CHRISTIAN
En todo el fin de semana no he podido dejar de pensar en la conversación que tuve con Fernando. Cuando quiere sabe perfectamente qué decir para ponerme a pensar, como cuando yo estaba dispuesto a ahogarme en el alcohol hasta morirme. En aquella ocasión tenía razón, me estaba comportando como un cobarde y ahora creo que también porque tengo miedo de volver a amar y que nuevamente me dejen.
Unos toques en mi puerta me sacan de mis pensamientos.
- Adelante – digo y veo a Panchita entrar a mi habitación.
- Tú y yo tenemos que hablar – me dice mirándome seria mientras cruza sus brazos.
- Ya me imagino de qué quieres hablar – le digo terminado de vestirme.
- ¿En qué estabas pensando? – me pregunta algo molesta.
- No es escusa, pero cuando Lorena le dijo a Dalia que era una gata no me pude aguantar. Ya me conoces – le digo.
- ¡Ay Christian! ¿Por qué eres tan impulsivo, hijo? Menos mal que Dalia no sospecha nada, pero… ¿No crees que ya es momento de decirle la verdad? – me pregunta.
- Aún no pudo decirle nada. No quiero que deje sus estudios sin terminar, además, va a ser un golpe muy duro para ella enterarse de todo – le digo.
- En eso tienes razón, pero no puedes ocultárselo toda la vida. Dalia tiene derecho de saber la verdad – me dice.
- Lo sé viejita, por eso, en cuanto Dalia se gradúe se lo voy a decir y que pase lo que tenga que pasar – le digo.
- Me parece bien – me dice – Vamos. El desayuno ya está listo.
NAJWA
- Estoy nerviosa – le digo a Christian mientras llevo la mano a mi vientre.
Se preguntarán porque estoy tan nerviosa, ¿verdad? Pues resulta que vamos a tener la primera revisión con la ginecóloga para saber si todo va bien con él bebe.
- No eres la única créeme – me dice antes de tocar a la puerta del consultorio de la doctora.
- Adelante – se escucha decir.
Christian abre la puerta y me indica con su mano que pase primero.
- Bienvenidos – nos dice la doctora mientras se levanta de su silla – Por favor tomen asiento – nos indica señalándonos las dos sillas que hay frente a ella.
Después de varias preguntas de rutina y de revisarme la presión arterial, me recosté sobre la camilla con la ayuda de Christian.
- Vamos a ver a este pequeño – dice mientras me levanta un poco el suéter – ¿Están listos? – nos pregunta la doctora y ambos asentimos antes de que esta me aplicara el gel sobre el vientre.
Comienza a pasar el traductor por mi vientre mientras en el monitor aparece la imagen de una pequeña manchita, la cual se empieza a hacer más grande.
La verdad es que tengo mis dudas de si eso es un bebe o no.
- ¿Quieren escuchar su corazón? – nos pregunta y Christian y yo nos miramos.
- Si se puede claro que sí – le dice Christian con una sonrisa.
De repente se empiezan a escuchar los latidos acelerados y fuertes de su corazón, provocándome unas ganas inmensas de llorar porque es el sonido más bonito que he escuchado en mi vida.
- Por el momento todo marcha perfectamente bien, él bebe, tiene un peso y tamaño normal – nos dice mientras me pasa un pañuelo para limpiarme el resto del gel – Te voy a hacer una receta de ácido fólico, te lo tienes que tomar una vez al día – me dice y yo asiento en respuesta mientras me bajo de la camilla con la ayuda de Christian – Debes de tomar dos litros de agua al día mínimo y realizar una dieta sana, equilibrada y variada. Realiza cinco comidas al día, consumiendo básicamente verduras y también fruta fresca, pero asegúrate de que estén bien lavadas. Haz algo de ejercicio moderado, eso te va a ayudar a mantenerte en forma y activa, también a controlar el peso y evitar algún problema de salud. Evita el tabaco y el alcohol y si puedes huye de la toxicidad y contaminación ambiental. Pasea al aire libre y ventila las estancias en las que te encuentres con regularidad y por supuesto evita los ambientes cargados de humo o polución. También evita el consumo de cafeína y ten cuidado con las infusiones y productos de herbolario porque no todos están indicados, y si lo están, su consumo debe ser moderado y controlado – me recomienda – Si siguen todos los consejos que les acabo de decir les puedo jurar que dentro de siete meses van a ver nacer a su bebe sano y fuerte.
Christian y yo no pudimos evitar sonreír al escuchar las palabras de la doctora.
- Gracias por sus consejos, Doctora García, le aseguro que cumpliremos todo al pie de la letra – le dice Christian antes de salir del consultorio.
- ¿Tienes hambre? – me pregunta Christian con diversión al escuchar como mi estómago ruge mientras caminamos por los pasillos del centro de salud.
- Sí, mucha – le digo.
- ¿Qué se te antoja comer? – me pregunta como si me leyera la mente.
- Mmm… pizza – le digo mordiéndome el labio inferior nada más de pensar en ella.
- Vamos a comer pizza, entonces – me dice abriéndome la puerta de la camioneta para que me suba a esta – Te tengo que confesar que yo pensaba que eso de los antojos era un mito.
- Pues te digo que no – le digo con una sonrisa sentándome en el asiento del copiloto – Nuestro bebe me lo está pidiendo.
Christian se sube a la camioneta, pero antes me regala una sonrisa muy dulce. Pone la camioneta en marcha y después de diez minutos llegamos a la pizzería Palermo, pero antes paramos en la farmacia para comprar el ácido fólico que me receto la doctora.
El lugar me transporto a Italia por su decoración y arquitectura tradicional. El dueño, según me contó Christian, es italiano.
- Comes mucho – le digo con diversión cuando solo quedan dos pedazos de la segunda pizza grande de Margarita que pedimos.
- Que esperabas. Soy un hombre grande – me dice con una sonrisa – En cambio, tú comes muy poco.
- Claro que no, es más, mejor me aparto otro pedazo antes de que te la acabes – le digo.
- Buena idea.
De repente, un niño de unos cinco años se acerca a nuestra mesa y mira a Christian fijamente.
- Hola. Perdón por interrumpirlos, pero… ¿Me puedo tomar una foto contigo? – le pregunta a Christian muy educadamente.
- Claro que sí – le dice Christian con una sonrisa limpiándose las manos con la servilleta.
Christian se levanta de la mesa y carga al niño en sus brazos.
- A la de tres. Una… Dos… y tres – dice Christian tomando la foto con el teléfono que traía el niño en su mano.
- Gracias – le dice el niño con una sonrisa de oreja a oreja – Me gustaría cantar una canción contigo si se puede – le dice.
- Por supuesto que se puede – le dice Christian haciendo que el niño sonría mucho más – Ahora vengo – me dice antes de subirse a la tarima que hay al lado de nuestra mesa.
Sienta al niño en un taburete, le da un micro y luego agarra una guitara.
- ¿Cómo te llamas campeón? – le pregunta Christian.
- Mateo.
- Sí. Hola. Si se escucha – dice Christian llamando la atención de todos los presentes – Mucho tiempo sin hacer esto aquí, pero mi amigo Mateo y yo les queremos cantar una canción. ¿Cuál quieres que cantemos? – le pregunta a Mateo.
- Adiós Amor – le dice el niño mientras veo como varias mesas graban el momento con sus teléfonos.
Comienzan a cantar y todos nos sorprendimos mucho al escuchar al niño cantar porque a pesar de que es muy pequeño tiene una voz de adulto, una voz bravía que se escucharía preciosa con mariachi.
Al terminar la canción todos comenzamos a aplaudir porque fue un momento muy mágico y algo que estoy segura de que ese niño jamás va a olvidar en su vida.
- Muchas gracias – le dice el niño con una sonrisa enorme mientras Christian lo baja del taburete y lo deja en el suelo.
- Gracias a ti – le dice Christian alborotándole el cabello antes de que este se vaya.
- Al parecer te gustan mucho los niños – le digo cuando se sienta nuevamente junto a mí en la mesa.
- Sí. Desde que tengo memoria siempre he querido ser papá de cuatro hijos – me cuenta – ¿Y tú? ¿Cuántos hijos quieres tener?
- La verdad es que nunca he pensado en cuantos quiero tener, pero si quiero más de uno – le digo.
- Bueno. Pues por ahora ya tenemos al primero los demás ya Dios dirá – me dice provocando que me ponga nerviosa.
Una vez terminamos de comer salimos de la pizzería y yo pensé que nos íbamos a ir a la casa, pero Christian me dijo que quería enseñarme un lugar.
- ¿Se puede saber ya qué lugar me quieres enseñar? – le pregunto con mucha curiosidad porque llevamos quince minutos caminando por las calles del pueblo y no me ha dicho nada.
- Ya llegamos – me dice dejando de caminar y señalándome con su mano el lugar.
El lugar tiene un cartel que pone “Travesuras” con un oso de peluche al lado y debajo de esto “Moda infantil y de maternidad”.
- ¡¿Una tienda de bebes?! – digo sorprendida.
- Sí. Tenemos que empezar a comprar cosas para nuestro hijo – me dice y siento como el corazón se me quiere salir del pecho con esa frase – Entremos.
- Yo no sé tú, pero yo quiero comprarle algo así – le digo agarrando un conjunto de camisa blanca y pantalón azul.
- Pero si es niña mejor rosado, ¿no? – me pregunta agarrando un vestido.
- ¿Eso quiere decir que quieres una niña? – le pregunto sorprendida porque siempre he escuchado que los hombres del campo prefieren tener hijos varones.
- Por ahí dicen que las niñas son la debilidad del papá y viceversa – me dice con diversión.
- ¿Así? Pues yo quiero un niño – le digo.
- Bueno, ya veremos quién se sale con la suya, pero para no discutir nos llevamos los dos, ¿te parece? – me pregunta y yo asiento en respuesta.
Compramos algunos peluches, varios muebles para la decoración de la habitación del bebe, entre ellos la cuna y mucha ropa más para él y para mí de maternidad, aunque muchas cosas que compramos no vamos a utilizarlas por el momento.