Sergio sintió esos dulces labios acariciando los suyos, por un instante se dejó llevar, sentirla así, tan dulce, y pasional, lo excitó.
Cayeron en la cama, el beso seguía siendo suave, casi tierno, despertando cada sensación en sus cuerpos.
«Este beso se siente tan suave y ardiente al mismo tiempo que es como estar bajo fuego lento, ¡no! ¡Es Julieta! No puedo estar con ella, es mi asistente, mi exalumna, ¡mi pequeña Julieta!», pensó y entró en pánico, la alejó tan rápido como pudo.
Ambos se levantaron de la cama, ella le miró con más miedo del que Sergio sentía.
—¿Qué haces, Julieta? No debes hacerlo, te prohíbo que vuelvas a besarme.
Ella le miró atónita, sus ojos estaban inundados por lágrimas, pero se contenía todo lo que podía.
—Lo siento… —Murmuró.
—Está bien, olvidémoslo.
—¡N
