Pov. Valentina
Mi corazón latía desesperado, mis manos temblaban. Me faltaba el aire, apenas podía ver el camino, pero ahí me encontraba, directo al hospital donde acababan de llevar a mi padre. Mamá no podía hablar, ella ni siquiera coordinaba, solo me dijo que la llamaron, que sufrió un accidente y luego simplemente balbuceo el nombre del hospital.
No había muchos lugares donde ir y lo sabía, pero no coordinaba lo suficiente como para saber dónde lo enviaban, no podía.
Apreté la bocina repetidas veces y frené cuando un auto se metió de golpe, mis lágrimas volvieron y aceleré para pasarlo. Mis ojos dieron con el conductor y saqué mi dedo del medio antes de acelerar y bajar en la intercepción que me correspondía.
Baje con mi corazón acelerado, mis pies pisaban el cemento, ya no podía contener las lágrimas, simplemente lloraba.
— Disculpé —paré a una enfermera —¿Dónde está el área de espera? —sus ojos dieron con mi rostro.
— Por aquí —me señaló el sector izquierdo.
— ¿Puede decirle algo del señor Oscar González?
La mujer no dijo nada, pero su expresión de pena fue todo lo que necesite para saber que lo que vendría luego iba a ser malo.
— ¿Qué pasó con él? —di un paso hacia atrás.
— Señorita, ahora va el doctor a hablar con su madre.
No quería caminar, pero lo hice, no supe cómo, pero llegué al lado de mi madre que ahora lloraba desconsolada. La envolví con mis brazos manteniendo la calma en todo momento, solo me dediqué a consolarla en silencio.
Sus sollozos siguieron hasta que la puerta se abrió y la cara de dos médicos me dijeron lo que pensaba y que no quería creer. El primero de ellos tenía los ojos claros, cabello castaño y mirada dura.
El otro chico, se veía más simpático, ojos marrones. Se notaba que tenían edades parecidas.
— Familia González —afirmó sin abrir la boca.
— ¿Cómo está mi marido? —mamá se paró frente a ellos con la voz cargada de angustia.
— Señora, soy el doctor Vega, soy el jefe de traumatología y él el doctor Knight, jefe de cardiología —señaló al otro hombre —, atendimos a su marido cuando llegó —sus ojos se desviaron a mí —, lamentó informarle que no...
El grito de mi madre llenó el ambiente, la aferré a mi cuerpo y los miré esperando que terminaran de decir aquellas palabras, necesitaba que dijeran aquellas palabras para poder creerlo.
Era la única forma en que lo haría.
— Solo termine —hable acongojada.
— Las heridas que traía eran graves, perdió sangre, su cuerpo no lo resistió —afirmó —, sufrió un infarto.
— Gracias —se quedó mirándome un momento.
— Si hay algo en que pueda ayudarlas —negué.
— No se preocupe.
Yo no podía soltar a mamá para ir a llorar y aun cuando lo hiciera, no podía ni hablar. No encontraba las palabras. Pasé las próximas horas haciendo trámites, todo lo que necesitaba para que lo llevaran al cementerio, mi madre no hablaba, no hacía nada y estaba
peleando por encontrar todo lo que necesitaba para hacerlo.
Nunca me había preocupado por saber las claves bancarias, no tenía idea de los seguros, nada.
Cuando me quedé un momento a solas tomé el celular para llamar a Ashley, pero no me atendió. Mi mano temblaba mientras esperaba que armen todo y le marque a la única persona que podía ayudarme en este momento, pero me rechazó la llamada.
— Tom —miré el techo —, mi papá murió, yo —sollocé —, necesito que me ayudes, por favor, solo necesito alguien que haga los papeles, porque yo no puedo pensar —miré el suelo —, por favor, solo…
El tono dio por finalizado el contestador y no me quedó más remedio que levantarme y salir e ir por las personas para hacer los trámites. Cuando termine lleve a mamá a casa, avise a cada conocido y los noticieros hicieron eco de lo que pasaba.
Quería despertarme, que alguien me sacudiera y dijera que era un sueño, pero no pasó, porque horas después estaba camino a un cementerio, para enterrar a mi padre, mi héroe, mi mejor amigo. Estaba muerto.
— Vale —Ashley apareció agitada en su vestido n***o.
— ¿Qué…? —mi labio tembló.
— Lo vi en las noticias.
Papá falleció en un accidente de coche, cuando regresaba de su trabajo y no pude despedirme. Todos los medios hablaban de eso, incluso nuestros vecinos llegaron, pero Tom no apareció.
— Se fue —mis lágrimas pelearon de nuevo en mis ojos.
— Lo sé, lo lamento tanto —me apretó —, sé lo que se siente, sé que nada de lo que diga ayudara, pero acá estoy nena.
— Lo quiero conmigo —volví a llorar.
Miré a mamá que estaba parada al lado del ataúd, sus ojos observaban el suelo y nada más, no teníamos a nadie más que amigos de aquí, papá no tenía casi familia y la de mamá estaba en Argentina.
Algunos socios de papá se acercaron para abrazarla y darle el pésame. Pero ella no respondía. la entendía, yo no sentía nada, solo un vacío en el pecho. No podía aceptar que nunca más lo volvería a ver.
El pastor se acercó al micrófono y comenzó a hablar. Su voz era suave y consoladora.
— Estamos aquí para despedir a un gran hombre, un padre, un esposo, un amigo —me acerqué a mamá —. Un hombre que dedicó su vida a su familia y a su trabajo, que siempre fue honesto y generoso —mis ojos se elevaron para ver a las personas.
El pastor hizo una pausa y me miró, mis manos sostenían una foto de papá. Salíamos los dos, sentados en la mesa, con su brazo por encima de mi hombro.
— Quiero decirles a Valentina y Miranda —mi mano tomo la de mamá —, que no están solas, que Dios está con ustedes y que su padre también.
Dejé de escuchar, solo observé el artefacto lleno de flores, con su foto encima. El pastor continuó hablando. Mamá parecía ida y yo solo podía pensar en papá, su voz, la risa llenando el ambiente, nuestro último abrazo.
Me acerque luego de que dejaran unas flores, mamá había lanzado su rosa, yo tenía una en la mano que me negaba a tirar. No era el momento.
No me moví, dejé que terminaran de hablar, observé la tierra cayendo encima de la madera, como poco a poco iban cubriendo mis recuerdos. Lo observé en silencio, me concentré en sus palabras, su voz.
Hasta que nadie más estuvo, solo éramos él y yo, sus ojos brillando, la sonrisa brillante y los abrazos desinteresados. Esperé que terminara y me acerqué con la rosa en la mano y la foto en la otra.
— No tenías que irte así de rápido —tomé aire —¿Qué hacemos ahora? —más lágrimas cayeron —¿A quién le pregunto mis dudas? —Mis piernas fallaron y me arrodillé en el suelo —, por favor, no me dejes —una mano se colocó en mi hombro.
— Es hora de ir a casa, hija —miré la foto en mis manos y la besé.
— Te amo —me levanté.
Mis ojos fueron a Ash que tenía a mamá, abrió su brazo libre y me aferré a ella, mi pecho se apretó, los sollozos llegaron y miré atrás donde un hombre con lentes oscuros y traje permanecía parado.
Se quedó un rato mirando en nuestra dirección, porque sabía que miraba donde estaba, podía sentir su mirada en mí, aunque no lo conocía. Limpie mi rostro y giró para irse, mis ojos volvieron a mamá que comenzó a caminar.
El camino a casa fue silencioso, Ashley se encargó de manejar, yo no podía, lo que no sabía era cómo había hecho con su auto, aunque ella no parecía preocupada por eso.
Llegamos a casa y los autos también, esto de preparar un velorio no era lo mío, no me gustaba. Deje pasar a las personas, Ash les servía, ella se encargaba de todo, porque yo no podía, no funcionaba.
— Miranda, Valentina —miré al socio de mi padre.
— Señor Pratt —sonreí cordialmente —, gracias por venir.
— Nick —mamá tomó su mano —, gracias por venir.
Nick Pratt estaba a cargo de la vicepresidencia, llevaba años en la compañía con papá, eran grandes amigos, tenía un hijo Joe, era encantador, pero no vivía acá, se había alejado de ellos, papá decía que era por su orientación s****l.
— Disculpen que las moleste, pero —miró a todos lados —¿Podemos hablar en privado?
Mamá lo miró algo molesta, pero afirmó. La acompañe a una de las habitaciones, mi madre se sentó en la silla de papá y él se acomodó frente a ella, sus ojos dieron con ambas antes de centrarse en mamá.
— Lamento hacer esto —miró sus manos —, no está bien, pero mañana teníamos una reunión, los inversores se quieren ir.
— ¿Qué? —lo interrumpí.
— Saben que tu madre no maneja el negocio y a ti te falta tiempo para recibirte —me señalo —, piensan que es arriesgado seguir en la compañía —apreté mis labios.
— Eso es una idiotez —negué —, no pueden hacer eso.
— Valentina —mamá me observó.
— Mamá, no pueden hacer eso, es el trabajo de su vida —miré a Nick —, no puedes permitir eso —levantó la mano.
— Eso quería hablar con ustedes —nos miró —, el abogado hizo un contrato, es simple —metió su mano en su chaqueta y saco un sobre —, solo dice que me ceden el poder hasta que Valentina se reciba.
Mamá me miró luego a él, no dijo nada por un minuto o tal vez fue más tiempo. Hasta que hablo.
— Está bien, yo no tengo idea de los manejos de la empresa y no podemos perder esto —afirmó y él le pasó el papel.
— Solo habla de que me cedes el poder hasta que Valentina se reciba, luego mi ahijada manejara todo —se acercó a mí para abrazarme —, estaré esperando que llegues para que hagas crecer todo a tu forma.
Sonreí con tristeza y mamá limpió su mejilla para luego poner su firma en el papel, iba a ser algo complicado de llevar, su ausencia, sería difícil, porque no estaba acostumbrada a estar sin él.
Supongo que lo que no esperaba al siguiente mes que no fuera depositada la plata que correspondía por los ingresos de la empresa, porque es lo que paso, no depositaron nada, no entro ni un solo centavo.
Mamá apenas podía procesar lo que pasaba, ella no podía creer lo que ahora Nick le decía, la empresa no era más nuestra, le pertenecía y nosotras estábamos sin plata, sin un solo ingreso porque él se había quedado con todo.
Mi madre no lo tolero y sufrió un ACV, lo que la llevó al hospital y a mí a gastar los únicos ahorros que teníamos.