Llegaron al hotel de Octavio, hasta su habitación, iban tomados de la mano, parecía que ninguno estaba pensando, su mente estaba nublada por un deseo que les tenía bailando en la cornisa.
Él abrió la puerta, entraron rápido.
Adentro la oscuridad se acabó con una tenue luz que Octavio encendió; se miraron a los ojos, él caminó hacia ella, Virginia retrocedió, era como vivir un sueño, pero tenía miedo.
«Solo sé que lo amo, que quiero ser toda suya», pensó despojada del pudor.
Cuando él caminó un paso más, se quedó congelada, él la atrapó en sus brazos.
Besó sus labios con avaricia, como si no hubiese mañana, la cargó a horcajadas, necesitaba hacerla suya por todas las veces que lo deseó y no pudo.
La llevó hasta la cama, la recostó, sus labios abandonaron su boca, para ir por su cuell
