Capitulo 7

1798 Words
Salí del entrenamiento, y me despedí de todos, aunque deseara no hacerlo, tenía que hacerlo para no caer en problemas. Me subí a mi coche y respiré hondo. Estaba muy nerviosa, histérica y sentía que no tenía el control sobre nada, no solo era que mi familia quisiera controlar mi vida amorosa, ahora mis amigas también lo querían hacer. Mire el reloj, eran las diez y media. No dude. Llame a Liana. —Hola, ha llamado usted al contestador de Liana, la mejor persona del mundo—me dijo nada más contestar, reí. —Liana—la llame y oí a Bianca reír de fondo. —¿Que tal?—pregunto Bianca. A ellas no les podía mentir u ocultar algo, eran mis mejores amigas, las personas que estuvieron en los peores momentos de mi vida. —Mal—dije. Silencio. —¿Que te han hecho?—me pregunto Liana sin dudarlo. Liana, odiaba a las animadoras, según ella todas eran unas niñas mimadas con complejo de musas o diosas. —¿Podemos vernos?—pregunte sin querer responder por teléfono. Vi como mis compañeras se iban yendo, y agradecí que ninguna me pidiera que la llevara o me dijera nada. —¿Estas en tu coche?—me pregunto Bianca. Pase la mano por el volante del coche. —Si—respondí. —Ven a casa por nosotras, vamos a comprar—dijo Liana. Colgó sin que yo respondiera. No hacía falta que respondiera, sabía que iba decir que si, necesitaba desahogarme y que alguien que no esperara ni quisiera nada de mi, me dijera que podía o cualquier cosa bonita. Arranque el coche y conduje hasta mi apartamento. Según llegue, casi ni aparque. Mis dos amigas esperaban abajo y subieron al coche. —¿Estas bien para conducir?—me pregunto Liana desde el asiento del copiloto. Bianca asomó su cabeza desde atrás y nos miró. —He llegado hasta aquí—le dije. Ellas se miraron. —No tenias otra opción—me dijo Bianca y las miré. Las miré. —Tengo que hacerlo—dije y las dos asintieron. Conduje, hasta el centro comercial. Soy demasiado consumista, no voy a negarlo, no debería ayudar ni colaborar a la explotación ni a comprar a grandes empresas o superficies que se dedican a ganar dinero, dando sueldos bajos pero cuando estaba muy mal, necesitaba comprar. Al llegar, Bianca salió corriendo y me abrió la puerta. —La cartera—me ordenó y la miré. —¿Que?—le pregunté sorprendida. Bianca me miro sorprendida. —Cuando tienes una crisis, compras impulsivamente y no voy a dejarte comprar tonterías por culpa de unas idiotas—me dijo. La miré. Suspire hondo y le di mi cartera. No tenía otra opción. Salimos del coche y entramos al centro comercial. Sentía como mi cuerpo temblaba. Liana me agarró. —Vamos a tomar algo—me dijo Liana. Me limite a asentir. Fuimos al primer bar que encontramos y nos sentamos, no pude dejar de mover las piernas. —Amanda—me llamo Liana y la miré. Estaba luchando contra el impulso de gritar, y de arruinar a mi familia comprando mil cojines o calcetines. —Te voy a pedir un té—comentó Bianca. Bianca se levantó, para ir a la barra a pedir, y dos minutos después. Dos minutos agónicos después. Vino con dos tazas de café y una de te. Me puso el té delante de mi y lo miré. —Cuéntanos que ha pasado—me pidió Liana. Pase mi mano por mi pierna, con gran deseo de arañar mis piernas. Liana agarro mis manos. —Amanda—me llamo y la miré. —Quiere que salga con Evan—dije. Las dos se miraron, tranquilas. —¿Quien?—preguntó Bianca. —Emily—susurré. Liana me miro y paso sus manos por las mias para que colocara mis manos en la taza, para ayudar que bebiera y me calmara. —Pienso matarla—comentó Liana. Me abrazo por los hombros con fuerza y beso mi cabeza. Ella era como mi hermana, me cuidaba y me hacía sentir bien, me protegía y era quizás la mejor persona de mi vida, no podía vivir sin ella y era algo que me daba miedo. Mi teléfono sonó. Todo una de mal en peor. —No—me queje. Liana me cogió el móvil para mirar quien era, luego me miro. —Tu abuela—me dijo. Colgué, no dude ni dos segundos, colgué. —Wow—dijo Bianca sorprendida y dejé que mi cabeza cayera a la mesa. —Llevo evitando hablarle desde ayer, porque se lo que quiere—dije. Note las miradas de mis amigas en mi, note su tristeza, la tensión de ellas, su preocupación. Todo el mundo estaba preocupado por mi siempre, me daba mucha angustia pero no sabía como luchar con ello, como hacer para que nadie se deba preocupar por mi. —¿Por que?—me preguntó Bianca. Levante la cabeza y las miré. —Me fui de la cita—conté. Las dos me miraron tranquilas, sin ver nada malo, en que me hubiera marchado de la cita. Quizás no había nada malo en ello. —¿Mereció la pena?—me preguntó Bianca. La miré sorprendida. ¿Mereció la pena? No lo sabia, no estaba segura en un cien por cien de que hubiera hecho bien las cosas, no estaba segura de lo que había hecho y menos ahora, que estaba viendo las consecuencias. —Si—dije en un impulso. Las dos sonrieron. —No lo sé—añadí después. Las dos me miraron sorprendidas. —Me gustó estar con él, es diferente a todo lo que conozco pero no se si las consecuencias que eso me pueda general valgan la pena—dije. Las dos me miraron. —Amanda no puedes controlar todo—me dijo Liana y la miré—Te gusta este chico, déjate llevar y ya—añadió. Suspire y agarre la taza de té para tomar un poco. —¿Que tal con tu cita?—le pregunté a Bianca. Ella me miro sorprendida. No quería afrontar el hecho de que me estaba gustando un extraño, de que quería vivir aventuras y locuras, mi vida era control y no tener control, perderme en el mundo, no estar protegida ante mis planes. —Valentino es raro—nos dijo. —Deberíamos comprar vestidos—comente. Las dos me miraron sorprendidas. —Hay una gala en dos semanas—dije y las dos me miraron sin entender nada. Mi familia solía ir, todos los años a una gala benéfica, que se dedicaba a ayudar a niños en exclusión social y les da educación a niños que tienen problemas económicos. —No quiero ir sola—añadí. Las dos me miraron. Ningún año las había invitado, porque siempre había estado bien con mi familia, pero este año, todo era complicado, mi vida se había complicado demasiado y ahora mismo, mi abuela que era la jefa de la familia que era quien mandaba, estaba enfadada conmigo, me iba a odiar y me haría complicado todo, incluso el respirar sin su permiso. —¿Creéis que me cancelara las tarjetas de crédito?—pregunte. Las dos me miraron. —Por muy difícil que sea de creer, tu abuela no es así—comentó Liana, la miré—Ella te ama, aunque le cueste mucho aceptar que no elijas a quien ella quiere para casarte, te dará todo—me dijo. Cerré los ojos. Sabia que mi familia me amaba pero era frustrante, y no quería decepcionadles o no cumplir con lo que ellos esperaban. Era la mayor de la generación, y por ello, era la heredera del imperio de vino de mi familia y con ello todo lo que tuviera nuestro apellido, o relación con él. —Necesitamos vestidos—dijo Liana, ella tomó su café y la miré—Y si te cancela las tarjetas, te pago yo el vestido o te lo hago—me dijo. La abrace. —Pues vamos—comentó Amanda. Las tres nos levantamos y caminamos a una tienda de vestidos, que estaba enfrente del bar. Ahí nos pusimos a mirar vestidos. Mientras mirábamos vestidos. Note unas manos que rozaban las mias. Me puse incomoda. —Ese te quedaría perfecto—me susurraron en el oído. Me giré. Reconocí la voz en menos de dos segundos. Era él, Max, mi chico misterioso. —Hola—dije y él me miro. —Tienes una manía rara con huir de mi—comentó. Le miré. —No fue queriendo—me intente excusar pero en realidad, tenía razón, había huido varías veces de él, dos para ser exactos. —Lo espero—me dijo y le miré—Aunque no me importa seguirte—me dijo sonriendo. Le miré sorprendida, ¿Estaba tonteando conmigo? Obviamente no, eso era imposible, por dios, era la persona menos ligable del mundo. —¿Que haces aquí?—le pregunté. Él me miro sorprendido. Note como me temblaban las manos, no tenía el control de esta situación y era algo que no me gustaba, no me gustaba para nada, no poder controlar las cosas. —Te vi por el cristal—me dijo y le miré—Quería hablar contigo—añadió. Le miré. —¿De que?—le pregunte. Si había algo que solucionar, lo mejor era hacerlo cuanto antes, así evitaríamos alargamientos innecesarios y problemas que nadie quería. Él me miro sorprendido. —Kleine, eres realmente increíble—me dijo y pasó su mano por mi pelo. Seguía sin entender que significaba, pero en su boca, sonaba tan bien que me encantaba escucharlo, me dominaba ese apodo, pero eso no quitaba que no entendiera las cosas, era más complicado que todo eso y no me gustaba lo complicado. —Amanda—me llamo Liana. La miré, vi como en amigo de Max estaba con Bianca molestándole y Liana esta sola. Me sentía algo mal por ella. Sentía que si las dos estábamos con alguien, a ella la dejábamos de lado, y no era para nada la intención. —¿Si?—le pregunté. Ella me sonrío. —¿Por que no le dices a tu novio que se siente y opine de los vestidos que te pruebes?—me pregunto Liana. La miré. —Con gusto—dijo Max. Le miré, no sorprendida porque se quedara sino porque no negara que es mi novio. —Bran, siéntate que tenemos pase de modelos—le dijo a su amigo y los dos se sentaron en las sillas. La cara de Bianca era un poema, y creo que la mía no era muy diferente.
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