La primera cita

1180 Words
"Debo decirle que me ha embrujado en cuerpo y alma, y la amo" Jane Austen Esa tarde llegué del trabajo, me di un largo y relajante baño. Tomé la plancha de alisar el cabello, me gustaba más lacio que ondulado como era originalmente. Escogí el jeans prelavado, un top blanco y la chaqueta de cuerina vinotinto Me coloqué los botines n***o. La cartera negra y un choker n***o con un camafeo rodeado de cristales negros. Unos buenos pendientes, perfume, en ello si soy exquisita, me encantan los perfumes con olores de madera, nada de cítricos ni florales. Katrina se había ido esa tarde desde el liceo con su abuela Teresa, a la fiesta de uno de sus hermanos por parte de su padre. Regresaría el domingo, por lo que sólo debía ocuparme de mí misma. Tomé la cartera, pedí un Uber y llegué al restaurante dónde nos veríamos. ¿Les mencioné que soy excesivamente puntual?. Llegué 10min antes de la hora. Sería una locura entrar antes que él. En frente quedaba una librería y aproveche de revisar si había algún libro de poesía que me gustase. Vi cuando llegó y entró. Entonces, me apresuré a cruzar la calle y un minuto después que él, entré. Al verme, se puso de pie, me miraba impresionado. Pensé que me vería mal. Me aproximé a la mesa. Él halo la silla, me senté y me dio un beso en la mejilla. Sus labios eran tan suave como sus manos. –¿Qué deseas tomar? –¡Cerveza!– respondí. Sonrió e hizo señas al mesero. Pidió las dos cervezas y el menú. –Estás tan hermosa como siempre. –Gracias–contesté ruborizada. –Casi llegas antes que yo– dijo sonriendo. Yo sonreí pensando “si supiera que sí” –Suelo ser muy puntual y no me gusta hacer esperar a las personas, ni tampoco tener que esperar por alguien. El mesero se acercó con las cervezas y dos vasos. Sirvió y se marchó. El tomó su vaso y yo el mío. –¡Salud, por este primer encuentro!– dijo con extrema emoción. –¡Salud!– dije mientras chocaban nuestros vasos. Hablamos por largo rato. De todo, de su trabajo, del mio, de Carlos y sus locuras, de mi hija, de los libros de Miguel Ruiz, de Chopra, de Jodorowsky. Amena conversación. Fui al baño a retocarme mientras él pedía la cena. Era un restaurante chino por lo que Sushi sería lo recomendado. Cuando regresé él me observaba desde lejos, caminé hacia nuestra mesa, me senté y él seguía mirándome. –¿Puedes dejar de mirarme?–pregunté –No lo creo. Pero, haré el intento. –No me gusta que me miren fijamente. –Intentaré no hacerlo tan constantemente– respondió con su voz cálida. Su mano por primera vez rozó la mía, esa noche; sus dedos se entretejieron con los míos, su pulgar acariciaba mi mano con suavidad pero intensamente. Sentía que mi v****a se contraía una y otra vez. Desde pequeña tenía esa habilidad de contraer y relajarla, cuando y como quisiera. Y por mucho tiempo creí que cuando eso ocurria era algo que se notaba. No era muy experta en temas relacionados a la sexualidad ni el sexo. Ni siquiera sabía lo que era un orgasmo. Fernando, el padre de Katrina, había sido mi primer hombre y si había estado con él tres veces fue mucho. Así que para mí, el sexo estaba condicionado al amor que sentía por esa persona. Aún lo creo así, aunque lo que viví con Ángel era novedoso para mí y revolucionaría todo mi mundo. Comimos, tomamos un par de cervezas más. Ya era casi media noche. El pidió el Uber, me llevaría a mí y luego, lo dejaría en su casa. Cuando íbamos saliendo, un chico entraba con un ramillete de rosas para vender. Él tomó una, la más roja y hermosa, y me la obsequió. Subimos al Uber, yo sentía ganas de abrazarlo, de sentirlo, de entregarme por completo a ese deseo desbocado que vibraba en mi interior. En el taxi, él dió las instrucciones al conductor. Por suerte, vivía un poco lejos de allí, media hora a su lado, sería ese tiempo extra que desean los jugadores, en todo partido de fútbol para lograr un empate. Él extendió su brazo por detrás de mi cuello, me recosté sobre su pecho. Podía oír sus latidos fuertes y agitados. Él recostó su cabeza sobre la mía. Me abrazó tan fuerte que no pude evitar levantar mi rostro, mirarle y insinuar mis labios sedientos de su boca. No se hizo esperar, el beso, nuestros labios, nuestras lenguas se movían con intensidad y vehemencia. Aunque sentía algo de incomodidad supuse era por la posición. Llegamos a la urbanización, como si aquel beso nos transportará de un lugar a otro, en un abrir y cerrar de ojos, literalmente hablando. Tenía que despedirme y bajar del auto. Le dí un beso de roce de labios. Me bajé y entré a la urbanización. Luego que estuve dentro, el Uber arrancó. Me sentía volar, me sentía excitada y a la vez, ansiosa de sentir más que sus manos y labios, el contacto de nuestros cuerpos. Busqué las llaves en mi cartera, como pude abrí la puerta, las cervezas habían hecho efecto mientras veníamos en el taxi. A lo lejos Alicia me saludaba. No quise ir hasta allá, sólo levanté la mano y la saludé. Nada podía romper el encanto de esa noche. Quería repasar cada momento en mi memoria. Logré abrir la puerta en el tercer intento. Dejé la cartera sobre la mesa de centro de la sala. Tomé un jarrón, le coloqué agua y la puse en la repisa donde tenía la estatua de la Rosa Mística, “una rosa para una rosa” susurré. Apagué las luces que había dejado encendida. Me tumbé sobre la cama y aunque el techo giraba por las cervezas, yo lo imaginaba como un view máster reviviendo cada imagen en la cena: el entrando al restaurante, él tomando mi mano, él dándome la rosa, su sonrisa y él, él y sus piernas gruesas, sus glúteos torneadas y su pecho, yo y mi boca, nuestros labios, el beso, las caricias, el deseo de sentir su cuerpo. Me fui quedando dormida. Cuando desperté era de madrugada. Me quite la ropa, busqué la cartera, saqué mi teléfono. Había un par de mensajes. Abri para revisar el chat. Uno era de Alicia: –Eso, estabas paseando. ¿Tenías una cita? El otro, era de él: –Anne sé que pensarás qué es algo pronto para decirlo, pero necesito decirte que ¡TE AMO! Realmente era repentino y muy apresurado decir que me amaba, pero yo ¿acaso no estaba sintiendo lo mismo, acaso no me moría por estar con él? ¡Sí! quiero amar y sentir. Eso deseo. Quiero ser libre de amar. Sus palabras me hacen sentir segura, como nunca antes lo estuve. Lo amo. Sí, esto debe ser amor. Esa conexión entre él y yo, supera cualquier límite, cualquier ficción.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD