Capitulo IV

678 Words
Ya era tiempo de regresar, sin embargo, para Essex y Ana el tiempo se había detenido, sólo eran los dos, no existía nadie más en este mundo y cuando estuvieron por entregarse completamente a la pasión, Ana lo apartó, mirándolo fijamente. —No puedo, debemos esperar— con voz agitada. Essex quedó totalmente sorprendido estaban apunto de consumar su amor, no entendía que pasaba. No obstante, pronto entendió las razones de Ana y de forma despreocupada le dijo. —Tranquila, esperaremos hasta estar casados, unas cuantas semanas más no me quitaran el sueño— sonrió. —Gracias por comprender, es mejor que nos arreglemos y apresuremos, la Señora Lucrecia debe estar muy preocupada, ya casi anochece... Perdimos la noción del tiempo. Essex y Ana abandonaron aquella casita, no sin antes voltear a observarla, porque se había convertido en testigo de la pasión y el amor que sentían. Cuando se dirigían hacia casa de Ana, Essex comenzó a caminar de manera lenta y taciturna, parecía que la debilidad se apoderaba de su ser. De pronto, palideció deteniéndose para apoyarse en un árbol, no lo consiguió y se desplomó ante los ojos de Ana quién fue en su auxilio, no se apartó de él hasta que volvió en sí. — ¿Estas enfermo... Porque no lo mencionaste? —No te preocupes, no es nada,  sólo que son muchas emociones para un día—tratando de esbozar una sonrisa —De acuerdo, espero que no mientas—enfatizó Ana ayudó a Essex a incorporase para proseguir el camino. Una vez en casa, la Señora Lucrecia miró muy enojada a Ana, quién prácticamente los buscó toda la tarde sin encontrar rastro de ellos. Ana para esquivar cualquier reproche tomó a Ágata quien estaba merodeando en el lugar y muy certeramente señaló. —Es que los hombres no saben de direcciones, todos los lugares son iguales-— soltando una carcajada —En este caso, tienes la razón, estuve desorientado y no encontrábamos el camino de retorno.Le pido que me disculpe Señora Lucrecia. —¡Ay estos jóvenes!-— exclamó. — Considero que es bastante tarde, y que debemos retirarnos a descansar. Essex, entendió la indirecta, dándole la razón a la Señora Lucrecia, quién observaba fijamente a aquellos dos. —Damas, me retiro os deseo una hermosa noche—abandonando el lugar. Essex salió muy preocupado de aquella casa, no esperaba que sus malestares se hicieran presentes tan rápidamente. Todo el camino pensó cuanto tiempo le quedaba y las cosas que debía hacer. Una vez en su residencia, se encerró en su despacho buscando de forma meticulosa unos papeles. — ¿¡Donde están esos benditos papeles!?— la impaciencia y la frustración se adueñaron de él, de repente debajo de un sobre encontró un pedazo de papel con una dirección. —¡ Aquí estás! Ya me mostrarás tu utilidad— palpando aquel papel. Aquella noche la luz estuvo iluminando el despacho de John quién seguía trabajando ya que  el insomnio y los recuerdos se hicieron presentes, levantó un retrato que tenía junto a su hermano. —Hace tanto que te fuiste querido Alexander, porqué resultaste ser tan obstinado... Hice el esfuerzo de comprenderte, pero tú tan libre de espíritu no quisiste mi ayuda... Crecimos prácticamente separados, y cuando nos vimos éramos seres totalmente distintos—exclamó Algo extraño sucedía con Essex, hablaba como si la muerte se aproximaba lentamente. Por momentos, pensó que era egoísta  ocultarle a Ana su situación, empero, esas inquietudes desaparecían cuando recordaba el dulce rostro de aquella mujer que era dueña de su corazón. No obstante, el profundo ensimismamiento en que iba sumido, no lo dejaban ver con claridad la magnitud de la situación. De forma temerosa pero determinada, se casaría, viviría y sobre todo sería feliz. Por otro lado, Ana en la oscuridad de su habitación, anhelaba los brazos de John y no veía la hora de convertirse en su esposa, sabía que había encontrado al hombre ideal y veía en él un amor eterno que sólo la muerte podría romper. Las semanas pasaron, y finalmente llegó el ansiado enlace, fue una ceremonia pequeña ya que Ana ni Essex habían hecho amistades en el pueblo,  una vez terminada ésta decidieron marcharse inmediatamente a Bath, la cual era perfecta para los recién casados y de esa forma emprendieron su viaje. Tomados de la mano, subieron al carruaje que los conduciría a un nuevo destino.
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