Ana, volvió a Hampshire, cuando vio a Lucrecia y Ágata esbozó una pequeña sonrisa y se retiró hacia su habitación. Abrió la puerta, su dolor, los recuerdos, los olores, las caricias apretaban su corazón, ya nada le quedaba en esta vida, no se podía sufrir más—pensó. Le faltaba el aire, su rostro estaba caliente, cayendo desmayada, Lucrecia estaba fuera del cuarto y sintió el golpe. Sabía que el parto se adelantaría, por lo que tuvo que llamar al médico; el niño nació débil y Ana no podía recuperarse ya que comenzó a tener episodios de fiebre, y a delirar. Lo que dijo el médico, preocupó a un más a su vieja institutriz. Los próximos días, permaneció en cama, negándose a comer y despertando de forma intermitente.En sus momentos de lucidez, manifestaba ciertas palabras —Lo he perd