ANIKA
— Le di directo a la cara al idio**ta de Mario con el puño limpio —. Alcé los puños agitándolos en el aire por el enojo que tenía atravesado. Mi sangre era lava y podía agarrarme a golpes hasta con un boxeador profesional.
— ¿Estamos hablando de Mario, tu jefe? — Perla abrió los ojos como un búho observando a su presa en plena noche.
— Ex jefe, es lógico que me acaba de despedir luego de haberle dejado el ojo morado —. Saqué aire como un toro enfurecido.
— A ver, a ver, necesito que vayas despacio —. Mi amiga hizo un ademán con las manos para tranquilizarme. Llevaba la ropa del gimnasio puesta, porque la había sacado de su rutina de ejercicio cuando le mandé un mensaje diciéndole que necesitaba verla con urgencia— ¿Me estás diciendo que tú, siendo la persona más pacífica del planeta, golpeaste a tu jefe?
— Ex jefe —. Le di un enorme sorbo a mi malteada de Nutella, algo habitual en mí cuando estaba estresada—. Y sí, no me quedó alternativa.
Perla me había insistido en invitarme a cenar a The Greek, pero no se me antojaba ir a un lugar de media luz a comer una ensalada y que la gente me mirara mal por mis pantalones deportivos y sudadera con un extraterrestre fosforescente con la señal de amor y paz. Era ropa cómoda con la que siempre vestía y estaba muy de moda, al menos eso creía yo.
En ese momento de mi vida, mi cuerpo clamaba por exceso de calorías y grasas saturadas.
— Pero, ¿qué fue lo que pasó? Ani me sorprende que hayas tirado el trabajo por la borda de esa manera. Estuviste aplicando todo un año por ese puesto porque era tu trabajo ideal. Es difícil conseguir trabajo en el BIA, y ahora ¿qué es lo que vas a hacer?
El BIA, era el Banco Internacional Americano, una institución financiera que era conocida por ser el paraíso de los asesores financieros para trabajar, por su sueldo alto, el buen trato y los horarios flexibles.
— Primero se acercó a mí enfurecido porque los ejecutivos de Grupo Gazca querían hablar más conmigo que con él durante la reunión. Mario se enfureció conmigo y me mandó a llamar a su oficina, me gritó que cómo era posible que una simple empleada de cuarta con mal gusto para vestir, generara interés. Me vio de arriba a abajo y me dijo "después de todo no estás tan mal."
Resoplé y le di un enorme sorbo a mi malteada. A ese paso iba a necesitar tres, pues las manos me estaban temblando de coraje.
— Entonces, el muy desgraciado metió su mano debajo mi sudadera —, continué furiosa—, y me dijo "si me dejas ver tus te**tas y me sabes complacer, puedes conservar tu trabajo." No lo dejé terminar de hablar cuando mi puño le dio en el ojo y lo tiré al suelo —. Recargué mi frente en la barra de la cocina. No sabía si lamentarme o regocijarme por lo que había hecho.
Perla me había llevado a su casa, porque sabía que las malteadas de Nutella que Simón, su chef personal, hacía eran mis preferidas.
— ¡Mierda! ¡Mario te acosó! —Perla se pasó tan abruptamente que tiró el banco—. Dime que lo vas a denunciar.
— Lo hice, pero convenció a los policías de que estaba loca, amenazó a los otros empleados de que atestiguar a favor de él, y ahora no tengo trabajo. Me acusó de que lo había violentado y mostró solo la parte del video donde se ve que le di con el puño —. Me revolví el cabello. Estaba frustrada porque lo que me había pasado había sido injusto.
En el fondo, la falta de trabajo era el menor de mis problemas, lo que en realidad era mi problema, era el hecho de aparentar que necesitaba el trabajo. Trabajar en el Banco Internacional de América (BIA) me había dado enormes ventajas, y no, no estaba robando nada.
Con ahora veintiocho años las cosas para mí habían mejorado bastante, pero nadie lo sabía. La paga, como asesora financiera en el banco, era buena y eso hacía creíble que el salario me permitiera tener un departamento en un condominio medio privilegiado y tener un auto que podía costear con una mensualidad, cuando en realidad lo había comprado al contado.
Ni siquiera mi familia sabía de mi otra parte, mi otro yo, era mi secreto más preciado y lo estaba atesorando más que nunca. Así tenía que permanecer.
— No, no vas a perder nada de lo que has logrado hasta ahora. Sé por lo que tu familia pasó y tú te has jugado la vida para arreglártelas sola —. Algunas veces me gustaría platicar de mi otra vida, pero mantener el secreto era lo mejor que podía hacer. No me gustaba sentirme agobiada. Resoplé—. Creo que sé cómo ayudarte.
Perla me sonrió esperanzada.
***
AIDEN
Habían pasado seis meses desde que mi matrimonió fracasó y de nuevo estaba siendo uno de los solteros más cotizados del país. En realidad era divorciado, pero a las mujeres no les importaba eso. Estaba soltero de nuevo y eso era el punto.
Mishell había sido de los peores errores en mi vida. Mi mamá decía que había sido muy superficial al momento de elegir esposa, y no sabía a lo que se estaba refiriendo, por lo menos en lo que respecta al amor. Yo me sentía enamorado y daba mi felicidad por hecho. Era lo que siempre había deseado. Creí que ella era la indicada.
— Aiden, gracias al cielo que te alcanzo —. Mi hermana entró en mi oficina sin avisar. Su pecho se hinchaba por el esfuerzo de respirar luego de haber corrido.
— ¿Por qué no tocaste la puerta antes de entrar? —Odiaba esa maldita costumbre que tenía de entrar sin tocar la puerta.
No había una asistente por el recorte de personal que había hecho, por lo que tenía que atenerme a que esas cosas pasaran.
— Porque sabes como soy, y creo que tengo la solución para eso —. Alcé una ceja esperando a que hablara—. Pues bueno, luego de todo el desastre que hubo en la empresa y te quedaste sin asistente, que te parece si contratas a una nueva.
Puse los ojos en blanco, me levanté de la silla de mi escritorio, y tomé las llaves de mi auto del cajón.
— Eso ya lo sé, Perla, pero no encuentro a la candidata ideal —. Pasé a su lado. Era viernes y había quedado con Bianca para ir a tomar una copa.
— Pero yo sí tengo a la candidata ideal —. Me paré en seco. Estaba harto de atender yo mismo mis llamadas debido a la falta de personal.
— ¿A quién propones?
— A Anika. Se acaba de quedar sin trabajo, voy a omitir detalles, pero de verdad es buena en su trabajo.
— ¿Hablas de tu amiga la rara?
— Hey, ella no es rara. Solo tiene un estilo particular al vestir.
— Olvídalo. No la voy a contratar.
— ¿No la quieres contratar por su forma de vestir? —Regresé a ver a mi hermana a sus ojos color miel. Tenía los brazos en jarras por una indignación malentendida.
— No la quiero contratar porque no tiene una buena imagen. Tiene el look de alguien que se la pasa montando en patineta, y yo necesito seriedad. No me malinterpretes Perla, pero en este momento de crisis necesito a alguien que le dé buena imagen a la empresa y que genere confianza empresarial. Como te ven, te tratan. Y tú sabes cómo es este mundo de los negocios.
— ¿Al menos podrías darle la oportunidad de que pueda competir por el puesto? —Resopló indignada.
— No, mi respuesta es no. Y ahora si me disculpas tengo una cita que atender.
— ¿Vas a alguna cita con alguna esquelética que pueda ser tu asistente y tirártela cuando tú quieras? —Me estaba crispando los nervios. No me acordaba lo buena amiga que siempre era, sobre todo si se trataba de Anika.
— Que sea eso o no, no es algo que te deba importar. No me vuelvas a decir estas cosas Perla, porque te estás pasando de la raya.
Mi hermana me vio con odio cuando retomé mi camino y me dispuse a ir a mi cita con Bianca. Perla tenía razón, antes de Mishell, las asistentes que buscaba procuraba que fueran guapas, a mi gusto porque sabía que en algún momento podía tener diversión en la oficina, claro, siempre y cuando ellas estuvieran de acuerdo.
Se quedó parada fulminando mi espalda con sus ojos como cuchillos, furiosa, porque no le estaba dando el trabajo a Anika, ¿quién le podía dar trabajo a esa pobre mujer con un gusto tan. . . excéntrico al vestir?