Había oído mucho de él.
Mi abuela me lo advirtió y durante todo un maldito mes yo pude estar lejos de ese hombre, solo sabía su nombre, ¿y quién no lo sabía en este maldito pueblo o ciudad? Como sea que quisieran llamarle a Ciudad del mar, para mí no era más que un pueblo, sobre todo porque estaba dominada por Cameron Scott, el maldito imbécil que hasta solo hace unos días me pidió ser su amante.
¡¿Pero quién se creía?!
Sí, dije que estaba prometida a alguien más, eso tenía un poco de verdad, pero ya solo era una mentira, algo que…no podría pasar.
Estuve un año prometida con Michael Halls, pero…no se reacciona muy bien cuando lo encuentras en la cama con su mejor amigo, Richard Palmer. Para mí, que pude ser la esposa más feliz, tuve que conformarme con una maldita mentira, un engaño, algo que me dejó un poco traumatizada.
Era algo que no podía olvidar.
«Aquella noche se nos hizo tarde, charlas largas, profundas, dos o tres botellas de vino, buena música y todos tirados sobre la alfombra.
A mi lado mi hermoso, guapo y dulce prometido, a su lado su mejor amigo, Richard, ya los tres ebrios, alegres y cansados, había sido una tarde muy buena para ellos en la empresa, pues Richard no solo era su mejor amigo, también era su mano derecha, su hombre de confianza, su aliado, su mejor empleado. En resumen, su todo. Incluso su amante.
—Estoy algo cansada.—dije en medio de un bostezo. Descalza me levanté de la alfombra y llegué como pude a la cama. Como una hora más tarde sentí a Michael llegar, me acomodó en la cama y retiró mi vestido, cubriendo mi cuerpo con una sábana.
Podría jurar que él se acostó a mi lado, incluso sentí un beso en mis labios y su mano que acarició mi rostro y mi espalda.
Pero entre las copas de vino que me tomé, lo cansada que estaba, aún así decidí ir al baño, frotando mis ojos y viendo que solo estaba yo en la cama, notando que él no estaba.
Lo siguiente que mi cuerpo sintió fue sed y antes de poner un pie fuera de la habitación, escuché aquel sonido, unos gemidos profundos, gruesos y…varoniles, muy varoniles.
Mi mente no lo asimiló en aquel momento y tontamente pensé que Richard no podía dormir y se estaba masturbando o producto de la misma borrachera se estaba masturbando, aún así aquello solo se hizo más fuerte al salir de la habitación, Michael no estaba en la cama, la puerta de la habitación de invitados estaba cerrada y…me sentí ilusa, porque mi cerebro quería protegerme, sin dejarme ver lo que ya era obvio, era muy obvio que se trataba de ellos dos, era mi prometido y su mejor amigo.
Las manos me temblaron porque la puerta estaba frente a mí y esos sonidos entraban con fuerza en mi cabeza sin querer salir, tenía y necesitaba verlo con mis propios ojos para poder creerlo, a pesar de todas las pruebas, a pesar lo obvio que era.
Miré los dedos de mis pies moverse, sujeté el pomo de la puerta y lo giré con cuidado.
¡Juro que hubiera preferido no ver aquello! ¡Demonios que sí!
Richard estaba sobre la cama, con su cabeza apoyada sobre la almohada, su espalda arqueada y Michael sosteniendo su cintura mientras lo penetraba con ferocidad y era Richard el que gemía con fuerza.
Mi mente se quedó en blanco y no pude emitir ningún sonido, allí de pie, tan siquiera sin poder cerrar los ojos, presente hasta que ellos me notaron.
No solo fue el fin de mi compromiso, perdí mi trabajo, me volví un poco loca y amenacé a Michael con decírselo a todo el mundo, ¿por qué o para qué? No lo sé, no tengo la más mínima idea, pero fue lo único que se me ocurrió decir cuando lo vi la segunda vez, después de aquella escena.
Ocurrieron tantas cosas, que sé que mi cabeza bloqueó algunas. Si no hubiera sido una persona fuerte, él no solo hubiera acabado con mi carrera, también con mi vida.»
Venir a cuidar de mi abuela fue un gran escape, salir de aquella ciudad, dejar un poco atrás esos recuerdos tan recientes de mi relación, la forma en la que todo acabó y cómo me convertí yo, no solo en una mentirosa, sino una ladrona a ojos de todos, de todos los que me rodeaban, de todos los de mi círculo, porque Michael y Richard se encargaron de ensuciar mi nombre, para que todo lo que saliera de mi boca no fuera creíble.
Tuve suerte de no ir a la cárcel.
Supongo que sí, tuve suerte.
Mi carrera como contable fue muy corta, tanto como mi compromiso.
Pero ahora me veía en una feroz pelea contra el hombre más poderoso de Ciudad del Mar.
Nos dejó en la calle, no podíamos tener ni acceso a un hotel y se nos prohibió salir de la ciudad. ¿Cómo? Pues Cameron Scott se las ingenió. Y ahora, con mi abuela en el coche y yo camino a buscarlo en el puerto, odiaba el maldito hecho de que él saliera ganando y tenía miedo de empeorar las cosas porque dentro de mí solo crecía una ira muy horrible hacia él, como si fuera capaz de estrangularlo.
¡Yo no sería su amante!
¡Ni muerta!
Tuve que recorrer tres enormes pantalanes hasta dar con su figura.
Cameron Scott, aquella ancha espalda y redondo trasero podría ser el patrimonio de la ciudad.
—¡Cameron Scott!
—La irritante y egocéntrica April Maxwell.—¿Yo? ¿Egocéntrica? ¡Idiota! ¡¿Irritante?!—¿Qué pasa? ¿Qué se te ofrece? ¿Quieres trabajar en algunos de mis barcos como marinera o algo así? Llevas todo un mes aquí y no veo que trabajes, ¿solo te dedicas a pasear por la plaza mientras excitas a los hombres?
—No es mi problema que los hombres tengan una mente tan retorcida como para excitarse al ver a una mujer pasear.
—No si te paseas moviendo de esa manera tus caderas, parece que cargas un arma muy poderosa.—metió sus manos en sus vaqueros y miró a nuestro alrededor.—Ando ocupado, no puedo perder el tiempo. ¿Tienes algo que decir o solo quisiste pasar a ver mi figura?
No estaba mal ver su figura, pero su personalidad y temperamento eran horrendos, asquerosos y detestables. Por más atractivo que pareciera, prefería mantenerme alejada de él y su loca idea de que yo fuera su amante, con las malditas condiciones que él ponía.
No es que me lo estuviera pensando al ver su atractivo…
—Le quitaste la casa a mi abuela, sin tener ningún atraso en los pagos al banco, nos han echado como si no fuéramos personas, no nos dejan salir de la ciudad y todos los hoteles del pueblo parecen estar llenos.
—Qué cosas, ¿no?—ni se molestaba en fingir. Esa sonrisa lo decía todo, él iba ganando y lo sabía.—Pero yo no soy el banco, no soy dueño de los hoteles y menos puedo cerrar toda una ciudad solo para que alguien como tú no salgas.
—¿Alguien…como yo?—¡Era más que obvio que había hecho todo eso por mí!
—Sí, como tú, alguien insignificante. ¿Crees que haría todo eso por ti? Serás tonta. Tu abuela está algo vieja, seguro que se le ha olvidado pagar unas cuantas facturas, los hoteles están llenos porque dentro de nada están las fiestas patronales y Puerto del Mar es una de las más grandes atracciones que tenemos. Puede que no te dejen salir porque habrá algún daño en el camino, ¿te crees tan importante como para que se hagan todas esas cosas por ti? Como ya te dije, qué egocéntrica eres, April Maxwell.
—Sé a qué juegas, Cameron y no pienso seguir tu ritmo. ¡Para! Mi abuela no puede dormir en el coche, está enferma.
—¡No soy doctor! ¡¿Cuantas veces tengo que decirlo?!
—Parece que interrumpo una acalorada discusión.—a nuestra derecha había un velero, de él se abrió una pequeña pasarela y por ahí salió la elegante mujer, descalza, con un vestido banco, notándose claramente el bañador que llevaba debajo, unos enormes y hermosos ojos verdes, su cabellera castaña rizada se movía con el viento y ella exhibía una muy blanca y llamativa sonrisa.—Creo que no te he visto nunca, ¿eres nueva?
—Llevo un mes aquí, pero estoy de paso.—respondí. Cameron se dio media vuelta, alejándose unos pasos.—Soy April Maxwell.
—¡Oh! La nieta de la señora Maxwell,—me reconoció ella.—toda la ciudad habla de ti, ¿puedes creerlo?—¿Por qué será? Creo que de eso tenía que darle el crédito a Cameron Scott.—Creo que eres la sensación del momento. Mi nombres es Lisa Davies. Parece que estás en un aprieto. ¿Puedo ayudarte en algo? Luces algo preocupada o irritada.
—Me temo que Cameron es el único que podría ayudarme, pero sé que se va a negar.
—Te aseguro que yo también puedo ayudarte.—Me dijo con una cálida sonrisa.—¿Qué es lo que sucede?
—Le han quitado la casa a mi abuela, los hoteles están llenos y no podemos salir de la ciudad.
—Necesitas un lugar donde quedarte. Te invito a mi casa, ¿te parece? Conozco a tu abuela, le dio clases a mi hermano mayor, recibió muchas particulares, era un tanto “lento” y tu abuela le fue de mucha ayuda, siempre la recuerda con cariño porque fue muy paciente con él. Por favor, acepta mi invitación. Al menos por esta noche.
Miré al hombre que estaba de espaldas hacia nosotros, supongo que esto era mejor que irle a rogar, ya mañana podría ver qué hacía, pero estaba cayendo la tarde y yo había intentado todo, no veía nada de malo en aceptar la propuesta de Lisa, una agradable mujer que parecía ofrecerlo de manera sincera.
—Agradecería que pudiéramos quedarnos una noche, si no son muchas molestias, más que nada por mi abuela, está delicada de salud y hemos dado como diez vueltas a la ciudad, sin hallar un lugar en el cual quedarnos.
—Son bienvenidas, nuestra casa es muy grande y se sentirán muy cómodas.
¿Nuestra?
Ahora Cameron se dio la vuelta hacia nosotros, llevaba una enorme sonrisa en el rostro, sus ojos clavados en mí y la mano de Lisa que lo llamaba, recibiéndolo con una beso en los labios.
Vaya…creo que sí…caí en su trampa.
—¿Ya son amigas?—preguntó sin dejar de sonreír. Todo esto parecía hacerle mucha gracia.
Empezaba a dolerme la cabeza.
—Sí, creo que nos llevaremos bien. ¿De qué conoces a mi esposo?—preguntó sin dejar de ser amable.
—Yo…—se supone que tenía que ser la amante de él, esa fue la petición que me hizo Cameron y ahora yo iba justo a la boca del lobo, a casa de Cameron, por invitación de su esposa. No me lo podía creer. Sé que no encontraría otro lugar y que mi abuela pasara la noche en el coche no era una buena opción.—No creo que sea buena idea, te lo agradezco, Lisa.
No podía aceptar.
—Sí, la espalda de tu abuela te agradecerá que lo único que le ofreces es dormir en el coche, luego de estar todo el día allí. Estás siendo una buena nieta, April. Mi esposa te da una sincera invitación y tú la rechazas, supongo que de dónde vienes no son muy amables.
—April, no nos conocemos de nada, pero la señora Maxwell es alguien conocida de mi familia y las ayudo con toda la buena intención del mundo. No lo rechaces, no será bueno para ella dormir tan incómoda en un coche, con los meses que ya tiene delicada de salud.
Era imposible jugar contra el diablo y ganar, eso yo lo tenía claro, pero…meterme en la boca del lobo ya era arriesgar mucho. Sin embargo, no podía hacerle esto a mi abuela.
Solo una noche, una maldita noche en casa de Cameron Scott.
Terminé aceptando.