Los ojos de Virginia se abrieron enormes, se sentó al borde de la cama, nunca pensó que llegaría tan lejos.
«Pero, no me importa, si es mi última oportunidad de enamorarlo, ¿no debería aprovecharla?», pensó
—Espere un momentito, CEO Hesser, si mal no recuerdo, yo gané, usted debe complacerme a mí, y esto suena más como si yo estuviera a su merced.
Los ojos de Octavio la miraron severos, se volvieron pequeños
«Es astuta, ¿Cómo puedo estar a merced de esta chiquilla?», pensó, y sintió como su corazón latía con fuerza.
—Te dejé ganar, en realidad.
Virginia rio divertida.
—Yo no se lo pedí, sea como sea, yo gané, y ahora usted está obligado a cumplir con su palabra, ¿o acaso el CEO Hesser me tiene tanto miedo a mí, que no va a cumplir la apuesta? Usted decidió el castigo, así que es su
