Capítulo 3: Pequeños traviesos

1105 Words
Virginia tembló de pies a cabeza, el sonido de su voz era como una amarga melodía que siempre la hizo sentir eufórica, lograba estremecerla. —Yo… estoy aquí, seré su prometida falsa por un fin de semana —aseveró con voz temblorosa. El gesto de Octavio se volvió irresoluto. —¿Tú? ¿Eres la prima de Franco? —¿Prima? Ah… ¡Sí! —exclamó, titubeó. Octavio se levantó, movió la silla y la dejó sentarse. —No me imaginé que tú, y Franco fueran parientes, tampoco que te ofrecería para esto —él tocó el puente de su nariz con algo de desesperación. «Llegué a creer en el pasado que ellos tenían un romance, parece que soy muy malo adivinando sobre la gente, solo eran parientes», pensó. —Lo sé, en realidad, somos primos lejanos, pero él me dijo sobre esto, yo necesito el dinero, de verdad. Octavio la miró fijamente, ella sintió que su mirada la escudriñaba. «Paulina rechazó a tres mujeres hermosas y elegantes que presente ante ella, haciendo la misma jugada, incluida Frida, ¿Por qué aceptaría a Virginia? No lo sé, tal vez porque yo la elegiría», pensó Octavio volvió a la realidad. —¿Cuánto dinero quieres por hacerte pasar por mi prometida falsa este fin de semana ante mi familia? Ella abrió los ojos enormes. No pensó que debía compartir todo un fin de semana con el CEO Hesser, recuerdos del pasado volvieron y se obligó a olvidarlos. —Quiero… doscientos cincuenta mil pesos. Octavio no se inmutó, la miró como lo estaba haciendo, ni siquiera hizo un gesto de que le pareciera una loca cantidad de dinero, no lo parecía, después de todo, él estaba seguro de que estar con sus hijos sería una guerra que debía enfrentar, ella no lo pasaría bien. —Está bien, me parece justo —dijo y bebió de su copa—. Tengo mis reglas. Ella le miró asustada, luego de que él aceptara, sintió que perdió el valor, se arrepentía. —¿Y cuáles son? Él sonrió, la miró con ojos severos. —No puedes decir que trabajas como recepcionista, diremos que eres una ejecutiva en la empresa, para todos llevamos seis meses saliendo, estás completamente enamorada de mí, dirás que adoras a los niños, soportarás sus travesuras, y dirás que tu sueño más grande es casarte conmigo, ¿Te queda alguna duda? Virginia lo miraba con ojos enormes, todo lo que él decía era como en sus sueños más salvajes, ahora, algo en él le daba miedo. —Sí, señor —dijo, y tragó saliva. —Bien, entonces, todo está listo, mañana ve a mi casa a las once de la mañana, iremos a la fiesta de mi hija Lyra, cumple diez años, y será en la casa de la playa, tomaremos el avión privado para ir. Él le dio una tarjeta con su dirección. —Está bien. El pago… —Cuando volvamos de ese viaje te depositaré el dinero en tu cuenta bancaria. —Mañana lo veré —dijo poniéndose de pie, él arrugó el gesto, confuso, no esperó que se fuera tan pronto, sin embargo, ella ya se había ido cuando quiso decirle que esperara. «Lo mejor es que se vaya, esto solo es un negocio más, ella solo es una empleada, lo que pudo ser, entre ella y yo, nunca será», pensó con la mirada melancólica. Mansión Hesser. Lyra bajó la escalera, estaba a punto de volver a la cama, solo bajó por un poco de agua, cuando vio a Frida hablando con la empleada. —Mi papá no está, Frida, mejor vete —dijo enojada. Frida miró a la niña que tenía ojos de rabia, Frida estaba acostumbrada al odio de los niños Hesser, desde que frecuentaba a Octavio y ella tampoco los soportaba. —¿Y dónde está? Lyra hizo un gesto de duda. —¿Sabes que tu papito traerá a una novia mañana? Los ojos de Lyra se abrieron con decepción. —¡Mentirosa! —No miento, él mismo me lo contó, así que deberían echarla, como tantas veces hicieron conmigo, o si no, esa mujer malvada los enviará directo a un internado en la Patagonia. Lyra dio un brinco del susto, y corrió despavorida, mientras la mujer se echaba a reír. Sintió la mirada severa de la empleada. —¿Qué me ves, mujer? La empleada negó y se alejó. «Así me gusta, los niños se encargarán de echar a la falsa prometida que consiga Octavio, y con eso conseguirán largarse de la vida de su padre para siempre, después, él será solo mío», pensó con una sonrisa maligna dibujada en sus labios. Al día siguiente, cuando Virginia llegó en un taxi hasta la residencia, estaba realmente sorprendida de ese lugar, era el lado más elegante de la ciudad, pero aquella mansión era como un sueño de pobre. Bajó del taxi y pagó, llevó consigo una pequeña valija, caminó hasta la entrada, sonrió. —¡¿Y los ricos lloran?! —exclamó sonriente, caminó a la puerta principal, cuando escuchó los gritos de unos niños, alzó la vista. —¡Bruja! —gritaron los gemelos, y lanzaron agua desde un balde, el gritó de Virginia no se hizo esperar, sintiendo la fría agua sobre su cuerpo y escuchó el balde caer a un lado. La puerta se abrió y Octavio Hesser estuvo ante ella, la miró empapada, estuvo a punto de cubrirla con su chaqueta, sin embargo, sintió el agua helada calar en sus cuerpos, los niños lanzaron otro balde que estuvo a punto de golpearlos, Octavio lanzó un gruñido, los niños gritaron asustados. —¡Es papá! Virginia no pudo evitar que se mojara. —¡Niños! ¡Bajen de inmediato! —gritó tan fuerte que hizo que Virginia sintiera escalofríos. Virginia y Octavio entraron a la casa, ella admiró el lugar, era tan hermoso, de pronto, vio bajar a esos niños, uno tras otro, dos gemelos de algunos ocho años, con grandes ojos azules, y pestañas espesas. Una niña más grande de cabellos castaños, y una pequeña niña rubia, que llevaba un gran moño en su coleta. —¡Papi, lo siento! —exclamaron Daniel y Dante al mismo tiempo. —¡¿Cómo se atreven¡? —gritó Octavio como el bramido de una bestia, los niños le miraron asustados, Virginia tomó el brazo del hombre que levantó la mano al acercarse a los niños, ese acto lo sorprendió, la miró con duda. —¡No se atreva a golpearles! —exclamó Virginia, poniéndose frente a él, impidiendo que se acercara a los niños, dejándolo perplejo.
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