ETERNOS

EL REY

Janet coge el plato de quisquilla, y come con gran desespero. Sorprendiendo a Cavildo y a Luz.

Después de comer, Janet les dice:

—   Gracias, han sido ustedes muy amables.

Cavildo le pregunta a Janet:

—   ¿Nos puedes decir que te sucedió?

Por unos segundos, Janet vuelve a ese momento donde ese barco los ataco y los invadieron. Y sin querer, Janet cuenta todo, diciendo:

—   Íbamos en el barco el Clavel hacia el nuevo mundo, y la misión era desde el principio traerle oro al rey, pero los planes cambiaron… todo fue una matanza.

Cavildo se sienta en la cama, y le dice:

—   ¿Matanza? Explícate mejor.

—   Los portugueses nos atacaron y mataron a todos… el barco no aguanto más y se hundió.

Luz le dice a Cavildo:

—   Déjala que descanse, acaso no ves que está mal.

Cavildo le dice a Janet:

—   Espera, ¿ustedes traían el oro del rey?

—   No, no, no, yo dije íbamos… íbamos. Cuando aparecieron esos canallas y acabaron con todo… no voy a poder olvidar todo lo que pase en ese barco. Y esa la sensación de ahogarme varias veces una y otra vez…

En ese instante, Janet no puede más con el cansancio y cae dormida nuevamente.

Cavildo y Luz se quedan viendo las caras. Cuando Luz le dice a su esposo:

—   Realmente está mal…

El día siguiente, Janet se despierta y se sienta en la cama. Viendo la ropa de hombre en el suelo. Y se ve con un vestido rojo, y se levanta de la cama.

En ese momento, Luz esta de espalda cocinando. Cuando Janet le dice:

—   ¿Tú me cambiaste de ropa?

Luz se asusta, y le contesta a Janet:

—   Casi me matas del susto…

—   Perdona.

—   Eh, sí, yo lo hice, esa ropa de hombre ya estaba muy sucia y fea, espero que te guste el color rojo.

—   Gracias, el vestido está muy bonito… ¿no viste una espada cerca de mi cuando me encontraron?

—   No, ¿eres militar?

—   No, yo la tenía como defensa, lo más seguro es que se haya quedado en el fondo del Océano.

En ese momento, Cavildo llega a la casa con cinco pescados, los cuales el pesco, y dice cuando ve a Janet de pie:

—   Por fin se despertó.

Cavildo le entrega los pescados a su esposa. Cuando Janet les dice a los dos:

—   Ustedes han sido muy amables conmigo, no tengo como agradecerles todo lo que han hecho por mí, pero ya tengo que irme.

Cavildo le expresa a Janet:

—   ¡Espera!... ¿cómo te llamas?

—   Mi nombre es Janet.

Luz le dice a Janet:

—   El mío es Luz y él es mi esposo Cavildo… no te vayas tan rápido, espera a recuperarte.

Cavildo se interesa por la información del rey. Y también le dice a Janet:

—   Bueno, quédate hoy y ya mañana cuando estes mejor, te vas.

Por cortesía, Janet acede a las pretensiones de Cavildo, y dice:

—   Está bien, me voy a quedar solo por hoy, pero me dicen en que puedo ayudar.

Luz le expresa a Janet:

—   ¿Estas segura?

—   Si, quiero ayudar en algo.

—   Entonces ayúdame a escoger las mejores conchas de caracol. Para poderlas vender en el mercado.

Janet los queda mirando. Cuando Cavildo le explica:

—   Es que con la concha de los caracoles. Hacemos piezas artísticas y collares, y todo eso lo vendemos. Ese es uno de los trabajos que nos sostiene, ya que estamos recién casados.

Al verlos juntos, Janet les expresa:

—   Muchas felicidades por su matrimonio… ¿dónde están los caracoles?

En ese momento, Luz le muestra una colección de conchas de caracoles, las cuales Janet se pone a escoger las mejores. Cuando Cavildo se acerca a ella, y le expresa:

—   ¿Tú tienes conexión directa con el rey?

Janet mira a los ojos a Cavildo, y luego le dice:

—   No… ¿por qué estas tan interesado en saber del rey?

—   Nada, solo que me causa curiosidad.

En ese momento en la ciudad, el ejercito real se toma Cádiz. Cuando se enteran por barcos españoles, que había restos de otro barco que trabajaba para el rey.

Minutos después, Cavildo deja en casa a Luz y a Janet trabajando en la artesanía, mientras el sale a caminar por los alrededores de la ciudad. Cuando ve que todo está militarizado, y dice:

—   ¿Qué pasa aquí?

En ese momento, Cavildo se acerca a un hombre, y le pregunta:

—   Hola, ¿usted sabe que es lo que está sucediendo?

—   El rey está buscando información sobre los restos del barco que encontraron.

De inmediato, Cavildo piensa:

     “Janet”

Palacio real-Madrid, Melancólico y de muy mal humor por la repentina muerte de su esposa Mérida, el rey solo tiene cabeza para averiguar lo que sucedió en el Océano con su gente.

En ese instante, mientras dos hombres lo abanican, el rey le dice a Euclides:

—   ¿Si será verdad que esas partes del barco que encontraron son del Clavel?

—   Indudablemente, recuerde que usted mando arreglar ese barco, el cual yo estuve presente… esa parte que trajeron los marineros valencianos. Fue vital para yo reconocer la nave… es el Clavel, esperemos haber en que terminan las averiguaciones del ejercito real.

El rey ve llegar a su hijo junto con su hermano. Cuando le dice a Euclides:

—   Retírate y mantenme pendiente de todo.

—   Si, mi rey Anastasio.

Leonardo y Timoteo llegan a la presencia del rey. Cuando su hermano Timoteo, le dice:

—   ¿Estas con el asunto del Barco?

Anastasio hace sentar a su hijo en el que era el asiento de Mérida, y le responde a Timoteo:

—   Claro, debo de buscar el responsable o los responsables del hundimiento del barco de Pablo, ese hombre era el que me traía más oro que todos los demás.

Leonardo mira a su padre, y le expresa:

—   ¿Ya olvidaste a mi madre?

—   No, como olvidarla, la muerte de tu madre ha marcado mi vida, pero la vida sigue y tengo que saber que paso con la tripulación del Clavel.

Timoteo le dice al rey:

—   Hermano, ¿y si fueron los portugueses?

El rey mira a su hijo y luego le responde a su hermano:

—   No creo que hicieran eso.

Leonardo le expresa a su padre:

—   ¿Porque no? Ellos pueden romper la tregua que hay en cualquier momento.

El rey les dice a los dos:

—   Si eso fue así, los buscaré hasta el fin del mundo y los capturaré. Para luego hervirlos en aceite.

En Cádiz, Cavildo se llena de ambición al escuchar que el ejército real está ofreciendo mucho dinero por información del barco el Clavel, y manda a todo el ejercito a su casa…