Capitulo II

1079 Words
—Querido, vuelve a la cama. —Deberías marcharte, no tengo ánimo de retenerte. —Eres insufrible. —Lo sé —  haciendo una mueca —  ahora si me disculpas tengo otros asuntos que atender. Más tarde..... —Walker, veo que estás de un humor de perros. —Mujeres, que exasperantes pueden llegar hacer —   sosteniendo un vaso de whisky. —¡Alli estás voyou! — Pero mira a quien tenemos aquí.... Ferrec un placer verte —  con un tono sarcástico —¡No te salvarás de está!... maldito Walker —   tomándolo de la camisa. —Relájate, bebe conmigo, no hay nada que el alcohol no pueda arreglar —  suspiró —¡Me hiciste el cornudo más grande de París! — Yo no tengo la culpa que incumplas tus deberes maritales —  con tono socarrón. Ferrec se llenó de rabia y le propinó un golpe que lo hizo tambalear varios pasos atrás. Walker, se arregló la chaqueta  —   ya veo porque no complaces a tu mujer, golpeas ¡cómo una! —   con tono cínico. —Ya veremos... Por lo visto te crees muy inteligente —   sacó un arma y le apuntó. Rápidamente Walker se abalanzó y empezaron a forcejear siendo rodeados por un tumulto de personas que miraban expectantes aquella riña. Se oyó un disparo, las personas comenzaron a disiparse, escuchándose  gritos de las prostitutas que rondaban en el lugar. Walker, observó sus manos que estaban cubiertas de sangre y  el arma en su poder, parpadeo varios minutos y bajo la mirada hacia Ferrec quien yacía muerto. Dió unos pasos hacia atrás, buscando a su amigo Fave, quién tenía cara de consternación, éste lo sujetó del brazo  y lo alejó de la multitud. Walker no reaccionó, caminaba por inercia, no podía creer que había asesinado a un hombre. En Hampshire... Cuando su excelencia, se dirigía al salón, escuchó la música que desprendía el piano, era estremecedora, apasionada pero demasiado nostálgica. —¿Quien podrá tocar aquel instrumento de forma tan sublime? —   Se preguntó Se dispuso abrir aquella sala, giro la manija y al hacerlo pudo apreciar a una joven, de rasgos pálidos y demacrados en el rostro, se notaba su dolor y  angustia,  pero al verla interpretar aquella melodía sabía que era una mujer hermosa. Hizo una mueca de asombro, limpiándose  la garganta. —Buenos días, me imagino que usted es lady Ana Spend—con voz fuerte para que pudiera escucharlo. Ana, dio tremendo golpe a las teclas y salio de su trance, cuando giró observó aquel caballero, que la miraba con melancolía como si se sintiera identificado con la melodía, parecía que estaba sufriendo. —Buenos días..¿Quien es usted?— fingiendo desconocimiento, lo cierto es que sabía quien era él y que lo había traído hasta allí. — Soy  John Walker, Duque de Essex, su prometido. Ana no parecía asombrada, echándole una mirada de pies a cabeza, sabia que delante de ella había  un hombre hermoso, y que cualquier descripción se quedaba corta. Sin embargo,  pretendía  liberarlo del enlace, ya que no le interesaba casarse, enamorarse, ni nada que involucré sentimientos, suspirando. — ¿Se encuentra bien?— Se que vengo en un pésimo momento, quise llegar antes y ver al Conde con vida.. pero las inclemencias del tiempo no me lo permitieron, por eso le pido una disculpa. — No se preocupe—  contestó, no quería conversar, tratando permanecer el menor tiempo en esa  habitación, por lo que rogó a los cielos que el Duque se pronunciara  de forma rápida y rompiera el  compromiso. Sin embargo,  sus pensamientos y deseos pronto se disiparon, el Duque, no tenía la intención de dejarla libre, más al contrario fue a renovar su promesa y a conocer quien sería su esposa. Empero, el panorama que se abría ante sus ojos no era de lo más alentador, porque sólo vio frustración. Seguramente ella no estaba dispuesta  aceptar un  compromiso. — ¿Podría darle la protección que necesitaba?—Pensó. Cuando llego a Hampshire, jamás se imagino encontrarse en esa situación, todo hubiera sido más fácil si el Conde estuviera vivo, pero las cosas no eran así; la joven Lady Ana sufría en exceso, pero detrás de ese martirio había una dama queriendo ser descubierta, no en vano su difunto padre le señalo que Ana era todo lo que un hombre quisiera tener, habían más virtudes que defectos. —Dulce Lady, déjeme amarla— susurró Ana, se aproximó... —Algo mal, mi Lord? — No , un pequeño recuerdo vino a mi memoria— frunciendo el ceño. Definitivamente, Ana no sabía que  esperar del Duque, ni de ella misma, por un lado tenia tristeza que le llegaba hasta el alma,  por momentos imaginaba que era una niña, que estaba siendo protegida. Pero no podía comprender, como su padre la había  comprometido con  un hombre como Essex —¿Que clase de compromiso es ese?— pensó,   era la primera vez que se veían y el matrimonio se basaba en una promesa. —¿Qué sabía aquel hombre de amor?— susurro, si todo lo que se suscitaba en ese momento era por pura conveniencia, disolver la promesa de matrimonio  no afectaría en nada excepto que su padre ya no se encontraba en este mundo. Aunque se encontraban frente a  frente cada uno estaba metido en sus pensamientos, Ana prestó particular atención a los movimientos del Duque, especialmente cuando los rayos del sol atravesaron la ventana, contuvo un grito ahogado, jamás en su vida había visto un hombre tan hermoso, si bien reconocía esa virtud, nunca pensó que  esos ojos azules tan profundos como el mar la cautivarían. Ana se tambaleó —¿Podía ser real?—miles de ideas le cruzaban por la cabeza, y el corazón comenzó a  latir tan fuerte, que se estaba saliendo de su pecho, su rostro estaba color carmesí , no entendía porque su cuerpo  estaba jugando de esa forma... ¿se había enamorado a primera vista? ¿porqué ansiaba besarlo, tenerlo?— Movió su cabeza a los lados tratando de desechar esa idea tan descabellada. Ni siquiera conocía al Duque,  ahora tenía dudas, hasta hace un momento había jurado fervientemente no creer en el amor. Su cabeza, estaba hecha una maraña ya no estaba segura de nada, era ¿amor? O una mera atracción sus pensamientos se concentraron en el futuro e hizo volar su imaginación. Hasta que el Duque habló. —Lady Ana, sepa usted, que mi interés no es romper el compromiso, sino renovar mi promesa hecha con su padre,espero acepte ser mi esposa. Ana quedó cautivada con esa declaración, se le fue la voz y la llama de su corazón comenzó a brillar tenuamente. —¿Yo, seré su esposa?—señaladonse el pecho — Sí, usted— se aproximó y tomó su mano  dándole un tierno beso. Ana, levantó la mirada y sus ojos se cruzaron con los de él. Ambos sintieron una extraña sensación y en ese instante comprendieron que debían amarse y protegerse, hacer lo correcto. —Pero una proposición en este momento no es lo más adecuado, estoy de luto— dijo la joven
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