Una llamada inolvidable

890 Words
“Pero en ciertos casos es más digno dejarse llevar de un impulso ciego, provocado por un gran amor, que oponerse a él.” Laura Esquivel Sábado de descanso, dicen algunos. Pero para mí, algo difícil. Revisar exámenes, limpiar, meter la ropa a lavar, preparar almuerzo. Katrina, se ocupa de Honey, la cachorra Hunskin que tenemos en casa y de hacer todos sus pendientes del liceo. Este año hará sus quince y merece su celebración tanto por sus excelentes notas como por ser siempre una buena chica. El tiempo se va volando cuando te ocupas en algunas cosas. Coloco un poco de música pop, mientras termino de arreglar la sala. Suena mi celular, corro hasta el cuarto para atender. Una llamada perdida. Número desconocido. Regreso a la sala; otra vez suena, atiendo. Esa voz, es su voz, no puedo creerlo, es él. –Quería oír tu voz –¿Quién es? –Ángel, ¿ya me olvidaste? Disimulo para no ser tan evidente en mi emoción: –Ah ok, no reconocí este número. –Es mi otro móvil, guárdalo también. –OK. ¿Cómo estás? ¿Que tal tu día? –Trabajando, pero sin dejar de pensar en ti. –Igualmente, no dejo de pensar en lo inusual de esto que siento. –No es inusual sentir. Inusual es no vivir lo que se siente– dice en un tono incitador. –SÍ, en eso pudieras tener razón–respondo con dudas. No es habitual para mí, hacer cosas que no sean bien vistas o que puedan perjudicar a otros Por mucho tiempo, recuerdo, siempre haber pensado en los demás antes que en mí. Cuando mi hermana Karla se enamoró de Ricardo, y éste de mí, tuve que alejarme, aunque era mi primer amor, por no ser desleal con ella. Siempre importaban los otros. Más que yo misma. Primero mi madre, luego mis hermanos, después mi hija, todos eran lo más importante en mi vida, más allá de mí. Pero por vez primera quería ser yo quien importara, mi corazón me reclamaba esa felicidad. –¡Me gustaría verte pronto!–afirmó él. –Este fin de semana creo que Carlos estará de guardia. –No me refería a verte donde Carlos. Allí no podemos hablar bien. –Sí, olvidaba que son tus compadres, Carlos y Alicia. –Te invito a cenar el jueves. Aunque tenía 40 años, era mi primera cita formal, era el inicio de esas historias de amor que siempre veía en la TV o en algún cine. –Perfecto, hablamos entonces. –Linda tarde para ti, Anne. Terminé de hablar y comencé a dar brincos como una niña cuando sabe que irá al parque o a la tienda por hamburguesas. Era una emoción que me llenaba de fuerza, de adrenalina, de coraje, de una otra yo, que siempre había estado prisionera y había sido puesta en libertad. Entre al cuarto, me di una ducha, arregle mi cabello y mis uñas. Faltaba una semana para esa cita, pero yo, quería verme tan iridiscente por fuera como radiante, por dentro. Me miré al espejo. Unos cauchitos laterales que debía eliminar. Unas cuantas sentadillas para fortalecer mis piernas. A partir de allí, debía hacer algunas excepciones para verme hermosa en nuestra primera cita. La semana transcurrió velozmente. Dieta estricta, cero azúcar y carbohidratos, mucha agua y sesión diaria de 30min de ejercicios. Había avanzado en ello, pero... ¿que me pondría esa noche? Mi guardarropas no estaba tan variado, muchos jeans, algunos suéteres, cero vestidos (no me gustaba usarlos por un defecto en mis rodillas que las hacía unirse y separar mis pies) Recordé que tenía algunas chaquetas de vestir, algún top. Y un jeans ajustado. Era temporada de calor y no se podía exagerar en la vestimenta. Escogí tres o cuatro cambios y medi uno por uno a ver con cual me vería mejor. Durante esa semana, iba al trabajo, regresaba, salía a dar unas vueltas por el urbanismo. A veces Katrina me acompañaba con Honey, otras veces iba con Alicia. A veces sentía ganas de contarle a Katrina lo que me estaba pasando, pero ella siempre había sido algo celosa; yo no era de tener muchas amistades, siempre fui críptica con mis cosas. Ni siquiera me atrevía a hablar de mis sentimientos con alguna de mis tres hermanas. María siempre fue muy extrovertida y no congeniábamos mucho. Karla era diferente, rebelde y desobediente, Rosita, la menor, siempre estaba conmigo pero también tenía una forma de ser muy distante de mí. Digamos que por boca de todos, yo era la sería y obstinada y en algunos casos la perfecta, por querer ser obediente como hija. Alicia comenzaba a brindarme su confianza, mas era la última persona a la que podría contarle sobre mi relación con Ángel. Ella sería la primera en poner en tela de juicio mi moral. Ángel estaba casado. Y ella, también había tenido problemas en su matrimonio por las aventuras de Carlos; tanto que estaban tramitando su divorcio Pero esta vez, no era por sus aventuras de Carlos, sino porque él habia permitido que su madre doña Carmen, se metiera en su matrimonio y en la educación de sus hijos. Tenía que guardarme el secreto como siempre, sólo que esta vez, deseaba gritarle al mundo entero que estaba enamorada y que era una mujer feliz.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD