CAPÍTULO 13

1848 Words
CHRISTIAN En todo el fin de semana no he podido dejar de pensar en la conversación que tuve con Fernando. Cuando quiere sabe perfectamente qué decir para ponerme a pensar, como cuando yo estaba dispuesto a ahogarme en el alcohol hasta morirme. En aquella ocasión tenía razón, me estaba comportando como un cobarde y ahora creo que también porque tengo miedo de volver a amar y que nuevamente me dejen. Unos toques en mi puerta me sacan de mis pensamientos. - Adelante – digo y veo a Panchita entrar a mi habitación. - Tú y yo tenemos que hablar – me dice mirándome seria mientras cruza sus brazos. - Ya me imagino de qué quieres hablar – le digo terminado de vestirme. - ¿En qué estabas pensando? – me pregunta algo molesta. - No es escusa, pero cuando Lorena le dijo a Dalia que era una gata no me pude aguantar. Ya me conoces – le digo. - ¡Ay Christian! ¿Por qué eres tan impulsivo, hijo? Menos mal que Dalia no sospecha nada, pero… ¿No crees que ya es momento de decirle la verdad? – me pregunta. - Aún no pudo decirle nada. No quiero que deje sus estudios sin terminar, además, va a ser un golpe muy duro para ella enterarse de todo – le digo. - En eso tienes razón, pero no puedes ocultárselo toda la vida. Dalia tiene derecho de saber la verdad – me dice. - Lo sé viejita, por eso, en cuanto Dalia se gradúe se lo voy a decir y que pase lo que tenga que pasar – le digo. - Me parece bien – me dice – Vamos. El desayuno ya está listo. NAJWA - Estoy nerviosa – le digo a Christian mientras llevo la mano a mi vientre. Se preguntarán porque estoy tan nerviosa, ¿verdad? Pues resulta que vamos a tener la primera revisión con la ginecóloga para saber si todo va bien con él bebe. - No eres la única créeme – me dice antes de tocar a la puerta del consultorio de la doctora. - Adelante – se escucha decir. Christian abre la puerta y me indica con su mano que pase primero. - Bienvenidos – nos dice la doctora mientras se levanta de su silla – Por favor tomen asiento – nos indica señalándonos las dos sillas que hay frente a ella. Después de varias preguntas de rutina y de revisarme la presión arterial, me recosté sobre la camilla con la ayuda de Christian. - Vamos a ver a este pequeño – dice mientras me levanta un poco el suéter – ¿Están listos? – nos pregunta la doctora y ambos asentimos antes de que esta me aplicara el gel sobre el vientre. Comienza a pasar el traductor por mi vientre mientras en el monitor aparece la imagen de una pequeña manchita, la cual se empieza a hacer más grande. La verdad es que tengo mis dudas de si eso es un bebe o no. - ¿Quieren escuchar su corazón? – nos pregunta y Christian y yo nos miramos. - Si se puede claro que sí – le dice Christian con una sonrisa. De repente se empiezan a escuchar los latidos acelerados y fuertes de su corazón, provocándome unas ganas inmensas de llorar porque es el sonido más bonito que he escuchado en mi vida. - Por el momento todo marcha perfectamente bien, él bebe, tiene un peso y tamaño normal – nos dice mientras me pasa un pañuelo para limpiarme el resto del gel – Te voy a hacer una receta de ácido fólico, te lo tienes que tomar una vez al día – me dice y yo asiento en respuesta mientras me bajo de la camilla con la ayuda de Christian – Debes de tomar dos litros de agua al día mínimo y realizar una dieta sana, equilibrada y variada. Realiza cinco comidas al día, consumiendo básicamente verduras y también fruta fresca, pero asegúrate de que estén bien lavadas. Haz algo de ejercicio moderado, eso te va a ayudar a mantenerte en forma y activa, también a controlar el peso y evitar algún problema de salud. Evita el tabaco y el alcohol y si puedes huye de la toxicidad y contaminación ambiental. Pasea al aire libre y ventila las estancias en las que te encuentres con regularidad y por supuesto evita los ambientes cargados de humo o polución. También evita el consumo de cafeína y ten cuidado con las infusiones y productos de herbolario porque no todos están indicados, y si lo están, su consumo debe ser moderado y controlado – me recomienda – Si siguen todos los consejos que les acabo de decir les puedo jurar que dentro de siete meses van a ver nacer a su bebe sano y fuerte. Christian y yo no pudimos evitar sonreír al escuchar las palabras de la doctora. - Gracias por sus consejos, Doctora García, le aseguro que cumpliremos todo al pie de la letra – le dice Christian antes de salir del consultorio. - ¿Tienes hambre? – me pregunta Christian con diversión al escuchar como mi estómago ruge mientras caminamos por los pasillos del centro de salud. - Sí, mucha – le digo. - ¿Qué se te antoja comer? – me pregunta como si me leyera la mente. - Mmm… pizza – le digo mordiéndome el labio inferior nada más de pensar en ella. - Vamos a comer pizza, entonces – me dice abriéndome la puerta de la camioneta para que me suba a esta – Te tengo que confesar que yo pensaba que eso de los antojos era un mito. - Pues te digo que no – le digo con una sonrisa sentándome en el asiento del copiloto – Nuestro bebe me lo está pidiendo. Christian se sube a la camioneta, pero antes me regala una sonrisa muy dulce. Pone la camioneta en marcha y después de diez minutos llegamos a la pizzería Palermo, pero antes paramos en la farmacia para comprar el ácido fólico que me receto la doctora. El lugar me transporto a Italia por su decoración y arquitectura tradicional. El dueño, según me contó Christian, es italiano. - Comes mucho – le digo con diversión cuando solo quedan dos pedazos de la segunda pizza grande de Margarita que pedimos. - Que esperabas. Soy un hombre grande – me dice con una sonrisa – En cambio, tú comes muy poco. - Claro que no, es más, mejor me aparto otro pedazo antes de que te la acabes – le digo. - Buena idea. De repente, un niño de unos cinco años se acerca a nuestra mesa y mira a Christian fijamente. - Hola. Perdón por interrumpirlos, pero… ¿Me puedo tomar una foto contigo? – le pregunta a Christian muy educadamente. - Claro que sí – le dice Christian con una sonrisa limpiándose las manos con la servilleta. Christian se levanta de la mesa y carga al niño en sus brazos. - A la de tres. Una… Dos… y tres – dice Christian tomando la foto con el teléfono que traía el niño en su mano. - Gracias – le dice el niño con una sonrisa de oreja a oreja – Me gustaría cantar una canción contigo si se puede – le dice. - Por supuesto que se puede – le dice Christian haciendo que el niño sonría mucho más – Ahora vengo – me dice antes de subirse a la tarima que hay al lado de nuestra mesa. Sienta al niño en un taburete, le da un micro y luego agarra una guitara. - ¿Cómo te llamas campeón? – le pregunta Christian. - Mateo. - Sí. Hola. Si se escucha – dice Christian llamando la atención de todos los presentes – Mucho tiempo sin hacer esto aquí, pero mi amigo Mateo y yo les queremos cantar una canción. ¿Cuál quieres que cantemos? – le pregunta a Mateo. - Adiós Amor – le dice el niño mientras veo como varias mesas graban el momento con sus teléfonos. Comienzan a cantar y todos nos sorprendimos mucho al escuchar al niño cantar porque a pesar de que es muy pequeño tiene una voz de adulto, una voz bravía que se escucharía preciosa con mariachi. Al terminar la canción todos comenzamos a aplaudir porque fue un momento muy mágico y algo que estoy segura de que ese niño jamás va a olvidar en su vida. - Muchas gracias – le dice el niño con una sonrisa enorme mientras Christian lo baja del taburete y lo deja en el suelo. - Gracias a ti – le dice Christian alborotándole el cabello antes de que este se vaya. - Al parecer te gustan mucho los niños – le digo cuando se sienta nuevamente junto a mí en la mesa. - Sí. Desde que tengo memoria siempre he querido ser papá de cuatro hijos – me cuenta – ¿Y tú? ¿Cuántos hijos quieres tener? - La verdad es que nunca he pensado en cuantos quiero tener, pero si quiero más de uno – le digo. - Bueno. Pues por ahora ya tenemos al primero los demás ya Dios dirá – me dice provocando que me ponga nerviosa. Una vez terminamos de comer salimos de la pizzería y yo pensé que nos íbamos a ir a la casa, pero Christian me dijo que quería enseñarme un lugar. - ¿Se puede saber ya qué lugar me quieres enseñar? – le pregunto con mucha curiosidad porque llevamos quince minutos caminando por las calles del pueblo y no me ha dicho nada. - Ya llegamos – me dice dejando de caminar y señalándome con su mano el lugar. El lugar tiene un cartel que pone “Travesuras” con un oso de peluche al lado y debajo de esto “Moda infantil y de maternidad”. - ¡¿Una tienda de bebes?! – digo sorprendida. - Sí. Tenemos que empezar a comprar cosas para nuestro hijo – me dice y siento como el corazón se me quiere salir del pecho con esa frase – Entremos. - Yo no sé tú, pero yo quiero comprarle algo así – le digo agarrando un conjunto de camisa blanca y pantalón azul. - Pero si es niña mejor rosado, ¿no? – me pregunta agarrando un vestido. - ¿Eso quiere decir que quieres una niña? – le pregunto sorprendida porque siempre he escuchado que los hombres del campo prefieren tener hijos varones. - Por ahí dicen que las niñas son la debilidad del papá y viceversa – me dice con diversión. - ¿Así? Pues yo quiero un niño – le digo. - Bueno, ya veremos quién se sale con la suya, pero para no discutir nos llevamos los dos, ¿te parece? – me pregunta y yo asiento en respuesta. Compramos algunos peluches, varios muebles para la decoración de la habitación del bebe, entre ellos la cuna y mucha ropa más para él y para mí de maternidad, aunque muchas cosas que compramos no vamos a utilizarlas por el momento.
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