UNA AYUDA INESPERADA

1581 Words
En la mañana siguiente, Consuelo le prepara algo de comer a Janet, pero esta se levanta de la cama. Y se prepara para irse de Madrid. En ese momento, Janet se vuelve a recoger su cabello, y piensa en Joaquín:     “No puedo creer que con todo el despliegue que hizo el rey, no te haya encontrado… esto hace las cosas más difíciles. Consuelo entra en la habitación, y al ver a Janet recogiéndose el cabello, le dice: —   ¿Ya te vas tan pronto? —   Si, tengo que salir lo más pronto de Madrid. —   Ah, pensé que te ibas a quedar unas horas más, te estaba haciendo algo. Janet se levanta y pone sus dos manos en los hombros de Consuelo, y le expresa: —   Gracias por su gran atención, usted es una buena mujer, no cualquiera hubiera confiado en una extraña como yo… pero usted lo hizo. —   Fue un gusto atenderte Janet, quiero que te cuides del rey, tú eres muy joven para casarte con ese hombre. Janet se sonríe, y le contesta: —   Ni de riesgo me casaría con el rey… bueno, ya tengo que irme. —   Espera, llévate algo de comer. En ese momento, Consuelo le trae unos panes envueltos en un trapo blanco, y le dice: —   Llévate esto. —   Gracias. —   Janet, también vas a necesitar dinero. —   No se preocupe, yo siempre me las arreglo para sobrevivir. —   Pero vas a necesitar unos reales… toma esto. Janet coge la mano derecha de consuelo, y le expresa: —   Por favor, usted va a necesitar más esto que yo, yo soy médico, y en cualquier momento hago dinero… guárdelo mejor para usted, me iría más tranquila… ya me voy. —   Te cuidas Janet. —   Tú también Consuelo. En ese instante, Janet saca el caballo de la casa. Y mira con mucho recelo hacia todos lados. Verificando que no haya ningún militar del rey pasando junto a los civiles, y le dice a Consuelo: —   ¡Cuídese! —   Tú también muchacha, que todo te salga bien. —   Gracias. En ese instante, Janet se monta en su caballo, y antes de irse le dice a Consuelo: —   Una pregunta. —   Dime Janet. —   ¿Cuál es la salida de Madrid? Es que nunca había venido a esta ciudad. —   Tiene varias salidas, limita con Guadalajara, Toledo, Tarancón, Segovia… pues si mi mente no me falla esa son, de todas maneras, te recomiendo que mejor preguntes por la salida hacia Toledo, en ese lugar vive mi hermana. —   Gracias de nuevo. En ese momento, Janet se va a toda prisa de ese lugar. Veinte minutos después, Janet se detiene un momento. Cuando ve a un hombre caminando por la calle, y le pregunta: —   ¿Hola, usted sabe cómo llegar a Toledo? El hombre le explica a Janet paso por paso por donde llegar a Toledo. En ese instante, un militar ve a Janet desde lejos, y dice: —   Hay están mis dos barriles de oro. De inmediato, el militar latiguea a su caballo y con todo se va contra Janet. Janet se dispone a partir y le da las gracias al hombre. Cuando esta se da vuelta, ve que el militar viene hacia ella. Y busca irse, pero el militar la tira al suelo, y le dice: —   Te atrape. La gente se dispersa. Cuando Janet se levanta y saca su espada, diciéndole al militar: —   No debiste haber venido solo. —   Es cuestión de tiempo. Para que mis compañeros vengan… ríndete Janet, el rey solo quiere casarse contigo. —   Ni en sus sueños me casaría con el… ahora quítate de mi camino, no quiero lastimarte. —   ¡Tú a mí!, no seas ilusa, yo soy un militar experimentado. De inmediato, el militar se baja de su caballo y ataca a Janet, pero esta lo deja en ridículo al estrellar su espada con la de ella y pegándole una patada en su estómago. Que le saca todo el aire. El militar cae al suelo. Cuando Janet le dice: —   Quédate ahí. De inmediato, Janet se monta en su caballo y sale en búsqueda de su salida de la ciudad. Cuando tres militares socorren a su compañero que Janet dejo en el suelo. Minutos después, Janet galopa a toda velocidad. Y en los límites entre Madrid y Toledo, cuatro militares esperan a Janet. En ese instante, Janet se detiene al ver que estos militares tapan la salida de la ciudad. Ragel aparece por la espalda de Janet, y le dice: —   Vaya, vaya, vaya, yo que estaba pensando que ya te habías ido de Madrid, pero que gran sorpresa me he llevado, el rey estará muy feliz conmigo cuando te lleve al palacio, ya estoy soñando con esos dos barriles de oro. Janet le contesta a Ragel: —   Te quedaras con las ganas de recibir ese oro, porque yo me voy de Madrid. Ragel y los demás militares sacan sus espadas. Cuando Janet se baja de su caballo y separa al frente de los militares, y les dice: —   Ya sea visto que ustedes quieren morir por el rey, así que les voy a conceder lo que están pidiendo. Ragel le dice a Janet: —   Mujer, solo eres tú contra nosotros cinco, no tienes oportunidad. —   Pues intenten atacarme. En ese instante, los militares de Ragel rodean a Janet. Y la atacan con mucha fuerza, pero esta les combate ferozmente de igual a igual a todos los militares. Ragel se enfada y entra en el combate. Haciéndole a Janet una cortada en su mano derecha. En ese instante, el príncipe aparece montado en su caballo, y les grita a todos: —   ¡PAREN YA CON TODO ESTO! Ragel y los demás militares, ven al príncipe y se detienen. Cuando Leonardo se baja de su caballo, y les dice: —   No sean cobardes, como se atreven de atacarla los cinco. Janet queda confundida por la actitud del príncipe, y retrocede un poco. Cuando Ragel le dice a Leonardo: —   Señor, su padre nos ordenó llevar a esta mujer de nuevo al palacio, sea como sea, así que no interfiera en nuestra misión. Leonardo le dice al comandante: —   Si ustedes atacan a esa mujer, yo me vere obligado a atacarlos a todos ustedes, es más, ustedes se atreven a tocarla, yo les garantizo un terrible castigo, un castigo ejemplar. En seguida, los cuatro militares les da miedo y bajan sus espadas. Ante las fuertes palabras del príncipe. De inmediato, Ragel le dice a Leonardo: —   Tu no mandas en el palacio, y tú no puedes con el rey. En ese instante, el príncipe saca su espada y se acerca a Ragel. Y le pone su espada en el cuello, diciéndole: —   Parece que se te ha olvidado realmente quien soy yo, y quién eres tú. El comandante baja la guardia, y le dice al príncipe: —   Su padre nos ha prometido dos barriles de oro por esta mujer. Leonardo ve a Janet, y luego le responde a Ragel: —   Yo les voy a dar tres barriles de oro, pero para que todos ustedes no digan nada de esto. Y la dejen ir. Los militares se confunden y se miran unos a los otros. Cuando Ragel le dice a Leonardo: —   ¿Usted capas de pagar todo eso por esta mujer? —   Si, ¿algún problema? —   El problema es con el rey, no puedo creer que su propio hijo le está haciendo esto. De inmediato, el príncipe les dice a los demás militares: —   Si ustedes se quedan callados, les prometo que les daré los tres barriles de oro… ¡váyanse ya! Ragel les dice a sus hombres: —   Ya escucharon al príncipe, guarden sus espadas y retirémonos… vamos a confiar en él. En ese momento, los militares le cumplen al príncipe y se van del lugar. Estupefacta, Janet se acerca al príncipe, y le expresa: —   Yo pensaba que tú me odiabas. Leonardo la queda viendo, y le responde: —   No, yo nunca te he odiado, solo que estando junto a mi padre, mostraba esa postura fuerte contra ti. —   Todavía no entiendo porque me ayudaste.   El príncipe coge las dos manos a Janet, y le dice: —   Es porque te amo. —   ¿Qué dices?... que pasa con Mara? —   Ella es mi esposa y siempre lo será, yo no pienso dejar a mi familia, pero tampoco podía permitir que te hicieran daño… ahora vete, yo arreglaré todo esto en el palacio. —   Gracias príncipe. En ese momento, Janet se aleja del Príncipe y se monta en su caballo. Cuando este le dice: —   Espera, falta algo. —   ¿Qué? —   Baja del caballo. Janet baja del caballo. Cuando el príncipe le da un beso muy apasionado, y luego le expresa: —   No podía dejar que te fueras sin antes probar tus hermosos labios. Janet no sabe que decir y se vuelve a montar en su caballo. Cuando el príncipe le dice: —   ¿A dónde vas? —   Hacia mi destino. Janet se va de Madrid en busca de nuevas pistas para encontrar a Joaquín, mientras el príncipe retorna al palacio. Y le cuenta al rey que Janet desapareció de Madrid, y que se olvide para siempre de ella… En su gran dolor, el rey maldice a Janet, diciendo que con ningún hombre será feliz. Janet sigue cabalgando sin parar, y en su mente carga la imagen de Joaquín, la cual utiliza para tener más fuerza…    
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