POV Leandro
Hace 10 meses que Mar esta con Adriel, menudo novio ni siquiera la valora.
Hoy es sábado y me levante a las 7 de la mañana para pasar a buscar a Mar y acompañarla a su partido de vóley. Es uno de esos días en los que van a representar a la escuela y mas allá de cómo se den los resultados estoy muy orgulloso de ella.
El imbécil con el que sale es un estirado que se cree el ombligo del mundo, dijo que no la acompañaría porque era muy temprano y no tendría ganas de ir.
Si supiera el muy maldito lo afortunado que es de tenerla a su lado, ella todo buena preocupándose por como esta, que si está mal de salud lo va a cuidar, es la que siempre va a su casa o a la de sus amigos y él no mueve ni un maldito dedo.
Ella es todo lo que está bien en este jodido mundo, incluso creo que es demasiado para que viva entre nosotros, los mortales.
Me quito la ropa de dormir a toda prisa, tomo mis cosas y salgo casi corriendo de mi casa, no quiero llegar tarde.
A las 8 sale el micro de la puerta de la escuela y yo no quiero encontrarla allí sino en la puerta de su casa para poder tener unos minutos más a su lado.
Cuando sale de su casa, con cara de cansada y aun un poco adormecida, me enamoro mucho más.
Su cabello está recogido en una coleta, lleva una camiseta blanca que se ajusta a su pecho, unas calzas negras, zapatillas deportivas y una chaqueta porque está haciendo un poco de frío.
Aun no se ha dado cuenta de que estoy escondido detrás de su pared y cuando veo que ya se ha cerrado su abrigo salgo de allí detrás dando un pequeño grito que la hace asustar.
-¡Sorpresa!- Su cara de pánico es única y comienzo a descostillarme de la risa.
-¡Maldito seas Lean! Casi me infartas, menudo loco tengo por amigo.- Si antes estaba dormida, ahora la he despertado de golpe.
-¿A que no me esperabas por aquí?- Digo con una sonrisa en mis labios.
-Claro que no, ¿Qué haces a estas horas por aquí?- Me pregunta intrigada.
-Vengo a acompañarte. Quiero ir a verte jugar.
- ¿De verdad?- Me cuestiona sorprendida.
-Si, quiero estar contigo y acompañarte.
-Gracias, esto significa mucho para mí. –Ella envuelve sus pequeños brazos sobre mi cintura y ese pequeño contacto me deja sin aliento y con todos los bellos de mi cuerpo erizados.
-Cualquier cosa por ti mi pequeña.- Beso su cabeza y huelo el olor de su perfume. – Bien vamos o se te hará tarde.- Paso mi brazo por su hombro, la atraigo hacía mi cuerpo y comenzamos a caminar uno al lado del otro.
Estar con ella es agradable, nuestras charlas son fluidas, puedes conversar de cualquier cosa e incluso si tu día fue un completo desastre ella hace que sonrías como sea.
Llegamos al bus y aunque su entrenadora no está muy contenta con mi presencia me deja pasar.
-Bien, ya que has venido a desconcentrar a mis chicas hoy serás mi ayudante de campo.- Me dice sin mirarme.
Ni siquiera sé qué diablos hay que hacer, pero si significa que me deja viajar y mirar el partido con ellas, hago cualquier cosa.
Las chicas iban cantando, Mar solo sonreía y se quedaba en silencio, fue tan entretenido el viaje que ni cuenta me di de donde estábamos.
Al descender me doy cuenta que el club se llamaba 12 de octubre, ni siquiera se en que localidad estamos y tampoco me interesa, solo está mi amiga en mi cabeza.
Las chicas bajan y su entrenadora me hace cargar los bolsos con la ropa y otro con las pelotas y otras cosas más, ahora me doy cuenta de a qué se refería.
El salón es amplio, hay un bufet, sillas en los costados y está lleno de chicas de nuestra edad, algunas son altas como yo y otras no tanto.
-¡Ojos con aquellas! Son muy buenas.- Dice una de sus compañeras.
-¿Son las del San Alfonso? –Pronuncia Mar, al parecer ya las conocía.
-Sí, el año pasado fue de ellas el torneo.- Dice con un tono de preocupación.
-Bueno no perdamos el tiempo y vamos a cambiarnos, hay que precalentar. De todos modos es un torneo corto y amistoso.- Las demás siguen sus instrucciones pero ella se queda unos minutos viendo el entrenamiento de sus rivales, un poco después la pierdo cuando ingresa a los vestuarios y luego vuelvo a verla cuando ya salen con la camiseta que representa a la escuela.
La veo desde un costado del campo de juego, su entrenadora está haciendo equipo con ella, esta le lanza la pelota y ella la recibe, pero hay algo en el rostro de Mar que detecta que no esta cómoda.
-¿Qué pasa?- Le cuestiona su entrenadora.
-No tengo buena adherencia en los pies, esta patinoso.- Era cierto, al correr el calzado no tenía agarre.
-Oh no el partido está por comenzar. Ven Leandro, te necesito.- Me levanto de prisa y corro hacía su lado.
-¿Qué necesita que haga?
-Pregunta donde hay una verdulería y compra limones, ve corre.- Algo confundido por su petición voy hacía al bar a preguntar y luego hago dos cuadras corriendo como un loco para cumplir con lo que me han pedido.
Cuando vuelvo el partido ha comenzado y veo que si las chicas corren a buscar una pelota no pueden frenar a tiempo y terminan por caerse.
El siguiente tiro hace que Mar corra para salvar el punto, alcanza la pelota pero al no poder frenar se dobla el tobillo y cae aparatosamente.
Entro apurado y empujando gente, cuando llego al lado de su entrenadora, en ese momento Mar se levantó y continuó jugando.
De un momento a otro la mujer que estaba a mi lado me da un cuchillo.
-Vamos córtalos.- Hago lo que me pide, segundos después pide unos minutos y obliga a las jugadoras a que lo froten en sus zapatos.
-¿Y esto funcionara?- Pregunta Mar un poco sorprendida.
-Sí, confía en mi.- Segundos después volvieron al campo y aunque pareciera muy raro el truco había funcionado.
El partido va punto a punto, por momentos sacan ventaja las chicas y por otros se ponen al frente los del normal, pero para el primer set nuestra escuela lleva la delantera.
En el segundo set noto que Mar no está al 100% como en la primera etapa pero aun así destaca, al final nunca se me había pasado por la cabeza que sería tan buena en esto. Pero por desgracia sus compañeras cometen unos errores que les cuesta el segundo punto, se ponen 1 a 1.
Paran unos segundos para hidratarse mientras su entrenadora les da nuevas indicaciones.
-¡Hey! ¿Estás bien?- Su dt noto algo raro en ella.
-Sí, sí. No te preocupes.- Dice Mar, pero puedo notar como de a rato tiene una pequeña cojera en su pierna derecha.
El tercer set lo sacan adelante sin problemas y avanzan a la siguiente etapa.
Mientras esperaban que se disputara el siguiente partido para saber quién sería su próximo rival, su dt se acerco a ella.
-Vamos, levanta tu pierna.- Su tono era autoritario.
-No, estoy bien.- Podía ver que Mar estaba nerviosa.
Sin mediar palabra, la mano de su entrenadora se poso en su pierna e hizo que la levantara. Cuando la alzo e hizo que su medía bajara descubrimos que su tobillo estaba muy inflamado y que ese era el motivo por el que no podía afirmarse bien sobre ese pie.
-Así que estas bien.- Dice algo enojada. –Ve al bar y trae hielo.- Me ordena.
Sin dudarlo hago lo que me pide y vuelvo rápido a su lado.
-Haz que se lo ponga y no lo quites de su pierna hasta el siguiente enfrentamiento.- Pongo mis manos suavemente en su piernas y la instigo a subirla y ponerla sobre las mías. Mis dedos desatan sus cordones, le quitan el calzado y la media. Su piel se siente suave y un pequeño gesto aparece en su rostro cuando coloco el pañuelo con el hielo en el pie.
-¿Te he hecho daño?-pregunto preocupado.
-No, solo es el frío.- Me contesta sonriendo.
-¿Por qué no lo has dicho?- Le reprocho.
-Porque tendría que sacarla y es la mejor jugadora que tengo.- Dice Esther sin darle la posibilidad de contestarme.
-¿Crees que puedas seguir?-
-Sí, claro.- Me contesta Mar con una sonrisa.
Los minutos pasaban y yo como un tonto mirando hacia el frente. Mis dedos por instinto acariciaban su piel desnuda.
Mar no decía nada, no sé si por el dolor o porque se sentía a gusto con mis caricias.
Al rato el encanto de sentirla junto a mí se rompió cuando volvieron nuevamente al campo de juego para enfrentar al siguiente equipo.
-Mar tu recibe, Ana arma la jugada y Dai remata o la opuesta Ángeles. Pero no exijan a Mar, no puede hacer todo. ¡Vamos son un equipo!- Su entrenadora estaba enojada, las chicas siempre se apoyaban en Mar pero ahora estaba herida y no quería que su lesión se agravara.
Las cosas no salían como lo pedía por lo que Mar, aun con su dolor, intentaba ponerse el equipo al hombro para poder ganar o mínimamente hacer un partido digno frente a las campeonas del año anterior.
Por desgracia no pudieron ganar y quedaron en segundo puesto.
Pero viendo y considerando el esfuerzo realizado estoy más que orgulloso del equipo y mucho más de mi amiga.
Las chicas estaban cansadas y tristes, el viaje de vuelta no fue tan alegre como lo esperábamos.
Llegamos al mismo lugar donde nos habían recogido, bajaron todas con cuidado y cuando llego el momento de Mar la subí en mi espalda para que no hiciera ningún movimiento que le empeorara su lesión.
-Hey bájame, puedo hacerlo sola.- Dijo entre risas.
-Lo sé, pero yo lo hago mejor.- Y sin oponer resistencia me dejo hacerlo.
El camino a casa iba a ser igual pero a una cuadra y medía de su casa nos cruzamos con Ezequiel y él nos corto el paso.
-Mar, ¿Qué haces?- Dijo él con cara de pocos amigos.
Ella se bajo de mi espalda y sin decir nada señalo su pie, iba descalza y sin medía.
-¿Qué ha pasado?- Dijo preocupado, mientras se agachaba a tomar el pie entre sus manos.
Ese simple movimiento hizo que mi sangre hirviera, no quería que la tocara pero tampoco iba a montar una escena en medio de la calle.
-Gajes del oficio.- Ella se encogió de hombros.
-Juega vóley.- Mencione como si fuera la cosa más obvia del mundo. El hecho de que él no lo supiera y yo si me llenaba de felicidad.
-Oh, no lo sabía.- El enterarse por mi boca un dato sobre Mar lo decepcionaba.
-Representa a la escuela.- Seguí echando leña al fuego. Me alegraba ver su cara de enfado al mencionarle cosas de las que él ni siquiera estaba al tanto.
-¿Y cómo les ha ido?- Desvió su mirada hacía ella.
-Perdimos con las campeonas.- Su tono de tristeza me rompía el alma.
-Han quedado segundas, eso no es tan mal malo. Has estado excelente, luchaste cada tanto como nadie, deberías estar más que feliz por el desempeño conseguido.
-Espera, ¿Tú has estado allí?- Comento con disgusto.
-Sí, vine temprano a buscarla. Siempre que pueda apoyarla lo haré.- Estaba contento de ser su sostén, de poder haber compartido uno de sus logros y de ver esa faceta suya que la hacía tan feliz. En el partido fue alguien completamente distinta, lucho, peleó, alentó, incentivó a las demás para que también fueran mejores y por sobre todas las cosas jamás se dio por vencida.
-Me hubiese gustado que me lo dijeras. También habría ido a acompañarte.- Él no quitaba su vista de su rostro.
-En realidad, no le dije a nadie. Ni siquiera sabía que él vendría, me sorprendió verlo fuera de casa cuando iba hacía el club. Pero lo tendré en cuenta para otro momento.- Su rostro estaba sonrojado por lo que para disimular bajo su mirada al piso.
-Bueno princesa, monta nuevamente tu caballo y vamos a tu castillo. Ese pie necesita reposo, no se curara solo.- Ella me miro con una sonrisa.
-No, ya puedes irte. Yo la llevaré.- Lanzo Ezequiel con disgusto.
-No, yo la vine a buscar y yo mismo la dejo en su casa.- Dije desafiándolo.
-¡Basta! Parecen dos críos peleándose por un juguete. Puedo caminar sola.
-¡NO!- Dijimos los dos al unisonó.
-Ya no quiero que se peleen. Así que cada uno me toma de una pierna y me llevan así hasta casa y todos felices.- Ella mordió su labio pícaramente esperando nuestra respuesta.
Sin mediar palabra ambos pasamos cada uno de sus brazos por nuestros hombros, mientras con la otra mano levantábamos su pierna. No nos hacía feliz estar tan cerca pero fue la única forma de que no peleáramos más y podamos acompañarla a su casa.