En el centro de Loulé, Ruth recorre toda la lujosa casa, que le dio su esposo, y le dice:
— La de Lisboa es más grande, pero definitivamente esta casa está más bonita.
Viriato le da un beso a Ruth, y le responde:
— Es toda tuya.
En ese momento, su hombre de confianza entra a la casa, y le dice a Viriato:
— Señor, todo salió bien, solo espero órdenes para ir por los que le deben en esta ciudad.
Viriato lo ve fijamente, y le dice:
— Acaso ves a mi esposa pintada en la pared.
De inmediato, Mateus le dice a Ruth:
— Perdón señora, ¿cómo se encuentra?
Ruth coge el hombro izquierdo de Viriato, y le expresa:
— Voy a estar en la habitación.
— Bueno querida.
Viriato le da un beso a su esposa y luego le dice a Mateus:
— Ve y cobra la deuda que debe Leandro, ah, y hazle entender que los centuriones están más vivos que nunca.
— Si señor.
En ese momento, Mateus sale de la casa de su jefe. Y se monta en el carruaje con dos sujetos más.
En la cafetería, Janet termina de comer y de tomarse todo el café, y muy satisfecha, le expresa al dueño:
— ¿Cuánto le debo?
— Tres Macutas.
En ese instante, Janet le paga al señor y sale de la cafetería. Para montarse a su caballo e ir hasta la playa, y seguir buscando a Joaquín.
En ese momento, Alejandro envía la carta a España a través del correo. Y se dispone a pasar la calle. Cuando le toca tirarse hacia un lado. Para esquivar un carruaje que viene a toda velocidad.
Alejandro se enfada, y le grita al carruaje:
— ¡Estúpidos! Fíjense por donde pasan.
El carruaje se detiene. Cuando Alejandro se acerca y les vuelve a decir:
— Tengan cuidado con la gente que pasa en la calle.
Mateus se baja del carruaje, y con mucha arrogancia, le dice a Alexandro:
— ¿Qué fue lo que dijiste hace un instante que pasamos?
— ¡Estúpidos!... ¿por qué?
De inmediato, Mateus mira a uno de sus hombres. Y luego le pega un tremendo puñetazo a Alejandro, que lo manda al suelo, y le dice:
— Cierra tu boca y piérdete de Loulé, porque si te vuelvo a ver te mato.
Alejandro habla español, diciendo cuando se toca su mejilla izquierda:
— Pega duro este tipo.
Mateus lo escucha, y le dice:
— ¿Qué dijiste? ¿Acaso eres español?
Desde el suelo, Alejandro le pega una patada en la rodilla derecha de Mateus. Y se levanta, y le pega un puñetazo en el rostro, diciéndole en portugués:
— ¿Quién te crees para decir quién entra y quien sale de Loulé?
Ante la mirada de toda la gente, los guarda espaldas de Mateus cogen a Alejandro de las dos manos. Y esperan a que Mateus se reponga del golpe, para acabar con Alejandro.
Mateus se levanta y se acerca a Alejandro, y le pega un puñetazo en su estómago, diciéndole:
— No sabes con quien te metiste…
Mateus va al carruaje y saca una espada, y le expresa a Alejandro:
— Me has hecho retrasar un cobro del señor Viriato. Y eso se paga con la muerte.
Tratando de recuperarse del fuerte golpe de su estómago, Alejandro le dice:
— ¿Quién es Viriato?
— Alguien que nunca quisieras conocer, pero vete preparando, porque ahora mismo te mueres.
En ese instante, varias personas traen a unos militares que estaban cerca, los cuales llegan al lugar. Deteniendo a Mateus y luego a Alejandro, y a los otros dos hombres, pero estos últimos protestas de que no tenían nada que ver en la pelea y los sueltan. Cuando Alejandro se libera de un militar y le pega un puñetazo.
Casualmente, Janet va pasando por el lugar. Cuando ve a Alejandro siendo arrestado por los militares portugueses.
Sorprendida, Janet se encuentra junto una multitud de personas. Observando como los militares sacuden a todos los capturados.
Mateus les dice a todos los militares:
— Ustedes se están metiendo en un problema muy grande con mi jefe.
Un militar le dice a Mateus:
— Ya cállate, nadie está por encima de la ley.
De inmediato, los militares suben en un carruaje a Mateus y a Alejandro, y se los llevan a la cárcel.
Janet intenta irse por otro rumbo, pero se detiene un momento, y dice en voz baja:
— No sé porque, pero siento que tengo que ayudarlo.
En ese momento, Janet se da vuelta y sigue con mucha discreción el carruaje militar.
Minutos después, Alejandro y Mateus son encerrados en celdas por separados, hasta nueva orden.
Alejandro da vueltas y vueltas en la celda, y dice:
— Esto no era lo planeado, ¿qué voy hacer?
Janet entra a la cárcel. Cuando un militar le dice:
— Señorita, no creerá que usted está en su casa y que puede pasar, así como si nada, ¿a quién viene a buscar?
— Disculpe, andaba pensando lejos, vengo a buscar a un hombre que hace minutos ingreso aquí.
— ¿Cómo se llama?
— Alejandro Rodríguez.
— No, aquí no tenemos a nadie con ese nombre, los que llegaron ahora eran dos que estaban haciendo un escándalo público, y agresión a un oficial del ejército.
De inmediato, Janet le dice al militar:
— ¡Son esos!, uno de ellos es al que quiero ver.
— ¿Quién es usted?, ¿es algún familiar?
Janet mira al otro militar. Y luego miente, diciendo:
— Yo soy su esposa…
— Esta bien, voy a dejarla que entre.
Casa de Viriato, uno de los hombres que cuidaba a Mateus, entra a la casa y con gran desespero le dice a Viriato, quien está con su esposa en el sofá:
— Señor, Mateus fue arrestado.
— ¿Qué?, ¿y en donde lo tienen?
— Esta en la cárcel principal junto al otro sujeto.
— ¿Como así?, ¿cogieron a otro de nosotros?
— No precisamente, Mateus se puso a pelear con un sujeto. Y en eso llegaron los militares a desapartarlos, pero ese sujeto golpeo a un militar sin ninguna justificación. Y los detuvieron.
Asustada, Ruth queda viendo el rostro de su esposo, y le dice:
— Cálmate.
Viriato no le hace caso a su esposa y se levanta del sofá, y dice:
— Llévame al lugar donde tienen a Mateus…