Con pasos sigilosos, Bervely bajaba las escaleras. Al llegar a la sala escuchó una conversación provenir en la entrada.
- Cariño, tienes que ir en quince días a la recidencia. Estaremos todos reunidos. – dijo la mujer que hablaba y caminaba junto a Pavel.
Era una dama elegante, algo mayor, pero de aspecto jovial y alegre.
- Lo pensaré. – respondió Pavel mientras su mano reposaba en el costado de las costillas.
- No tienes porque pensarlo, es obligatorio que vayas. Desde que decidiste vivir solo ya casi no te veo.
La mujer se detuvo, lo miró y reposó su mano en la mejilla de Pavel demostrando cierto cariño. Pavel sólo respiraba con algo de frustración sin dejar de verla a los ojos. Ella al querer agregar algo más, se vio interrumpida por el sonido de un florero que calló al piso. Ambos dirigieron sus miradas en el accidente, donde encontraron a una joven curiosa de verlos y algo asustada por interrumpir.
Bervely respiró, había sido atrapada espiando una conversación que no le incumbe.
- Iba a la cocina y tropecé. – dijo tratando de no sonar nerviosa.
La mujer sonrió animada y comentó.
- Pavel, ¿no me la presentas?
- No es nadie importante. – respondió Pavel con tono simple y cortante.
- ¿Nadie importante?, todos somos importantes y somos algo. – la mujer caminó en dirección de Bervely y se presentó al ofrecer su mano. – Larissa Romanov, madre de Pavel.
Bervely sonrió al ver a la mujer frente a ella. Hablar con Larissa y acusar a Pavel de tenerla con él era algo que llegó de inmediato a su mente. Pavel tenía que obedecer a su madre y había que acusarlo.
- Bervely Hofstadter. – habló encantada. – es un placer en conocerla.
- Que gran momento, pero es hora de que mi madre se vaya. – intervino Pavel sin dejar de estirar los labios.
- Cielo, apenas la estoy conociendo.
- Ya se ha presentado.
Larissa regañó a Pavel con la mirada por lo descortés que estaba haciendo hasta que sus ojos se posaron en la mano que Pavel reposaba en el costado. Caminaba extraño como si ocultara algo.
- ¿Qué te sucedió? – preguntó intentando inspeccionar un poco más.
Pavel observó a Bervely como a su madre tomando su tiempo para responder. La joven lo miraba y espera que diga la verdad para ella poder irse.
- Me lastimé. – respondió. – una herida sin importancia que no podrá matarme. -sonrió.
Larissa liberó un suspiro, tomó la mano de Pavel y le dijo.
- Tienes que tener más cuidado. Llamaré al doctor de la familia para que te atienda. – tomó el celular dispuesta hacer la llamada.
- Para la próxima lo tendré. – respondió Pavel observando a Beverly con advertencia. – no es necesario, madre, Beverly es doctora, ella me atenderá a partir de ahora.
Larissa miró a la joven sorprendida, en sus ojos era notable el encanto o bien pudo ser una falsedad, porque lo hacía demasiado bien.
Beverly apretó los labios, trató de explicar la razón de la herida y los motivos que la llevaron a lastimarlo, como también a decir que no estaba dispuesta a hacer la doctora de Pavel.
- Pavel, cariño. – interrumpió la mujer. – olvidé mi reloj en tu despacho, ve por el. Te espero aquí.
Se escuchó un respirar de frustración, Pavel rodó los ojos y fue por el pedido de su madre, dejando a las dos mujeres sola y a Bervely más feliz. Sería más sencillo hablar con Larissa de él sin que esté presente.
- Voy a hacer rápida antes que su hijo regrese. Él me tiene aquí en contra de mi voluntad, amenazó con bombardear un hospital e hizo que terminara mi compromiso, él….
- Este es mi número personal. – Larissa le dio una tarjeta con sus datos. La mujer antes alegre ahora estaba seria y poco abierta a escuchar. – puedes llamarme cuando quieras.
- No la entiendo.
Larissa estiró sus labios sólo un poco, tomó las manos de Bervely y agregó.
- Complace en todo lo que te diga mi hijo, sin importar que, mantenlo feliz y a tu lado. Pavel en algún momento se cansará y te dejará ir y cuando ese día llegue, yo te daré una recompensa por tus servicios. Todos ganaremos al final.
- ¿Cómo me pide que haga eso después de lo que le he contado? – cuestionó la joven y soltó sus manos de inmediato sintiendo repugnancia hacia la mujer. - ¡Estoy aquí en contra de mi voluntad!, ¡estoy secuestrada!
Larissa caminó solo un poco hacia la puerta de salida y le dijo.
- Mensualmente te daré una cantidad si me informas de todo lo que haga mi hijo. Serás la persona más cercana a él y quiero estar al pendiente.
- Yo no haré eso.
- Piénsalo, tienes mi tarjeta. Llámame cuando estés lista.
- ¿Por qué apoya a su hijo en esta locura?
Larissa volvió a sonreír y guardó silencio un par de segundos. Al pestañear le respondió.
- Soy madre, y por mis hijos hago lo que sea. - respiró y agregó. - Pavel quizás esté mal en su cabeza, pero no me importa lo que esté haciendo. Su felicidad es todo lo que quiero.
- Es igual a él. - Bervely no le quitó los ojos de encima al pronunciar sus palabras y darse cuenta la clase de mujer que tenía en frente.
Larissa respondió con una sonrisa actuada.
- Madre, no encontré tu reloj. – la voz de Pavel llegó a ambas mujeres que de inmediato lo miraron.
- Lo debí olvidar en la carro. Lo buscaré ahí. – Larissa se acercó con una sonrisa agradable. – no olvides ir. Tus hermanos estarán. También lleva a Bervely, le hará bien a la familia.
- Te avisaré con tiempo. – Pavel besó su frente para despedirse.
- También abrázame. Yo soy tu madre, Pavel, no una desconocida. – sugirió la mujer.
Pavel volvió a respirar hondo, le dio una abrazo caluroso a su madre, ella sonrió. Él la acompañó hasta la salida donde las puestas del ascensor se abrieron y ella terminó por entrar y despedirse con una sonrisa antes que se cerraran las puertas por completo.
- Si me acusaste con mi madre no funcionará. – habló Pavel. – y olvida todo lo que te dijo, tampoco funcionará.
Caminó con una sonrisa caprichosa incrustada en su rostro y se dirigió al despacho.
Bervely intentó ir tras él, pero la puerta había sido cerrada por dentro.
- ¡Abre la maldita puerta, Pavel Romanov! – gritó y golpeó con sus puños a gran fuerza y agregó una patada. - ¡Maldición!
- Señorita Bervely, él no le va a abrir y tampoco le dejará entrar. – dijo Carmen cuando la escuchó.
- ¿Por qué? – cuestionó la joven frustrada.
- Cosas del señor. Mejor vaya a habitación, descanse y baje en 20 min para la cena. Ahí podrá verlo.
. . . . . . . .
La cena con Pavel fue silenciosa, el hombre comió en silencio y en cuanto terminó se marchó para el despacho sin decir una palabra.
Ahora Bervely se encontraba recostada en la cama, hacia lo posible para no quedarse dormida, pero siendo las 3 a.m el sueño la venció y descansó. Al poco tiempo Pavel entró, pasó de largo al baño y salió después de una ducha. Sobre su cuerpo acompañaba un pantalón de lana como también bandas en la herida y una camisa blanca de algodón.
- No seas travieso, Ben. Mañana te atenderé. – balbuceó Bervely con una sonrisa divertida que parecía estar disfrutando.
Pavel avanzó a escucharla, se acercó y preguntó.
- ¿Te gusta Ben?
- Si. – susurró y se recostó de lado dándole la espalda.
Pavel incrustó las cejas y rodó los ojos. Decidió que lo mejor era recostarse. Tomó su lugar en la cama y cerró los ojos, pero los abrió cuando sintió unos peñiscoz provenir en su abdomen. Bervely era la causante, soñaba con un hombre y lo tocaba a él como si fuera un consuelo para sus deseos.
Estuvo a punto de enseñarle quien era y por qué no tenía que provocarlo, pero se contuvo cuando Bervely colocó su pierna sobre la pelvis al igual que la cabeza en su pecho.
- Ya pensaré en un castigo para ti. – susurró y cerró los ojos procurando que no tocara la herida.
Mientras tanto Bervely volvió a sonrieir paseando en sus sueños con Ben, su mascota de infancia.