Capitulo 3

1705 Words
Tras la comida, necesitaba a mis amigas, por lo que las llave y en cinco minutos, ya estaban listas para acompañarme a comprar, porque puede sonar muy consumista, que lo es pero comprar, siempre me ayudaba, era algo que me relajaba, podía ser ropa o lo que fuera, pero comprar era genial. Las tuve que ir a recoger, y fuimos en mi coche, pero no hubo muchos problemas, por cercanía primero pase por Bianca, quien se subía corriendo al coche. —Arranca—me dijo rápidamente al subirse. La mire sorprendida, pero cuando vi a su madre salir de la casa, bastante molesta, ahí me di cuenta que ella también estaba en problemas por lo que arranque sin dudarlo. —¿Qué has hecho?—le pregunte y ella me miro. —Me ha empezado a molestar con la cena que tengo con Valentino—me dijo y negué. —¿Valentino es tu prometido?—le pregunte y ella me miro. —Llamemos lo despojo, es más un cáncer que otra cosa—me dijo y negué. No conocía a esa chico, pero no creía que fuera para tanto, por lo que nos había contado, era amable y un verdadero encanto, no entendía porque debía ser tan cruel con el pobre chico. En poco tiempo, llegamos a mi piso, el que compartía con Liana y ella se subió al coche deprisa. —¿Tú también has hecho algo?—le pregunto Bianca. Liana saco su cabeza por en medio de los dos asientos y nos miro. —He tenido el peor día de mi vida—dijo y las dos le miramos. —¿Qué te ha pasado?—pregunto Bianca. —¿Qué necesitas?—le pregunte. Liana nos miro y se acomodo en el asiento. —Necesito comprar y olvidarme de todo—dijo y la mire preocupada. Liana no era de esas chicas que le afectaban las cosas, es más, era la persona más fuerte que yo había conocido, era increíble en todos los aspectos y verla así me dolía. —Pues vamos a comprar—dijo Bianca y me dio un leve golpe en el brazo. Entendí rápidamente que debía conducir y así lo hice, arranque y conduje hasta el centro comercial más cercano. Una vez ahí, aparque y las tres juntas entramos para ir de tiendas, a comprar lo que fuera. —Necesito un vestido—les dije y las dos me miraron. —Tienes miles—se quejo Liana, que bien sabía que mi armario era demasiado grande. —Necesito uno para una cita—remarque y mis dos amigas me miraron. Ellas me conocían muy bien, sabían que si algún chico me estuviera interesante o estaba  hablando con alguno, ellas serían las primeras en saber todo de él, incluso les enseñaría las conversaciones porque ellas eran mi todo, y eran las que me conocían  y no me juzgaban y eso que tenía muchas cosas para juzgar. —¿Tu abuela sigue con eso de casarte?—me pregunto Bianca. —Por ella, ya debería estar casada—les dije y las dos me miraron. —Yo te regalo a Valentino—me dijo Bianca y me agarro del brazo para darme fuerzas. —Quizás lo acepte—le dije bromeando. —Sigo con la idea de que digas que eres lesbiana—me dijo Liana y la mire. —Quiero que me dejen tranquila, no matar a mi abuela—le dije y reímos. Mi familia, pero sobre todo mi abuela, eran sumamente católicos por esa misma razón, no juzgaban a nadie, ya que solo Dios puede juzgar pero eso no quitaba que hubiera cosas que no aceptaban o no quisieran para mis primos y para mi. Ellos entendían un tipo de vida, y es la que querían que siguiéramos. —Creo que un vestido azul, te quedara genial—me dijo Liana. Sabía que mis dos amigas, estaban en contra de las ideas de mi familia, pero jamás les juzgaban, les dejaban en sus ideas, y hacían lo que querían, cosa que ojala yo pudiera hacer. —Vi uno, en una tienda el otro que me recordó a ti—me dijo Bianca y les sonreí. Por eso eran mis mejores amigas, no me juzgaban, por mucho que estuvieran en contra, me aceptaban tal como era y me amaban así. Caminamos a la tienda en la que Bianca había visto el vestido, y entramos. Era una tienda pequeña pero con hermosos vestidos, tenía de todos los colores y modelos, era un sueño de tienda. —Cualquier cosa, me avisan chicas—nos dijo la encargada de la tienda y nosotras asentimos, pero teniendo a Liana, la reina de la moda con nosotras, no necesitábamos los consejos de nadie más. Liana, tenía el mayor talento de la moda que había visto en toda mi vida, le dabas un trozo de tela y te creaba el mejor vestido que jamás te hubieras puesto, era la mejor en eso, no entendía porque no estudiaba moda y se dejaba de tonterías con una carrera que no le gustaba, pero era mi amiga y la iba a apoyar hiciera lo que hiciera. —¿Qué tal el curso?—le pregunte. Bianca me dio un golpe en el brazo y la mire. —El curso es perfecto—nos dijo y las dos la miramos—Mi familia es el problema—añadió y las dos la miramos. —¿Qué te han hecho?—le pregunte y la abrace con fuerza. Mis problemas con los chicos, eran una tontería comparados con los problemas familiares de Liana, ella nos necesitaba más de lo que yo necesitaba el apoyo de mis amigas. —No pasa nada—dijo Liana y las dos la miramos, cambio radicalmente su expresión de tristeza por una de fuerza y tranquilidad que imponían—No pasa nada—dijo. Mire a Bianca preocupada, me dolía que Liana tuviera que lidiar sola con esto pero no la podía ayudar si ella no quería. —¿Por que no vamos a comer algo?—les pregunte y las dos me miraron, —¿Y tú vestido?—me pregunto Bianca. Negué tranquila. —Es más importante comer que un vestido—dije tranquila y las dos rieron. —Vamos, quiero comer cinco kilos de helado—dijo Liana y me agarro para sacarme de la tienda. En frente de la tienda, había un bar, y ahí, sentado en una mesa, estaba el chico de la discoteca de Tom, esta vez no iba con chaqueta por lo que pude ver bien su cuerpo, su gran cuerpo tatuado, y supe que era él por las sonrisa, era imposible no acordarse de la sonrisa tan perfecta de ese chico. —He cambiado de idea—dije y mis dos amigas se pusieron delante mía para mirarme. —¿Qué has visto?—me pregunto Liana, la mire. No quería decirlo, las conocía y sabía que si sabían de la existencia de ese chico, si sabían que él estaba ahí. me harían ir donde él, y no era que no me importara, deseaba saber el nombre de ese chico, pero no podía con la vergüenza. Pero no necesite decir nada, mis amigas me leían como un libro abierto, y supieron que algo que había visto, no me gustaba por lo que miraron a donde yo estaba viendo ¿Por que no he apartado la vista? Soy tan tonta. Mis amigas volvieron la vista a mí. —¿Es el chico de la discoteca?—me pregunto Bianca. No respondí. —¿Qué chico?—pregunto Liana sorprendida. —Él que conoció y la hizo reír—dijo Bianca y la mire molesta. —Es imposible que sepas que he sonreído, no has estado en la conversación— me queje y las dos le miraron. Las se miraron y me miraron. —Lo acabas de admitir—comento Liana, la mire. No dije nada, era verdad que había sonreído bastante con él, había sido una conversación divertida, no lo iba negar. —¿Cómo se llama?—me pregunto Liana y la mire. —No lo se—dije y Liana me miro. No era típico de mi hablar con extraños, pero con él fue como algo natural que no me importo hacer. —¿Tienes su numero?—me pregunto Bianca y la mire. —Tampoco—dije y las dos me miraron. —¿Te gusta un chico y no le pides información?—pregunto Liana y la mire. —No me gusta—me queje y las dos me miraron—Solo hemos hablado una vez—remarque. Las dos me miraron. Suspiré, estaba segura de que no me gustaba, no iba negar que me parecía guapo y que no me importaría quedar con él, pero eso podían ser mil cosas, desde que me hubiera agradado y que quisiera su amistad como que fuera otras mil cosas. —Vamos a donde él—dijo Liana y se giro con gran determinación. Agarré su mano. —¿Qué vas ha hacer?—le pregunte y ella me miro. —Voy ha hacerte un favor—me dijo Liana y la mire—Voy ha pedirle su numero—añadió. —No—le dije. Bianca nos miro, y miro al chico. —Nos esta mirando—comento. Me quería morir, esto era demasiado vergonzoso, no podía mirar al chico. —Me voy—dije y mis dos amigas me miraron. —Amanda, puede ser tu salida con tú familia—me dijo Liana y negué. —No quiero—dije y mis dos amigas me miraron. Las dos se miraron, por varios segundos, y después me miraron a mi, no creo que estuvieran de acuerdo conmigo, las conocía y sabía que ellas querían que hablara con ese chico, pero no quería hacerlo, no iba servir de nada. —Vámonos—dijo Bianca algo cansada. Liana la miro, seguramente, no estaba de acuerdo pero no me podía obligar ¿no? —No estoy de acuerdo, pero no quiero pelear—fue lo ultimo que dijo antes de que camináramos fuera del centro comercial.
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