Tienes un lunar en tu pezon derecho al igual que en el glúteo izquierdo.

1718 Words
- Señorita Bervely, señorita Bervely. Bervely empezó a despertar al escuchar su nombre y los pequeños sacudiadas que alguien le hacía. Al abrir sus ojos notó que era la mujer que la había recibido en el departamento y no sólo eso, que ya había amanecido, sin embargo, Pavel no estaba en la cama, era como si no durmió con ella esa noche o ella no llegó a sentirlo cuando entró. - ¿si? – preguntó soñolienta. - Tiene que desayunar, órdenes del señor. Bervely decidió colocarse de pie y mientras salía de la habitación volvió a preguntar. - ¿Dónde está el señor? - Él se levanta muy temprano, acaba de irse. - ¿Él durmió en esta habitación? - Lo hizo, lo vi salir de aquí en cuánto el sol salió. Bervely respiró hondo tras escuchar la respuesta. Ella siempre tuvo el sueño pesado y ahora se daba cuenta que dormía profundo, ya que ni siquiera pudo sentir cuando él se metió en la cama a dormir. ¿La habrá? No imposible, él le dijo que era un caballero. - Le he preparado un desayuno completo, pero necesitaré una lista de lo que acostumbra a comer para poder prepararle y se sienta más en su casa. - Como de todo, descuide. Al llegar a la mesa, Bervely notó que su desayuno eran dos huevos fritos, pan integral, tocino y un jugo de naranja. Aunque su apetito era más grande que porciones pequeñas, decidió comer en silencio y agradecer. - El señor lleva una vida saludable. – volvió a decir la mujer que ofrecía un batido de proteína para la joven. – esto le hará bien. La mantendrá con energía todo el día. - Gracias, pero prefiero algo de café para mantenerme despierta. – sugirió Bervely. Ella acostumbraba a tomar sólo una taza de café en las mañanas antes de entrar al su trabajo en el hospital. La mujer asintió y antes de marcharse le dio un recado. - El señor tiene un almuerzo. Se espera que usted vaya a esta dirección. – entregó una tarjeta con la dirección marcada. – un chofer la llevará, descuide, pero antes tendrá que alistarse. - No puedo ir. Tengo trabajo y muchos pacientes en el hospital. – Bervely se puso de pie al terminar su desayuno. – la comida estuvo muy rica, gracias…. - Carmen. – añadió la buena mujer. Bervely asintió. Carmen al ver que ella se alejaba con cada paso que daba en las escaleras decidida a ir al hospital volvió a intervenir. - Pero el señor. - El señor Romanov sabe que trabajo. No me detendré por él y que aprenda a comprender. Sino que se vaya al carajo. Carmen no tuvo oportunidad de seguir hablando. Ella más que nadie sabía que el señor Romanov jamás comprendía. . . . . . . . . . . . . . . - Todos en el hospital saben que terminaste con Martín. – comentó Jessica, ambas salían de una cirugía. Bervely respiró hondo. Por su mente atravesaba la idea que sería vista como la mala del cuento por terminar con buen hombre que la merecía. Con absoluta calma respondió. - No quería hacerlo, pero algo cambió. - ¡¿Cambió?! Bervely, Martín te estaba ayudando con el tratamiento de tu tía, ese hombre te adoraba. Eran la pareja perfecta que su rotura terminó por sorprendernos a todos. Bervely estuvo apunto de revelarle el nombre de su verdugo a su mejor amiga, pero la llamada en la bocina la detuvo. - Te lo explicaré después. – dijo y avanzó a la oficina donde la citaron llevando en la mano un bisturín. . . . . . . . . . . . . . . - Tome asiento, doctora Hofstadter. – habló con indiferencia Martín. Bervely notó su frialda en la mirada. jamás lo había escuchado hablarle de ese tono que llegó a lastimarle. Asintió ante la petición de Martín y se sentó frente a él. El hombre tomó el documento sobre el escritorio, la miró y le dijo. - Tu licencia médica queda suspendida en este hospital. Ya no trabajarás para nosotros. Los ojos verdes de Bervely se abrieron de la frustración y por lo que escuchaba. Impactada se puso de pie y acusó: - Soy una buena doctora y lo sabes, como también sabes qué haces todo esto para perjudicarme porque decidí no casarme contigo. - Doctora Hofstadter, no tengo duda de su desempeño laboral, pero por decisión del comité queda expulsada. Se le dará una liquidación, pero no habrá carta de recomendación ya que no tiene años de experiencia laboral. - Martin, cometes un error, yo si quería casarme contigo, pero.. Bervely estuvo a punto de confesar los motivos de desistir a la boda, pero la voz atrapante de una mujer joven por entrar en la oficina la detuvo. - Doctor Scot, lo necesitan en la sala de operaciones. – anunció Clara en el marco de la puerta. Sonrió con carisma y decidió entrar hasta estar a la derecha de Martin abrazando y sujetado su hombro como si fuera muy cerca de él y él se lo permitió, cuando antes solía alejarla. - Iré en un momento. – respondió el hombre y volvió a mirar a Bervely sin una gota de empatía. – adelante doctora, firme su contrato de renuncia. Bervely cerró los ojos, respirando para tranquilizarse y no usar el bisturin a su favor. Miró el documento como observó a Clara sonreírle, entendiendo que ellos dos traían algo. No iba a aclarar las cosas, tomaría con valentía su despido. - De acuerdo. – dijo, tomó la pluma y firmó la carta de renuncia. Después decidió salir de ahí. . . . . . . . . . . . . . . . . - ¿Despedida? ¿Cómo es eso posible? – cuestionó Jessica con asombro. - Martin decidió sacarme por completo de su vida. – respondió Bervely. Ambas se encontraban en la cafetería del hospital, Bervely le contó su situación económica y laboral, sin la necesidad de mensionar su situación sentimental donde fue oabliga a romper y llevada a vivir con su amenazador. Temia que atentara en contra de Jessica por ello sólo le dijo que no podía estar con Martin, era la única forma de salvarlo. - ¿Pero por qué actuó de esa forma? - Ni siquiera yo lo sé. - Decidió guardar el bisturin en su bolsa como un recuerdo del hospital y tranquilizarse. - Resultó ser un imbesil. – Jessica la tomó de la mano y agregó. – Ver te conozco y algo me dice que exite un motivo más para terminar con él y eso tiene que ver con la ambulancia que estalló en llamas. Intenta por decirle la verdad y después podrá juzgarte. Bervely mordió sus labios y respiró frustrada, luego añadió. - Lo intenté, pero cuando Clara se acercó a él, supe que ellos tenían algo. Ella no paraba de sonreír y él… - Esa perra siempre estuvo de tras de Martín que vio la oportunidad para meterse en sus ojos. Jessica estaba molesta que intentó ir y explicar las cosas a Martin, pero Bervely la detuvo. - No hace falta, déjalos ser felices. - ¿Y tú serás infeliz por toda tu vidad? - No por toda la vida. – respondió con ciertos ánimos que aún trataba de tener. - ¿Se lo has dicho a tu tia?, ¿Cómo harás con sus tratamientos? - Aun no lo sabes, ella cree que seguimos comprometidos. Debo de encontrar la forma de seguir con el tratamiento y pagar las deudas. - Puedo ayudar, te prestaré algo de dinero mientras consigues trabajo. - Gracias, pero quisiera hacerlo sola. No quiero involucrarte en esto. - No es una molestia, además puedes vender algo o empeñar para cubrir algunos gastos. Bervely pensó en sus palabras, no tenía nada de valor a excepción del vestido, zapato y la joya que le dio Pavel. ¿Podía empeñarlos? - Lo tendré en mente. – respondió. Bebió un trago más a su café, hasta que la voz familiar capturó su atención. - Señorita, Bervely. El almuerzo con el señor la espera. – dijo Román al acercarse a la mesa donde ambas mujeres se encontraban. Bervely asintió. No tenía nada más que hacer ese día que tomó la decisión de ir al almuerzo con Pavel. Se puso de pie, observando como Jessica la miraba sorprendida tras ver al hombre de traje que hacía el papel de chofer paga Bervely. - Debo de irme. – le dijo. - ¿Con quién vas a almorzar? - No es importante. Te veo más tarde. – respondió y siguió. Román se despidió educacionalmente de Jessica, después fue tras de Bervely. Ella caminó hasta donde se encontraba un coche estacionado. Respiró con la intención de llenar sus pulmones de aire y avanzó. Román ayudó con la puerta, entró y se encontró con Pavel en el volante. - El vestido está en esta bolsa, también hay una caja de zapatos. – dijo Pavel sin dirigirle la mirada. – y usaras esto. – añadió dejando a la vista un hermoso collar de zafiros. – te cambiarás aquí. - Podrías estacionarte en una gasolinera, me cambiaré en los baños. - No hay tiempo. – recalcó. – Carmen te dio mi orden y ahora pagarás las consecuencias. Cámbiate en el asiento trasero. – ordenó y empezó a conducir. Bervely apretó los labios como los puños. Respiró y decidió moverse a los asientos traseros del auto. Mientras los había observó que Roman entraba en otro carro y los seguía acompañado por dos autos más. Al parecer la seguridad de Pavel era alta que no limitaba a andar solo. Respiró y miró la prenda de color amarillo como el collar entregado, era una joya preciosa que de inmediato supo que valía más de lo que ella ganaba en todo un año. - ¿Te quedarás todo el día mirando el collar? Su tono molesto hizo que Bervely volviera a la realidad. - No te atrevas a mirar atrás. – advirtió. Pavel levantó unas gafas de sol que llevó a la altura de sus ojos. Con una sonrisa crucial de lado le dijo. - Tienes un lunar en tu pezon derecho al igual que en el glúteo izquierdo.
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