EL PASADO NO PERDONA

1184 Words
En ese instante, Alfonso se va en su carruaje a Matabuena. Cuando Janet amenaza a Cesar, diciendo: — Voy ausentarme un largo tiempo y no quiero que Joaquín se entere de esto, si se llega a enterar de esto… — Tranquila señora, yo le voy a guardar su secreto. — ¿Puedo confiar en ti? — Si, yo no le diré nada al señor Alfonso. — Bueno, alístame un caballo. — Si señora. Janet entra a la casa y se pone en su cabeza un pedazo de tela, del vestido que daño y sale de la casa. Cuando Cesar le dice: — ¿Piensa salir así? — Claro, estoy perfecta para la ocasión, además, voy a visitar viejos amigos. — Se cuida señora. Janet se monta en su caballo y se va al centro del pueblo. En las afueras del cuartel militar, Patricio va caminando con el capitán del ejército, y le dice mientras sigue caminando: — Gracias a Dios todo ha salido bien en este pueblo y quiero que siga así, estoy agradecido con Pedraza, este pueblo me hizo convertir en el mejor militar. Y por ello… no en vano soy uno de los generales más valiosos de España. Sendero le dice a Patricio: — Por qué no aspira para el cargo de gobernador, la gente lo apoyará en eso. Patricio se ríe un poco, y le responde a Sendero: — No, como crees, yo muero siendo militar y nada más. — Pensé que su ultimo objetivo era ser gobernador. — No, pensaste mal. En ese instante, Janet cabalga los alrededores de la Plaza mayor, y es vista por toda la gente, quien la ven con asombro y curiosidad por la tela que lleva en su cabeza. Janet no quiere perder tiempo en la búsqueda de Joaquín, y se acerca a un hombre, y le pregunta: — Buenas. — Buenas, señora… ¿le puedo ayudar en algo? — Si, ¿en dónde puedo encontrar la casa de Patricio?, el militar. — Quiere decir del general. — Ah, ¿ya es general? — Si, la casa queda al norte del pueblo, pero está muy custodiada, también lo encuentra en el cuartel militar, naturalmente. — Gracias. Janet se va en busca del militar, mientras el señor se queda viendo el manto que lleva en su cabeza. Minutos más tarde, Patricio se monta a su caballo e intenta irse. Cuando se acuerda que tenía que entrar hablar con el padre, para confesarse. De inmediato, Patricio entra en la Iglesia, y le dice a Jiménez: — Padre he venido a confesarme. El padre lo queda viendo, y le dice: — Esta es una verdadera sorpresa tenerte aquí, me da mucho gusto que comiences a buscar de Dios. — Si padre, quiere confesarme ya. — Bueno. En Matabuena, Sara comienza a escribir otra carta a su primo Alfonso, mientras Flora hace varios vestidos y varias camisas a distintas personas del pueblo. Sara tapa la tinta y termina de escribir su segunda carta, y le dice a Flora: — Estoy desesperada, ya quiero que Alfonso aparezca por esa puerta y nos saque de aquí… es que tú no viviste lo que yo viví con esos sujetos, todavía estoy muy asustada. Flora deja de coser un vestido y se levanta a descansar, y le dice a su prima: — Ya estoy por pensar que mi esposo tenga razón y tu estes exagerando eso quete paso. Sara se enoja con Flora, y le expresa: — Espero que no vivas la dura experiencia que yo tuve que vivir, en esa esquina. — Cálmate Sara, o te va a dar algo. En Pedraza, Patricio termina de confesarse. Cuando choca al salir de la Iglesia con Janet. De inmediato, Patricio le dice: — Perdón. Patricio siente curiosidad por la tela que tiene Janet en la cabeza, y le dice: — ¿Quién es usted?, nunca había visto que alguien ande así en Pedraza. — Yo soy una vieja conocida suya, pero no quiero hablar aquí, quisiera hablar algo muy importante con usted. Patricio comienza a preocuparse, y le dice a Janet: — Porque no se quita esa tela de la cabeza… quiero conocerla. — Ya me va a conocer, pero necesito hablar a solas con usted. — Está bien, veámonos en la casa abandonada, esa que queda al lado del molino. — Bien General Patricio, allí estaré. Luego de unos minutos, Patricio cumple la cita y llega a la casa abandonada, y al no ver a la mujer, dice: — Me engaño. En ese instante y como si fuera un fantasma, Janet sale de unos matorrales que quedan al frente de esa casa, y le dice a Patricio quien está de espalda: — No te he engañado, aquí estoy. Patricio se da vuelta, y le dice: — Si quieres hablar conmigo, quítate eso primero. Janet se adelanta, y le dice: — A que cárcel ustedes mandaron a Joaquín Fernández. Patricio toca su espada y muy extrañado con lo que dijo Janet, le responde: — ¿Quién es Joaquín? — No te hagas el tonto conmigo, tú sabes quién es Joaquín, vamos… dime donde esta, él tiene una deuda de sangre conmigo. Patricio se preocupa demasiado por culpa de la mujer. Y comienza a sujetar su espada fuertemente, mientras le dice: — Te ordeno a que te muestres ante mí, o te meteré a la cárcel. De inmediato, Janet le dice a Patricio: — Hace cuarenta y cinco años, Joaquín fue el hombre que te pidió trabajo en la armería, el hombre que encerraron en ese tiempo acusado de secuestrar a una joven que se dedicaba a vender pan y queso, y que sus padres se llamaban Adal y Fanny, también fue culpado por matar a cinco militares. Estupefacto, Patricio se acuerda de Joaquín, y luego dice: — ¿Cómo sabes todo eso? — Patricio, yo solo quiero saber, ¿en dónde condenaron a Joaquín? Lleno de ira, Patricio desenfunda su espada y corta la tela que tiene Janet en la cara. Haciendo que la tela caiga al suelo. En ese instante, Patricio mira el rostro de Janet y de la gran impresión que le da, se toca su corazón, diciendo: — ¡Janet! Patricio cae al suelo del fuerte susto que tiene. Cuando Janet le expresa: — No te mueras Patricio, yo necesito saber dónde está ese infeliz. Patricio se arrastra por el piso, y antes de morir, dice: — Yo… yo, yo cumplí… yo cumplí con mi deber… Patricio muere de un ataque del corazón. Janet se acerca al cadáver del general, y luego le dice: — ¡Tonto!, te moriste sin haberme dicho nada, ahora como voy a encontrar a ese infeliz de Joaquín. En ese momento, Janet recoge la tela cortada por la espada de Patricio y se tapa el rostro con un pedazo de ella, pero al cabalgar se vuelve la tela a caer. Antes de irse a Casa, Janet se va al cementerio y visita el lugar donde. Cuando ve su nombre en una cruz de madera, y dice: — Ilusos, no saben que estoy más viva que nunca…
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