Los nervios y la inseguridad aumentaron en el interior de Abby, en el momento que se quedó completamente sola en medio del pasillo, con Vincent detrás de ella. Podía sentir la mirada quemándole en la nuca, no estaba preparada en lo más mínimo para enfrentar la situación ese mismo día, no tan pronto; hace unas horas se acababa de enterar de su embarazo tomándola por sorpresa, ni siquiera ella podía asimilarlo del todo.
Sintiendo las manos heladas como témpano de hielo y las mejillas ardiendo, se llenó de valor y dio media vuelta para mirar a Vincent, al ver su verde mirada fría e inexpresiva, supo que debía estar preparada para cualquier cosa y no pudo evitar sentir como su corazón se encogía en su pecho, con la sola idea de que Vincent reaccionase de mala manera por la inesperada noticia.
Abby abrió su boca para hablar, pero se tragó cada una de sus palabras en seco cuando Vincent le hizo una seña con la cabeza para que la siguiera.
— Hablaremos en mi oficina, tendremos más privacidad. —Abby entró en razón al escuchar las gélidas palabras de Vincent, dejó los nervios a un lado y siguió los pasos del castaño en completo silencio.
Abby solo pensaba en que, aunque no era como lo había planeado desde un principio, debía darle la noticia, sea cual sea su reacción.
“No hay nada qué temer.” Abby se repetía una y otra vez en su mente, mientras sus tacones resonaban detrás de los pasos de Vincent.
Al entrar a la oficina, Vincent cerró la puerta detrás de una recuperada Abby, quien había reunido fuerzas para mantenerse segura de sí misma y no intimidarse por el rostro ceñudo de aquel hombre que pasó por su lado para mirar las calles a través del ventanal.
La castaña se tomó el tiempo necesario para sentarse en el sofá, como si por dentro no estuviera pensando las palabras correctas para darle la noticia directamente, sin que escuchase en el momento menos oportuno, pero no había más que un par de palabras para que terminara de enterarse.
— Estoy embarazada. —soltó sin esperar a que Vincent se diera la vuelta, quería acabar con aquel incómodo silencio en la oficina, quería salir de aquello lo más pronto posible para dejar de sentirse tan nerviosa y llena de incertidumbre.
Cuando aquellas palabras abandonaron su boca, Vincent frunció su ceño y sintió un mal sabor de boca, le costaba creer que esa mujer sentada en su sofá, la que se rehusó desde un principio a aceptar las cláusulas de un contrato que evitaría todo esto y la primera mujer que logró entrar en su corazón después de tenerlo cerrado bajo siete llaves, le estaba diciendo que llevaba en su vientre un hijo suyo.
Por tantos años tomó todas sus precauciones para evitar tal cosa, y ahora, que se había arriesgado a formalizar por primera vez en su vida, pasaba lo que él tanto temía.
“¿Un hijo? Ni pensarlo.” Fue lo primero que pensó Vincent, sabiendo que la llegada de ese bebé sería un atraso en su vida laboral. Jamás se había visualizado siendo padre, de solo pensarlo se le subía la sangre a la cabeza.
Vincent soltó un suspiro pesado, antes de girar hacia Abby, quien lo miraba expectante, a la espera de alguna respuesta de su parte, alguna reacción, algo, lo más mínimo. Por supuesto que estaba preparada para cualquier cosa, pero muy en el fondo, ella quería que Vincent esbozara una sonrisa de oreja a oreja, que sus ojos se iluminaran al saber que serían padres y que la abrazara tan fuerte, que sus miedos e inseguridades quedaría en el olvido, no obstante, nada de eso ocurrió.
Solo podía observar el ligero ceño fruncido, sus ojos sombríos y su cuerpo tenso, eso no era una buena señal, a pesar de que tenía en cuenta que Vincent era un refrigerador andante, sabía que tenía buenos sentimientos, que era amoroso a su manera, Abby había conocido el lado romántico de ese hombre frío, pero aquella expresión no le transmitía ni una pizca de amor, ni alegría, no le transmitía nada.
— No lo vas a tener. —cuando Abby escuchó aquello, se levantó de inmediato del sofá, sintiendo que su sangre comenzaba a hervir de rabia, esas palabras se clavaron en su corazón como miles de agujas.
“Tiene que ser una maldita broma.” Pensó Abby, haciendo su mayor esfuerzo por no dejar que un nudo se formase en su garganta o no podría soltar palabra alguna.
— ¿Me estás jodiendo? —la incrédula Abby se mantuvo serena, esperaba que en cualquier segundo le dijera que era un mal chiste, realmente lo esperaba, de lo contrario, su corazón terminaría de quebrarse en mil pedazos, se negaba a creer que Vincent podía decepcionarla de tal manera.
Pero eso era justo lo que haría.
— ¿No me escuchaste? No lo vas a tener, Abby. —y sí, el corazón de Abby se rompió en mil pedazos, pero derrumbarse frente a él no era una opción. Ese hombre frente a ella estaba acostumbrado a que sus deseos fueran órdenes para cualquiera, pero Abby no era cualquiera.
Le había costado aceptar el hecho de que dentro de ella crecía el hijo del hombre que amaba en silencio desde hace mucho tiempo, su mejor amiga la hizo entrar en razón, le hizo ver el lado positivo a todo, y no le importaba lo que Vincent dijera o lo que él quería, jamás accedería a semejante locura.
— ¡Te has vuelto loco! ¡Qué clase de hombre piensa de esa manera! ¡Estás muy equivocado si crees que voy a deshacerme de mi bebé solo porque tú lo ordenas! ¡No estás ni cerca! —la paciencia de Abby se esfumó junto a la admiración que sentía por él, ese Vincent no era lo que ella pensaba, había arruinado su imagen con solo unas palabras.
Vincent se cayó del pedestal en el que Abby lo tenía.
— ¡Tú te has vuelto loca! ¡¿Cómo se te ocurre que vamos a tener un hijo?! ¡Yo no quiero tener hijos! ¡Ser padre nunca ha estado en mis planes y tú no los vas a cambiar con… eso! —Vincent le respondió de la peor manera, se notaba alterado y fuera de sus cabales, pero más alterada estaba Abby, quien hacía su mayor esfuerzo por no molerlo a golpes hasta hacerlo entrar en razón.
“¿Eso? ¿Así era como se refería a nuestro hijo? Grandísimo infeliz.”
— ¡Eso lo hubieras pensado antes de follarme! ¡¿No te alcanzaba para comprar preservativos?! ¡Me lo hubieses dicho y te los compraba! ¡Ni para eso sirves! —Abby no medía las palabras, estaba histérica, y cegada de rabia, le gritaba a Vincent sin importarle que estaban en la empresa.
“Es un desgraciado, un maldito imbécil, yo no merezco esto.” La castaña no paraba de insultarlo y maldecirlo en su mente.
Vincent caminó hasta ella con el rostro completamente rojo quedando frente a frente, estaba molesto e irritado, quería que ella entendiera y accediera a interrumpir ese embarazo que sería una piedra en su camino, y a estas alturas, no estaba dispuesto a tropezar.
Pero Abby se mantuvo firme, no estaba dispuesta a aceptar tal barbaridad, si él no quería a su propio hijo, podría desaparecer de su vida, su instinto maternal era lo único que la acompañaba en ese momento, ni siquiera flaqueó cuando Vincent la miró con ojos amenazantes y autoritarios.
— ¿Es mi culpa entonces? ¿Soy el único que debe cuidarse? —Vincent tuvo que tomar una bocanada de aire para calmar la frustración que le causaba la terquedad de Abby, sabía que gritando no iba a conseguir nada más que ella se pusiera a la defensiva, pensó que tal vez si se lo pedía de una mejor manera, ella aceptaría. —Mira, Abby, te lo estoy pidiendo de buena manera, interrumpe el embarazo y haremos como que no pasó nada, seguiremos siendo los mismos.
Cada vez que Vincent insistía en el tema, aumentaba la decepción en el pecho de Abby.
Abby esbozó una sonrisa fingida antes de soltar un suspiro pesado, sus manos heladas se detuvieron en el nudo de la corbata de Vincent y lo apretó ligeramente como si lo estuviera acomodando. Vincent podía estar casi seguro de que había logrado aunque sea hacerla dudar.
Qué equivocado estaba, la castaña no iba a dar su brazo a torcer, no estaban hablando de un papel que podía botar a la basura y serle indiferente.
— Vincent Lefebvre, para hacer un bebé se necesitan dos personas, pero para criarlo basta con una sola. No me interesa hacer como si nada pasó y seguir siendo los mismos, porque eso nunca más va a pasar; acabas de destruir lo que en algún momento fuimos. Si no quieres tener hijos, pues lo acepto, olvídate de mí y de mi bebé. —Abby habló decidida, sin titubear, sin dejar ni una sola duda en Vincent. Al siguiente segundo, apretó con fuerza el nudo de la corbata, lastimando la tráquea de un sorprendido Vincent. —Por si nunca lo notaste, no soy como las mujeres a las que estabas acostumbrado, no haré lo que tú me digas si no estoy de acuerdo con ello, y por si no lo recuerdas, no soy un contrato.