerca a donde está sentada Janet y su hija, y le expresa a Janet:
— Teníamos a los enemigos bien cerca.
Janet mira sus tierras, y le contesta a Manuel:
— Si, pero ya están encerrados.
En la cárcel, el general llega a la celda de los hermanos Vargas, y les dice con gran ira:
— Ni la nobleza de Janet los va a salvar de sus destinos… atreverse a robarle y atacar a una mujer tan importante y distinguida como Janet, no tiene ninguna consideración de parte mía, así que… vayan rezando… ah, también por asesinato serán juzgados.
Esteban se acerca a los abarrotes, y le escupe la cara al general, diciéndole:
— Haga lo que quiera.
Estupefactos, Benítez y Alonso se ven las caras. Cuando Batista se pone su mano derecha en la cabeza, y dice:
— ¿Qué hiciste?
El general se limpia con la mano la saliva de Esteban, y le dice:
— Vamos a ver si más adelante te van a quedar ganas de seguir escupiendo.
El general se marcha de ese lugar. Cuando Alonso coge del cuello a Esteban. Y con gran desespero, le dice:
— ¡Nos acabas de condenar a la muerte!...