El demonio vive en New York

1203 Words
- Nuestra rotura no es excusa para quitarme los tratamientos de mi tía, Martín. – dijo Bervely molesta con el hombre. Martin tendió una hoja en el escritorio y le dijo. - ya no eres parte del hospital y, por ende, tu seguro se te fue quitado. Tu tía ya no puede recibir tratamiento aquí. – juntó las manos llevando a las sienes de los ojos. – también tienes que decirle que ya no estamos comprometidos; tu tía aún lo cree. - Haces esto por venganza. – Bervely decidió colocarse de pie, tomar la hoja y caminar hasta la puerta donde agregó. – sólo espero que no me pidas perdón porque no pienso dártelo, y lo otro, se lo diré yo mismo. Por ahora guarda silencio. Dejó de verlo y se dispuso a salir, pero en la entrada tropezó con Clara. La mujer le sonrió aún más de costumbre. - Admito que siempre quise separarlos, pero resultó que me facilitaste las cosas. Ahora adivina quien será la próxima señora Scot… pista, la estás viendo. - Te felicito. – dijo Bervely decidida a sonreírle, aunque no estaba de humor. – que tengas una gran vida a su lado. - La tendré. Con miradas desafiantes, Bervely decidió que lo mejor era alejarse, pero se detuvo en seco cuando Clara escupió. - ¿Sabes que quedaste como una perra por ir a los brazos de otro hombre? Todos en el hospital hablan de eso, Bervely la perra, la que traicionó la confianza de un buen hombre. La perra que simpre dije que eras, no me engañabas con esa cara de nada hago. - Eso si no te lo voy a permitir, te enseñaré a respetarme. – Bervely caminó en dirección de Clara y la abofeteó para callarla. – no hables sino sabes lo que realmente pasó, te lo prohibo. – amenazó. - Auxilio, se volvió loca. – empezó a gritar Clara llamando la atención de todos en el hospital. Martin salió de inmediato por el escándalo y las separó, mirando a Bervely con gran enojo y decepción le dijo. - Véte ahora mismo, Bervely. Bervely aguantó todas ganas de gritar y se volvió una tortura cuando vio a Martín abrazar a Clara y consentirla. Si le dijera lo que realmente pasó, no iba a creerle, él ya no le cree. Decidió dar la vuelta y marcharse en medio de miradas y críticas a su espalda. . . . . . . . . . . . . Jessica observó a Bervely, mantenía la cabeza sobre la mesa y no había probado su café. - Estoy arruinada y todo por culpa de ese hombre engreído. – habló desanimada. – lo detesto, lo detesto. Jessica acarició con suavidad la cabellera de Bervely y al estar a punto de hablar, fue interrumpida por la joven. - Su madre. – dijo al tener una idea en mente. Buscó de inmediato en la bolsa y sacó una tarjeta. – señora Romanov, acepto su propuesta. - ¿Señora Romanov? – cuestionó Jessica dibujando sorpresas en su mirada. - ¿Quieres explicarme? Bervely sonrió y de inmediato marcó el número escrito en la tarjeta. - De acuerdo, iré a verla. – dijo. Miró a Jessica, la joven tenía muchas preguntas, pero Bervely no tenía mucho tiempo. – te lo explicaré después, debo de Irme. Dejó dinero en la mesa y se marchó del lugar. Jessica quedó sorprendida por su amiga, actuaba de una manera extraña y además, por qué mencionó a la señora Romanov. Respiró frustrada y bebió del café, ya tendría explicaciones después. . . . . . . . . . . . . - Me alegra que aceptes informarme de todo lo que haga Pavel a partir de ahora. – dijo Larissa. Sus ojos se mantenían ocultos de tras de unas gafas de sol. Bervely fue citada a un automóvil, supuso que para que nadie las vea y para que no vean a la señora Romanov hablar con ella. - De acuerdo, pero tendrá que darme un adelanto. – sugirió Bervely dispuesta a negociar. Larissa se recompuso y con una sonrisa perspicaz respondió. - No querida, no puedo hacer eso. - Entonces no seré su informante. Fue un gusto volver a verla. Larissa al ver que Bervely estaba dispuesta a marcharse le hizo una oferta. - Te daré la mitad de lo acordado. Lo demás esperas al final del mes. – tomó un cheque y apuntó una cantidad, luego se la entregó a Bervely. – es todo lo que puedo hacer. Bervely observó el papel, era una cantidad generosa, pero no se acercaba a sus deudas. - De acuerdo. – dijo y guardó el cheque en su bolso. – cuente conmigo, señora Romanov. Bervely se puso en marcha para salir del carro y antes que pueda hacerlo, la mujer la llamó. - Que Pavel no te descubra. Cuídase doctora, Bervely Hoftadter. Bervely la miró y por alguna razón su última palabra sonó más a advertencia que a cordialidad, ¿Quién era peor, la madre o el hijo? Se preguntó. Asintió en respuesta y la observó alejarse por la carretera. Respiró hondo y decidió ir a su carro. Mientras avanzaba las cuadras sus ojos se cruzaron con una iglesia. No era creyente, pero ahora necesitaba creer en algo para lidiar con todos los problemas que tenía. - ¿En contrastes las respuestas que buscabas con el señor? – preguntó un hombre con sotana al ver a la joven indecisa por entrar y curiosa por las imágenes religiosas. - No, si, no, si. – respondió Bervely torpemente. Dudando de estar ahí y de hablar con él de sus problemas. El padre sonrió animoso y la invitó a tomar asiento. Mientras dirigía los ojos al centro de las pinturas religiosas le dijo. - Si tienes fe, lo resolverás. ¿Qué es eso que te atormenta, hija? Bervely respiró y con la mirada en las imágenes respondió. - Antes no creía en el demonio, pero ahora si y está aquí, vive en New York, es el mal puro y lo peor es que tiene una madre que ha demostrado ser igual o peor que él, ¿Cómo hago para liderar con eso padre? Una crucial sonrisa se mostró en su rostro. Del bolsillo sacó un rosario y se lo entregó a la joven. - Eres más fuerte que ese demonio, ten fe y demuéstrale de que estás hecha. – se puso de pie y antes de alejarse añadió. – puedes dejar encendida una vela y mientras los haces pide a los Santos que te protejan. Bervely asintió y miró al altar. Era doctora y creía en la ciencia, pero si eso podía a ayudarla a lidiar con Pavel, lo haría. Caminó y encendió la vela. - ¿es mucho pedirte llegar viva hasta fin de año? - susurró, respiró y abandonó el lugar. Al subir a su auto y avanzar un par de cuadras, sintió un fuerte impacto en la parte trasera del carro, los vidrios romperse y volar frente a ella. Antes de quedar inconsciente vio a personas en su alrededor, preguntando si estaba bien. Bervely tocó su frente con gotas de sangre y solo pensó que no llegaría hasta fin de año.
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