Capitulo 8

1533 Words
Era domingo. Me levante temprano de mi cama e hice mi cama. Todos los días tenía la misma rutina, aunque ahora con los entrenamientos, esta cambiaba un poco. Los domingos eran días de descanso por lo que no había entrenamientos pero si no exigían que hiciéramos unos ejercicios para que nuestros cuerpos no se volvieran bajos, mucho hicieron con darnos una semana al terminar todo. Cosa que no hicieron ni en época de exámenes. Si faltabas, te mandaban al equipo de suplentes, y de ahí no se salía con facilidad. Lo más importante en el equipo era competir, y si faltabas al entrenamiento o tu rendimiento bajaba, demostrabas que no te importaba el equipo ni la disciplina, por lo que te quitaban del equipo principal. Ser animadora era mi identidad, era mi forma de vida y no me podía permitir perder eso, era de las pocas cosas que no podía dejar ir, a las que no podía renunciar. Así que tras desayunar, lo indicado, hice los ejercicios de la mañana. Los domingos era el único día que no había entrenamiento por razones superiores a la entrenadora. Por ella, entrenaríamos hasta en fiestas pero era la universidad la que no se lo permitía. Cuando estaba en mitad del entrenamiento, sonó el timbre interrumpiendo mis ejercicios. Me quede quieta esperando que Liana abriera la puerta pero no lo hizo y el timbre volvió a sonar. Yo no esperaba a nadie y si ella no se levantaba, era porque estaba dormida por lo que tampoco lo hacía. Así que visita sorpresa, y por la forma de tocar el timbre, demasiado impaciente. Me levante y fui a abrir la puerta para encontrar al abrirla con mi abuela y la madre de Liana. Parpadeé sorprendida. La madre de Liana, no solo venir a nuestra casa porque según ella vivíamos en contra de sus gustos, es decir que no le gustaba nada de lo que hacíamos y solo veía cosas malas. Y luego, mi abuela, odiaba con todo su ser la ciudad, odiaba desde el ruido hasta el olor, ella era feliz en su casa alejada de todo eso, y solo venía a la ciudad cuando era necesario, todo lo demás lo hacía por teléfono. Pero yo no le cogía el teléfono así que, aquí estaba. —Mi hija—dijo la madre de Liana y la miré. Ni me dio tiempo a invitarla cuando ya estaba dentro de la casa. —Buenos días—la intenté saludar para que se tranquilizara y fuera menos agresiva a donde Liana pero parece ser que mi educación la altero. Ya me caía mal la mujer al saber como trataba la familia Miller a mi amiga, para encima sumarle su mal comportamiento conmigo, solo hacía que tuviera más ganas de echarle de mi casa pero mi abuela estaba presente y ella siempre nos decía que la buena educación y los modales eran los más importantes del mundo. —Serán buenos cuando me respondas—me dijo—¿Donde está mi hija?—pregunto muy molesta. —En su habitación—dije. No tenía ganas de tener problemas, no más de los que ya me esperaban con mi abuela. Por lo que iba a evitar más problemas, para mi y para Liana. Sabia que esa señora era capaz de registrar toda la casa si no tenía respuesta, y Liana tenía su habitación secreta que si su familia descubría, la enviarían a un país muy frío, la encerrarían en algún lugar y tirarían la llave. —Tercera puerta a la izquierda—añadí. La mujer se fue sin decir nada más en dirección a donde la indiqué. —Que mujer más desagradable—comentó mi abuela. La miré impresionada, mi abuela no era una mujer que criticara a los demás, era demasiado tranquila y no comentaba nada por muy en desacuerdo que estuviera. —Si supieras todo, la echarías tu misma de aquí—comente. Mi abuela me miro seria, analizando mis palabras pero por mucho que le contara todo a mi familia, esto no era asunto mío decirlo. —¿Has perdido el teléfono?—me pregunto mi abuela. La miré. —No—le respondí sorprendida. —¿Y me puedes decir porque no me has cogido el teléfono?—me pregunto. La miré. Traje saliva nerviosa, había sido una cobarde por no enfrentarme a mi familia cuando había plantado a un chico, que era un idiota pero air era importante para mi abuela. —Lo siento—comente y mi abuela me miro—No quería enfrentarme a lo que había hecho—le dije. Ella me miro. —¿No querías enfrentarte a que dejaste plantado a un chico?—me pregunto y la miré nerviosa—O ¿A que me has dejado mal con una de mis mejores amigas?—me pregunto y la miré. —¿Las dos?—le pregunte con miedo y ella me miro algo enfadada porque no fuera una afirmación. —Si tenias pareja, ¿No era más fácil decirlo?—me pregunto y la miré. —No es mi pareja—le recalqué y ella me miro. —¿Como?—me preguntó. La miré y ella me miro, estaba tranquila pero sabía que las palabras inadecuadas podrían hacer que estallara, y que me dijera algo malo. —Aún le estoy conociendo—le dije y ella me miro. —¿Y me puedes explicar porque no me lo has dicho en lugar de perder el tiempo y dejarme mal?—me pregunto mi abuela. La miré sin saber dónde meterme, no sabía que hacer o como llevar la situación en la que me había metido como una idiota, de cabeza y sin pensarlo. —Lo siento—le dije y ella me miro. —Estas castigada—me dijo y la miré. Nunca me habían castigado, en mis veintiún años de vida, jamás había sido castigada por nada y que me castigaran ahora me daba mucha ansiedad y miedo. —¿Que?—le pregunte sorprendida. Mi abuela se acercó a una de las estanterías, para mirar las fotos y libros que teníamos ahí. —Se que nunca te he castigado pero no voy a dejar que me dejes mal con mis amigas, mi reputación es muy importante—me aclaro. Asentí. No creía que tenía otra opción que aceptar mi destino. —No te daré ni un dólar más—me dijo. La miré. —¿Como?—le pregunte sorprendida. Ella paso su mano por un foto mía, sin aún mirarme. —No puedo castigarte con lo normal porque no vivimos juntas y eres la cara de la empresa por lo que, no puede afectar a ello tu castigo por lo que lo único que me queda es el dinero—me explico y se giró para mirarme. Mi abuela era la que mandaba en mi familia y la que organizaba como se hacían las cosas, pero sobre todo la que tenía todo el control sobre el dinero de la familia. —Así aprenderás que tu apellido implica más que llevar una empresa—añadió y la miré. Aunque me doliera mi abuela tenía razón, tener una empresa no solo era llevar papeles, eras una cara pública de la que todos esperaban algo y hacer lo que hice, irme de esa cena no estuvo bien. —Lo aceptó—dije. Mi abuela me miro tranquila, obviamente sabía que no iba a faltarle al respeto, por dios, era mi abuela y se merecía todo mi amor y devoción. —Pero—añadió y la miré sorprendida—Si antes de terminar el verano, alguien me pide tu mano—me dijo y la miré con los ojo abiertos. —Eso no depende de mi—me queje y ella me miro. —Usa tus encantos franceses—me dijo y la mire—No te daré el dinero hasta que alguien me pida que te cases con él—comentó mi abuela y la mire. Amaba a mi abuela, pero todo eso no dependía de mi, no al menos en forma completa. Casarme, dependía de la otra persona y que encontrara a alguien que pensara como yo, porque no podía casarme, con alguien que no creyera en lo mismo que yo, que no quisiera como yo tener hijos y una gran familia, porque muy poca gente quería eso en estos años, todos los jóvenes de mi edad pensaban en fiestas y sexo, no en bodas, y me negaba a estar con algún señor de cuarenta años solo para complacer a mi abuela, pero es que sabía que no le servía cualquier por lo que aparte de buscar a alguien que me gustara tendría que ser perfecto para mi familia, haciendo todo mucho más complicado. —Suerte—me dijo y se marcó dejándome con las ideas menos claras que hace diez minutos. —Ah—grite desesperada. La madre de Liana salió de la casa molesta y pegó un portazo. Ni a mi, ni a mi amiga nos iba bien las visitas de nuestra familia, estábamos fastidiadas y tenía la sensación de que no iba a mejorar la cosa.
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