Estupefacta, Janet se siente aturdida y asustada por lo que está viendo. Que pone sus dos manos en su rostro y cierra sus ojos por unos segundos. Y los vuelve abrir al instante. Volviendo a ver a Adal en ves del paciente.
En ese instante, Janet le dice al señor:
— ¡¿Quién te hizo esto papá?!
Con todo el dolor que siente, el señor le responde a Janet:
— Por favor, no juegue conmigo y sálveme la vida que me estoy desangrando.
Janet sigue viendo al señor como su padre. Y ve las grandes herias y se pone a llorar, diciendo:
— ¡Papá!, ¡estas muy mal!
El señor se enfurece y le dice a Janet:
— Yo no soy tu padre, yo me llamo David… David, yo soy David.
En ese instante, David se desmalla en los brazos. Haciendo que esta pierda la poca cordura que le queda y pegue un grito de dolor. Que asusta a todos…
El médico se acerca a Janet, y le expresa:
— ¡Señorita! ¿Qué está haciendo?
Janet sigue llorando por la imagen de su padre. Cuando el medico toca el cuello de David, y dice:
— Se ha desmallado.
El médico mira a Janet, quien no puede contener sus lágrimas. Y la lleva a un asiento, y le dice:
— Parece que no tienes la experiencia suficiente para tolerar la sangre, es mejor que te quedes aquí…
En la calle, Alejandro detiene el carruaje, y le dice:
— ¡Claro! Janet debe de estar en el hospital, si, ella no se va ir sin ayudar a personas que necesitan de ella.
En ese momento, Alejandro se dirige al hospital, mientras varios militares comienzan a entrar a las casas en busca de hombres para pelear en Portugal.
En el hospital, mientras el medico atiende a David, Janet ve el rostro de David, y dice en voz baja:
— ¿Qué me paso?... creo que no voy a poder descansar hasta que vengue la muerte de mis padres encontrando a Joaquín.
Alejandro se las ingenia y entra al hospital. Haciéndose pasar como si estuviera herido. Y luego busca a Janet en el primer salón, y al no encontrarla es ese, se va al segundo.
En ese instante, Alejandro ve a Janet y corre a donde esta ella, y le dice:
— ¡Janet! ¿Qué te paso en el rostro?
— Nada.
— Pero tienes todo el rostro cubierto de sangre.
— Esta sangre no es mía.
— Que bien, estaba tan preocupado por ti, pensé que ya te habías ido.
— ¿Qué quieres Alejandro? Yo no voy a volver a tu casa, yo he decidido estar sola.
Miguel se acerca, y les dice:
— Si no van ayudar hagan silencio.
De inmediato, Janet se levanta y le expresa al médico:
— Yo voy a seguir, ¿cómo se encuentra el señor?
— Todo depende de él.
Alejandro le dice al médico y a Janet:
— Yo también voy ayudar.
Cuartel militar de Valencia, el comandante sigue enviando militares a las calles. En busca de reclutar a más hombres. Cuando le dice al capitán encargado:
— ¡Báez!
— Si señor.
— ¿Cuántos hombres se han reclutado?
— Todavía no tenemos resultados, puesto que todos los hombres más experimentados están batallando en Portugal…
— ¿Tú sabes qué pasaría si al rey se le dijera, así como me lo estas diciendo? Tenemos que reclutar por mínimo cinco mil hombres y llevarlos a la frontera con Portugal.
— Lo veo complicado.
— Pues yo mismo saldré a buscar…
Norte de Valencia, cuatro militares irrumpen en casa de Fernando, y le dicen a Elena:
— Buenas señora.
— Buenas, ¿pasa algo?
— Venimos a llevarnos a los hombres de la casa. Para que combatan junto a nosotros.
De inmediato, Elena les dice:
— ¿Perdón? ¿Qué ustedes qué?
— Señora, los hombres de este país tienen que luchar para seguir avanzando en la batalla.
En seguida, Elena se ríe de los militares, quienes se miran unos a los otros. Cuando Fernando se acerca, y les dice a todos:
— ¿A qué se debe esa inesperada visita?
Elena se les adelanta a los militares y le dice a su esposo:
— Están aquí, porque quieren llevarse a Fabián y a ti a la guerra.
De inmediato, Fernando los mira, y les dice:
— ¡Sobre mi cadáver!... esto es una completa estupidez, ni mi hijo, ni yo, estamos dispuestos a participar en los juegos de guerra de sus altos mandos.
Uno de los militares le responde a Fernando:
— Es que es una obligación.
Fernando se acerca bastante al militar que le dijo eso, y le expresa:
— Salgan de mi casa si no quieren que hable con el gobernador o con el que sea. Y los mande a colgar como se los merecen, ningún militar de pacotilla viene a mi casa a imponer su ley. Siendo yo, uno de los hombres más importantes de Valencia.
En ese momento, los militares no dicen nada y se retiran mirándose las caras unos a los otros.
En el comercio, dos militares a Johan, quien está hablando con una vendedora de frutas. Cuando estos le llegan por la espalda, y le dicen:
— El comandante lo necesita, venga con nosotros…
En casa de los padres de Mileici, Fabián baja a su novia de su carruaje y se vuelve a subir. Cuando esta le dice:
— ¡Oye! ¿No te falta algo?
— ¿Qué?
Mileici cierra sus ojos y posa para un beso. Cuando Fabián mira hacia todos lados y se baja de su carruaje. Y le da un beso, diciéndole:
— Le das saludos a tus padres.
— ¿Y por qué no se lo das personalmente?
— No puedo, voy de afán, otro día.
De inmediato, Fabián se va a toda marcha de la casa de Mileici.
En ese instante, los militares también llegan a casa de Laura, pero al no encontrar hombres, se marchan.
Valeria y Lucia compran lo que pueden en el mercado. Y salen corriendo al ver el alboroto que están haciendo los militares.
En el hospital, el médico le dice a Janet y a Alejandro al escuchar los ruidos en la calle:
— Ustedes que vienen llegando, ¿saben que está pasando allá fuera?
Alejandro queda mirando a Janet. Y después sale a la puerta, y ve a muchas personas peleando con los militares.
En ese instante, Alejandro entra rápidamente. Y le dice a Janet y al médico:
— Ahora no se puede salir a la calle…