LA HELADA

1983 Words
En ese momento, Abu tira la leña al suelo y se va cerca de la casa. Y mira los distintos carruajes de todos los invitados. Cuando uno de los militares que cuidan al general lo sorprende por la espalda, diciéndole: —   ¿Qué haces aquí esclavo? —   Yo estoy vigilando todo. —   ¿Vigilando?... más bien pareces sospechoso. —   Yo soy trabajador del Arca, mi nombre es Abu. Y soy la mano derecha de Janet. El militar se ríe de Abu, y le dice: —   Creo que voy a arrestarte. —   Si me arresta, de seguro se va a meter en graves problemas con Janet. En ese instante, Manuel mira al militar y a Abu desde lejos, y les dice: —   ¿Qué sucede aquí? El militar le dice a Manuel: —   Descubrí a este esclavo rondando por el carruaje del general, y de los demás. Manuel le aclara al militar: —   Este hombre es trabajador de aquí, él tiene derecho de recorrer los alrededores del Arca. El militar se siente un poco apenado, y le expresa a Manuel: —   Disculpe mi torpeza. —   Usted tiene que disculparse con Abu, no conmigo. El militar queda mirando a Abu, y con cara de pocos amigos, le dice: —   Discúlpeme por mi gran equivocación. Abu se sonríe un poco, y le dice al militar: —   Estuvo cerca de tener un gran problema con Janet y el general. Manuel regaña a Abu, diciéndole: —   Abu, vete para el establo y no busques problemas. Abu le hace caso a Manuel, y se va al establo, mientras en la casa se siguen divirtiendo de lo grande. El día siguiente, cansada de tanto bailar y de recibir elogios. Y regalos, Zafiro entra en la habitación de Janet, y le expresa: —   Gracias mamá. Janet se sienta en la cama. Y con gran alegría, le responde: —   Se escucha hermosa esa palabra mamá. —   Te lo mereces… yo pensaba que estaba sola en este mundo. Y que nadie me quería, pero llegaste tu. Y me cambiaste la vida. Janet mira su mano derecha, y luego se pone a llorar cuando se acuerda de la roca misteriosa que cogió, la cual la ha hecho vivir tanto tiempo. Zafiro abraza a Janet, y le expresa: —   Otra vez estas llorando, ¿por qué te pones así?... —   Es porque no quiero que te vayas nunca de mi lado. —   No te preocupes mamá, yo nunca me iré de tu lado. Janet abraza a un más fuerte a su hija, y piensa:      “Es inevitable mi pequeña Zafiro, algún día te tengo que perder” En la cerca de los ciervos, Manuel le revisa la pata de un animal que esta lastimado. Cuando Morati le dice: —   Buenos días Manuel. —   Buenas Morati, ¿sí pudieron dormir con esa fiesta de anoche? —   Si, claro que sí, ¿solo venía averiguar si hoy tenemos trabajo? —   No, creo que ni Janet se ha levantado aun, tómense el día libre. —   Bueno. En ese instante, Killand se levanta a caminar cerca de los límites de las tierras de los Vargas. Cuando Ashanti aparece por su espalda, y le dice: —   Te das cuenta. Killand se da vuelta, y le responde: —   ¿Me doy cuenta de que? —   Janet no te quiere, si ella de verdad te quisiera, te hubiera llevado a la fiesta. Y posteriormente presentado a sus más altas amistades, esa era la oportunidad para ti… en cambio, si te fueras fijado en mí; no tendrías esos problemas. —   Ashanti yo… —   No digas nada Killand, yo no te estoy reclamando nada, solo quería decirte eso. Porque te vi así de triste. Killand ve a Janet salir del balcón, y le dice a Ashanti: —   Después hablamos. De inmediato, Killand corre en busca de Janet, la cual también lo ve y baja a encontrarse con él. En ese momento, Killand le dice a Janet: —   Quiero hablar algo muy importante con usted. —   ¿Por qué me hablas así Joaquín?, acaso estas enojado conmigo por la fiesta? —   Pues sí, de eso es que quería hablar… usted no quiso invitarme a la fiesta de cumpleaños de Zafiro. Porque le daba vergüenza de mí. —   No. —   Usted le da vergüenza de mí porque soy un esclavo. Y por eso no me invito… admítalo, es eso. Janet se enoja con Killand y ante la mirada de Zafiro en el balcón, le dice: —   Oye Joaquín, cálmate. —   No me digas Joaquín, mi nombre es Killand. —   Esto no te lo voy a repetir, cálmate y escucha, porque si no te calmas ahora mismo, te puedes olvidar de que algún día tuvimos algo. Killand se tranquiliza un poco. Cuando Janet le dice: —   No te llame, porque esas mujeres y el general, no se ensañarán contigo, créeme que yo no quería que en mi presencia. Fuese a escuchar algo malo, o que te hicieran algún desplante… eso me iba ser pelear con cualquiera… solo lo hice por eso, y disculpa si te ofendí. En ese instante, Janet deja parado a Killand y se entra a su casa. Morati toca el hombro derecho de Killand, y le expresa: —   La acabas de embarrar, no creo que esa mujer te perdone después de ese espectáculo que acabas de hacer… Facundo y todos los demás se enteraran de todo, tienes que bajarle a esa agresividad. Killand se pone triste, y le dice a Morati: —   ¿Usted cree que la perdí? —   El tiempo lo dirá todo. Meses después, el clima de Pedraza cambia drásticamente, al punto que la helada congele todos los cultivos del pueblo. Creando una tremenda calamidad. En el Arca, Manuel le ayuda a Janet hacer una fogata en la sala. Para calentar un poco la casa, mientras Morati, Killand, Saud y Yaro hacen también. Para calentar el establo. Jasir, Naina y Ashanti, se enferman con el terrible frio y se quedan en cama junto a Alika, quien los atiende. Mientras los demás trabajan para calentar el lugar, Abu los ve sentado desde una esquina, y se sonríe al verlos tan fatigados. En la casa, después de hacer una gran fogata, Manuel llama por aparte a Janet, y le dice: —   Definitivamente hemos perdido gran parte de todos los cultivos, ¿qué vamos hacer? Janet se pone a pensar un poco, y luego le responde a Manuel: —   Lo primero es cuidar a los animales de esta helada. —   De eso se está encargando Facundo, Saud, Morati y Killand. —   Bueno Manuel, ahora nos toca buscar la manera de cubrir los cultivos. —   Es imposible, sus tierras son inmensas y no tenemos como cubrir las plantas, hay que confiar en que no se pierda todo. Y que cuando pase esta helada, podamos recuperarnos. —   Tocara. En ese instante, Janet se va a sentar junto a Margot, Kenia y Zafiro, y se calientan con el fuego que hizo Manuel. Zafiro le dice a Janet: —   ¿No te preocupa la suerte la suerte de Killand? —   Él está bien. Zafiro se pega más a Janet, y le sigue diciendo: —   Ustedes llevan tiempo que no se hablan, más bien, tu no le quieres hablar… ¿todavía estas ofendida con él? —   Hija, haces muchas preguntas, mejor acércate un poco más al fuego. Como lo está haciendo Kenia. Margot le dice a Janet: —   No recuerdo que haya bajado tanto la temperatura. Como lo está haciendo ahora, esto es impresionante. Kenia también dice: —   Yo nunca había sentido tanto frio. Janet se levanta, y le dice a Zafiro: —   Quédate junto a Margot y Kenia. Zafiro coge la pierna izquierda de Janet, y le dice: —   ¿Qué vas hacer tu? —   Voy ayudar a Manuel y a los demás con los animales. Zafiro se levanta, pero Janet la coge de los dos hombros y la vuelve a sentar, diciéndole: —   Que te dije, afuera está el frio en su máxima expresión… Zafiro, quédate aquí. —   ¿Y tú?, ¿vas a estar bien? —   Si, este clima no me matara. De inmediato, Janet le dice a Margot y a Kenia: —   No la dejen salir. Margot frota sus manos, y le responde a Janet: —   Si señora. En ese instante, Janet sale de la casa y va a donde están las vacas, y al verlas bien cubiertas, va a la caballeriza. Saud, Manuel y Facundo, están acomodando la caballeriza. Cuando Janet les dice: —   ¿Necesitan ayuda? Manuel se da vuelta junto con Facundo, y le dice a Janet: —   Señorita, es mejor que no se lleve este frio acá fuera. Janet se acerca a la caballeriza. Cuando Killand la coge de la mano derecha, y le dice: —   Hágale caso al señor Manuel, el frio le puede afectar. Janet les dice a todos: —   No se preocupen por mí, yo voy a estar bien, ahora debemos de preocuparnos por los animales que faltan por proteger. Janet se aleja de Killand y se va a resguardar a los cerdos y a los pollos. Killand busca el perdón de Janet. Ayudándolo en todo momento a resguardar los cerdos. Cuando Saud, Morati y Yaro, también ayudan a Janet. Y entre todos salvan los animales del frio congelador. Juntando los cerdos con los caballos en la caballeriza, la cual quedo bien encerrada y organizada. Los pollos y los ciervos fueron ubicados en la zona de las vacas. Después de horas de trabajo bajo una terrible helada, todos se van a refugiar. Cuando Killand detiene a Janet, y le dice: —   Tenemos que hablar. —   ¿Tiene que ser ahora? —   Ah, siquiera antes me decías Joaquín, pero ahora eres más fría que esto que estamos viviendo. —   Es increíble que te quejes por eso, si antes no me decías que no te dijera así. —   Perdóname, todo este tiempo no he dejado de pensar en ti… quiero volver a sentirte. —   Vas a tener que convencerme mejor. Killand coge fuertemente a Janet de los brazos. Y le da un beso, y le dice: —   Yo no quiero perderte. Janet queda viendo a Killand, Y le expresa: —   Ve a resguardarte Joaquín, después hablamos. Killand se alegra al escuchar que Janet lo volvió a llamar de esa manera, y le responde: —   Gracias amor, gracias por perdonarme. —   Ve al establo Joaquín, no quiero que mueras de frio. De inmediato, Killand le vuelve a dar un beso a Janet. Y se va a resguardarse de la helada. Janet entra rápidamente a la casa y cierra la puerta, y se toca sus labios. Cuando Zafiro le dice: —   Te demoraste mucho. Janet se da vuelta, y le responde a Zafiro: —   Hemos cubierto a todos los animales, y realmente espero que funcione y no muera ninguno. Margot le dice a Janet: —   Ya preparé chocolate. Y está bien caliente, venga y beba un poco para el frio. En el establo, Killan entra bastante contento al lugar, por ese encuentro con Janet, y se sienta cerca de la fogata. Yaro nota la felicidad de Killand, y le dice: —   Hace tiempo que no te veo así de alegre, ¿qué te ocurre?... ¿o es que estás loco de tanto frio que está haciendo? —   Estoy feliz, porque he vuelto con Janet. —   Ten cuidado Killand, y ve suave con esa relación. —   No me pidas eso Yaro, yo a esa mujer la amo. Yaro se sonríe bastante. Y luego le dice a Killand: —   Eres un tipo con mucha suerte, Janet es una mujer extremadamente hermosa… te felicito. —   Gracias Yaro, eres un buen amigo. —   Killand, con el que si debes de tener cuidado; es con Abu. —   ¿Qué has visto? —   Últimamente lo veo mirándote muy mal… dime la verdad, ¿tú que le has hecho a Abu? —   Nada, pero voy a estar muy pendiente del…  
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