- ¿Qué es lo que haré? – preguntó Bervely al caminar junto a Pavel en dirección a una mesa dentro de un lujoso restaurante.
El joven con más de 1, 85 de altura caminaba totalmente relajado y tranquilo como si ella no existiera o como si nadie existiera en su mundo. De su elegante traje sacó una botella pequeña de donde le dio un sorbo tomándose su tiempo para responder.
- Compañía. – respondió con el pasar de los segundos. Cada pausa de silencio sólo lo hacía misterioso y lleno de un aire enegmatico.
Bervely asintió. En ese momento se dio cuenta que Pavel no respondía mucho y cada respuesta que se atrevía a darle, estaba llena de sarcasmo e ironía.
Ambos se acercaron a la mesa donde esperaba un joven: cabellos amarillos, alto y que no paraba de sonreír de forma natural.
- ¿Hoy vienes acompañado? – preguntó el joven de gran carisma. – Me lo hubieras avisado, traería a alguien para no estar solo.
Pavel hizo mueca, tomó asiento y le respondió a su manera.
- No es mi culpa que te sientas inferior a mí.
Ben se limitó a sonreír, parecía estar acostumbrado al humor de Pavel. Miró con curiosidad a la joven de mirada seria, de grandes ojos verdes y de cabello semilago de color castaño.
- Linda, ¿Cómo te llamas? - preguntó.
- No la traje para que charlaras con ella. – comentó Pavel antes que Bervely lograra responder.
- Deja de ser egoísta y permitele que hable. No todo gira alrededor del señor Romanov. – Ben sonrió bufón ante Pavel y devolvió su mirada donde Bervely.
Bervely creyó una posible discusión entre ellos, algo que llegó a alegrarle, pero no apareció. Pavel lo tomó tranquilo y se limitó a beber de la copa de vino.
- Bervely Hofstadter. – respondió. – y no necesito que el señor Romanov me diga cuándo responder. Puedo hacerlo sola sin la necesidad de un permiso. Soy independiente de mis decisiones.
Ben levantó las cejas por la voz firme y la mirada dura de la mujer que acompañaba a Pavel, que le fue imposible no sonreírle.
- ¿Puedo llamarte, Berly?
- Claro, no veo porque no. – Bervely le sonrió amigable. – señor Romanov, debería de aprender de su amigo. – añadió al ver a Pavel agobiarse como si la sola presencia de los demás le diera dolor de cabeza. – ser más sociable y pedirlo con educación y no con una cara que pareciera que tiene hemorroides.
Pavel sonrió con alta ironía.
- Yo no necesito pedir para tener lo que quiero. Sólo lo tomo y será mío. – respondió a la vez que arreglaba las gafas de sol en el despliegue de la frente. - soy dueño de mis decisiones, y de las demás.
Bervely y Ben levantaron miradas como también compartieron sonrisas.
El mesero tomó la orden de los tres y en la comida parecía ver más conexión entre Bervely y Ben, ambos no paraban de hablar como viejos amigos. Pavel resonaba los dedos en la mesa, corregía las gafas de sol de forma momentánea hasta que decidió participar con voz autoritaria.
- Suficiente. – dijo y sin previo aviso tomó a Bervely del brazo y se la llevó con él.
Dejando a Ben confundido porque ni siquiera toparon el tema que estaba destinado a discutir entre ellos. Sólo pudo ver cómo Pavel se alejaba con Bervely y sonreír por el comportamiento.
Pavel la subió en el auto, tomó el lugar tras el volante y condujo sin dar explicaciones. Bervely notó que el aire de tranquilidad que antes emitía se había extinguido y ahora lo acompañaba una mirada dura y poco complacida.
Al detenerse el auto, Pavel la tomó por segunda vez del brazo.
- Ven conmigo. – sugirió.
- No puedes hacer esto. – Bervely se quedó quieta indispuesta a seguirlo y llevando con ella su bolso. - no sólo puedes tomarme y llevarme cuando tú quieras. Soy un ser humano, no un juguete hecho para ti.
- De acuerdo. – respondió Pavel y con una sonrisa tomó a Bervely y la llevó a los hombros.
- Bájame hijo de puta, bájame. – insultó Bervely mientras golpeaba con fuerza en la espalda con intenciones de lastimarlo, pero él parecía no sentir ningún golpe.
- Y si sigues cuestionando mi autoridad el castigo será más difícil para ti y complaciente para mí. – añadió Pavel a pasos en dirección de la habitación.
La dejó caer sobre la cama ocupando su gran cuerpo para impedir que escapara. Bervely lo miró con frialdad y recordó su bolsa. Liberó su mano y tomó el bisturin apuntando directamente a la herida fresca de Pavel.
- Si te me acercas más, te juro que hundiré esto en tu abdomen. – amenazó la joven dejando ver en sus ojos que estaba dispuesta a hacerlo.
Pavel no mostró temor alguno. Todo lo contrario, lo tomó como un reto que decidió acercarse sin importar que el metal se hundiera dentro de él y que la sangre empezara a florecer. Bervely mantuvo firmesa que sus ojos no lo saltaron hasta que sintió la mano de Pavel tomar su mano y quitarle el bisturin para luego con su sangre mancharla en el cuello y después tirar el artefacto a la pared quedando como un dardo en el blanco.
- Me agradan las personas valientes. – comentó Pavel. Tomó a Bervely de ambas manos y obligó a que se colocara de pie atrayéndola a su pecho de espaldas. – veamos como respondes a esto.
La llevó hasta el baño y entró en la ducha de donde liberó el agua que recayó en Bervely y una parte para él.
- ¿Qué crees que estás haciendo?, ¿Qué clase de castigo es esto?, bañarme en agua fría, ¿para que? – cuestionó Bervely dejando ver en sus ojos la creciente oleada de ira y frustración.
- Estabas caliente, sólo bajo tu temperatura. – respondió Pavel sin soltarla. - y hueles a él.
Bervely intentó golpearlo y hacer presión en la herida, pero eso sólo provocó que Pavel la tomara con más fuerza y se acercara más a ella hasta lograr estar cerca de su cuello. Bervely respiró algo agitada soportando el agua y la cercanía de Pavel. Él sonrió y notó como los pezones de Bervely se ponían firmes y rozaban en su pecho con la respiración agotada de Bervely.
- Aun continúas caliente. – dijo al romper el silencio.
La tomó de la mano y llevó frente al espejo. Su mano fue cruzada por el hombro de Bervely y la otra fue a parar a la cintura.
- Quiero que te veas. – volvió a decir deteniendo sus ojos en ella frente al espejo.
Los ojos de Bervely se detuvieron en el espejo observando su imagen mojada y agitada junto a la de un hombre que no le quitaba los ojos de su reflejo y que estaba herido por algo que ella le hizo.
- Castigo. – susurró Pavel en el oído con una voz incrédula y complacida. – intenta detenerme… porque estoy dispuesto hacerlo.
Bervely no lo entendió hasta que sintió un golpeteo en su trasero que obligó a gritar en un jadeo en contra de su voluntad.
- No quiero que despegues tu mirada del espejo. Quiero que te veas, Bervely y lo sientas. Quiero que veas lo que yo veo en ti. – agregó y continuó con una segunda nalgada provocando que los labios de Bervely se abrieran y liberaran gemidos. – ¿lo viste?
Bervely no lo comprendía, ni siquiera mirarse al espejo daba una respuesta y tampoco respondió. Pavel al escuchar su silencio decidió volver a nalguéala por tercera vez y como tercera vez, Bervely liberó un gemido. Pavel decidió que era hora que lo mirara a los ojos, la volteó hasta tenerla en frente y la subió en la repisa.
Con sus dos manos rompió el vestido y se dirección a besar los muslos de la joven. Bervely luchaba con ella para pararlo, pero lo que sentía se convirtió en deseo y fuego, que aumentó cuando Pavel llevó una de sus manos recorrer por los pezones y lograr llegar al cuello haciendo que ella arquera la espalda y lo tomara de los cabellos para que no parara y se retenga en su intimidad jugando con sus labios y lengua. Sólo cuando ella liberó un líquido expulsado por el deseo, Pavel se detuvo complacido y con respiración entrecortada.
- Ve a cambiarte. – dijo él descargando su mano en la repisa y conteniendo por completo su hombría en el pantalón.
Bervely cansada tomó fuerzas, cubrió su cuerpo con la toalla y antes de salir Pavel la llamó con una sonrisa triunfante.
- Jamas me dijiste que parara. Estaba dispuesto a detenerme.
Bervely endureció el rostro, no respondió a su pregunta y salió del lugar a pasos alargados cuestionando que había pasado con ella y por qué cedió al deseo de Pavel Romanov.